martes, 24 de noviembre de 2020
lunes, 23 de noviembre de 2020
viernes, 20 de noviembre de 2020
La Chinita
Transfiguración
histórica de la palabra “Chinita”: del significado racista a la veneración en la
fe popular maracaibera
Introito
Vayamos tras el significado histórico de los fenómenos
y la mutación de las palabras en el devenir de los pueblos. La palabra -que es
la nave en que viaja la idea- ha sido en la historia: o un arma para el azote o
una fuerza para la liberación, según quien la blandiere y contra quien la
aplicase. Nebrija convenció a la monarquía de que apoyaran sus manuales
gramaticales con el argumento que la expansión del Imperio Hispano requeriría
imponerle sus leyes a los pueblos “bárbaros” que fuesen conquistando, y que
sería el idioma la primera de ellas en demostrar su poderío.
Podemos conformarnos con rumiar los lugares comunes,
repetir como loros lo que dicen los demás, lo que señalan las costumbres, lo
que imponen las modas, o, simplemente, lo que “agrade” al pensamiento
dominante. Así tal vez pasemos desapercibidos, seamos aceptados, no molestemos
el reino de la calma aparente.
O podemos hurgar en la historia, reflexionar sobre
procesos no estudiados, redescubrir el significado de las palabras a la luz de
las realidades de donde surgieron, y entonces –ahora sí- chocar contra la
comodidad que ofrece la conformidad, porque estaríamos avanzando al encuentro de
eso que la mitología empoderada no tolera: la verdad histórica.
I
Una de las acepciones peyorativas del término “chino”
es “no civilizado”, de manera que cuando los curas salesianos que llegaron al
Moján en 1902 anotaban en sus memorias haber sido trasladados en un cayuco
hasta Sinamaica por un par de “indios chinos”, a los que también llamaron en el
título de la crónica “indios ilusos”, dejaron establecido que ambos
calificativos servían de sinónimos: chinos es igual a ilusos.
Tal era la noción que tenían en Europa de los
habitantes de aquél lejano país oriental que en tiempos medievales llamaron
Catay (según los viajes de Marco Polo, que el propio Colón usó equivocadamente
en las islas del archipiélago caribeño), y después, por la nomenclatura de la
Dinastía Qin, transformaron en China, hasta el sol de hoy.
Los imperios de la rancia y culta Europa ambicionaban
las riquezas de esa China que consideraban –como a todo el resto del mundo-
inferior y no “civilizada”; práctica que reproduciría el naciente imperialismo
estadounidense. Para no extendernos en detalles de las especies saqueadas y
saberes plagiados, limitémonos a rememorar el trato esclavista que dieron al
pueblo chino, trayéndolo a las colonias americanas a trabajar “como bestias” en
minería, construcción de ferrocarriles, plantaciones y en el Canal de Panamá. Murieron
decenas de miles por malos tratos, enfermedades y desnutrición; incluso el
suicidio se multiplicó entre obreros chinos en Panamá por la profunda depresión
causada al sentirse horriblemente humillados.
Entonces vemos en este otro capítulo de la criminal
avaricia imperialista, que el uso de la palabra “chino” o “china” no tiene un
ápice de inocente. Es un vocablo con una terrible carga de desprecio y
discriminación; tal como la usaron los frailes italianos llegados a las aguas
de nuestro Lago y nuestros ríos a comienzos del siglo XX, cuando, a más de
habernos encasquetado el remoquete colonial de “indios” sin ser de la India,
nos vinieron a completar la condición de “brutos” y “zaparrastrosos”,
agregándonos el ingrediente que faltaba para estigmatizar nuestra condición de
no europeos: “indios chinos”.
Si llamarnos “indios” desde el siglo XVI era ya un
despectivo racista, agregarnos ahora en plena gestación del siglo XX el
calificativo “chinos”, era como elevar al cuadrado la condición de inferiores
que nos asignaban los europeos y su criolla descendencia.
II
Dejaré anotadas aquí algunas citas de autores
colonialistas que hablan por sí solas de la visión ideológica justificadora del
racismo y el genocidio contra los pueblos originarios en general, y en
particular de la región del lago maracaibero:
-
Gonzalo
Fernández de Oviedo: “porque su principal intento era comer, beber, folgar,
lujuriar, e idolatrar, y ejercer muchas suciedades bestiales… el matrimonio que
usaban…que los cristianos tenemos por sacramento, como los es, se puede decir
en estos indios sacrilegio…Ved qué abominación inaudita (el pecado nefando
contra natura) la cual no pudo aprender sino de tales animales…Esta gente de su
natural es ociosa y viciosa, de poco trabajo, melancólicos, cobardes, viles y
mal inclinados, mentirosos y de poca memoria, y de ninguna constancia. Muchos
de ellos, por su pasatiempo, se mataron con ponzoña por no trabajar, y otros se
ahorcaron por sus manos propias”
-
Fray
Tomás Ortiz: “Los hombres de tierra firme de Indias comen carne humana y son
sodométicos más que generación alguna. Ninguna justicia hay entre ellos, andan desnudos,
no tienen amor ni vergüenza, son como asnos, abobados, alocados, insensatos; no
tienen en nada matarse ni matar; no guardan verdad si no es en su provecho; son
inconstantes, no saben qué cosa sea consejo, son ingratísimos y amigos de
novedades, précianse de borrachos, tienen vinos de diversas yerbas, frutas,
raíces y grano; emborráchanse también con humo… son hechiceros, agoreros,
nigrománticos…cobardes como liebres, sucios como puercos…no quieren mudar
costumbres ni dioses… en fin, digo que nunca crió dios tan cocida gente en
vicios y bestialidades…Juzguen ahora las gentes para qué puede ser cepa de tan
malas mañas y artes”
-
Según
Juan Ginés de Sepúlveda, las guerras contra los originarios de nuestra Abya
Yala eran necesarias por cuatro “razones”: “1) Por la gravedad de los pecados
que los indios habían cometido, en especial sus idolatrías y sus pecados contra
la naturaleza. 2) A causa de la rudeza de su naturaleza que les obligaba a
servir a personas que tuvieran una naturaleza más refinada, tales como los
españoles. 3) A fin de difundir la fe, cosa que se haría con más facilidad
mediante la previa sumisión de los naturales. 4) Para proteger a los
débiles contra los mismos indígenas.”
-
Alfredo
Tarre Muzi, en su Biografía de Maracaibo, reproduce esa visión racista: “El
indio del Zulia era cerril, atrasado, salvaje, y en algunas tribus, era
antropófago. Era difícil cristianizar estos salvajes, cuyas elementales
creencias convertían en dioses los animales, los astros, ríos y árboles, el
sol, la luna y el terrible jaguar”.
Podríamos desmenuzar las malignas falacias contenidas
en estas afirmaciones, pero no es la tarea de este texto puntual sobre el uso
de la palabra “china” y su diminutivo “chinita”; sólo dejaremos apuntado que el
primer acto de canibalismo cometido en el actual territorio del estado Zulia lo
protagonizaron un grupo de soldados de la tropa de Ambrosio Alfinger que traían
un cargamento de oro desde el Catatumbo hacia Coro, quienes tras varios días de
camino alimentándose de plantas y tubérculos, ansiosos de comer carne roja,
mataron a un par de indígenas desprevenidos y se los comieron.
III
Las asociación del contenido indígena al culto católico
conocido como Virgen María, no es original de Maracaibo, porque ya desde 1531
se plantea en México con la Guadalupe y en 1652 con el caso de Coromoto, por
citar dos ejemplos; el hallazgo de la Virgen de Chiquinquirá y su correlación a
lo indígena, se produce desde el mismo momento que una mujer añú (paraujana)
encuentra la “tablita” con la imagen religiosa a orillas del gran lago. Esto es
así porque el pueblo añú es el habitante ancestral del estuario, y en la
Maracaibo de 1709 la única población indígena ubicada en las orillas lacustres
es la descendencia de aquella nación añú que enfrentó la invasión europea desde
1499 y más específicamente desde las sucesivas incursiones militares de 1529
con el alemán Ambrosio Alfinger, de 1569 con el español Alonso Pacheco, de 1574
por Pedro Maldonado, y la de 1607 por Juan Pacheco Maldonado, cuando definitivamente
fueron vencidos nuestros ancestros comandados por el Cacique Nigale.
Llama poderosamente la atención de este Cronista la
existencia previa del evento bautizado como Virgen del Rosario de Paraute, que
data de octubre de 1651. Tomando en cuenta el contexto lacustre e indígena del
hecho, donde una “tablita” con la imagen recordatoria de la “Virgen” se aparece
–en este caso- a un joven añú de Paraute (Lagunillas de Agua), no puede pasar
desapercibido el símil con la versión que dio origen a la tradición
“chiquinquireña”. Entonces fueron dos “tablitas”, en vez de una; y hay el reclamo
por parte de creyentes lagunillenses sobre la originalidad del rito parautano,
toda vez que la de Paraute antecedió a la de Maracaibo en más de medio siglo.
El cuadro original era un lienzo de algodón, y fue
abandonado en una capilla en desuso en Chiquinquirá. También nos merece un
acercamiento al significado de esta hermosa palabra, que es el nombre chibcha
de un lugar y un río (igual al caso de Paraute); la raíz “chib” es pronombre de
primera persona plural correspondiente a “nosotros” o “nosotras”, y “cha” que
quiere decir “humano”, por lo que chibcha traduce sencillamente “somos humanos”
o “seres humanos”. En el estado Zulia tenemos una lengua de tronco lingüístico
chibchense, la barí, que ancestralmente abarcó un gran territorio al suroeste andino
del Lago Maracaibo. Son barí los dueños del Catatumbo, que en su idioma
significa “río donde abunda el catatú o pez bocachico”, y que aún usan el
prefijo “chi” (chi-yí: nosotros) de chibcha y Chiquinquirá.
El nombre propio Chiquinquirá, que algunos lingüistas afirman
provenir del término chibcha “Xequenquirá”, referida a un “lugar de pantanos y
nieblas”, nos ubica en la región boyacense hacia el año 1560 en que le es
otorgada una encomienda con los indígenas como esclavos al español Antón de
Santana, quien a petición de fraile encarga al pintor hispano radicado en Tunja,
Alonso de Narváez, hacerle un cuadro de la Virgen, flanqueada por San Antonio
de Padua y San Andrés, respectivamente.
La imagen venerada en el culto más representativo del
estado Zulia y, en particular, de Maracaibo, corresponde a aquél hecho
histórico ocurrido en el Reino de Nueva Granada, hoy República de Colombia.
IV
Nos preguntamos entonces: ¿Cómo devino en llamarse
“Chinita” a la Virgen de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá? ¿Cómo fue
el proceso de asimilación y trasmutación de un término de connotación racista a
una re-significación religiosa?
La respuesta nos viene de las entrañas más profundas
de la cultura popular, aunque las interpretaciones antropológicas deben apelar
a la semántica y la historia. Los usos y contextos socioculturales dan significados
distintos a las palabras, y suele ocurrir en el devenir de los pueblos que un adjetivo
despectivo aplicado por una clase social privilegiada contra otra oprimida, sea
transfigurado por la víctima en un acto de rebeldía, asumiéndose orgullosa de
tal denominación.
En el caso que nos ocupa, la población criolla de la
ciudad, hispana o mestiza, vio a la mujer indígena como sirvienta, y no
faltaron los abusos desde el machismo patriarcal eurocéntrico que hizo de las “indiecitas”
o “chinitas”, presas de la trata de personas y la esclavitud sexual; lo
hicieron desde la invasión contra la originaria maracaibera añú, como con la
wayúu traída a Maracaibo a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. Terratenientes
y señores, militares y hasta sacerdotes, encontraban placer en la posesión de
jóvenes mujeres indígenas, a las que comenzaron a llamar “chinitas” en tono
morboso, denigrante, socarrón. No se escandalicen los pacatos. Páginas terribles
de esas historias ocultas pasaron impunes con la complicidad de sociedades
colonizadas que menospreciaron por clasismo y racismo a los pueblos
originarios. Resabios quedan a la vista.
En el argot popular, en cambio, el término comienza a
experimentar una metamorfosis semántica, toda vez que el mestizaje típico de la
región se extendía a familias de gran arraigo, que desarrollaron prácticas
gregarias basadas en valores afectivos y morales muy marcados. Las clases
trabajadoras urbanas no se sentían ajenos al ser indígena porque al mirar hacia
sus raíces familiares, lo más probable era encontrarse con una abuela paraujana
(añú) del Moján, Laguna de Sinamaica, Isla de Toas, Punta de Palmas,
Barranquita, Paraute, Tamare, Misoa, Santa Rosa y la misma Maracaibo de antaño,
cuyas orillas fueron pobladas desde tiempos inmemoriales por el pueblo añú, ese
mismo al que se le aparecieron las dos “tablitas”, en Paraute en 1651 y en 1709
en El Milagro.
Luego vino la presencia del pueblo wayúu, que comenzó
paulatinamente tras los acuerdos para facilitar el tránsito entre Maracaibo y
Río de Hacha negociados con el putshipú Yaurepara en 1801, luego fue aumentando
cuando se discutieron los límites en la península Guajira con Colombia, pero sobre
todo con el advenimiento del negocio petrolero que aceleró las inmigraciones y
el crecimiento urbano, así como la exigencia de mano de obra en labores de
construcción y servicios, formándose los barrios humildes del noroeste y oeste
maracaibero a partir de las décadas del sesenta y setenta del siglo pasado. Recordemos
al luchador wayúu que se hizo famoso con el título de “Chino Julio”, militante
revolucionario, amigo de la extinta URSS. La mujer de manta comenzó a hacerse
símbolo de indianidad cotidiana palpable.
Como hemos afirmado con base a los documentos y testimonios
revisados, el uso del término “chinita” no es endógeno, al contrario, es
introducido desde una realidad internacional tergiversada por la hegemonía
lingüística de los imperios europeos. Pasadas unas cuatro décadas de su
utilización como marca discriminatoria, el sentimiento popular, en un alarde de
reivindicación étnica, comienza a endilgársela a la iconografía más venerada de
su fe. La fórmula lógica aplicada traza una ruta desde la Virgen como madre de
todos, a la mujer indígena como madre del pueblo al que pertenecemos, del que
venimos; de la Virgen como criatura sobrenatural protectora, a la abuela paraujana,
mulata o guajira que nos cuida y orienta, nos cura y nos mima. Nadie duda el
carácter matrilineal del agrupamiento familiar zuliano.
El pueblo al que las castas aristocráticas y secuaces,
denigraban llamándolo indio-chino, hace suya la palabra llenándola de otros
significados, propositivos, tiernos, amorosos, liberando al término de la carga
histórica racista, apropiándoselo para el bien común. Esto es, en materia de
construcción del lenguaje, un acto revolucionario: convertir una afrenta odiosa,
en un sonido sublime.
De lo demás se encargó la gaita, género musical
totémico, como un gran poder identitario que se yergue sobre las cenizas
inmortales del ancestro. La gaita india de maracas y luchas, afro de tambores y
lamentos, con aires melodiosos de Al-Ándalus y el guanche canario, con armonías
flamencas y yorubas, y en lo más hondo, en el gen de un pueblo musical por
excelencia, el Arein: ese impulso natural por el arte poético del pueblo añú
maracaibero.
Quedó dicho desde aquella gaita pionera “Virgen de
Chiquinquirá”, grabada en 1948 por los Gaiteros del Zulia, con la autoría de
José Ángel Mavárez y música de Ramón Bracho Lozano, dónde se nombra a la “excelsa
Chinita” en el último de sus versos.
Como me lo comentó el poeta Renato Aguirre: “el Pueblo
volteó la tortilla y nombró de esa manera a su Virgen”. ¡Santa palabra!
Yldefonso
Finol
Economista e historiador bolivariano
Cronista de Maracaibo
jueves, 12 de noviembre de 2020
PARAUTE 2020
Paraute:
etno-genocidio, memoricidio e impunidad a 81 años del incendio de Lagunillas de
Agua
Introito
El primero de septiembre de 1939 la Alemania nazi
invadió Polonia, dándose inicio a la llamada Segunda Guerra Mundial. Ya Venezuela
era un país reconocido mundialmente como exportador petrolero. Empresas de
Estados Unidos e Inglaterra se ubicaban como favoritas del negocio concesionado
por la dictadura gomecista y su heredero, el General Eleazar López Contreras. La
clase obrera inauguró sus luchas reivindicativas alcanzando un clímax sin
precedentes durante 1936, para lo cual el régimen creó fuerzas represivas
especializadas en “orden interno”. Es durante el mandato de éste que se produce
el desplazamiento forzoso de la población originaria más antigua en la costa
oriental del Lago Maracaibo: Paraute, perteneciente a la nación añú. Este hecho
se ha registrado como el “Incendio de Lagunillas de Agua”, y sobre el mismo se
tejieron toda clase de tergiversaciones para ocultar la responsabilidad estatal
y empresarial. Luego, un manto de olvido se echó encima de las víctimas del
genocidio de Paraute, como el muro que levantaron las petroleras sobre los
incontables cadáveres que quedaron anónimos calcinados.
Paradojas, ironías, concatenaciones de la historia: el
primer gran incendio provocado en Paraute, fue parte del ataque sorpresivo que
el capitán español Juan Pacheco Maldonado, emprendió contra el pueblo añú del
Lago Maracaibo (Tinaja del Sol) en 1607, para aniquilar la resistencia dirigida
por el Cacique Nigale y sus compañeros Telinogaste, Matagüelo y Camiseto.
El imperialismo perolero no hizo otra cosa que seguir
la estrategia del colonialismo español.
I
Por la premeditación, saña, complicidad, nocturnidad,
simulación, alteración de la escena del crimen, cierre intempestivo de la
investigación, menosprecio por las víctimas, y manipulación de evidencias, el
Estado venezolano y las empresas extranjeras involucradas, incurrieron en gravísimos
delitos contra la vida y los Derechos Humanos, delitos de odio, racismo,
delitos todos de lesa humanidad que a la luz del Derecho Constitucional de la
República Bolivariana de Venezuela y del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos, son imprescriptibles.
En tal sentido, podemos concluir que en el hecho
conocido como “Incendio de Lagunillas de Agua”, ocurrido el 13 de noviembre de
1939, donde las llamas destruyeron en dos horas una población de 1.051
viviendas y 51 establecimientos comerciales, provocando la muerte, lesiones
graves, traumatismos físicos y psicológicos a una cifra desconocida de personas,
que ni el gobierno de turno ni las empresas se interesaron en aclarar, se
incurrió en delitos de lesa humanidad tipificados en el Derecho Internacional
como:
-
Etnocidio:
“significa que a un grupo étnico, colectiva o individualmente, se le niega su
derecho de disfrutar, desarrollar y transmitir su propia cultura y su propia
lengua. Esto implica una forma extrema de violación masiva de los derechos
humanos, particularmente del derecho de los grupos étnicos al respeto de su
identidad cultural, tal como lo establecen numerosas declaraciones, pactos y
convenios de las Naciones Unidas y sus organismos especializados, así como
diversos organismos regionales intergubernamentales y numerosas organizaciones
no gubernamentales”. (Declaración de San José sobre el etnocidio y el
etnodesarrollo, 1982)
-
Genocidio:
cuya tipificación se efectúa (Art. II) en tres dimensiones: a) Realización de
actos como matanzas, lesiones graves, condiciones que impidan su existencia,
impedir o dificultar nacimientos, traslados de niños del grupo a otro grupo. b)
Intencionalidad de destruir, total o parcialmente, al grupo. c) El sujeto
pasivo del delito es el grupo: nacional, étnico, racial o religioso. La
responsabilidad penal abarca no sólo el autor personal, material y directo del
genocidio, sino que comete tal delito el instigador, el cómplice, el que se
asocie a tal fin delictivo, penándose así mismo la tentativa (Art. III) No se
eximen de ser castigados los gobernantes, funcionarios o particulares, según
expresamente impera (Art. IV) de la Convención. (Convención de 9 de diciembre
de 1948, sobre delitos contra el derecho de gente y para la prevención y
sanción del genocidio) A los efectos del Estatuto de Roma, se entenderá por
“genocidio” cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con
la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico,
racial o religioso como tal: a) Matanza de miembros del grupo; b) Lesión grave
a la integridad física o mental de los miembros del grupo; c) Sometimiento
intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su
destrucción física, total o parcial; d) Medidas destinadas a impedir
nacimientos en el seno del grupo; e) Traslado por la fuerza de niños del grupo
a otro grupo.
-
Memoricidio:
concepto desarrollado por la valiente luchadora Gloria Gaitán, donde denuncia “el
deliberado y sistemático ocultamiento del legado espiritual o material de un
individuo o de un colectivo; lo que implica el colapso de los fundamentos y
orígenes de las estructuras imperantes, tanto históricas como culturales, de un
grupo social, de una etnia, de una nación o de la humanidad”.
La descendencia del ancestral pueblo añú del Lago
Maracaibo, nunca renunciaremos a nuestro reclamo de justicia reivindicativa y
reparadora para nuestra hermanas y hermanos de Paraute.
II
Desde los inicios del negocio petrolero, Lagunillas de
Agua o Paraute (en añún nukú “ser o estar en las aguas”) sufrió varios
incendios: uno en 1928, otro en 1933 y un par en 1935. Todos por combustión del
petróleo derramado y los gases esparcidos en sus adyacencias. ¿Cómo explicar
que ese de 1939 no haya ocurrido por las mismas causas?
La empresa implicada directamente dio su veredicto: “The
Venezuela Oil Concessions LTD. A causa de las erradas informaciones de algunos
diarios con relación al lamentable siniestro de Lagunillas, considera su deber
informar al público lo siguiente: No es cierto que se hubiera roto tubería
alguna de esta compañía en la parte de Lagunillas de Agua donde tuvo lugar el
incendio, ni tampoco que la compañía hiciera bombear petróleo ese día a las
aguas del Lago, pues siempre tratamos en obsequio propio, de mantenerlas lo más
limpias. El día del incendio se rompió un tubo conductor de petróleo de esta
compañía, pero apartado del incendio más de 250 metros, el cual fue reparado
inmediatamente y el petróleo que se derramó quedó localizado en la parte de
tierra que está separada del lago por la muralla que protege a Lagunillas de
Agua de las inundaciones por las aguas, la que hizo imposible que el petróleo
pasara hacia el Lago. Además la maquinaria de bombear cercana al lugar al tubo
roto sólo puede trabajar bombeando agua,
pues forma parte del sistema de drenaje. La Compañía niega rotundamente
que la rotura del indicado tubo, ni acto alguno de su parte tuviera relación
con el incendio ni sus causas. Caracas 20 de noviembre de 1939. W. T. S. Doyle,
Gerente”.
Y el gobierno títere de López Contreras se apresuró a
concluir en su brevísima “investigación” ministerial presentando a la opinión
pública un “Informe de la Comisión de Ministros sobre el Siniestro de
Lagunillas al Presidente de la República”. Comienza el informe por referir los
“daños materiales”, estableciendo el poblado en 1.051 casas de madera, de las
cuales 1.040 quedaron destruidas, igual que 51 negocios; todo valorado en un
millón de bolívares. Fijan en 24 los fallecidos a causa de asfixia por
sumersión y otros traumatismos de diversa índole. “Nuestra impresión personal –dicen
los ministros- es que dadas las reclamaciones de familias o de conocidos, e
intenso trabajo de buceo que se practica noche y día, quedará a lo sumo por
rescatar otro tanto. Es de observar que los heridos son pocos y leves”.
Casi que deberíamos disculparnos: “Perdón señores
ministros por hacerlos venir a pasar calor en Maracaibo y Cabimas por tan poca
cosa”. Se les pasó el detalle de plasmar en el “informe” que el gobierno que
ellos representaban prohibió seguir la búsqueda de personas fallecidas en el
incendio así como dejar de revisar las ruinas desde el 17 de aquel fatídico
noviembre; y que la empresa, ni corta ni perezosa, procedió a verter en la
orilla el material que ya tenía acopiado para levantar el muro que para siempre
tapió las vidas del pueblo añú de Paraute.
III
Este cronista, aficionado a la historia, pero sobre
todo, doliente de las víctimas de Paraute con las que comparte sangre y épica
anú, militante de la causa de la memoria colectiva de los pueblos originarios,
buscó, consultó y recopiló las fuentes historiográficas y hemerográficas del
Incendio de Lagunillas.
Sin entrar a calificarlas en este artículo, comparto
algunas curiosidades que delatan las imprecisiones de la información ofrecida y
las mutaciones que experimentó el enfoque mediático de entonces.
En el diario Panorama, que llevaba veinticinco años de
fundado, su público pudo leer en primera página el miércoles 15 de noviembre el
titular “La espantosa tragedia de Lagunillas de Agua”. En el sumario
sintetizaban: “La población de agua consumida íntegramente por las llamas.
Millones de bolívares de pérdidas. Centenares de muertos, mujeres y niños
especialmente. Es incalculable el número de quemados, ahogados y triturados.
Escenas dantescas se presenciaron en el infernal escenario. Como piras humanas
perecieron varias personas en medio de la más intensa desesperación”.
El lunes 20 en la columna editorial “Escolios”,
firmada por “Juan Lucerna”, todavía podían percibirse elementos narrativos que
traslucían la gravedad del suceso: “El problema más aguado es el rescate de los
cadáveres que aún quedan flotando en las aguas y entre las ruinas, en proceso
de descomposición que amenaza la salud del resto de los habitantes de
Lagunillas. Luego hay que curar a los heridos, sanar a los enfermos y proveer
de viviendas al millar y medio de familias que han quedado sin techo”.
Pero un hálito de sospechas no clarificadas se
permeaban en las entrelineas, apuntando a la probable intención de minimizar la
verdadera dimensión de la tragedia: “No es hora de cultivar alarmismos ni de
jugar con el absurdo. No hay indicios suficientes para pensar en la
intervención de manos criminales, y en cuanto a las negligencias culpables, el
sitio por establecerlas es otro que el aventurerismo andante, a caza siempre
del aspecto sensacional”.
¿A cuál “alarmismo” y “aventurerismo andante” se
refieren? ¿Acaso no es un “alarma” que –según reconoce el informe oficial- más de
mil casas con todos sus habitantes presentes se quemen en menos de dos horas,
donde por suerte lograron salvarse algunos de ellos?
¿Será esa misma posición ideológica la que llevó al
gobernante regional a censurar y proscribir al periódico “La Tarde” que reseñó
concienzudamente lo acontecido?
¿Será que llamaron “alarmismo” y “aventurerismo
andante” a testimonios vivenciales tan incontrastables y honestos como los del
luchador social Jesús Farías?
Leamos -por favor- lo relatado por Jesús Farías en sus
memorias, que, por el altruismo de sus actividades y su objetividad como
testigo serio del suceso, amén de ser uno de los poquísimos alfabetizados que
se hallaba en el lugar de los hechos y sobrevivieron a la mortandad: “Como los
peligros aumentaban, empezamos a reclamar ante las autoridades y ante la Gulf,
empresa responsable del “reventón”. Sin embargo, nada se hizo para evitar el
incendio que se veía como algo inevitable, si no cerraban la válvula del
oleoducto roto. A eso de las ocho de la noche estalló un violento incendio y
cubrió miles de metros cuadrados de superficie sobre las aguas y debajo de las
casas de madera levantadas sobre estacas.
Este fuego atrapó a miles de hombres, mujeres, niños y ancianos. Algunas
personas salvaron sus vidas partiendo lago adentro en cayucos. Otros cruzaron
el fuego por la planchada, pero ésta
quedó cortada a los pocos minutos. Como el pueblo estaba atrapado entre los
muelles de la Gulf y la VOC, los marinos de turno allí anclados acercaron sus
lanchas y salvaron mucha gente, pero los que vivían en el centro casi todos
murieron quemados o ahogados. Cuando estalló el incendio, yo daba mis clases de
primeras letras a pocos metros de la orilla. Tres de mis alumnos corrieron a
salvar sus pertenencias, pero los tres desaparecieron. Eran obreros jóvenes,
poderosos, buenos nadadores y, sin embargo, perecieron. ¿Qué se podría esperar
para las infelices madres cargadas de niños pequeños? Se había creado una
situación caótica y el sindicato se convirtió en el centro de actividad para
socorrer a los damnificados. Trabajamos día y noche, sin tomar aliento, en
especial los comunistas. El fondo de la desgracia, fue que La Mene Grande tenía
interés en perforar donde estaba el pueblo, pues las consideraba parte de “sus
concesiones”. Además, el pueblo estaba sobre un enorme depósito de petróleo, a
poca profundidad y a pocos metros de distancia del campo central de la empresa.
Para la Mene Grande no tenía sentido esperar más tiempo para extraer el
petróleo, por lo que se resolvió prenderle fuego a todo un pueblo y quemar
vivos a millares de personas que allí vivían desde siempre, y otros
llegados recientemente. El gobierno le echó tierra al monstruoso crimen. Era
evidente que había funcionado el soborno en todos los niveles. Sobre los
comunistas se mantenía una presión constante para que no dijéramos nada más
sobre el crimen sin nombre. El diario comunista La Tarde decuplicó su
circulación debido a su valiente actitud. Sólo en Lagunillas vendíamos diez mil
ejemplares, lo cual indujo al gobernador Maldonado a cerrarlo. Después del
incendio se hizo un censo de los sobrevivientes, quienes recibieron unas
casitas en “Ciudad Ojeda”, donde hoy viven docenas de miles que no conocen el
origen de este lugar. Las décimas populares decían que la Mene Grande pretendió
“apagar” el incendio con una manguera que, en lugar de agua, lanzaba chorros de
gasolina”.
Por su parte el diario caraqueño El Universal, delegó
en el escritor Enrique Bernardo Núñez la función de enviado especial para
cubrir el suceso; llegó al Zulia el jueves 16 y se regresó a Caracas el sábado
18 del mismo mes; sin embargo el periódico publicó reportes desde el 15 de
noviembre, basado en las versiones que recogía del personal del gobierno y principalmente
de sus colegas de Panorama. “Mil doscientas cuarenta casas fueron destruidas
por las llamas en Lagunillas”, se atrevió a titular en su primera entrega sobre
el hecho. “Las víctimas de este siniestro se calculan oficialmente en más de
ochocientos, entre muertos y desaparecidos. Al llegar a Maracaibo los primeros
damnificados hicieron descripciones verdaderamente trágicas sobre el siniestro;
entre los que han llegado ha sido imposible obtener una versión exacta de los
acontecimientos, pues los que lograron salvarse están atolondrados y muchos de
ellos sufren de alucinamientos”. “Refugiados de Lagunillas buscan abrigo en
Cabimas. Los gremios obreros del Zulia decretan ocho días de duelo por este
motivo. El incendio fue provocado por la explosión de una lámpara de gasolina
en un establecimiento de bebidas. La comunidad de Lagunillas agradecida por la
actividad desplegada por la Lago Petroleum en la labor de salvamento”. “El día
del siniestro se habían roto dos tubos conductores de petróleo por lo que las
aguas situadas debajo del pueblo se cubrieron de una espesa capa de aceite. Las
autoridades civiles y marítimas del Zulia actuaron con rapidez y energía.
Conversación radiotelefónica con el director de Panorama”. Así reseñaban las
cosas a nivel nacional, con la sola referencia radiotelefónica.
El 18 de noviembre, a cinco días de la tragedia, el
discurso se suavizaba: “Alcances reales de la tragedia de Lagunillas: Ya parece
estar del todo comprobado que la tragedia de Lagunillas no tuvo la magnitud que
al principio se había creído especialmente en lo que más importaba que era la
pérdida de vidas que según las primeras noticias ascendía a la tremenda suma de
ochocientas víctimas cuando resulta que lo más probable es que los muertos no
lleguen a cincuenta y entre los heridos no los hay de gravedad”.
Epílogos
Paraute. Me atrevo a imaginarte Paraute desde mis ancestros
de orillas hermanas. Estoy dentro de tu piel calcinada y tu dolor infinito. Vivo
en el cuerpo martirizado del indio de aguas despreciado. Hemos sido borrados
del alma de nuestros deudos naturales. La patria sin memoria adora al fuego que
nos asesinó. Rinden culto al invasor genocida y sus símbolos. Conquistador,
petróleo, dólar, extranjerismo. Nuestras víctimas vuelven a morir de olvido. Etnocidio.
Genocidio. Memoricidio. Añucidio. Los foráneos empoderados sobre nuestros
cadáveres invisibles imponen la moda. Impunidad. Nada ha ocurrido. Sólo se
limpió el Lago de esos indios pescadores y pecadores que molestaban la
navegación a la madre España y la perforación de pozos de petróleo liviano a
los amigos gringos. Indios herejes, bebedores y lujuriosos. Y un poco de
proletarios no retornables.
Lo más sentido y claro que se dijo en la asamblea
sindical durante la visita de los ministros, lo pronunció una mujer venezolana
venida del llano cojedeño, como nuestro Libertador Manrique: “Ningún obrero,
ningún venezolano trabajará en tan lúgubre sitio que de hoy en adelante será
sagrado para todos nosotros e intocable por tanto. Ni por propias manos ni por
extrañas, y mucho menos por los taladros que vendrían a remover y a profanar
los huesos de nuestros compatriotas”.
Hasta el día de hoy, trece de noviembre del año 2020, en
que rindo mi sentido homenaje a las víctimas de Paraute, nadie prestó atención
a Carmen Emilia Gorostiza Pérez. Ni mucho menos al comunista (no columnista) Jesús
Farías que reportó (sin ser reportero) la veracidad de la noticia que otros –medios
y gobierno- falsearon para ganar dinero.
Yldefonso Finol
martes, 10 de noviembre de 2020
JOSEITO
Joseíto
I
Al conocer
la primicia
Infausta e
impertinente
Rememoré de
repente
Vivencias
que son noticia
Que en mi
alma son caricia
Al pueblo
que con pasión
Joseíto con
fruición
Cultivó con
sumo esmero
El pasado
mojanero
Que pierde
una institución.
II
Con Joseíto
Montiel
Se va mucho
del Moján
Muchos saberes
se van
Con el
mojanero fiel
Trago amargo
cual la hiel
Pasa nuestra
población
Porque un
sol de tradición
Un personaje
esencial
Parte en
viaje celestial
Dejando gran
aflicción.
III
Joseíto fue
un portento
Hombre
ponderado y ético
Con un don
multifacético
Que mostraba
en su talento
Su profundo
sentimiento
Su gran
personalidad
Su culto
por la amistad
Inspiran
admiración
Admirable inspiración
Tuvo siembre
en vastedad.
IV
Desde la
peluquería
En nuestra
plaza central
Hizo fama
personal
Con garbo y
con simpatía
La bohemia
compartía
Con galanura
ateniense
Como todo
buen marense
Que nunca
se amilanó
Y sus
cantos entonó
Como bardo mohanense.
Yldefonso Finol
Con todo mi
cariño a la memoria de Joseíto Montiel y en solidaridad con su distinguida
familia, a quienes extiendo un abrazo caluroso en nombre de mis hermanos, mi
esposa y mis hijos.
Maracaibo,
10 de noviembre de 2020
viernes, 6 de noviembre de 2020
jueves, 5 de noviembre de 2020
ELECCIONES USA 2020
Elecciones
EEUU 2020 (y cualquier otra): siete notas con Simón Bolívar
I
Nuestra breve opinión sobre lo que resulte de la
extraña votación gringa la resumimos en una exclamación del Libertador a
inicios de su gesta emancipadora: ¡Qué
nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los
conserve, si estamos resueltos a ser libres!
Los gringos están condenados
a escoger el mal menor; pero aún ni siquiera escoger directamente. La
ciudadanía individual que tanto cacarean para profundizar el egoísmo
capitalista, desaparece para el ejercicio político protagónico, siendo
sustituida por unos parapetos territoriales anónimos que usurpan la soberanía
popular y burlan la verdadera democracia. Las finanzas para participar son odiosamente
excluyentes. La manipulación mediática y corporativa es obscena.
II
En esta ocasión eligieron entre
un patán descarado como Trump y el taimado muñeco de torta Joe Biden. Algunos
“analistas” se rebanan los sesos –como decía Valera Mora- buscando diferencias entre
demócratas y republicanos, y las hay en estilos y en algunas materias
secundarias, según la época y los oportunismos electoreros. Pero nada
significativo por lo que valga la pena desmenuzarse el cerebro. Respecto al
papel del aparato estatal estadounidense en la vida de los pueblos de Nuestra
América, está claro que siempre prevalecerá la primacía del capital y la
geopolítica imperialista. Ya sabemos desde tiempos de Simón Bolívar que “jamás
conducta ha sido más infame que
la de los (norte) americanos
con nosotros”.
III
El 21 de octubre de 1825 Bolívar dejó instrucciones
muy precisas: “Jamás seré de opinión que los convidemos a nuestros arreglos
americanos”. Suponemos que serán incómodas para quienes siguen con la ilusión
de “mejorar” las relaciones con el imperialismo.
IV
No confiar “ni un tantito” en el imperialismo dijo
Ernesto Guevara. Al respecto escribió Bolívar el 13 de junio de 1826 al
vicepresidente de la Colombia original: “yo recomiendo a usted que haga tener
la mayor vigilancia sobre estos (norte) americanos que frecuentan las costas;
son capaces de vender Colombia por un real”. (Y el “vicepresidente” también)
Entonces no nos basta tener claramente definido el
enemigo imperialista, también debemos ser capaces de descubrir y desenmascarar
al enemigo interno y los infiltrados.
V
Con republicanos o demócratas “los Estados Unidos
parecen destinados por la providencia a plagar de miseria la América en nombre
de la libertad”. No dejemos que se roben el discurso de las libertades, ni
mucho menos que sigan empobreciéndonos para recolonizarnos.
VI
El 25 de mayo de 1820, cuando los yanquis comenzaron a
asomar la posibilidad de reconocer a nuestra República, Bolívar escribe a
Revenga: “Ya que por su anti neutralidad la América del Norte nos ha vejado
tanto, exijámosle servicios que nos compensen sus humillaciones y fratricidios”:
exigimos respeto a nuestra autodeterminación y soberanía, que cesen las
ilegítimas e ilegales medidas coercitivas como el bloqueo y el robo de nuestros
activos en el exterior (que deben devolvernos en las condiciones que los
secuestraron), y que detengan las acciones mercenarias y terroristas contra
nuestra Patria: en pocas palabras, que se apeguen a lo consagrado en el Derecho
Internacional.
VII
Y por si decidiesen continuar en el camino equivocado,
reproduzcamos el párrafo donde Bolívar resumió al representante gringo en
Angostura Juan Baptista Irvin, quiénes somos los bolivarianos: “protesto a
usted que no permitiré que se ultraje ni desprecie el Gobierno y los derechos
de Venezuela. Defendiéndonos contra la España ha desaparecido una gran parte de
nuestra población y el resto que queda ansía por merecer igual suerte. Lo mismo
es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el
mundo la ofende”.
Yldefonso Finol