Venezuela:
el precio de ser bolivariana
Los civilizados
civilizadores quieren civilizarnos; quieren aislarnos, empequeñecernos,
tutelarnos. En el combo civilizatorio entran los que se dejaron domesticar: ya
saben hacer nudos de corbatas y posar para fotos en las cumbres.
Como zombis
salidos de fosas comunes del Ku Klux Klan, algunos ahorcados desatan con
escrupulosa habilidad los nudos de la cuerda de sus cuellos, desandan una historia
empantanada y se abrazan al desalmado de túnica y capucha blanca.
Hay almas
cansadas de buscar la redención que optan por recostarse al hombro de los
verdugos.
El humano
sigue en guerra consigo mismo. No han faltado los que irrumpen en la anatomía
del otro con el garrote como única forma de lenguaje. Y la guerra es un
monstruo mutante capaz de camuflarse en la primavera, en los crepúsculos, en el
horizonte, y hacer del lenguaje un garrote imperceptible que tritura la
existencia hasta doblegar las generaciones que le sobrevivan.
La esclavitud,
el coloniaje, el vasallaje, el capitalismo bestial hecho fascismo, nazismo, sionismo,
imperialismo, están en cada titular de prensa, televisión y redes delictuales, y
cada intromisión de gobiernos mafiosos contra la verdad de un pueblo.
Estoy pensando
en mi país, Venezuela, y en las fuerzas cínicas y desvergonzadas que nos
acechan. Todas las maledicencias contra Venezuela son preámbulo y justificación
de las agresiones. Ya hemos resistido duras pruebas. Perseverar es vencer.
II
Imposible
no pensar en El Libertador en esta hora de arremetidas de la canalla.
Estaba
aislado Bolívar en Kingston. Lo habían despreciado sus compañeros que mandaban
en Cartagena. No apoyaron su plan de entrar por Maracaibo a liberar Venezuela. Él
venía de retomar la escindida Cundinamarca (Bogotá) para la Unión Neogranadina,
con la parte del ejército que salvó Rafael Urdaneta tras la debacle de la
Segunda República.
Allí estaba
El Libertador sin dinero para pagar el hospedaje. Su anterior ayudante, el “Negro
Pío”, intentó asesinarlo por un puñado de monedas que le dieron los espías realistas.
El recién llegado jefe español Pablo Morillo hizo añicos las defensas de Cartagena,
reconquistó Nueva Granada, ejecutó cientos de personas sin juicio, muchos
notables fueron matados a sablazos en las calles de Bogotá.
El “Negro
Pío” apuñaló varias veces el cuerpo en la hamaca donde se suponía dormiría
Bolívar, pero fue otro quien murió esa noche decembrina de 1815.
En septiembre
El Libertador había escrito una de sus obras maestras: la Carta de Jamaica. Los
últimos días de ese año los pasó en Haití. De isla en isla, pero nunca aislado.
Bolívar pasaba uno de sus periodos más dramáticos. El auxilio de Petion cambió
el curso de la historia: las expediciones de Los Cayos y Jacmel colocaron a
Simón Bolívar en la jefatura del movimiento que liberó a Venezuela, Nueva Granada,
Quito (la Colombia original), Perú y Bolivia.
El secreto
de la victoria es la perseverancia.
III
No nos
perdonan ser bolivarianos; los enemigos porque les urge vernos serviles para
valerse de nuestros bienes y talentos, los que se decían ser “amigos”, porque
ya claudicaron y no toleran nuestra resistencia; nuestra rebeldía les recuerda
su traición a los ideales.
Porque
ser bolivariano es esencialmente ser antiimperialista. Imposible llamarse
bolivariano sin saber dos máximas incuestionables:
Primera.
Los conceptos publicados en La Gaceta de Caracas en diciembre de 1813: “La
ambición de las naciones de Europa lleva el yugo de la esclavitud a las demás
partes del mundo; y todas estas partes del mundo deberían tratar de establecer
el equilibrio entre ellas y la Europa, para destruir la preponderancia de la
última. Yo llamo a esto el equilibrio del Universo y él debe entrar en los
cálculos de la política americana”.
Segunda.
Aquella carta del 5 de agosto en Guayaquil, cuando nos legó la más exacta
predicción antiimperialista de la que los gringos no se pueden evadir por los
siglos de la historia, constatada en cada zarpazo contra nuestros pueblos: “…y
qué no harán los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia a
plagar la América de miserias en nombre de la libertad”.
Saber estas
verdades es lo que no nos perdonan los imperialistas y sus peones.
Mientras
más nos traten de aislar y agredir, más radicalmente bolivarianos seremos.
Y venceremos.
Yldefonso
Finol