domingo, 7 de julio de 2024

DEFENDER A BOLÍVAR (IV)

 

Defender a Bolívar (IV)

¿Pero es que acaso Bolívar no tiene quien lo defienda?

Imagínense que vaya a creerme yo -simple ciudadano- el defensor del Libertador Simón Bolívar, si entre quienes lo han defendido están las mentes más destacadas, virtuosas, trascendentes; los espíritus más elevados, rutilantes, magnéticos, han cantado a su gesta y su gloria, como lo hizo Juana de América: “A Bolívar habría que cantarle con la garganta de los vientos y el pecho del mar.”

Uno de los primeros en defender a Bolívar fue el General en Jefe Rafael Urdaneta, su más leal compañero, que en 1826 advertía la presencia de intrigas y divisiones enfiladas a destruir el proyecto emancipador por el que lucharon toda la vida; dijo: “Su nombre es ya propiedad de la historia, que es el provenir de los héroes”.

Como hemos dicho antes, su maestro Simón Rodríguez fue también pionero en la defensa de El Libertador, quizás quien mejor supo leer la trayectoria de su personalidad, habiéndolo conocido de niño, compartido viajes y debates cuando joven, y acompañado en sus días de estadista: “Hombre perspicaz y sensible... por consiguiente delicado. Intrépido y prudente a propósito... contraste que arguye juicio. Generoso al exceso, magnánimo, recto, dócil a la razón... propiedades para grandes miras. Ingenioso, activo, infatigable... por tanto, capaz de grandes empresas. Esto es lo que importa decir de un hombre, a todas luces distinguido, y lo solo que llegará de él a la posteridad. El día y la hora de su nacimiento son de pura curiosidad. Los bienhechores de la humanidad, no nacen cuando empiezan a ver la luz; sino cuando empiezan a alumbrar ellos”, decía Rodríguez.

No sólo sus amigos y camaradas fieles le hicieron loas. El destacado General español Pablo Morillo exaltó su liderazgo y capacidad militar: “Bolívar en un solo día acaba con el fruto de cinco años de campaña, y en una sola batalla reconquista lo que las tropas del rey ganaron en muchos combates… La suerte de Venezuela y de Nueva Granada no puede ser dudosa... Estos prodigios, que así pueden llamarse por la rapidez con que los han conseguido, fueron obra de Bolívar y un puñado de hombres.”

El francés, Alejandro Lameth, le escribió a Bolívar desde París, el 3 de abril de 1826, valorándolo como “el primer ciudadano del mundo”. En el sur de Suramérica, José Enrique Rodó superó todo alegato con su preciosa exégesis: “si el sentimiento colectivo de la América libre y una no ha perdido esencialmente su virtualidad, esos hombres, que verán como nosotros en la nevada cumbre del Sorata la más excelsa altura de los Andes, verán, como nosotros también, que en la extensión de sus recuerdos de gloria nada hay más grande que Bolívar”.  

Personaje de raigal distinción como Juan Bautista Túpac Amaru, de los Incas que defendieron su nación originaria, dejó para la antología de la dignidad de los tiempos, su conmovedor testimonio: “Si ha sido un deber de los amigos de la Patria de los Incas, cuya memoria me es la más tierna y respetuosa, felicitar al Héroe de Colombia y Libertador de los vastos países de la América del Sur, a mí me obliga un doble motivo a manifestar mi corazón lleno del más alto júbilo, cuando he sido conservado hasta la edad de ochenta y seis años, en medio de los mayores trabajos y peligros de perder mi existencia, para ver consumada la obra grande y siempre justa que nos pondría en el goce de nuestros derechos y nuestra libertad; a ella propendió don José Gabriel Tupamaro, mi tierno y venerado hermano, mártir del Imperio peruano, cuya sangre fue el riego que había preparado aquella tierra para fructificar los mejores frutos que el Gran Bolívar había de recoger con su mano valerosa y llena de la mayor generosidad…”

Desde China nos llegó la opinión que estudiosos de la Historia ya habían consolidado en la década del ochenta del siglo XX, como lo expuso el estudioso Sa Na en el Congreso Bicentenario de Simón Bolívar en 1983: “Por sus brillantes hazañas realizadas en los inicios del siglo pasado para el movimiento de independencia de América Latina, por su pensamiento y pronunciamiento político en favor de conducir a los diversos pueblos hacia el camino de la democracia, la libertad, el republicanismo, y la unidad entre estos mismos pueblos, Simón Bolívar no solamente ha ganado la gran admiración y elogio de los pueblos latinoamericanos, sino también el respeto y cariño de todos los pueblos del mundo”. (No deja de asombrarme que El Libertador habló de China en 1815)

La defensa de Bolívar -que algunos creen innecesaria y otros consideran una repetición mecánica de crónicas más que de argumentos- se plantea en este tiempo como la eterna lucha por la verdad; no como dogmática invocación moralista, sino porque es la única ruta legítima a la liberación duradera. Esta lucha nos enfrenta a los omnipresentes muros de la ignorancia y la desinformación. El sistema opresor internacional lo sabe, lo calcula, lo planifica, y lo perpetra.

Pausemos el calendario para recordar una carta que El Libertador envió a Rafael Urdaneta el 30 de julio de 1830: “Remito a Usted un papel de México donde se habla del tribunal, del juez, del consejo y de mí, que sentenciamos a Santander. Lo que dice este papel es poco más o menos lo que se repite en Estados Unidos y aun en Europa.”

Bolívar se manifiesta agobiado por la manipulación que se hacía de la opinión pública en su contra por el juicio a los complotados en la “Noche Septembrina”, especialmente en el caso de Santander, a quien se trató benévolamente, suavizando las sanciones que los mismos decretos dictados por éste en su gestión como vicepresidente preveían: “Debe manifestarse que ésta era la ley por la cual se juzgaba a los facciosos en tiempos de Santander, y que nosotros no hemos hecho más que continuarla y aplicársela a su autor”, escribía El Libertador.

Desde entonces la elite estadounidense orquestó la transnacional antibolivariana.

Deben darse a conocer a las nuevas generaciones los pormenores de aquellos acontecimientos, tal como lo pidió el propio Libertador, “para que se aclaren con todos los rayos de luz”. Porque no se trata de un empeño fanático la búsqueda de la verdad histórica, sino de una necesidad de justicia y emancipación de las conciencias. En una tarea prioritaria de los pueblos que luchan por su liberación.

 

Yldefonso Finol

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