domingo, 23 de enero de 2022

CAMARADERÍA

 

Camaradería

Hace falta más camaradería. Si nos unen los ideales, las luchas, el proyecto de país, la visión de humanidad, ¿por qué han de separarnos circunstancias pasajeras?

Si hemos convergido en la entrega a una causa trascendente, y tenemos los mismos enemigos que se ensañan contra nuestros sueños, ¿por qué nos distancian prejuicios vanos?

Camarada es quien comparte riesgos y esfuerzos, entonces hemos de cuidarnos mutuamente. Si comprometemos nuestras mejores energías al lado de los humildes, ¿por qué de pronto mirarnos con desconfianza y desprecio?

Si no hay camaradería se destruye el movimiento. Se desvanece la fuerza interna que es el soporte de la organización. La unidad es la madre de todas las victorias, la división es la causa principal de las derrotas. La división resta, la suma multiplica. Así enseña la historia de las revoluciones.

Si no somos capaces de practicar la igualdad entre camaradas, ¿cómo prometemos construir una sociedad igualitaria? 

Si se es indiferente al destino personal de un compañero o una compañera, algo se rompe en la cohesión afectiva de la militancia. Esto no es un asunto menor en una sociedad impuesta desde siglos por el individualismo egoísta. La utopía humanista sobre la que se levantan todas las luchas justas, entra en el nebuloso y triste universo de la duda. ¿Cuál certeza se trasmite al semejante cuando se desdeña su realidad concreta?

El proyecto socialista como convocante colectivo requiere manifestarse en actos palpables de solidaridad: ese sentimiento que nos mueve a tener empatía con el prójimo en sus dificultades y extenderle una mano, que es el mensaje del amor que alivia y da esperanzas.

No se trata de la misericordia con “masas” anónimas depauperadas, como ritual de consolación; menos de soluciones burocráticas escurridizas que muchas veces se pierden en los abismos de la ineficacia y la corrupción.  

Necesitamos más camaradería y menos prepotencia. Las complicidades crean grupos de intereses que no tienen por misión el cambio social. La megalomanía es contagiosa.

La teoría clásica recoge que el partido revolucionario debe ser germen donde se gesten las nuevas relaciones igualitarias de la futura sociedad socialista.

Sin camaradería no se fertilizarán los espacios donde esta premisa sea posible.

La camaradería es la capacidad de amar a quienes nos unen las convicciones de un mundo mejor. Si no se cultiva esa virtud, los lazos de fraternidad se debilitan, la lealtad es desplazada por la conveniencia, y los objetivos altruistas que guían la revolución, son burlados por el pragmatismo más atroz.

No dejemos que se deshumanice la pertenencia a un colectivo histórico bajo el apelativo de “maquinaria”. No roboticemos con slogans manidos la insustituible cohesión ideológica. Repensar la política es tornar a raíces un tanto extraviadas.

Rescatar la camaradería es una necesidad espiritual urgente en la militancia bolivariana de Venezuela.

 

Yldefonso Finol

martes, 18 de enero de 2022

URDANETA VS OJEDA. TERCER ASALTO. HABLAN TESTIGOS DE LA HISTORIA.

 


La tarea descolonizadora: de cuando el General en Jefe de los Ejércitos de la República, Rafael Urdaneta, tuvo un duelo a muerte con un tal Alonso de Ojeda

Tercer asalto: testigos de la historia

I

Tiene la palabra El Libertador Simón Bolívar.

“Yo, Simón Bolívar, declaro bajo juramento de honor, que conozco de vista y trato al ciudadano Rafael Urdaneta desde el 26 o 27 de febrero de 1813, si no recuerdo mal, justo antes de que triunfáramos juntos en la Batalla de Cúcuta del día 28 de aquel mes y año. En todo este tiempo –que ya es bicentenario- he constatado al General en Jefe Rafael Urdaneta como el más firme y sereno oficial del Ejército Libertador. Este honorable venezolano, oriundo de Maracaibo, ha sido el eje de mis operaciones militares y sobre el cual gira la rueda de la Patria. Desde 1810 constantemente ha estado en campaña y en todas ocasiones ha manifestado su absoluta consagración a la República y sus virtudes militares que le han merecido siempre la estima pública y la confianza del Gobierno. Tengo por cierto que al General Urdaneta no hay quien lo sustituya; le he llamado el Brillante por tener brillo propio y destacar entre la alta oficialidad por su exigente disciplina e impecable ética militar, también por su capacidad de tomar decisiones autónomas con absoluta prudencia y tino, como cuando logró heroicamente salvar los restos del ejército con la retirada admirable al caer la Segunda República. Mi amigo entrañable, el más leal entre los leales, tiene más guáramo del que se pueda imaginar: hacer preso a Arismendi en su propio feudo margariteño, disciplinar a los alborotadores ingleses, traerse a Sucre de las filas mariñistas cuando la patraña del Congresillo de Cariaco, confrontar a los traidores de la Noche Septembrina controlando la ciudad a riesgo de su propia vida para salvar la mía, y darse el tupé de tomar el poder en Bogotá en septiembre de 1830 para ofrecérmelo insistentemente cuando yo partía definitivamente. Urdaneta es el símbolo de la lealtad más pura a los intereses de nuestro pueblo. Al conocernos me dijo que si con dos bastaba para emancipar la Patria él me acompañaría, y ha vivido honrando esa promesa cada día de estos largos años de lucha. Rafael Urdaneta es bueno en todo. Las tareas más difíciles se las he encomendado con la seguridad más absoluta porque sé que no fallará. Recuerdo cuando le encomendé defender a Valencia hasta morir, y con doscientos soldados hambrientos resistió tres embestidas de los bárbaros de Boves que eran dos mil. Es que Urdaneta sabe entregarse a cada misión con un esmero sin par: el mejor militar, parlamentario insigne, diplomático audaz, gobernante eficiente y pulcro administrador, campeón de la logística y la disciplina, capaz de organizar una división de dos mil efectivos en tres meses luego de tomar Maracaibo con una acción de inteligencia perfecta en los umbrales de 1821. Ni siquiera las terribles dolencias que le han aquejado desde sus días de guerrillero en Casanare lo detuvieron en su compromiso con los ideales de independencia, igualdad y buen gobierno. Por todo esto no dudé en prevenir en agosto de 1820 que tomase Urdaneta el Mando en Jefe del Ejército ante cualquier contingencia que me separase a mí de la jefatura, y siempre estuve convencido de su condición presidenciable.”

II

Tiene la palabra el siguiente testigo que manifiesta haber conocido al tal Alonso de Ojeda.

“Este es mi testimonio fehaciente que juro como hombre de Dios, porque supe de Hojeda desde los primeros días que llegué a estas islas de Indias: Al cabo, cuando plugo a Dios, no mucho después de lo dicho, que fuesen cumplidos sus días, murió en esta ciudad de Santo Domingo de su enfermedad, paupérrimo, sin dejar un cuarto para su entierro, según creo, de cuanto había rescatado y robado de perlas y oro a los indios, y de ellos hechos esclavos muchas veces que a Tierra Firme había venido. Mandó que lo enterrasen a la entrada, pasando el umbral, luego allí, de la puerta de la iglesia y monasterio de San Francisco, recibido había, porque, como dije, yo lo vi suelto y libre y sano pasear por esta ciudad, y después, ya salido de aquí, oí ser fallecido. Este fue el fin de Alonso de Hojeda, que tantos escándalos y daños en esta isla (como el libro I queda dicho) hizo a los indios. Este fue el primero que hizo la primera injusticia en esta isla, usando de jurisdicción que no tenía, cortando las orejas a un señor rey y cacique, que con mayor y más cierto derecho, jurisdicción y justicia propia, por el derecho natural concedido, pudiera a él y los que con él iban, y al mismo Almirante que los envió, como a injustos y violentos tiranos, invasores de los reinos y tierras y señoríos ajenos, justificar y hacer pedazos. Hojeda fue también el que por maña y cautela o por manera ilícita prendió y trajo a la Isabela preso al rey Caonabo, que se ahogó estando en cadenas en cierto navío para llegar a Castilla, contra toda justicia y razón. Este fue asimismo el que infestó a Tierra Firme, y a otras de estas islas, que, nunca le ofendieron, y llevó de ellas muchos indios a vender por esclavos a Castilla, como queda en el primer libro dicho. Y finalmente, lo que ahora en este su postrero viaje por la provincia de Cartagena y el golfo de Urabá hizo y fue causa que Nicuesa hiciese, con otros muchos insultos, que si yo cayera en los tiempos pasados en ello, pudiera de él mismo saberlos y de otras muchas personas que con él anduvieron, para referirlos. Y porque no cometió menos que otros (al menos que los de aquellos primeros tiempos, porque de los que después sucedieron otros le excedieron ciento por uno), pudiera y debiera padecer otro más desastrado fin, pero yo lo atribuyo que por honra de la Madre de Dios, de quien se afirmaba ser muy devoto, quiso dispensar con él la divina justicia en que muriese en su paz y en su cama, quito de baraúndas, para que tuviese tiempo de llorar sus pecados, en esta ciudad de Santo Domingo. Y plega o haya placido a Dios de haberle dado conocimiento, antes de la muerte, de haber sido pecados los males que hizo a indios. Firmo para que quede constancia expresa de la veracidad de lo que aquí he narrado, Fray Bartolomé de las Casas, Obispo de Chiapas”.

III

Vistas estas dos declaraciones trascendentes para este proceso, se cierra la sesión para su concienzudo análisis, y se convoca para el cuarto y último asalto este 19 de enero de 2022.

 

Yldefonso Finol

 

jueves, 13 de enero de 2022

LA TAREA DESCOLONIZADORA. DUELO A MUERTE DE URDANETA VS ALONSO DE OJEDA. SEGUNDO ASALTO.

 


La tarea descolonizadora: de cuando el General en Jefe de los Ejércitos de la República, Rafael Urdaneta, tuvo un duelo a muerte con un tal Alonso de Ojeda (II)

Segundo asalto: la “banalidad del mal”

La mentalidad colonizada, en la inmensa mayoría de casos, no sabe su estado, es inconsciente de los juicios que emite por seguir una tradición que asimiló del entorno cultural dominante. Repite lo que le “enseñaron” (inculcaron) y suscribe sin indagación o la más elemental reflexión, todo cuanto le ate al sistema de nociones vacías que “normalizan” su existencia. Parte importante de esa “normalidad” consiste en rechazar -con más o menos virulencia- toda propuesta que invite a revisar o cuestionar lo establecido.  

Interesante echar una mirada a las disquisiciones de Hannah Arendt acerca de la “banalidad del mal”, explicada a partir de la falta de pensamiento (autónomo) de la persona. “En la semántica arentiana el pensamiento corresponde a la actividad espiritual de la autorreflexión”, enfocándose en el ámbito ético-político del pensamiento individual por su función preventiva. “Arendt no considera que el pensamiento garantice actuar bien, ni siquiera considera que nos pueda garantizar alguna definición universal del bien y del mal, ni la máxima altura de algún otro ideal, sea la verdad absoluta, la felicidad perfecta, el bien público, la paz perpetua o cualquier otro; más bien supone que por falta de pensamiento el hombre puede caer en la estupidez, que puede ser tanto o más peligrosa que el sadismo declarado.” (Sissi Cano, Horizonte, Belo Horizonte, v. 3, n. 5, p. 101-130, 2º sem. 2004)

Según la filósofa de origen judío-alemán, nacionalizada estadounidense, la falta de reflexión hace a las personas fácilmente manipulables “por cualquier concepto frívolo de lo bueno y de lo malo; banalidad que no minimiza la crueldad de sus efectos”. (Idem)

En el asunto que nos ocupa de la lucha descolonizadora, la capacidad de discernir no sólo dependerá de la reflexión espontánea de los individuos, si no que exigirá también la investigación del proceso histórico que nos trajo a la realidad oprobiosa que queremos modificar. 

La tarea descolonizadora de la conciencia colectiva tiene varias características que la complejizan per se:

-       Es necesaria, pertinente e impostergable. Porque habiéndose implantado los dogmas colonizadores a través de diversos mitos alienantes (historiográficos, idiomáticos, culturales, religiosos, estéticos), durante un larguísimo periodo de medio milenio, con instituciones profundamente instaladas socialmente, y ante la evidencia contundente de la inviabilidad de la construcción de una nueva civilización (ética, ecológica, humanista-igualitaria, independiente de imperialismos), bajo el predominio de los antivalores impuestos: racismo, supremacismo, sectarismos religiosos, eurocentrismo, sacralización del mercado, dependencia, subdesarrollo, neocolonialismo, consumismo, individualismo, mercantilización de las personas, enajenación capitalista; es urgente la puesta en práctica de una masiva pedagogía liberadora, que comienza por el viejo debate de si los originarios habitantes de este continente son o no seres humanos; o incluso, si este continente estaba o no habitado a la llegada de los barcos de Colón, para que se hayan acuñado como incuestionables los títulos de “descubridores” y “fundadores” otorgados a los recién llegados.

-       Es parte inseparable de la “batalla de ideas”. Estamos ante una contradicción ideológica que no se resuelve ni a tiros ni a votos: se trata de una tarea estrictamente educativa, comunicacional, cultural. Quienes promulgamos la descolonización de las conciencias no buscamos vencer, estamos obligados a convencer; aunque hay que decirlo claramente, porque no somos ingenuos, quienes nos adversan sí pueden llegar al extremo de ejercer la violencia en defensa de lo que consideran verdades pétreas, eternas, incuestionables, sagradas. El olvido y la negación del genocidio contra los pueblos originarios juegan como “excusas” para la arremetida de nuevo cuño intentada por una derecha ideológica transnacional, con sus expresiones específicas en nuestras latitudes.  

-       Es una lucha de largo plazo. La urgencia de emprenderla ya, no implica que sus resultados se obtendrán de inmediato. Toda transformación cultural conlleva periodos de debate, propagación de las nuevas ideas, redefinición de conceptos, desmontaje de mitos alienantes, argumentación de razones, modificación de sentires, despertares ante la perplejidad, en fin, rupturas epistemológicas, como dirían mis amigos sociólogos. Y todo eso requiere de mucha labor docente por parte del liderazgo que propone la descolonización.

-       El derecho de los pueblos a la memoria histórica. Cada vez más contingentes de personas se unen en la convicción de que es importante el conocimiento de los hechos pasados que definieron el presente de la humanidad. Pero seguimos siendo una pequeña minoría. Coinciden en ello teóricos de la historia, experimentados estadistas, la doctrina contenida en Resoluciones de Naciones Unidas y hasta el Papa Francisco. Como dice Saramago: “Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia”. Las crónicas locales y de movimientos sociales, las historias de conflagraciones o del desarrollo tecnológico, todo interesa a un mundo donde la información fluye vertiginosa entre una colectividad más exigente y acuciosa. Comprender e interpretar los fenómenos socioeconómicos y geopolíticos son una necesidad concreta de millones de seres humanos en el planeta, a pesar de la absorbente cotidianidad material. De allí que sectores retrógrados apuesten a la “banalidad del mal”, mientras ocurren microrrevoluciones resemantizadoras como la que hemos presenciado recientemente en una frase lapidaria de López Obrador: “Me dio gusto constatar la decadencia de Vargas Llosa”.    

-       Autocrítica. La tarea descolonizadora debe partir del reconocimiento que hemos llegado muy tarde y con poco brío a emprenderla. En el caso venezolano no se asumió con valentía desmontar las falacias colonialistas. La flojera intelectual y el relajo frente a costumbres enajenantes, características típicas de una burocracia capitalina paquidérmica, dejó que la inercia gobernara el sistema educativo-cultural, con la excepción de reductos críticos las más de las veces marginados. No se implementaron programas para documentar al profesorado ni se elaboraron materiales formativos para el alumnado. Los medios públicos despilfarran horas que son décadas rumiando estilos enlatados, sin atreverse a proponer contenidos y estéticas revolucionarios más allá de la cobertura a la pauta gubernamental.

Por estas realidades, un hecho de tanta trascendencia como el rescate del nombre originario del pueblo añú Paraute, incendiado por el imperialismo petrolero el 13 de noviembre de 1939, que el pitiyanqui López Contreras había suplantado oprobiosamente por “Ciudad Ojeda”, y haber renombrado la capital del municipio Lagunillas del estado Zulia en la República Bolivariana de Venezuela, con el honroso epónimo del Prócer de la Independencia Rafael Urdaneta, no tuvo ningún eco en las mediática regional y nacional, ni se hicieron los esfuerzos propagandísticos y educativos necesarios para posicionar la nueva nomenclatura.     

Retomando el concepto de la “banalidad del mal”, al observar la intención autómata de restaurar la humillante nombradía colonialista-imperialista, propongo estas preguntas para pensar:

¿Qué hizo el tal Alonso de Ojeda que merezca llevar su nombre una ciudad a la orilla del Lago Maracaibo? ¿Si este personaje “descubrió” el Lago, “quedando maravillado”, por qué nunca volvió por estas aguas? ¿Alguien que “descubre” este gigantesco reservorio de agua dulce, con todas las maravillas paisajísticas que ya han cantado cientos de poetas y juglares, de verdad preferiría irse de “gobernador” del Cabo de la Vela?

¿Por qué López Contreras, que fanfarroneaba patrioterismo, prefirió el nombre de un total desconocido al de alguna figura egregia del país o la región? ¿Por qué no pensó en Pedro Lucas Urribarrí, marino y guerrero patriota, héroe de la Batalla Naval del Lago, nativo de la Costa Oriental, por ejemplo? ¿Qué ideología dominaba las conciencias de aquel absurdo dictador que parecen compartir respetables ciudadanos en la actualidad?

¿Nos parecería “normal” que Rusia bautizara alguna de sus ciudades con el nombre de Wilhelm Ritter von Leeb?  ¿O que China nombrara “Nueva Japón” a la región invadida por los nipones en su afán de expansión a partir de 1937? ¿O que la plaza principal de Israel se llamara Adolf Hitler?

El ser humano se diferencia del resto de los animales por la capacidad de pensar. No desperdiciemos ese “don” natural. Pensar es existir. La máxima de Descartes nos convida a pensar para ser. Hannah Arendt nos pide pensar para salvarnos de las “banalidades del mal”.

 

Yldefonso Finol

 

miércoles, 12 de enero de 2022

LA TAREA DESCOLONIZADORA: DUELO A MUERTE DEL GENERAL EN JEFE URDANETA CON UN TAL "OJEDA" (I)


La tarea descolonizadora: de cuando el General en Jefe de los Ejércitos de la República, Rafael Urdaneta, tuvo un duelo a muerte con un tal Alonso de Ojeda

Primer asalto: los contendientes

Rafael José Urdaneta Farías nació en la Capitanía General de Venezuela, Provincia y ciudad de Maracaibo en 24 de octubre de 1788. Sus ancestros paternos de origen vasco vivían en la región del Lago “Tinaja del Sol” desde 1666, aproximadamente.

Alonso de Ojeda, vino de España a las Indias (primeras islas ocupadas por la invasión hispana) en el segundo viaje de Cristóbal Colón; unos dicen que nació en Cuenca, otros que en “un lugar cercano de Oña”, del cual tomó su apellido.

Rafael Urdaneta fue un Prócer de la Independencia de Nuestra América, que se inició muy joven en las filas patriotas al estallar en Bogotá el movimiento de liberación el 20 de julio de 1810. Se unió con sus tropas de Cundinamarca a Bolívar antes de la Batalla de Cúcuta del 28 de febrero de 1813 e iniciaron juntos la Campaña Admirable. Salvó su parte del ejército al caer la Segunda República, y con esa acción, retirándose desde San Carlos hacia Nueva Granada, retomó -al lado del Libertador- a Bogotá que estaba seccionada de la Unión y aseguró la futura liberación de Venezuela.

Alonso de Ojeda, ambicioso invasor, hizo su primera –y única- incursión en el Lago Maracaibo (hecho que se sobreentiende por el mapa de Juan de la Cosa y algunos pasajes de las cartas de Américo Vespucio publicados posteriormente) el 24 de agosto de 1499 por muy pocos días y siguió su recorrido por las costas de la península Guajira hacia el oeste, llegando a la fachada caribeña de la actual Colombia (suficientemente demostrado que el 5 de septiembre ya estaba en Yáquimo, actual República Dominicana). Dos cosas a destacar de esa expedición: 1) se produjo la primera masacre perpetrada por los invasores en tierra firme, conocida en la historiografía nacional como “Puerto Flechado” (“probaron el filo de nuestros fierros”, se jacta Vespucio), de ubicación imprecisa todavía, aunque diversos cronistas lo creen cercano al Golfo Triste, y otros lo establecen luego de pasar la península de Paraguaná, es decir, en la orilla oriental del Golfo de Venezuela, y 2) comenzó el robo de los bienes de nuestros antepasados, confesado por el propio Américo Vespucio en sus cartas: “tenían en sus casas abundante algodón y palo de brasil, tomamos de ambos lo que quisimos”. Así se inició el genocidio y el saqueo en nuestra Abya Yala (nombre del continente en el idioma del pueblo guna).

Rafael Urdaneta fue el estratega de la liberación de Maracaibo el 28 de enero de 1821, donde logró tomar la plaza sin derramamiento de sangre ni destrucción de la planta física, eso que Sun Tzú llama “la batalla perfecta”. Libertador de Maracaibo y Coro en los días previos a la Batalla de Carabobo, donde llevó un ejército de 2000 efectivos (un tercio del total) a pesar de sus terribles dolencias reumáticas y abdominales (piedra de la vejiga) que lo obligaron a quedar en Barquisimeto por órdenes estrictas de Bolívar. En esas operaciones gloriosas ganó su ascenso a General en Jefe, antes, incluso, de la inmortal Batalla.

Alonso de Ojeda fue el cruel perseguidor de los taínos, originarios de las islas Haití, Cuba, Borinquén, y otras, donde se consumó el primer genocidio contra los pueblos originarios y comenzó la esclavitud; fue de los primeros en llevar esclavos indígenas a España. Son incontables sus crímenes, entre los que destacan por aberrantes, quemar vivas familias enteras dentro de sus bohíos, los suplicios y torturas a que sometían a los nativos para obtener información sobre cómo conseguir oro, y las violaciones de niñas que era el colmo de las adicciones de estos invasores depravados.

Rafael Urdaneta, gobernó el Zulia en dos ocasiones con el mayor decoro y la mejor eficacia, como cumplió todas las tareas en su fértil carrera de servidor público. Intendente y Comandante de Armas de aquel Zulia que iba desde Coro hasta Táchira, fue pionero en alfabetizar la tropa y crear bibliotecas, obras públicas, transportes novedosos como el barco a vapor, vías de penetración rural, servicios de salud, siempre atento de mantener la disciplina social y en buen resguardo de enemigos a la Patria.

Alonso de Ojeda ni siquiera volvió al Maracaibo en su segundo viaje de 1502 a las costas de la actual Colombia, donde vino como efímero “gobernador” de Coquibacoa (nombrado el 8 de junio de 1501); aclarando que este término no se aplicaba al Lago si no a la península hoy llamada “Guajira” (Chichibacoa o Coquibacoa); de hecho su campamento bautizado “Santa Cruz”, considerado por la mayoría del gremio historiador el primer asentamiento español en tierra firme, se ubicó en la cara occidental de la península, más allá del Cabo de la Vela.

Rafael Urdaneta fue quien dijo al asumir el cargo de Comandante General de Cundinamarca en 1823: “mi patria Maracaibo”, refiriéndose no sólo a la ciudad-puerto, si no a la región del gran lago: la antigua Provincia de Maracaibo donde nació y se crio.

Alonso de Ojeda fue quien en 1508 obtuvo en las Juntas de Burgos una concesión que se extendía del Cabo de la Vela al golfo de Urabá; en esas andanzas, adentrados hacia Turbaco, murió el cartógrafo Juan de la Cosa, y el mismo Ojeda salió mal herido, flechados ambos por la nación autóctona que legítimamente les opuso resistencia. El Ojeda logró regresar a Santo Domingo, donde derrochó fama de mezquino, tramposo y pendenciero, hasta su muerte acaecida entre diciembre de 1515 y enero de 1516.

Nuestro General en Jefe Rafael Urdaneta no ahorró sacrificios por la Patria. Su vida es un templo de virtudes para todas las generaciones. Si sólo tener que compararlo (por urgente obligación) con cualquiera, ya ofende la más elemental inteligencia, cómo será de denigrante que haya apologistas de un criminal atroz, que pidió por lecho de imposible expiación, ser pisoteado con desprecio por sus semejantes.

 

Yldefonso Finol (…continuará)