El doble
asesinato político de Carlos Lanz
“El enemigo no está planteando la invasión tradicional,
está metido entre nosotros explotando las dificultades, los conflictos
sociales; el enemigo está intentando descomponer el proceso, no para destruir físicamente
a la dirección política y al ejército, es para volver atrás a la IV República”.
(Carlos Lanz)
I
No permitamos que el crimen cometido contra el luchador
revolucionario Carlos Lanz sea convertido en comidilla de bajas pasiones, tan
del gusto de las mentes más atrasadas.
La palabrita “pasional”, esa con que generalmente el
discurso mediático conservador ha tergiversado brutalmente la violencia machista
patriarcal contra la mujer, llegando a encubrir socialmente el feminicidio con
excusas horripilantes que revictimizan a las víctimas, esa palabrita de
connotaciones caprichosas, no debe aplicarse al caso del compañero Lanz.
Sería reducir a un asunto banal, lo que constituye
realmente un acto deleznable, un crimen político donde han convergido la
corrupción política-administrativa con bandas delincuenciales, formando un
entramado conspirativo al peor estilo del paramilitarismo implantado en
Colombia por el cuarteto de coroneles israelíes dirigidos por Yair Klein.
No es la primera vez que en nuestra historia de
insurgencia por la utopía de la igualdad, un puñado de traidores infiltrados
asesinen a un revolucionario integral como Carlos Lanz. Sólo mencionaré -para
no rumiar una larga lista dolorosa- el caso aún hiriente de Roque Dalton, ese
unicornio de la sensibilidad militante. El instigador y ejecutor de aquella
cobarde acción terminó siendo un yupi neoliberal al servicio de los gobiernos
más derechistas y represores del continente: Joaquín Villalobos se llama ese
matón asesor de Uribe y delator de los zapatistas.
¿Cuántos de esta calaña han infiltrado partidos e
instituciones progresistas para destruirlas desde dentro? ¿Algún revolucionario venezolano duda que en
las masacres de Cantaura y Yumare, hubo delación previa?
Sólo basta ver el rumbo político de algún personajillo sombrío
para saber el dedo que mostró la ruta a los genocidas de entonces.
II
Carlos Lanz murió luchando contra lo peor de la sociedad.
El aparato terrorista que lo desapareció tiene una indiscutible motivación
política. Tomar el control de espacios de gobierno, así fuese una institución
educativa o de salud, a nivel municipal, estadal o nacional, tiene en nuestra
sociedad el componente perverso del afán de lucro, junto a la ambición por
mayor acumulación de poder, ascensos jerárquicos, nombramiento de cargos
subalternos (clientelismo), manejo de cuentas bancarias, vinculación con
contratistas y proveedores, financiamiento de activismo proselitista, etcétera.
La corrupción, por tanto, es uno de los principales
problemas de nuestra sociedad, con el agravante que al instaurarse ambientes de
complicidad deviene la impunidad y la normalización del dolo, el peculado, la
malversación y el enriquecimiento ilícito con los dineros de todo el pueblo.
La corrupción es éticamente incompatible con el
bolivarianismo como doctrina emancipatoria y constituye un obstáculo atroz al
goce y ejercicio de los Derechos Humanos, sobre todo de los derechos sociales, a
que aspiran los sectores más desposeídos.
Lanz realizó ingentes esfuerzos por tratar de llenar otro
vacío que subyace en la pérdida de valores y virtudes ciudadanas: la formación
político-ideológica. Muchos enemigos del proyecto bolivariano (externos e
internos) ven un peligro en quienes enarbolan esta tarea impostergable.
Por eso debemos evitar que se asesine la memoria de Carlos
Lanz convirtiendo su martirio en un grotesco capítulo de especulaciones
obscenas. Eso quiere el enemigo: revolcar lo puro y abnegado en el fango de un
cadalso moral.
Hago un llamado a toda la militancia revolucionaria a
defender el legado combativo de Carlos Lanz y a honrar sus méritos cosechados
en una vida de entrega altruista por la Patria.
El país ha vivido dos años en vilo y se ha conmocionado
por este bestial suceso. El Estado debe cumplir su deber de esclarecer toda la
conspiración, castigar con la pena máxima a la banda terrorista, seguir
desmontando cualquier ramificación en el nivel que se sospechen conexiones, tomar
medidas profilácticas en los espacios institucionales utilizados en la trama, y
desarrollar suficientes políticas públicas para impedir que hechos como éste se
repitan.
¡Hasta siempre camarada Carlos Lanz!
La Patria sabrá honrar tu memoria.
Yldefonso Finol
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