viernes, 20 de noviembre de 2020

La Chinita

 

Transfiguración histórica de la palabra “Chinita”: del significado racista a la veneración en la fe popular maracaibera

Introito

Vayamos tras el significado histórico de los fenómenos y la mutación de las palabras en el devenir de los pueblos. La palabra -que es la nave en que viaja la idea- ha sido en la historia: o un arma para el azote o una fuerza para la liberación, según quien la blandiere y contra quien la aplicase. Nebrija convenció a la monarquía de que apoyaran sus manuales gramaticales con el argumento que la expansión del Imperio Hispano requeriría imponerle sus leyes a los pueblos “bárbaros” que fuesen conquistando, y que sería el idioma la primera de ellas en demostrar su poderío.

Podemos conformarnos con rumiar los lugares comunes, repetir como loros lo que dicen los demás, lo que señalan las costumbres, lo que imponen las modas, o, simplemente, lo que “agrade” al pensamiento dominante. Así tal vez pasemos desapercibidos, seamos aceptados, no molestemos el reino de la calma aparente.

O podemos hurgar en la historia, reflexionar sobre procesos no estudiados, redescubrir el significado de las palabras a la luz de las realidades de donde surgieron, y entonces –ahora sí- chocar contra la comodidad que ofrece la conformidad, porque estaríamos avanzando al encuentro de eso que la mitología empoderada no tolera: la verdad histórica.

I

Una de las acepciones peyorativas del término “chino” es “no civilizado”, de manera que cuando los curas salesianos que llegaron al Moján en 1902 anotaban en sus memorias haber sido trasladados en un cayuco hasta Sinamaica por un par de “indios chinos”, a los que también llamaron en el título de la crónica “indios ilusos”, dejaron establecido que ambos calificativos servían de sinónimos: chinos es igual a ilusos.

Tal era la noción que tenían en Europa de los habitantes de aquél lejano país oriental que en tiempos medievales llamaron Catay (según los viajes de Marco Polo, que el propio Colón usó equivocadamente en las islas del archipiélago caribeño), y después, por la nomenclatura de la Dinastía Qin, transformaron en China, hasta el sol de hoy.

Los imperios de la rancia y culta Europa ambicionaban las riquezas de esa China que consideraban –como a todo el resto del mundo- inferior y no “civilizada”; práctica que reproduciría el naciente imperialismo estadounidense. Para no extendernos en detalles de las especies saqueadas y saberes plagiados, limitémonos a rememorar el trato esclavista que dieron al pueblo chino, trayéndolo a las colonias americanas a trabajar “como bestias” en minería, construcción de ferrocarriles, plantaciones y en el Canal de Panamá. Murieron decenas de miles por malos tratos, enfermedades y desnutrición; incluso el suicidio se multiplicó entre obreros chinos en Panamá por la profunda depresión causada al sentirse horriblemente humillados.

Entonces vemos en este otro capítulo de la criminal avaricia imperialista, que el uso de la palabra “chino” o “china” no tiene un ápice de inocente. Es un vocablo con una terrible carga de desprecio y discriminación; tal como la usaron los frailes italianos llegados a las aguas de nuestro Lago y nuestros ríos a comienzos del siglo XX, cuando, a más de habernos encasquetado el remoquete colonial de “indios” sin ser de la India, nos vinieron a completar la condición de “brutos” y “zaparrastrosos”, agregándonos el ingrediente que faltaba para estigmatizar nuestra condición de no europeos: “indios chinos”.

Si llamarnos “indios” desde el siglo XVI era ya un despectivo racista, agregarnos ahora en plena gestación del siglo XX el calificativo “chinos”, era como elevar al cuadrado la condición de inferiores que nos asignaban los europeos y su criolla descendencia.

II

Dejaré anotadas aquí algunas citas de autores colonialistas que hablan por sí solas de la visión ideológica justificadora del racismo y el genocidio contra los pueblos originarios en general, y en particular de la región del lago maracaibero:

-       Gonzalo Fernández de Oviedo: “porque su principal intento era comer, beber, folgar, lujuriar, e idolatrar, y ejercer muchas suciedades bestiales… el matrimonio que usaban…que los cristianos tenemos por sacramento, como los es, se puede decir en estos indios sacrilegio…Ved qué abominación inaudita (el pecado nefando contra natura) la cual no pudo aprender sino de tales animales…Esta gente de su natural es ociosa y viciosa, de poco trabajo, melancólicos, cobardes, viles y mal inclinados, mentirosos y de poca memoria, y de ninguna constancia. Muchos de ellos, por su pasatiempo, se mataron con ponzoña por no trabajar, y otros se ahorcaron por sus manos propias”

-       Fray Tomás Ortiz: “Los hombres de tierra firme de Indias comen carne humana y son sodométicos más que generación alguna. Ninguna justicia hay entre ellos, andan desnudos, no tienen amor ni vergüenza, son como asnos, abobados, alocados, insensatos; no tienen en nada matarse ni matar; no guardan verdad si no es en su provecho; son inconstantes, no saben qué cosa sea consejo, son ingratísimos y amigos de novedades, précianse de borrachos, tienen vinos de diversas yerbas, frutas, raíces y grano; emborráchanse también con humo… son hechiceros, agoreros, nigrománticos…cobardes como liebres, sucios como puercos…no quieren mudar costumbres ni dioses… en fin, digo que nunca crió dios tan cocida gente en vicios y bestialidades…Juzguen ahora las gentes para qué puede ser cepa de tan malas mañas y artes”

-       Según Juan Ginés de Sepúlveda, las guerras contra los originarios de nuestra Abya Yala eran necesarias por cuatro “razones”: “1) Por la gravedad de los pecados que los indios habían cometido, en especial sus idolatrías y sus pecados contra la naturaleza. 2) A causa de la rudeza de su naturaleza que les obligaba a servir a personas que tuvieran una naturaleza más refinada, tales como los españoles. 3) A fin de difundir la fe, cosa que se haría con más facilidad mediante la previa sumisión de los naturales. 4) Para proteger a los débiles contra los mismos indígenas.”

-       Alfredo Tarre Muzi, en su Biografía de Maracaibo, reproduce esa visión racista: “El indio del Zulia era cerril, atrasado, salvaje, y en algunas tribus, era antropófago. Era difícil cristianizar estos salvajes, cuyas elementales creencias convertían en dioses los animales, los astros, ríos y árboles, el sol, la luna y el terrible jaguar”.

Podríamos desmenuzar las malignas falacias contenidas en estas afirmaciones, pero no es la tarea de este texto puntual sobre el uso de la palabra “china” y su diminutivo “chinita”; sólo dejaremos apuntado que el primer acto de canibalismo cometido en el actual territorio del estado Zulia lo protagonizaron un grupo de soldados de la tropa de Ambrosio Alfinger que traían un cargamento de oro desde el Catatumbo hacia Coro, quienes tras varios días de camino alimentándose de plantas y tubérculos, ansiosos de comer carne roja, mataron a un par de indígenas desprevenidos y se los comieron.

III

Las asociación del contenido indígena al culto católico conocido como Virgen María, no es original de Maracaibo, porque ya desde 1531 se plantea en México con la Guadalupe y en 1652 con el caso de Coromoto, por citar dos ejemplos; el hallazgo de la Virgen de Chiquinquirá y su correlación a lo indígena, se produce desde el mismo momento que una mujer añú (paraujana) encuentra la “tablita” con la imagen religiosa a orillas del gran lago. Esto es así porque el pueblo añú es el habitante ancestral del estuario, y en la Maracaibo de 1709 la única población indígena ubicada en las orillas lacustres es la descendencia de aquella nación añú que enfrentó la invasión europea desde 1499 y más específicamente desde las sucesivas incursiones militares de 1529 con el alemán Ambrosio Alfinger, de 1569 con el español Alonso Pacheco, de 1574 por Pedro Maldonado, y la de 1607 por Juan Pacheco Maldonado, cuando definitivamente fueron vencidos nuestros ancestros comandados por el Cacique Nigale. 

Llama poderosamente la atención de este Cronista la existencia previa del evento bautizado como Virgen del Rosario de Paraute, que data de octubre de 1651. Tomando en cuenta el contexto lacustre e indígena del hecho, donde una “tablita” con la imagen recordatoria de la “Virgen” se aparece –en este caso- a un joven añú de Paraute (Lagunillas de Agua), no puede pasar desapercibido el símil con la versión que dio origen a la tradición “chiquinquireña”. Entonces fueron dos “tablitas”, en vez de una; y hay el reclamo por parte de creyentes lagunillenses sobre la originalidad del rito parautano, toda vez que la de Paraute antecedió a la de Maracaibo en más de medio siglo.

El cuadro original era un lienzo de algodón, y fue abandonado en una capilla en desuso en Chiquinquirá. También nos merece un acercamiento al significado de esta hermosa palabra, que es el nombre chibcha de un lugar y un río (igual al caso de Paraute); la raíz “chib” es pronombre de primera persona plural correspondiente a “nosotros” o “nosotras”, y “cha” que quiere decir “humano”, por lo que chibcha traduce sencillamente “somos humanos” o “seres humanos”. En el estado Zulia tenemos una lengua de tronco lingüístico chibchense, la barí, que ancestralmente abarcó un gran territorio al suroeste andino del Lago Maracaibo. Son barí los dueños del Catatumbo, que en su idioma significa “río donde abunda el catatú o pez bocachico”, y que aún usan el prefijo “chi” (chi-yí: nosotros) de chibcha y Chiquinquirá.

El nombre propio Chiquinquirá, que algunos lingüistas afirman provenir del término chibcha “Xequenquirá”, referida a un “lugar de pantanos y nieblas”, nos ubica en la región boyacense hacia el año 1560 en que le es otorgada una encomienda con los indígenas como esclavos al español Antón de Santana, quien a petición de fraile encarga al pintor hispano radicado en Tunja, Alonso de Narváez, hacerle un cuadro de la Virgen, flanqueada por San Antonio de Padua y San Andrés, respectivamente.

La imagen venerada en el culto más representativo del estado Zulia y, en particular, de Maracaibo, corresponde a aquél hecho histórico ocurrido en el Reino de Nueva Granada, hoy República de Colombia.

IV

Nos preguntamos entonces: ¿Cómo devino en llamarse “Chinita” a la Virgen de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá? ¿Cómo fue el proceso de asimilación y trasmutación de un término de connotación racista a una re-significación religiosa?

La respuesta nos viene de las entrañas más profundas de la cultura popular, aunque las interpretaciones antropológicas deben apelar a la semántica y la historia. Los usos y contextos socioculturales dan significados distintos a las palabras, y suele ocurrir en el devenir de los pueblos que un adjetivo despectivo aplicado por una clase social privilegiada contra otra oprimida, sea transfigurado por la víctima en un acto de rebeldía, asumiéndose orgullosa de tal denominación.  

En el caso que nos ocupa, la población criolla de la ciudad, hispana o mestiza, vio a la mujer indígena como sirvienta, y no faltaron los abusos desde el machismo patriarcal eurocéntrico que hizo de las “indiecitas” o “chinitas”, presas de la trata de personas y la esclavitud sexual; lo hicieron desde la invasión contra la originaria maracaibera añú, como con la wayúu traída a Maracaibo a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. Terratenientes y señores, militares y hasta sacerdotes, encontraban placer en la posesión de jóvenes mujeres indígenas, a las que comenzaron a llamar “chinitas” en tono morboso, denigrante, socarrón. No se escandalicen los pacatos. Páginas terribles de esas historias ocultas pasaron impunes con la complicidad de sociedades colonizadas que menospreciaron por clasismo y racismo a los pueblos originarios. Resabios quedan a la vista.  

En el argot popular, en cambio, el término comienza a experimentar una metamorfosis semántica, toda vez que el mestizaje típico de la región se extendía a familias de gran arraigo, que desarrollaron prácticas gregarias basadas en valores afectivos y morales muy marcados. Las clases trabajadoras urbanas no se sentían ajenos al ser indígena porque al mirar hacia sus raíces familiares, lo más probable era encontrarse con una abuela paraujana (añú) del Moján, Laguna de Sinamaica, Isla de Toas, Punta de Palmas, Barranquita, Paraute, Tamare, Misoa, Santa Rosa y la misma Maracaibo de antaño, cuyas orillas fueron pobladas desde tiempos inmemoriales por el pueblo añú, ese mismo al que se le aparecieron las dos “tablitas”, en Paraute en 1651 y en 1709 en El Milagro.

Luego vino la presencia del pueblo wayúu, que comenzó paulatinamente tras los acuerdos para facilitar el tránsito entre Maracaibo y Río de Hacha negociados con el putshipú Yaurepara en 1801, luego fue aumentando cuando se discutieron los límites en la península Guajira con Colombia, pero sobre todo con el advenimiento del negocio petrolero que aceleró las inmigraciones y el crecimiento urbano, así como la exigencia de mano de obra en labores de construcción y servicios, formándose los barrios humildes del noroeste y oeste maracaibero a partir de las décadas del sesenta y setenta del siglo pasado. Recordemos al luchador wayúu que se hizo famoso con el título de “Chino Julio”, militante revolucionario, amigo de la extinta URSS. La mujer de manta comenzó a hacerse símbolo de indianidad cotidiana palpable.

Como hemos afirmado con base a los documentos y testimonios revisados, el uso del término “chinita” no es endógeno, al contrario, es introducido desde una realidad internacional tergiversada por la hegemonía lingüística de los imperios europeos. Pasadas unas cuatro décadas de su utilización como marca discriminatoria, el sentimiento popular, en un alarde de reivindicación étnica, comienza a endilgársela a la iconografía más venerada de su fe. La fórmula lógica aplicada traza una ruta desde la Virgen como madre de todos, a la mujer indígena como madre del pueblo al que pertenecemos, del que venimos; de la Virgen como criatura sobrenatural protectora, a la abuela paraujana, mulata o guajira que nos cuida y orienta, nos cura y nos mima. Nadie duda el carácter matrilineal del agrupamiento familiar zuliano.

El pueblo al que las castas aristocráticas y secuaces, denigraban llamándolo indio-chino, hace suya la palabra llenándola de otros significados, propositivos, tiernos, amorosos, liberando al término de la carga histórica racista, apropiándoselo para el bien común. Esto es, en materia de construcción del lenguaje, un acto revolucionario: convertir una afrenta odiosa, en un sonido sublime.  

De lo demás se encargó la gaita, género musical totémico, como un gran poder identitario que se yergue sobre las cenizas inmortales del ancestro. La gaita india de maracas y luchas, afro de tambores y lamentos, con aires melodiosos de Al-Ándalus y el guanche canario, con armonías flamencas y yorubas, y en lo más hondo, en el gen de un pueblo musical por excelencia, el Arein: ese impulso natural por el arte poético del pueblo añú maracaibero.

Quedó dicho desde aquella gaita pionera “Virgen de Chiquinquirá”, grabada en 1948 por los Gaiteros del Zulia, con la autoría de José Ángel Mavárez y música de Ramón Bracho Lozano, dónde se nombra a la “excelsa Chinita” en el último de sus versos.

Como me lo comentó el poeta Renato Aguirre: “el Pueblo volteó la tortilla y nombró de esa manera a su Virgen”. ¡Santa palabra!

 

Yldefonso Finol

Economista e historiador bolivariano

Cronista de Maracaibo

jueves, 12 de noviembre de 2020

PARAUTE 2020


 

Paraute: etno-genocidio, memoricidio e impunidad a 81 años del incendio de Lagunillas de Agua

Introito

El primero de septiembre de 1939 la Alemania nazi invadió Polonia, dándose inicio a la llamada Segunda Guerra Mundial. Ya Venezuela era un país reconocido mundialmente como exportador petrolero. Empresas de Estados Unidos e Inglaterra se ubicaban como favoritas del negocio concesionado por la dictadura gomecista y su heredero, el General Eleazar López Contreras. La clase obrera inauguró sus luchas reivindicativas alcanzando un clímax sin precedentes durante 1936, para lo cual el régimen creó fuerzas represivas especializadas en “orden interno”. Es durante el mandato de éste que se produce el desplazamiento forzoso de la población originaria más antigua en la costa oriental del Lago Maracaibo: Paraute, perteneciente a la nación añú. Este hecho se ha registrado como el “Incendio de Lagunillas de Agua”, y sobre el mismo se tejieron toda clase de tergiversaciones para ocultar la responsabilidad estatal y empresarial. Luego, un manto de olvido se echó encima de las víctimas del genocidio de Paraute, como el muro que levantaron las petroleras sobre los incontables cadáveres que quedaron anónimos calcinados.

Paradojas, ironías, concatenaciones de la historia: el primer gran incendio provocado en Paraute, fue parte del ataque sorpresivo que el capitán español Juan Pacheco Maldonado, emprendió contra el pueblo añú del Lago Maracaibo (Tinaja del Sol) en 1607, para aniquilar la resistencia dirigida por el Cacique Nigale y sus compañeros Telinogaste, Matagüelo y Camiseto.

El imperialismo perolero no hizo otra cosa que seguir la estrategia del colonialismo español.

I  

Por la premeditación, saña, complicidad, nocturnidad, simulación, alteración de la escena del crimen, cierre intempestivo de la investigación, menosprecio por las víctimas, y manipulación de evidencias, el Estado venezolano y las empresas extranjeras involucradas, incurrieron en gravísimos delitos contra la vida y los Derechos Humanos, delitos de odio, racismo, delitos todos de lesa humanidad que a la luz del Derecho Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela y del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, son imprescriptibles.  

En tal sentido, podemos concluir que en el hecho conocido como “Incendio de Lagunillas de Agua”, ocurrido el 13 de noviembre de 1939, donde las llamas destruyeron en dos horas una población de 1.051 viviendas y 51 establecimientos comerciales, provocando la muerte, lesiones graves, traumatismos físicos y psicológicos a una cifra desconocida de personas, que ni el gobierno de turno ni las empresas se interesaron en aclarar, se incurrió en delitos de lesa humanidad tipificados en el Derecho Internacional como:

-       Etnocidio: “significa que a un grupo étnico, colectiva o individualmente, se le niega su derecho de disfrutar, desarrollar y transmitir su propia cultura y su propia lengua. Esto implica una forma extrema de violación masiva de los derechos humanos, particularmente del derecho de los grupos étnicos al respeto de su identidad cultural, tal como lo establecen numerosas declaraciones, pactos y convenios de las Naciones Unidas y sus organismos especializados, así como diversos organismos regionales intergubernamentales y numerosas organizaciones no gubernamentales”. (Declaración de San José sobre el etnocidio y el etnodesarrollo, 1982)

-       Genocidio: cuya tipificación se efectúa (Art. II) en tres dimensiones: a) Realización de actos como matanzas, lesiones graves, condiciones que impidan su existencia, impedir o dificultar nacimientos, traslados de niños del grupo a otro grupo. b) Intencionalidad de destruir, total o parcialmente, al grupo. c) El sujeto pasivo del delito es el grupo: nacional, étnico, racial o religioso. La responsabilidad penal abarca no sólo el autor personal, material y directo del genocidio, sino que comete tal delito el instigador, el cómplice, el que se asocie a tal fin delictivo, penándose así mismo la tentativa (Art. III) No se eximen de ser castigados los gobernantes, funcionarios o particulares, según expresamente impera (Art. IV) de la Convención. (Convención de 9 de diciembre de 1948, sobre delitos contra el derecho de gente y para la prevención y sanción del genocidio) A los efectos del Estatuto de Roma, se entenderá por “genocidio” cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal: a) Matanza de miembros del grupo; b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo; c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; d) Medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo; e) Traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo.

-       Memoricidio: concepto desarrollado por la valiente luchadora Gloria Gaitán, donde denuncia “el deliberado y sistemático ocultamiento del legado espiritual o material de un individuo o de un colectivo; lo que implica el colapso de los fundamentos y orígenes de las estructuras imperantes, tanto históricas como culturales, de un grupo social, de una etnia, de una nación o de la humanidad”.

La descendencia del ancestral pueblo añú del Lago Maracaibo, nunca renunciaremos a nuestro reclamo de justicia reivindicativa y reparadora para nuestra hermanas y hermanos de Paraute.

II

Desde los inicios del negocio petrolero, Lagunillas de Agua o Paraute (en añún nukú “ser o estar en las aguas”) sufrió varios incendios: uno en 1928, otro en 1933 y un par en 1935. Todos por combustión del petróleo derramado y los gases esparcidos en sus adyacencias. ¿Cómo explicar que ese de 1939 no haya ocurrido por las mismas causas?

La empresa implicada directamente dio su veredicto: “The Venezuela Oil Concessions LTD. A causa de las erradas informaciones de algunos diarios con relación al lamentable siniestro de Lagunillas, considera su deber informar al público lo siguiente: No es cierto que se hubiera roto tubería alguna de esta compañía en la parte de Lagunillas de Agua donde tuvo lugar el incendio, ni tampoco que la compañía hiciera bombear petróleo ese día a las aguas del Lago, pues siempre tratamos en obsequio propio, de mantenerlas lo más limpias. El día del incendio se rompió un tubo conductor de petróleo de esta compañía, pero apartado del incendio más de 250 metros, el cual fue reparado inmediatamente y el petróleo que se derramó quedó localizado en la parte de tierra que está separada del lago por la muralla que protege a Lagunillas de Agua de las inundaciones por las aguas, la que hizo imposible que el petróleo pasara hacia el Lago. Además la maquinaria de bombear cercana al lugar al tubo roto sólo puede trabajar bombeando agua,  pues forma parte del sistema de drenaje. La Compañía niega rotundamente que la rotura del indicado tubo, ni acto alguno de su parte tuviera relación con el incendio ni sus causas. Caracas 20 de noviembre de 1939. W. T. S. Doyle, Gerente”.

Y el gobierno títere de López Contreras se apresuró a concluir en su brevísima “investigación” ministerial presentando a la opinión pública un “Informe de la Comisión de Ministros sobre el Siniestro de Lagunillas al Presidente de la República”. Comienza el informe por referir los “daños materiales”, estableciendo el poblado en 1.051 casas de madera, de las cuales 1.040 quedaron destruidas, igual que 51 negocios; todo valorado en un millón de bolívares. Fijan en 24 los fallecidos a causa de asfixia por sumersión y otros traumatismos de diversa índole. “Nuestra impresión personal –dicen los ministros- es que dadas las reclamaciones de familias o de conocidos, e intenso trabajo de buceo que se practica noche y día, quedará a lo sumo por rescatar otro tanto. Es de observar que los heridos son pocos y leves”.

Casi que deberíamos disculparnos: “Perdón señores ministros por hacerlos venir a pasar calor en Maracaibo y Cabimas por tan poca cosa”. Se les pasó el detalle de plasmar en el “informe” que el gobierno que ellos representaban prohibió seguir la búsqueda de personas fallecidas en el incendio así como dejar de revisar las ruinas desde el 17 de aquel fatídico noviembre; y que la empresa, ni corta ni perezosa, procedió a verter en la orilla el material que ya tenía acopiado para levantar el muro que para siempre tapió las vidas del pueblo añú de Paraute.

III

Este cronista, aficionado a la historia, pero sobre todo, doliente de las víctimas de Paraute con las que comparte sangre y épica anú, militante de la causa de la memoria colectiva de los pueblos originarios, buscó, consultó y recopiló las fuentes historiográficas y hemerográficas del Incendio de Lagunillas.

Sin entrar a calificarlas en este artículo, comparto algunas curiosidades que delatan las imprecisiones de la información ofrecida y las mutaciones que experimentó el enfoque mediático de entonces.

En el diario Panorama, que llevaba veinticinco años de fundado, su público pudo leer en primera página el miércoles 15 de noviembre el titular “La espantosa tragedia de Lagunillas de Agua”. En el sumario sintetizaban: “La población de agua consumida íntegramente por las llamas. Millones de bolívares de pérdidas. Centenares de muertos, mujeres y niños especialmente. Es incalculable el número de quemados, ahogados y triturados. Escenas dantescas se presenciaron en el infernal escenario. Como piras humanas perecieron varias personas en medio de la más intensa desesperación”.

El lunes 20 en la columna editorial “Escolios”, firmada por “Juan Lucerna”, todavía podían percibirse elementos narrativos que traslucían la gravedad del suceso: “El problema más aguado es el rescate de los cadáveres que aún quedan flotando en las aguas y entre las ruinas, en proceso de descomposición que amenaza la salud del resto de los habitantes de Lagunillas. Luego hay que curar a los heridos, sanar a los enfermos y proveer de viviendas al millar y medio de familias que han quedado sin techo”.

Pero un hálito de sospechas no clarificadas se permeaban en las entrelineas, apuntando a la probable intención de minimizar la verdadera dimensión de la tragedia: “No es hora de cultivar alarmismos ni de jugar con el absurdo. No hay indicios suficientes para pensar en la intervención de manos criminales, y en cuanto a las negligencias culpables, el sitio por establecerlas es otro que el aventurerismo andante, a caza siempre del aspecto sensacional”.

¿A cuál “alarmismo” y “aventurerismo andante” se refieren? ¿Acaso no es un “alarma” que –según reconoce el informe oficial- más de mil casas con todos sus habitantes presentes se quemen en menos de dos horas, donde por suerte lograron salvarse algunos de ellos?

¿Será esa misma posición ideológica la que llevó al gobernante regional a censurar y proscribir al periódico “La Tarde” que reseñó concienzudamente lo acontecido?

¿Será que llamaron “alarmismo” y “aventurerismo andante” a testimonios vivenciales tan incontrastables y honestos como los del luchador social Jesús Farías?

Leamos -por favor- lo relatado por Jesús Farías en sus memorias, que, por el altruismo de sus actividades y su objetividad como testigo serio del suceso, amén de ser uno de los poquísimos alfabetizados que se hallaba en el lugar de los hechos y  sobrevivieron a la mortandad: “Como los peligros aumentaban, empezamos a reclamar ante las autoridades y ante la Gulf, empresa responsable del “reventón”. Sin embargo, nada se hizo para evitar el incendio que se veía como algo inevitable, si no cerraban la válvula del oleoducto roto. A eso de las ocho de la noche estalló un violento incendio y cubrió miles de metros cuadrados de superficie sobre las aguas y debajo de las casas de madera levantadas sobre estacas.  Este fuego atrapó a miles de hombres, mujeres, niños y ancianos. Algunas personas salvaron sus vidas partiendo lago adentro en cayucos. Otros cruzaron el fuego por la planchada, pero  ésta quedó cortada a los pocos minutos. Como el pueblo estaba atrapado entre los muelles de la Gulf y la VOC, los marinos de turno allí anclados acercaron sus lanchas y salvaron mucha gente, pero los que vivían en el centro casi todos murieron quemados o ahogados. Cuando estalló el incendio, yo daba mis clases de primeras letras a pocos metros de la orilla. Tres de mis alumnos corrieron a salvar sus pertenencias, pero los tres desaparecieron. Eran obreros jóvenes, poderosos, buenos nadadores y, sin embargo, perecieron. ¿Qué se podría esperar para las infelices madres cargadas de niños pequeños? Se había creado una situación caótica y el sindicato se convirtió en el centro de actividad para socorrer a los damnificados. Trabajamos día y noche, sin tomar aliento, en especial los comunistas. El fondo de la desgracia, fue que La Mene Grande tenía interés en perforar donde estaba el pueblo, pues las consideraba parte de “sus concesiones”. Además, el pueblo estaba sobre un enorme depósito de petróleo, a poca profundidad y a pocos metros de distancia del campo central de la empresa. Para la Mene Grande no tenía sentido esperar más tiempo para extraer el petróleo, por lo que se resolvió prenderle fuego a todo un pueblo y quemar vivos a millares de personas que allí vivían desde siempre, y otros llegados recientemente. El gobierno le echó tierra al monstruoso crimen. Era evidente que había funcionado el soborno en todos los niveles. Sobre los comunistas se mantenía una presión constante para que no dijéramos nada más sobre el crimen sin nombre. El diario comunista La Tarde decuplicó su circulación debido a su valiente actitud. Sólo en Lagunillas vendíamos diez mil ejemplares, lo cual indujo al gobernador Maldonado a cerrarlo. Después del incendio se hizo un censo de los sobrevivientes, quienes recibieron unas casitas en “Ciudad Ojeda”, donde hoy viven docenas de miles que no conocen el origen de este lugar. Las décimas populares decían que la Mene Grande pretendió “apagar” el incendio con una manguera que, en lugar de agua, lanzaba chorros de gasolina”.

Por su parte el diario caraqueño El Universal, delegó en el escritor Enrique Bernardo Núñez la función de enviado especial para cubrir el suceso; llegó al Zulia el jueves 16 y se regresó a Caracas el sábado 18 del mismo mes; sin embargo el periódico publicó reportes desde el 15 de noviembre, basado en las versiones que recogía del personal del gobierno y principalmente de sus colegas de Panorama. “Mil doscientas cuarenta casas fueron destruidas por las llamas en Lagunillas”, se atrevió a titular en su primera entrega sobre el hecho. “Las víctimas de este siniestro se calculan oficialmente en más de ochocientos, entre muertos y desaparecidos. Al llegar a Maracaibo los primeros damnificados hicieron descripciones verdaderamente trágicas sobre el siniestro; entre los que han llegado ha sido imposible obtener una versión exacta de los acontecimientos, pues los que lograron salvarse están atolondrados y muchos de ellos sufren de alucinamientos”. “Refugiados de Lagunillas buscan abrigo en Cabimas. Los gremios obreros del Zulia decretan ocho días de duelo por este motivo. El incendio fue provocado por la explosión de una lámpara de gasolina en un establecimiento de bebidas. La comunidad de Lagunillas agradecida por la actividad desplegada por la Lago Petroleum en la labor de salvamento”. “El día del siniestro se habían roto dos tubos conductores de petróleo por lo que las aguas situadas debajo del pueblo se cubrieron de una espesa capa de aceite. Las autoridades civiles y marítimas del Zulia actuaron con rapidez y energía. Conversación radiotelefónica con el director de Panorama”. Así reseñaban las cosas a nivel nacional, con la sola referencia radiotelefónica.  

El 18 de noviembre, a cinco días de la tragedia, el discurso se suavizaba: “Alcances reales de la tragedia de Lagunillas: Ya parece estar del todo comprobado que la tragedia de Lagunillas no tuvo la magnitud que al principio se había creído especialmente en lo que más importaba que era la pérdida de vidas que según las primeras noticias ascendía a la tremenda suma de ochocientas víctimas cuando resulta que lo más probable es que los muertos no lleguen a cincuenta y entre los heridos no los hay de gravedad”.

Epílogos

Paraute. Me atrevo a imaginarte Paraute desde mis ancestros de orillas hermanas. Estoy dentro de tu piel calcinada y tu dolor infinito. Vivo en el cuerpo martirizado del indio de aguas despreciado. Hemos sido borrados del alma de nuestros deudos naturales. La patria sin memoria adora al fuego que nos asesinó. Rinden culto al invasor genocida y sus símbolos. Conquistador, petróleo, dólar, extranjerismo. Nuestras víctimas vuelven a morir de olvido. Etnocidio. Genocidio. Memoricidio. Añucidio. Los foráneos empoderados sobre nuestros cadáveres invisibles imponen la moda. Impunidad. Nada ha ocurrido. Sólo se limpió el Lago de esos indios pescadores y pecadores que molestaban la navegación a la madre España y la perforación de pozos de petróleo liviano a los amigos gringos. Indios herejes, bebedores y lujuriosos. Y un poco de proletarios no retornables.

Lo más sentido y claro que se dijo en la asamblea sindical durante la visita de los ministros, lo pronunció una mujer venezolana venida del llano cojedeño, como nuestro Libertador Manrique: “Ningún obrero, ningún venezolano trabajará en tan lúgubre sitio que de hoy en adelante será sagrado para todos nosotros e intocable por tanto. Ni por propias manos ni por extrañas, y mucho menos por los taladros que vendrían a remover y a profanar los huesos de nuestros compatriotas”.

Hasta el día de hoy, trece de noviembre del año 2020, en que rindo mi sentido homenaje a las víctimas de Paraute, nadie prestó atención a Carmen Emilia Gorostiza Pérez. Ni mucho menos al comunista (no columnista) Jesús Farías que reportó (sin ser reportero) la veracidad de la noticia que otros –medios y gobierno- falsearon para ganar dinero.

 Yldefonso Finol

martes, 10 de noviembre de 2020

JOSEITO

 

Joseíto

I

Al conocer la primicia

Infausta e impertinente

Rememoré de repente

Vivencias que son noticia

Que en mi alma son caricia

Al pueblo que con pasión

Joseíto con fruición

Cultivó con sumo esmero

El pasado mojanero

Que pierde una institución.

II

Con Joseíto Montiel

Se va mucho del Moján

Muchos saberes se van

Con el mojanero fiel

Trago amargo cual la hiel

Pasa nuestra población

Porque un sol de tradición

Un personaje esencial

Parte en viaje celestial

Dejando gran aflicción.

III

Joseíto fue un portento

Hombre ponderado y ético

Con un don multifacético

Que mostraba en su talento

Su profundo sentimiento

Su gran personalidad

Su culto por la amistad

Inspiran admiración

Admirable inspiración

Tuvo siembre en vastedad.

IV

Desde la peluquería

En nuestra plaza central

Hizo fama personal

Con garbo y con simpatía

La bohemia compartía

Con galanura ateniense

Como todo buen marense

Que nunca se amilanó

Y sus cantos entonó

Como bardo mohanense.

 

Yldefonso Finol

Con todo mi cariño a la memoria de Joseíto Montiel y en solidaridad con su distinguida familia, a quienes extiendo un abrazo caluroso en nombre de mis hermanos, mi esposa y mis hijos.

Maracaibo, 10 de noviembre de 2020

jueves, 5 de noviembre de 2020

ELECCIONES USA 2020

 

Elecciones EEUU 2020 (y cualquier otra): siete notas con Simón Bolívar

I

Nuestra breve opinión sobre lo que resulte de la extraña votación gringa la resumimos en una exclamación del Libertador a inicios de su gesta emancipadora: ¡Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si estamos resueltos a ser libres!

Los gringos están condenados a escoger el mal menor; pero aún ni siquiera escoger directamente. La ciudadanía individual que tanto cacarean para profundizar el egoísmo capitalista, desaparece para el ejercicio político protagónico, siendo sustituida por unos parapetos territoriales anónimos que usurpan la soberanía popular y burlan la verdadera democracia. Las finanzas para participar son odiosamente excluyentes. La manipulación mediática y corporativa es obscena.

II

En esta ocasión eligieron entre un patán descarado como Trump y el taimado muñeco de torta Joe Biden. Algunos “analistas” se rebanan los sesos –como decía Valera Mora- buscando diferencias entre demócratas y republicanos, y las hay en estilos y en algunas materias secundarias, según la época y los oportunismos electoreros. Pero nada significativo por lo que valga la pena desmenuzarse el cerebro. Respecto al papel del aparato estatal estadounidense en la vida de los pueblos de Nuestra América, está claro que siempre prevalecerá la primacía del capital y la geopolítica imperialista. Ya sabemos desde tiempos de Simón Bolívar que “jamás conducta ha sido más infame que la de los (norte) americanos con nosotros”.

III

El 21 de octubre de 1825 Bolívar dejó instrucciones muy precisas: “Jamás seré de opinión que los convidemos a nuestros arreglos americanos”. Suponemos que serán incómodas para quienes siguen con la ilusión de “mejorar” las relaciones con el imperialismo.

IV

No confiar “ni un tantito” en el imperialismo dijo Ernesto Guevara. Al respecto escribió Bolívar el 13 de junio de 1826 al vicepresidente de la Colombia original: “yo recomiendo a usted que haga tener la mayor vigilancia sobre estos (norte) americanos que frecuentan las costas; son capaces de vender Colombia por un real”. (Y el “vicepresidente” también)

Entonces no nos basta tener claramente definido el enemigo imperialista, también debemos ser capaces de descubrir y desenmascarar al enemigo interno y los infiltrados.

V

Con republicanos o demócratas “los Estados Unidos parecen destinados por la providencia a plagar de miseria la América en nombre de la libertad”. No dejemos que se roben el discurso de las libertades, ni mucho menos que sigan empobreciéndonos para recolonizarnos.

VI

El 25 de mayo de 1820, cuando los yanquis comenzaron a asomar la posibilidad de reconocer a nuestra República, Bolívar escribe a Revenga: “Ya que por su anti neutralidad la América del Norte nos ha vejado tanto, exijámosle servicios que nos compensen sus humillaciones y fratricidios”: exigimos respeto a nuestra autodeterminación y soberanía, que cesen las ilegítimas e ilegales medidas coercitivas como el bloqueo y el robo de nuestros activos en el exterior (que deben devolvernos en las condiciones que los secuestraron), y que detengan las acciones mercenarias y terroristas contra nuestra Patria: en pocas palabras, que se apeguen a lo consagrado en el Derecho Internacional.

VII

Y por si decidiesen continuar en el camino equivocado, reproduzcamos el párrafo donde Bolívar resumió al representante gringo en Angostura Juan Baptista Irvin, quiénes somos los bolivarianos: “protesto a usted que no permitiré que se ultraje ni desprecie el Gobierno y los derechos de Venezuela. Defendiéndonos contra la España ha desaparecido una gran parte de nuestra población y el resto que queda ansía por merecer igual suerte. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende”.

Yldefonso Finol