jueves, 30 de enero de 2020


Jayeshi por Ramón Paz Ipuana 
I

La primera vez que probé el ron fue el 16 de julio de 1.971.
La procesión avanzaba por el costado norte de la Plaza hacia la Iglesia. Ildemarito y yo nos habíamos rezagado del grupo por estar mascando hojas de eucaliptus, mientras el primo Larry enamoraba a una muchacha interna del colegio de monjas con los últimos plagios del "Repertorio Poético de Luis Edgardo Ramírez".
Cansado de esperar a otro amigo que se había colgado de una rama como una pereza, traté de alcanzar la procesión que marchaba lenta, sólida y monótona como un bolero colectivo. Iba por el pasillo que da a la oficina del correo cuando de entre un matorral de cayenas y berberías alguien me llamó.
Entre paisanos poca gente lo llama a uno por su nombre. Al acercarme vi en la penumbra un hombre sentado, cabizbajo, sudoroso, con los brazos tensamente afincados sobre la banca. Me acerqué para verle el rostro. Era mi maestro Ramón Paz Ipuana. Tenía la mirada extraviada. Parecía amargado.
-       Ven acá. ¿Acaso le temes a este indio borracho?
-       No maestro
-       La gente aquí me huye. Me tienen asco.
-       No maestro. No diga eso
-       Entonces toma conmigo.
-       Maestro, yo no tomo. Si apenas tengo once años. Además papá no bebe y mamá aborrece la bebida.
El maestro Ramón, ciertamente, siempre fue alguien difícil de  entender. Era distinto, extraño, enigmático. Hablaba de los griegos hasta el cansancio. De los toltecas, sumerios, egipcios. Con él fuimos de la mano a parajes insospechados del conocimiento humano. Toda la mitología del mundo andaba en su habla. El Apolo en la Luna era sólo un canto más de los hombres a Selene. La creación era una página de barro del poema Popol Vuh. Su voz metálica y profunda recorrió saberes y lamentos. Su dolor habló.
-       Yo soy Borona. El niño indio perdido en la sabana. El niño sin escuela. Soy la sequía. Juyá me ha abandonado. Me abraza el cardón y sangro sed. Tengo sed y hambre. Maleiwa me ha abandonado. Tengo miedo. Wanulú me acecha. Yolujá me persigue disfrazado de pájaro negro. Tengo sed. Todo lo mío se ha vuelto arena seca. Outch Yanama. Outch Woumain. Juyá me inunda de silencio. Tengo la piel sembrada de serpientes. No tengo amigos. Sufro mucho la distancia hasta la escuela. Cada tuna es una herida. Cada animal es un muerto. Quiero cerrar los ojos. Que se caigan las estrellas. No quiero ver el fin del agua. Toda la sed se me viene encima. Sólo no puedo. Tengo miedo a esta lluvia de asfalto. Tengo mucho miedo de la noche. Mi vida es hambre y sed. Nada me alienta. Me han arrancado la sonrisa a mordiscos. Me duele el sueño y toda la inmensidad del espejismo.

Ramón Paz Ipuana fue un sabio guajiro. Como tal, vivió doblemente la soledad y el destierro de un mundo racista y mediocre. Su pasión por el saber lo llevó a todos los sacrificios. Su vocación por la enseñanza no tuvo límites. Toda su existencia estuvo llena de lecciones. Decir que murió pobre y solo sería poco y demasiado común. Su camarada José Nicanor Fajardo, el escultor hijo de Petra la cocinera, sería el único en acompañarlo hasta el final.
Ramón Paz Ipuana, sabio zuliano, creador de cátedras e historias, formador de hombres, cosmonauta de la nave infinita del conocimiento, se fue con su soliloquio a Jespira. Nadie aquí sabe de él. Nadie se acuerda. Sólo Juyot, estrella ojo de agua, lo ve compasiva desde el cielo.
Una lluvia de chispas, luces, fuego y humo se desató sobre la Iglesia una vez terminó la misa. La gente gritaba vivas a la virgen. El rito había llegado a su clímax. El maestro Ramón, llevó su mano izquierda al bolsillo de la raída guayabera celeste, sacó el cuartico de ron casi vacío y, ceremoniosamente, lo extendió hacia mí. Sin más, pensando en todo lo que este hombre me había enseñado, compartí su trago amargo.
-       ¡Salud Maestro!


Caño Manatí. Manglar Vida. Templo de ancestralidad. Transparencia del cosmos. Somos criaturas de tu vientre acuoso. Volveremos siempre a tu abrazo de luminosidad. Seremos un haz del reflejo infinito que canta desde las raíces amantes. seremos -y somos- éter espeso de humedales en resistencia.  

Bolívar en Maracaibo


Bolívar en Maracaibo: a 193 años de aquella última visita
El Libertador Simón Bolívar menciona cuatro veces a Maracaibo en su Manifiesto de Cartagena; lo hace para señalar que esta ciudad estaba dominada por los realistas sin poder sumarse al movimiento independentista, razón por la cual debía hacerse una campaña vía Santa Marta para ir a liberarla.
En esta época -15 de diciembre de 1812- Bolívar no conoce Maracaibo ni tiene información directa de ninguna fuente cercana a él; sólo la observa en el mapa plano político-militar que será siempre parte fundamental de su universo pensante.
Luego en 1815, tras pacificar Bogotá, desea emprender la campaña para liberar Santa Marta y entrar a Venezuela a comenzar la reconquista por Maracaibo; no obtiene el apoyo exigido a Cartagena por lo que –para evitar una confrontación entre patriotas- se exilia al archipiélago Caribe, y cuando escribe en Kingston su famosa Carta de Jamaica, El Libertador piensa en Maracaibo como posible capital de la nueva república que debía nacer de la unión de la Nueva Granada y Venezuela con el nombre de Colombia. En este momento Bolívar tiene otra valoración de la ciudad-puerto y región que llevan el nombre de Maracaibo; ya no se trata del ignorado extremo occidental de aquella Capitanía General de Venezuela donde comenzaron sus luchas, ahora en su mente se dibuja un país dos o tres veces más grande que las Provincias de Caracas o de Venezuela; ahora cuenta con las conversaciones que ha sostenido durante la Campaña Admirable con su amigo el maracaibero General Rafael Urdaneta, que en el trayecto merideño y la estancia trujillana, mucho le habló de su natal mundo lacustre, de sus inmensas posibilidades, de su buena gente, y su estratégica locación como fachada caribeña en el Golfo de Venezuela y mar interior navegable hacia las entrañas fluviales que llegan a la Nueva Granada rumbo al sur continental.
Queda para el juego de las elucubraciones, especular sobre cuál hubiese sido el destino de la original Colombia bolivariana y del propio Libertador, si en vez de Bogotá, la capital hubiera sido Maracaibo.
II   
En los albores del siglo XIX Maracaibo, además de la ciudad puerto, es el nombre de toda la región circundante del lago, así denominada de tiempos ancestrales por los originarios añú, los primeros maracaiberos. El topónimo, que significa en el viejo añun nukú “Tinaja del Sol”, pervivió en la oralidad regional a pesar de los sucesivos intentos coloniales por sustituirlo con nomenclatura eurocéntrica al estilo “San Bartolomé”,  “Nuestra Señora”, “Ciudad Rodrigo” o “Nueva Zamora”.
 La patria acuática del pueblo añú había sido invadida en tres ocasiones luego de la primera expedición europea que arribó el 24 de agosto de 1499: en 1529 por el empresario alemán Ambrosio Alfinger, designado gobernador colonial; en 1569 por el capitán español Alonso Pacheco que atacó desde la ocupada Trujillo, y en 1574 por Pedro de Maldonado, quien retomó la tarea inconclusa de Pacheco que había huido a finales de noviembre de 1573, derrotado por la nación añú en la Primera Batalla de Maracaibo.
Esa resistencia continuó en forma de guerrilla lacustre hasta 1607, cuando el hijo de Alonso Pacheco, el capitán Juan Pacheco Maldonado, emboscó al Cacique Nigale el 23 de junio en la fachada oriental de Zapara. Así los españoles pudieron enseñorearse en el Lago y ocupar definitivamente Maracaibo, por eso el primer mapa-plano de la villa española en el puerto es de 1631 y el escudo de armas fue otorgado mediante Real Cédula del 20 de junio de 1634 por el rey Felipe IV, con una nave de guerra entre dos columnas, como símbolo del poder colonial impuesto.
El control sobre la pista navegable permitió un rápido crecimiento comercial que se aprovechaba de la ubicación estratégica del Maracaibo como engranaje para el traslado a la metrópoli de los bienes extraídos del piedemonte andino y las regiones cercanas del virreinato de la Nueva Granada. Tal fue de boyante esta época de bonanza para los negocios coloniales, que bien pronto se ensañaron los piratas holandeses, ingleses y franceses contra los puertos interioranos de Gibraltar y Maracaibo.
II
Esa Maracaibo colonial autosuficiente y casi aislada de Caracas, se pronunció contra el colonialismo español el 28 de enero de 1821, bajo el liderazgo del coronel Francisco Delgado y otros militares de carrera -como el experto marino que fuera hombre clave en la Batalla Naval de 1823, Pedro Lucas Urribarrí- que levantan la plaza para sumarse a la nueva república fundada por Simón Bolívar con el nombre de Colombia. Rafael Urdaneta informó al Libertador del grato suceso. La noticia irrumpe en la calma aparente por el armisticio suscrito con Pablo Morillo, dándose origen a los movimientos que condujeron a la gran Batalla de Carabobo el 24 de junio de ese año.
Bolívar que pasaba por Trujillo, se mueve por el pequeño puerto de Moporo para venir a Maracaibo. El anuncio de esta visita lo había hecho en Carora. Desde Moporo navegó la Costa Oriental del Lago en la goleta Paquete, acompañado –entre otros- por Pedro Briceño Méndez, ministro de guerra. Llegó a la orilla maracucha a dos meses del triunfo histórico en Carabobo, comenzando la noche del 30 de agosto de 1821, mismo día que el Congreso de Cúcuta terminaba la Constitución de Colombia surgida del Congreso de Angostura en 1819.
Alojado en la Casa de Gobierno, habla desde el balcón al pueblo que lo aclama jubiloso. La mañana del viernes 31 Maracaibo es una fiesta de música y colores. A las 9 de la mañana suenan las salvas de artillería en honor al héroe Libertador, que sale de su hospedaje bajo la lluvia de flores que el amor popular riega con épica poesía. Hubo misa, desfiles militares, cena suculenta, música, canto patriótico y baile…hasta la noche.
Además de los documentos originales, cartas y proclamas, dan cuenta de las visitas del Libertador a Maracaibo, varias obras de historia regional, como el segundo tomo de la Historia del Estado Zulia de Juan Besson, y –muy especialmente- el libro “Simón Bolívar en el Zulia: enfoque de una época”, de Adolfo Romero Luengo, que ofrece amplia información de los vínculos del Zulia con el movimiento independentista y el par de visitas del Libertador a la región, apoyándose, entre otras documentaciones, en las crónicas publicadas por El Correo Nacional, periódico local del momento.
La fecha exacta de esa primera visita fue el día 30 de agosto. Lamentablemente no logran coincidir Bolívar y Urdaneta en Maracaibo, pero antes de partir, Bolívar confirma la decisión de Urdaneta de juntar en un solo mando la autoridad política, administrativa y militar, por la presencia del enemigo en cercanías fronterizas, y pone el puerto de Maracaibo en manos de la Marina de Guerra. El 16 de septiembre ordena la creación de una jurisdicción militar especial que incluye a Coro, Trujillo, Mérida y Maracaibo como sede, todo al mando de Urdaneta.
Llamado por el Congreso a juramentarse como Presidente de la República de Colombia, a las 4 de la tarde del 18 de septiembre Bolívar se embarca en una goleta comercial con rumbo a San Carlos del Zulia, para seguir a Cúcuta. En paralelo va otra embarcación con el gobernador, un grupo de oficiales y otros representantes de la sociedad maracaibera para despedirlo en medio del Lago.
Urdaneta vino desde Cúcuta y llegó a Maracaibo al día siguiente de la partida de su jefe y amigo. Era el 19 de septiembre de 1821. El 22 el ministro Briceño Méndez que viajaba con El Libertador, le escribió a Urdaneta explicando la decisión de Bolívar de encargarle el nuevo Departamento militar. Pero Rafael se regresa el 21 a Cúcuta a alcanzarlo y hablar personalmente con Simón. La charla hace que los planes cambien y Urdaneta va a Bogotá a cumplir nuevos destinos ligados al respaldo a la Campaña del Sur en razón de ser para Bolívar “el eje de sus operaciones militares”.
El Congreso aprobó la Ley del régimen político y organización de la República el 2 de octubre, y Bolívar la ratifica seis días después. Así se erige el Departamento Zulia que incluye las provincias de Coro, Trujillo, Mérida y Maracaibo. La responsabilidad de Intendente –en ausencia de Urdaneta- sería asignada al General Lino de Clemente, quien llegaría el 16 de enero de 1822 a ejercerla plenamente.
Segunda visita
El 16 de diciembre de 1826 Bolívar vuelve a Maracaibo. Viene del sur andino que ha liberado y organizado en nuevas autodeterminaciones estatales. Viene con la premura que exige la inoportuna disidencia en que ha caído la elite venezolana con el caudillo llanero José Antonio Páez al frente.  
En Maracaibo las manifestaciones populares de apoyo le amainan la amargura de un viaje obligado por pésimas circunstancias. La ciudad es asiento de la Presidencia y Cuartel General del Libertador, quien expide su Proclama de Maracaibo a los venezolanos. La situación se agrava cada hora que pasa. Bolívar intenta persuadir de los estragos de una guerra civil entre venezolanos, intenta todo por evitarla. Invoca la paz entre hermanos de lucha y de suelo. Pero los hechos ya tomaron la ruta de la avalancha.
Ante las noticias llegadas de Puerto Cabello sobre la ferocidad de las acciones militares de Páez, dicta el Decreto del 18 de diciembre nombrando a Urdaneta jefe del cuerpo de ejército que tenía el General Salóm y deja a Lino de Clemente encargado del Zulia. La fuerza reunida debería marchar sobre Valencia a poner orden. Dicta otro Decreto el día 19 asumiendo la autoridad departamental de Maturín, Venezuela, Orinoco y Zulia, y anuncia que al llegar a Caracas convocará la Gran Convención Nacional.
A pesar de la tensa situación, la Maracaibo hospitalaria le brinda al Libertador un banquete que no fue frugal ni tímido, y que contó con la creación musical innata del gen “arein” del pueblo añú. El creador musical Silverio Añez, nativo del Moján, estrenó la contradanza La Libertadora, compuesta para homenajear a Bolívar, quien fue el primero en bailarla con una dama presente, Casimira Flores, esposa del general Juan Nepomuceno Santana.
El 19 de diciembre de 1826 el Libertador cruza el Lago Maracaibo rumbo a Coro. Pasa la noche en la muy patriótica población de Los Puertos de Altagracia, donde en la mañana, antes de partir, se encuentra en la calle con la ex esclava Candelaria Zárraga, que le agradece ser libre con un abrazo inmortalizado por las generaciones de porteños que desde entonces trasmitieron oralmente la conmovedora escena.
Y Bolívar hubiese calmado con su inmensurable autoridad moral la crisis, manteniendo como un tótem la unidad y la gobernabilidad, sino se hubiese atravesado con detestable impertinencia la invasión peruana –azuzada por EEUU y Santander- al territorio colombiano por Guayaquil, lo que obligó al cambio de “planes y posición”, como él mismo se lo comunicó a Urdaneta en carta fechada en Caracas el 19 de junio de 1827, anunciando su decisión de ir al combate por la dignidad de la Patria.
Sin duda estos dos agotadores viajes transandinos en menos de un año mellaron la salud y disposición anímica del Libertador, marcando el sismo inicial que desmoronaría su obra.
Ese fue Simón Bolívar, el héroe universal que llegó a Maracaibo por vez primera montado en el cenit de su gloria, y volvió una segunda cuando la confrontación interna anunciaba el punto de inflexión de su epopeya aún inconclusa.
Las oligarquías, luego de mancillar su nombre con campañas calumniosas, truncaron el proyecto emancipador bolivariano, pero nunca lograron borrarlo del alma de los pueblos que supieron de su entrega y sus hazañas.
Parado en mis orillas maracaiberas, lo veo venir de nuevo con un aura resplandeciente en las sienes cual relámpago del Catatumbo, y al igual que mis ancestros, lo recibo con el verso a flor de labios:
Bolívar, trashumante triste
La gloria se rindió a tus pies
Tejiste de ilusiones muchos pueblos
Regalando con ternura tu genio y tu corazón.
Bolívar, Libertador. Tus sueños, mis sueños son.

Yldefonso Finol
Cronista de Maracaibo

viernes, 24 de enero de 2020

Maracaibo en la Independencia


Maracaibo en la Independencia: el pronunciamiento del 28 de enero de 1821

Introito
Quienes asumimos el estudio científico de la sociedad, sabemos que los momentos cruciales de la historia con sus desenlaces, son el resultado de procesos complejos en los que la acumulación de hechos (cambios cuantitativos) sucesivos -no siempre lineales y ascendentes- conllevan a los saltos cualitativos que se nos presentan como hitos en la fenomenología del devenir histórico. No puede ser el relato repetitivo de fechas y personajes lo que se pretenda imponer como “historia”, sin observar las relaciones internas y contradicciones que subyacen en la esencia de los sistemas sociales interactuantes en toda creación humana, es decir, en una sociedad históricamente determinada.
Miremos en su integralidad el horizonte pasado de una Maracaibo puerto y pista en el tiempo que la navegación es el único transporte pesado de que dispone la humanidad del joven siglo XIX, y rememoremos que por esa condición natural fue apetecida por el expansionismo mercantil que movió a las monarquías europeas a invadirnos.
Contra esa dominación violenta lucharon los primeros maracaiberos, los originarios añú con el cacique Nigale como símbolo de una centuria de lucha. Trescientos años después, como haciendo erupción el dormido volcán de las revoluciones, nuevas generaciones de patriotas se levantan contra el colonialismo opresor.      
Juan Evangelista González, patriota maracaibero, es, desde los inicios del armisticio acordado entre Simón Bolívar y el jefe realista Pablo Morillo, el flamante gobernador republicano de Gibraltar por encargo del General Rafael Urdaneta. El 26 de enero de 1821, una moneda con un documento van vía Santa Rita como señal enviada al Teniente Coronel Francisco Delgado, Gobernador militar de aquella Maracaibo colonial, a través de la señora María de los Dolores Moreno, quien hizo la entrega por mano de su pareja, Antonio Castro, hábil velerista que con ayuda de los vientos alisios atravesó raudo las agitadas playas de aquella fresca noche.
En Gibraltar, el líder regional Juan Evangelista González, ha tomado todas las diligencias logísticas y políticas para trasladar en piraguas cerca de Maracaibo al Batallón Tiradores que comanda el habanero José Rafael de las Heras, mismo que había colocado en el puerto sureño el prevenido Jefe de La Guardia, Rafael Urdaneta. Disuasivo eficaz que desalentó cualquier intento de retaliación por parte de las sorprendidas armas realistas. Dentro del mismo plan, unas falsificadas órdenes del general español La Torre, mandaban que dos unidades militares españolas fuesen movidas hacia los Puertos de Altagracia para seguir a Coro. Así quedó lista la plaza para la victoria independentista.
José Rafael de las Heras nació en La Habana el 26 de noviembre de 1790, y se estableció en Venezuela a mediados de 1818, habiéndose incorporado inmediatamente en la gesta independentista a la orden de Urdaneta. Él representa la estirpe cubana que desde siempre fusionó su historia con la nuestra, en la sangre de los originarios arahuacos –añú y tahínos- que combatieron la primera invasión colonial, y en las ideas de Bolívar que Martí recogió y multiplicó. Este insigne combatiente cubano-venezolano muere en la batalla de Juana de Ávila el 24 de abril de 1822, en una arriesgada acción contra las fuerzas al mando del coronel español Juan de Ballesteros. El Comandante Heras es uno de los olvidados libertadores de Maracaibo.
Vicente Lecuna resume la sublevación de esta manera: “ocurrió entonces un acontecimiento harto favorable, y fue el alzamiento de Maracaibo a favor de los patriotas el 28 de enero. Equivalía a un gran triunfo de la revolución. Desde entonces sus adeptos pudieron comunicarse con el mar. Provocado este movimiento por Urdaneta, el batallón Tiradores enviado por él desde Trujillo, ocupó la plaza al día siguiente. Esta gran ventaja conseguida sin esfuerzo de armas, permitía reunir rápidamente las tropas granadinas a las venezolanas”.
De hecho, al despertarse las hostilidades con la ruptura del armisticio, por la ciudad lacustre se acercaron desde Santa Marta el batallón Rifles y los Húsares de La Guardia, que unidos al Batallón Tiradores y otro nuevo creado con el nombre Maracaibo, formarían la División con que el General Rafael Urdaneta coronó la liberación de Coro y engrandeció el ejército triunfador en Carabobo.
En las biografías más conocidas del Libertador generalmente se soslaya la rebelión de Maracaibo; algunos autores la desdeñan por no haber implicado un ensangrentado campo de batalla. Augusto Mijares dedica algunas líneas al suceso, básicamente orientadas a comentar las valoraciones que al respecto hiciera Bolívar. Por su parte Indalecio Liévano Aguirre se salta el capítulo completo.
Historiadores fundamentales de la patria como José Félix Blanco, Rafael María Baralt, Gil Fortoul, y los especializados en historia maracaibera, como Manuel Dagnino, Juan Bessón, Romero Luengo, y otros, dan cuenta de diversas lecturas del glorioso 28 de enero de 1821.
Existe la polémica sobre si la acción patriota tuvo visos de infracción del armisticio, asunto que incluso llegó a preocupar momentáneamente al Libertador, siendo zanjado al exponerse a la luz las profundas verdades y razones que la motivaron, las circunstancias intrínsecas que la determinaron, y la manera como se desarrollaron los hechos, todo lo cual demuestra que en una plaza dominada por el Imperio Español, sus habitantes se hartaron de ser súbditos oprimidos, pasando por decisión soberana del pueblo a ser ciudadanos de la naciente república independiente.
Motivos altruistas guiaron siempre al Prócer Urdaneta, los mismos que le llevaron a ser protagonista de la emancipación de su patria chica. A Bolívar le decía el 11 de febrero de aquel año, respecto de la decisión tomada, cuya autoría asumió responsablemente: “El motivo que se tuvo para apresurarla fue de que el actual Gobernador (Francisco Delgado) debía ser relevado muy pronto y como ya había conseguido ganármelo, parecía que no debíamos perder la oportunidad, y como Usted me había recomendado tanto este negocio, yo creí de mi deber aprovechar los momentos. He escrito dos veces al General (español) La Torre sobre el particular interesando a favor de mi conducta la razón de que pudiéndose admitir recíprocamente un desertor o un pasado, con mayor razón debía admitirse un pueblo entero que se insurrecciona y pide auxilio a nuestras armas”.
De tal madera estaba tallado aquel guerrero sereno que llevó a la cima del decoro la elegancia y los principios del honor, sólo equiparables a su amor por la Patria, la libertad y la justicia.
Desde la profunda cavidad de los milenios, declama Sun Tzu en tono magistral: “La victoria completa se produce cuando el ejército no lucha, la ciudad no es asediada, la destrucción no se prolonga durante mucho tiempo, y en cada caso el enemigo es vencido por el empleo de la estrategia”.
I
A poco más de un año de haberse sancionado la Constitución de la República de Venezuela por el Congreso Constituyente de 1819, con su corolario en la ley fundamental que crea Colombia uniéndonos con Nueva Granda y Quito, es Maracaibo la primera provincia que se incorpora autónomamente a la Colombia bolivariana.
El 28 de enero de 1821 debería registrarse en la historia como el día que Maracaibo abraza el Proyecto Bolivariano, declarándose independiente del Imperio Español y sumándose voluntariamente a la República creada en Angostura con el nombre de Colombia.
En aquel acuerdo fundacional, adoptado en Cabildo abierto, el ayuntamiento “declara al pueblo de Maracaibo, libre e independiente del Gobierno Español, cualquiera que sea su forma desde este momento en adelante; y en virtud de su soberana libertad se constituye en República democrática y se une con los vínculos del pacto social a todos los pueblos vecinos y continentales, que bajo la denominación de República de Colombia defienden su libertad e independencia, según las leyes imprescriptibles de la naturaleza”.
El pronunciamiento del Cabildo de Maracaibo y la adhesión al mismo del jefe militar de la plaza, fueron posibles en el marco del armisticio vigente desde el 25 de noviembre y el tratado de regularización de la guerra del día 26, que Bolívar y Morillo habían confirmado durante su entrevista en Santa Ana de Trujillo el 27 de noviembre de 1820. Paradójicamente -como suele suceder en procesos sociales complejos- la declaratoria de independencia maracaibera, que se catalizó en las condiciones creadas por el armisticio, significó el desencadenamiento de los hechos que llevaron a su fin.
El día 29, Francisco Delgado, gobernador y jefe militar (provisional) de la provincia, informa al Libertador: “Tengo el honor de anunciar a Vuestra Excelencia que a las 5 de la mañana del día de ayer, ha tremolado este pueblo el pabellón de la República, proclamando el Muy Ilustre Ayuntamiento con las tropas de esta guarnición de mi mando y un gran concurso del pueblo, su absoluta independencia del Gobierno Español…”.
De la misma tinta, sin dilaciones, escribe Delgado al General Urdaneta: “Señor General: Con la mayor satisfacción tengo el honor de anunciar a Usted la regeneración de nuestro estado político componiendo ya un solo pueblo, y defendiendo una misma causa con la República de Colombia, a que de nuestra espontánea voluntad nos hemos sometido, convencidos de nuestros derechos tanto tiempo sofocados por la tiranía de un gobierno despótico. Las delicadas atenciones de Usted exigían de justicia me contentas con esta sola exposición; pero las particulares circunstancias de nuestra reforma me imponen el deber de participarle en satisfacción y honor de este pueblo, haber sido proclamada la más solemne independencia al amanecer el día 28, con el mejor éxito y sin presentarse el más pequeño obstáculo en su establecimiento.
Dispuesto este vecindario a sacrificar sus vidas para conseguir ponerse en el goce de los derechos del hombre, no ha omitido prueba con su valor, intrepidez y entusiasmo para acreditar su adhesión al nuevo sistema de gobierno, manifestando en sus semblantes y aclamaciones el más heroico patriotismo. No omito indicar a Usted lo interesante que se hace la presencia de su persona en este pueblo, que tiene la gloria de conseguir su libertad bajo la inmediata protección de un benemérito hijo, cuyas particulares circunstancias, prescindiendo de las virtudes que adornan a Usted serían suficientes para entusiasmar aún a los más deslumbrados”.
El 28 de enero de 1821 Maracaibo se suma a la República y ese pronunciamiento desata los acontecimientos que provocarían la confrontación definitiva del 24 de junio que decidió en gran parte la emancipación de la Colombia original, la bolivariana. Dos años después, en suelo y lago maracaibero, se logró completar la derrota total del ejército realista, sellándose la independencia de Colombia la grande.
La batalla del 24 de julio de 1823 ganada por los pescadores y soldados comandados por Manuel Manrique y José Padilla, expulsó a la última autoridad colonial en nuestro territorio, el Capitán General Francisco Morales, quién capituló ante el mando patriota el 3 de agosto, yéndose a Cuba custodiado por naves de la República.
II
En estos acontecimientos se estaba decidiendo el destino de una región cuyo significado económico y geopolítico para la dominación ibérica se basaba en el carácter estratégico de la pista lacustre; de allí la permanente y considerable presencia militar que, desde las incursiones conquistadoras de 1529 y 1569, eran la marca fundamental de la hegemonía española. El estuario de Maracaibo fue bisagra de operaciones desde y hacia el piedemonte productor de rubros vegetales y mineros, por el Catatumbo con la ancha franja andina que va desde Tocuyo hasta Pamplona, y por el Golfo de Venezuela con los puertos caribeños y la Metrópoli a través del Atlántico, tejiéndose con esas rutas una relación más expedita y conveniente que con Caracas.
El concepto país no estaba cuajado, ni se había gestado como en otras latitudes a partir de la conexión ancestral con el pueblo originario. Aquí se estaba imponiendo una nacionalidad distinta, soportada en la hegemonía de los invasores que detentaban el poder político y económico, así como la preeminencia cultural y religiosa. Los gentilicios zigzagueaban entre la condición de colonias hispanas y localismos afectivos sin ningún determinismo político-institucional. Lo geográfico venía impuesto por el paisaje inmediato y lo “nacional” por los caprichosos trazos colonialistas sobre el mapa. Las expresiones locales de gobierno, bajo la forma que fuera, virreinatos, gobernaciones o capitanías generales, eran piezas maleables del único poder que regía: el Imperio Español.
Por eso no tiene sentido endilgarle a una u otra ciudad ser menos o más patriota según la fecha de sus primeros pronunciamientos independentistas, si en los hechos tal condición no pudo sostenerse sino con el concurso de toda la militancia emancipadora, indistintamente del lugar de su procedencia. El propio Libertador no se conforma con un espacio físico limitado; su escenario de lucha es de instancia superior: cualquier sitio donde estuviera la opresión colonial, y sus compañeros lo fueron quienes abrazaron esa causa libertaria.
La nacionalidad de origen se forma entonces como resultado de la imposición colonial en cuanto a la división político-administrativa. Y la republicana, según lo que se pudo lograr durante la guerra independentista y las mutaciones que sobrevinieron a la atomización del conglomerado hispanoamericano.
III
El tiempo de los hechos y circunstancias particulares lo podemos seguir en las memorias de uno de los artífices principales de la operación: el General en Jefe Rafael José Urdaneta Farías.
Antes del armisticio se dieron órdenes al Coronel Justo Briceño, para que con apoyo de los habitantes de la Ceiba y Ceibita, ocupase las costas del lago Maracaibo entre Moporo y Gibraltar, tomando para el ejército todas las embarcaciones que encontrara, para ejecutar el plan pensado por Bolívar, que consistía en enviar una División a ocupar la ciudad de Maracaibo. Esto no se logró porque “Briceño encontró inconvenientes que retardaron sus operaciones, y establecida la tregua para aquellos dos ejércitos, no debían continuarse” tales acciones.
Una de las ventajas obtenidas en el pacto Bolívar-Morillo, fue que “los patriotas pudiesen transitar por Maracaibo, siempre que necesitasen del extranjero alguna cosa, y que para cuando se rompiesen las hostilidades pudiese venir por allí desde Santa Marta el batallón Rifles”.
El mando desde Barinas hasta las aguas del Lago estaba en manos de Urdaneta, como Jefe de La Guardia, que a la vez era el encargado de garantizar el fiel cumplimiento del armisticio, y de ventilar cualquier asunto relativo al mismo, con el Jefe del ejército español.
El papel jugado por Urdaneta en estos días es fundamental. Coautor de la iniciativa del tratado de armisticio y regularización de la guerra, fue también el líder inspirador del movimiento de Maracaibo por la Independencia, y factor definitivo en los casos de Coro y Barquisimeto. Antes, junto a Briceño Méndez, es el diplomático acreditado por el Libertador Presidente desde agosto de 1820 para negociar ante la jefatura española; más meritoria aún la dignidad con que cumple su tarea, si tomamos en cuenta que el maracaibero era de la tesis de que todo acuerdo pasaba por el reconocimiento previo de la independencia de la República por parte del Reino de España. Y así se logró tácitamente al sentarse a dialogar de igual a igual: la República es beligerante y gana legitimidad en el concierto de las naciones soberanas.
En enero Urdaneta está en Trujillo al mando de un distrito militar que –como hemos dicho- va desde Barinas a las orillas sureñas del Lago Maracaibo. Los patriotas de la ciudad puerto, Domingo Briceño y José María Delgado, bajo pretextos, visitan al paisano General para afinar los detalles del plan independentista que ya no tiene vuelta atrás. Se le garantizan los empleos y ascensos a quienes respalden el pronunciamiento, y se dispone de recursos para la logística; tácticamente, el General Urdaneta mueve al batallón Tiradores hacia el puerto de Gibraltar, previendo un desplazamiento rápido en apoyo combativo si el mismo fuese requerido. Estas medidas constituyeron un estímulo para el movimiento patriótico maracaibero, que respiraba más seguro bajo la protección de tan ilustre conciudadano. 
Así está reseñado en las memorias de Urdaneta, como notas de los editores tomadas de lo escrito por José Félix Blanco con base al testimonio de Briceño y Delgado: “Con el pretexto, pues, de comprar tabaco, de que se carecía en Maracaibo, y traerlo a la renta, y con el de hacer algunos reclamos insignificantes, se nombraron de comisionados a los señores Don Domingo B. y Briceño, antiguo, ilustrado y decidido patriota, y al capitán de caballería española Don José María Delgado cerca del General Urdaneta. Se vieron con aquel Jefe y acordaron que Maracaibo no necesitaba de apoyo para ser libre; que lo sería por sus propios esfuerzos; y que lo único que se liaría sería aproximar unas fuerzas que protegiesen la ciudad, si desgraciadamente volvían los españoles a degollar a sus indefensos habitantes después de pronunciados”.
Para que no queden dudas del protagonismo de Urdaneta en la audaz operación de inteligencia que conllevó a los acontecimientos del 28 de enero, repasemos esta carta que el Brillante escribe a Sucre el 9 de enero de 1821, exactamente 19 días antes del feliz suceso: “la operación de Maracaibo presenta buen aspecto y no hay duda de que se conseguirá la ocupación de aquella plaza. Estoy en relación con varios sujetos de allí y he enviado a otros patriotas de toda confianza a organizar el plan de insurrección”.
Sus amigos y familiares están todos en ese plan dirigido a liberar “un pueblo que, no habiendo sufrido nada en la revolución, ofrecía inmensos recursos para el caso que desgraciadamente se abriesen las hostilidades”.
El Libertador “no ignoraba la opinión que en favor de la independencia había en Maracaibo”, por ello, con absoluta confianza en su camarada, “se alejó de la provincia de Trujillo, confiando el mando del ejército a Urdaneta, en cuyas notas memoriales podemos leer un comentario cargado de sano orgullo regionalista: “Las dos provincias, pues, limítrofes, ocupadas por los ejércitos beligerantes, estaban mandadas por dos maracaiberos: la de Trujillo, por el General Urdaneta, como queda dicho; y la de Maracaibo por el Teniente Coronel D. Francisco Delgado”.
Respecto de la conducta del Coronel Francisco Delgado y sus hermanos, comenta: “Este, como toda su familia, tenía entonces motivos por qué estar agradecido al gobierno español, que había premiado con distinciones y recompensas los servicios que en tiempos anteriores le prestara su padre. Pero él era americano, con algún tacto en los negocios políticos, y no podía ser tan obcecado que resistiese a las influencias del triunfo de la opinión en el mundo, y más aún, a las de su hermano Juan Evangelista, que, amigo de la independencia desde 1810, había sido llamado por el General Urdaneta, de Pamplona, donde estaba, para que viniese a decidir a sus hermanos Francisco y José María, a que abrazasen la misma causa. Luchaban al principio entre la gratitud al gobierno español, y sus sentimientos como americanos: triunfaron estos al fin, y quedó decidido que obrarían de acuerdo con el General Urdaneta para pronunciar la ciudad”.
Continúa el relato de primera mano: “El importante servicio, pues, que los Delgados, unidos al valiente pueblo de Maracaibo, hicieron a la .República, solo puede calcularse por los recursos inmensos que el General Urdaneta pudo sacar en hombres y dinero para el paso de tropas, y facilidad para encontrarse en la batalla de Carabobo, impidiendo que el Coronel Tello aumentase las fuerzas españolas, que tan superiores en número eran en aquella célebre batalla. Si el entonces Coronel Carrillo no hubiese detenido con el batallón Brillante, compuesto todo de Maracaiberos al mando de su Comandante José María Delgado, al referido Tello en el Tinaco, problemático habría sido el éxito de aquella batalla no obstante las combinaciones del Libertador y el arrojado valor de los Páez, Cédenos, Plazas, Mellados, etc…”
IV
Bolívar evalúa sosegadamente los acontecimientos. Sabe que tendrán consecuencias en el devenir de la guerra. Para ello se prepara y comienza a dar instrucciones. Pero, lógicamente, celebra la adhesión de una plaza tan deseada y que la misma haya sido ganada sin los desórdenes y desastres de la confrontación armada.
A través de Briceño Méndez escribe a Urdaneta: “Su Excelencia el Libertador ha visto y está instruido de lo que Usted le participa en su oficio de 1º del corriente. A pesar de las inquietudes que le causa el temor de que sea la insurrección de Maracaibo un modo de rompimiento, porque la atribuya el enemigo a falta de buena fe por nuestra parte, celebra que la incorporación de aquella ciudad a la República sea por su voluntad espontánea y sin los inevitables males y sacrificios de la guerra. Su Excelencia felicita a Usted y le tributa las más sinceras gracias por la prudencia y tino con que ha sabido conducirse en este tan extraordinario y delicado negocio. Usted ha prevenido los deseos y votos del Gobierno, alcanzando la posesión de una plaza que es de primera importancia para nuestras relaciones, y que asegura nuestras posiciones militares; y ha dado al mundo un nuevo testimonio de entusiasmo por la libertad y de filantropía acogiendo bajo la protección de las armas de la República a un pueblo oprimido que la reclama, y salvándolo de los horrorosos desastres del desorden, de la anarquía y de la venganza de sus enemigos”.
En otra comunicación, vienen las felicitaciones y las instrucciones precisas: “No pudiendo Su Excelencia el Libertador Presidente alejarse por el momento de esta frontera, adonde le han llamado las más graves atenciones, y deseando al mismo tiempo testificar al pueblo y autoridades de Maracaibo los sentimientos que animan a S. E. en favor de ellos y sus ardientes votos por la seguridad y prosperidad de una Provincia que ha sabido elevarse por sí misma hasta colocarse al lado de las que se glorían de pertenecer a Colombia, ha tenido a bien disponer y me manda diga a Usted:
“1º Que pase Usted inmediatamente a establecer su Cuartel General en Maracaibo, a felicitar a aquel pueblo y a las autoridades constituidas en él por su generosa y noble conducta en su transformación política, y asegurarle de los sentimientos de distinción y aprecio con que el Gobierno de la República le acoge bajo su protección, incorporándole a su seno.
2º Que correspondiendo la Provincia de Maracaibo al distrito de La Guardia, ejerce Usted el mando superior en ella; Su Excelencia autoriza además a Usted ampliamente para que tome todas las medidas que juzgue necesarias para la organización de la Provincia en todos los departamentos de gobierno; para que provea a su seguridad interior y exterior por todos los medios que su actual situación exija, aunque sean extraordinarios, y para que imponga Usted contribuciones extraordinarias y disponga de sus productos a favor del ejército y la Provincia, todo conforme a las órdenes e instrucciones que verbalmente le ha comunicado Su Excelencia
3º Que confiado plenamente en el celo, talento y virtudes de Usted, se promete el más brillante resultado de esta comisión: que el ejército será reforzado, la Provincia asegurada contra cualquiera tentativa del enemigo y su administración establecida sólidamente sobre las bases del orden y bajo los principios proclamados por la República, para todo lo cual se halla Usted competente y ampliamente facultado. Trujillo, 3 de marzo de 1821. Pedro Briceño Méndez”.
Al Gobernador Político de Maracaibo, le comunica el 31 de marzo desde Trujillo, la decisión tomada sobre la designación de Urdaneta como máxima autoridad plenipotenciaria: “Ocupado en este momento de grandes atenciones en esta parte para asegurar la tranquilidad de esa Provincia, me es forzoso privarme por algún tiempo del puro placer que me inspiraría el ser testigo de las efusiones de entusiasmo que Usted me anuncia de parte de ese pueblo. Pero deseando testificar mi gratitud y mis ardientes votos por la prosperidad de tan virtuosos colombianos y renovar las protestas con que el Gobierno de la República los acoge e incorpora al seno de ella para sostenerlos y defender sus derechos contra la España, he nombrado al señor General de División Rafael Urdaneta, Comandante en Jefe de La Guardia, para que, trasladando su Cuartel General a esa ciudad, cuide y se encargue de la defensa y seguridad de ella, y de la organización de su Gobierno en todos los departamentos. Yo espero que Usted y el pueblo entero de Maracaibo reciban al señor General Urdaneta con la gratitud y estimación a que sus singulares méritos y circunstancias le hacen acreedor”.

Como anota en sus memorias el General Urdaneta: “Resuelta la terminación del armisticio, comenzaron a activarse las operaciones militares; en consecuencia decía el Libertador desde Achaguas al Subjefe del Estado Mayor General, entre otras cosas: “…2º Que debe tener Usted entendido que se ha intimado al enemigo el rompimiento de las hostilidades dentro de cuarenta días, empezados a contar desde el 20 del corriente. Así, es de primera importancia que vengan cuanto antes las tropas que deben venir al ejército, para que descansen algún tiempo; pero sobre todo urge infinitamente el pronto despacho para Maracaibo de los mil quinientos fusiles, porque se ha contado con ellos para armar los batallones que forman la división del señor General Urdaneta, que es la primera que entrará en campaña”.
Y así fue al entrar sobre Coro el ejército de Urdaneta, donde destacó una vez más como muchas en la gesta emancipadora venezolana, la mujer bravía y consciente, en la persona de Josefa Camejo, Libertadora de Paraguaná, heroína nacional.
Mucho más tendría que dar aún Urdaneta y Maracaibo por la Independencia Hispanoamericana: “…Y aunque la libertad de Coro será el principio de su operación, ella no debe retardar nada el complemento de la empresa, conforme se ha prevenido a Usted”. (Briceño Méndez, Barinas, 1 de abril 1821)
La velocidad que adquirieron los preparativos de reactivación de las hostilidades, y el plan previsto por Bolívar de reunir un gran ejército para la contienda definitiva, el dictado de órdenes y contraórdenes era un asunto del día a día; así de la orden que Urdaneta se estableciera en Maracaibo, se pasó a otra: “Que el deseo y objeto principal de Su Excelencia es que ocupe Usted a Coro a la mayor brevedad, emprendiendo sus operaciones el día 28 del corriente sin falta.  Que libertada Coro se dirija Usted con su división a la ciudad de Guanare por el camino del Tocuyo…”.
En marcha desde Coro vía al camino de Carora, en Pedregal, se le unió a Urdaneta el Batallón Rifles venido con retraso desde Río Hacha, por tener que enfrentarse en el trayecto a grupos de guajiros contratados por los españoles. El 6 de junio, antes de Carabobo, Bolívar propone al Congreso el ascenso de Urdaneta al rango de General en Jefe, por tantos méritos, entre los que cuenta haber “completado la libertad de las Provincias de Maracaibo y Coro”.
El Libertador le reconocía así a Urdaneta: “los importantes servicios que ha prestado Usted a la República en esta campaña, libertando dos Provincias que por su situación y recursos han sido los firmes apoyos de nuestros enemigos en las épocas anteriores”.

Yldefonso Finol
Economista. DEA en Historia. Investigador acreditado en los Archivos Históricos de España. Experto en Derechos Humanos y Derecho Internacional de Refugiados. Investigador de etnohistoria y procesos de descolonización. Escritor. Poeta. Cronista de Maracaibo.