Bolívar
en Maracaibo: a 193 años de aquella última visita
El Libertador Simón Bolívar menciona cuatro veces a
Maracaibo en su Manifiesto de Cartagena; lo hace para señalar que esta ciudad
estaba dominada por los realistas sin poder sumarse al movimiento independentista,
razón por la cual debía hacerse una campaña vía Santa Marta para ir a
liberarla.
En esta época -15 de diciembre de 1812- Bolívar no
conoce Maracaibo ni tiene información directa de ninguna fuente cercana a él; sólo
la observa en el mapa plano político-militar que será siempre parte fundamental
de su universo pensante.
Luego en 1815, tras pacificar Bogotá, desea emprender
la campaña para liberar Santa Marta y entrar a Venezuela a comenzar la
reconquista por Maracaibo; no obtiene el apoyo exigido a Cartagena por lo que
–para evitar una confrontación entre patriotas- se exilia al archipiélago
Caribe, y cuando escribe en Kingston su famosa Carta de Jamaica, El Libertador
piensa en Maracaibo como posible capital de la nueva república que debía nacer
de la unión de la Nueva Granada y Venezuela con el nombre de Colombia. En este
momento Bolívar tiene otra valoración de la ciudad-puerto y región que llevan
el nombre de Maracaibo; ya no se trata del ignorado extremo occidental de
aquella Capitanía General de Venezuela donde comenzaron sus luchas, ahora en su
mente se dibuja un país dos o tres veces más grande que las Provincias de
Caracas o de Venezuela; ahora cuenta con las conversaciones que ha sostenido
durante la Campaña Admirable con su amigo el maracaibero General Rafael
Urdaneta, que en el trayecto merideño y la estancia trujillana, mucho le habló
de su natal mundo lacustre, de sus inmensas posibilidades, de su buena gente, y
su estratégica locación como fachada caribeña en el Golfo de Venezuela y mar
interior navegable hacia las entrañas fluviales que llegan a la Nueva Granada
rumbo al sur continental.
Queda para el juego de las elucubraciones, especular
sobre cuál hubiese sido el destino de la original Colombia bolivariana y del
propio Libertador, si en vez de Bogotá, la capital hubiera sido Maracaibo.
II
En los albores del siglo XIX Maracaibo, además de la
ciudad puerto, es el nombre de toda la región circundante del lago, así
denominada de tiempos ancestrales por los originarios añú, los primeros
maracaiberos. El topónimo, que significa en el viejo añun nukú “Tinaja del Sol”,
pervivió en la oralidad regional a pesar de los sucesivos intentos coloniales
por sustituirlo con nomenclatura eurocéntrica al estilo “San Bartolomé”, “Nuestra Señora”, “Ciudad Rodrigo” o “Nueva
Zamora”.
La patria
acuática del pueblo añú había sido invadida en tres ocasiones luego de la
primera expedición europea que arribó el 24 de agosto de 1499: en 1529 por el empresario
alemán Ambrosio Alfinger, designado gobernador colonial; en 1569 por el capitán
español Alonso Pacheco que atacó desde la ocupada Trujillo, y en 1574 por Pedro
de Maldonado, quien retomó la tarea inconclusa de Pacheco que había huido a
finales de noviembre de 1573, derrotado por la nación añú en la Primera Batalla
de Maracaibo.
Esa resistencia continuó en forma de guerrilla
lacustre hasta 1607, cuando el hijo de Alonso Pacheco, el capitán Juan Pacheco
Maldonado, emboscó al Cacique Nigale el 23 de junio en la fachada oriental de
Zapara. Así los españoles pudieron enseñorearse en el Lago y ocupar
definitivamente Maracaibo, por eso el primer mapa-plano de la villa española en
el puerto es de 1631 y el escudo de armas fue otorgado mediante Real Cédula del
20 de junio de 1634 por el rey Felipe IV, con una nave de guerra entre dos
columnas, como símbolo del poder colonial impuesto.
El control sobre la pista navegable permitió un rápido
crecimiento comercial que se aprovechaba de la ubicación estratégica del Maracaibo
como engranaje para el traslado a la metrópoli de los bienes extraídos del
piedemonte andino y las regiones cercanas del virreinato de la Nueva Granada.
Tal fue de boyante esta época de bonanza para los negocios coloniales, que bien
pronto se ensañaron los piratas holandeses, ingleses y franceses contra los
puertos interioranos de Gibraltar y Maracaibo.
II
Esa Maracaibo colonial autosuficiente y casi aislada
de Caracas, se pronunció contra el colonialismo español el 28 de enero de 1821,
bajo el liderazgo del coronel Francisco Delgado y otros militares de carrera -como
el experto marino que fuera hombre clave en la Batalla Naval de 1823, Pedro
Lucas Urribarrí- que levantan la plaza para sumarse a la nueva república
fundada por Simón Bolívar con el nombre de Colombia. Rafael Urdaneta informó al
Libertador del grato suceso. La noticia irrumpe en la calma aparente por el
armisticio suscrito con Pablo Morillo, dándose origen a los movimientos que
condujeron a la gran Batalla de Carabobo el 24 de junio de ese año.
Bolívar que pasaba por Trujillo, se mueve por el
pequeño puerto de Moporo para venir a Maracaibo. El anuncio de esta visita lo
había hecho en Carora. Desde Moporo navegó la Costa Oriental del Lago en la
goleta Paquete, acompañado –entre otros- por Pedro Briceño Méndez, ministro de
guerra. Llegó a la orilla maracucha a dos meses del triunfo histórico en
Carabobo, comenzando la noche del 30 de agosto de 1821, mismo día que el
Congreso de Cúcuta terminaba la Constitución de Colombia surgida del Congreso
de Angostura en 1819.
Alojado en la Casa de Gobierno, habla desde el balcón
al pueblo que lo aclama jubiloso. La mañana del viernes 31 Maracaibo es una
fiesta de música y colores. A las 9 de la mañana suenan las salvas de
artillería en honor al héroe Libertador, que sale de su hospedaje bajo la
lluvia de flores que el amor popular riega con épica poesía. Hubo misa,
desfiles militares, cena suculenta, música, canto patriótico y baile…hasta la
noche.
Además de los documentos originales, cartas y
proclamas, dan cuenta de las visitas del Libertador a Maracaibo, varias obras
de historia regional, como el segundo tomo de la Historia del Estado Zulia de
Juan Besson, y –muy especialmente- el libro “Simón Bolívar en el Zulia: enfoque
de una época”, de Adolfo Romero Luengo, que ofrece amplia información de los
vínculos del Zulia con el movimiento independentista y el par de visitas del
Libertador a la región, apoyándose, entre otras documentaciones, en las crónicas
publicadas por El Correo Nacional, periódico local del momento.
La fecha exacta de esa primera visita fue el día 30 de
agosto. Lamentablemente no logran coincidir Bolívar y Urdaneta en Maracaibo,
pero antes de partir, Bolívar confirma la decisión de Urdaneta de juntar en un
solo mando la autoridad política, administrativa y militar, por la presencia
del enemigo en cercanías fronterizas, y pone el puerto de Maracaibo en manos de
la Marina de Guerra. El 16 de septiembre ordena la creación de una jurisdicción
militar especial que incluye a Coro, Trujillo, Mérida y Maracaibo como sede,
todo al mando de Urdaneta.
Llamado por el Congreso a juramentarse como Presidente
de la República de Colombia, a las 4 de la tarde del 18 de septiembre Bolívar
se embarca en una goleta comercial con rumbo a San Carlos del Zulia, para
seguir a Cúcuta. En paralelo va otra embarcación con el gobernador, un grupo de
oficiales y otros representantes de la sociedad maracaibera para despedirlo en
medio del Lago.
Urdaneta vino desde Cúcuta y llegó a Maracaibo al día
siguiente de la partida de su jefe y amigo. Era el 19 de septiembre de 1821. El
22 el ministro Briceño Méndez que viajaba con El Libertador, le escribió a
Urdaneta explicando la decisión de Bolívar de encargarle el nuevo Departamento
militar. Pero Rafael se regresa el 21 a Cúcuta a alcanzarlo y hablar
personalmente con Simón. La charla hace que los planes cambien y Urdaneta va a
Bogotá a cumplir nuevos destinos ligados al respaldo a la Campaña del Sur en
razón de ser para Bolívar “el eje de sus operaciones militares”.
El Congreso aprobó la Ley del régimen político y
organización de la República el 2 de octubre, y Bolívar la ratifica seis días
después. Así se erige el Departamento Zulia que incluye las provincias de Coro,
Trujillo, Mérida y Maracaibo. La responsabilidad de Intendente –en ausencia de
Urdaneta- sería asignada al General Lino de Clemente, quien llegaría el 16 de
enero de 1822 a ejercerla plenamente.
Segunda
visita
El 16 de diciembre de 1826 Bolívar vuelve a Maracaibo.
Viene del sur andino que ha liberado y organizado en nuevas autodeterminaciones
estatales. Viene con la premura que exige la inoportuna disidencia en que ha
caído la elite venezolana con el caudillo llanero José Antonio Páez al frente.
En Maracaibo las manifestaciones populares de apoyo le
amainan la amargura de un viaje obligado por pésimas circunstancias. La ciudad
es asiento de la Presidencia y Cuartel General del Libertador, quien expide su
Proclama de Maracaibo a los venezolanos. La situación se agrava cada hora que
pasa. Bolívar intenta persuadir de los estragos de una guerra civil entre
venezolanos, intenta todo por evitarla. Invoca la paz entre hermanos de lucha y
de suelo. Pero los hechos ya tomaron la ruta de la avalancha.
Ante las noticias llegadas de Puerto Cabello sobre la
ferocidad de las acciones militares de Páez, dicta el Decreto del 18 de
diciembre nombrando a Urdaneta jefe del cuerpo de ejército que tenía el General
Salóm y deja a Lino de Clemente encargado del Zulia. La fuerza reunida debería
marchar sobre Valencia a poner orden. Dicta otro Decreto el día 19 asumiendo la
autoridad departamental de Maturín, Venezuela, Orinoco y Zulia, y anuncia que
al llegar a Caracas convocará la Gran Convención Nacional.
A pesar de la tensa situación, la Maracaibo
hospitalaria le brinda al Libertador un banquete que no fue frugal ni tímido, y
que contó con la creación musical innata del gen “arein” del pueblo añú. El
creador musical Silverio Añez, nativo del Moján, estrenó la contradanza La
Libertadora, compuesta para homenajear a Bolívar, quien fue el primero en
bailarla con una dama presente, Casimira Flores, esposa del general Juan
Nepomuceno Santana.
El 19 de diciembre de 1826 el Libertador cruza el Lago
Maracaibo rumbo a Coro. Pasa la noche en la muy patriótica población de Los
Puertos de Altagracia, donde en la mañana, antes de partir, se encuentra en la
calle con la ex esclava Candelaria Zárraga, que le agradece ser libre con un
abrazo inmortalizado por las generaciones de porteños que desde entonces trasmitieron
oralmente la conmovedora escena.
Y Bolívar hubiese calmado con su inmensurable
autoridad moral la crisis, manteniendo como un tótem la unidad y la
gobernabilidad, sino se hubiese atravesado con detestable impertinencia la
invasión peruana –azuzada por EEUU y Santander- al territorio colombiano por
Guayaquil, lo que obligó al cambio de “planes y posición”, como él mismo se lo
comunicó a Urdaneta en carta fechada en Caracas el 19 de junio de 1827,
anunciando su decisión de ir al combate por la dignidad de la Patria.
Sin duda estos dos agotadores viajes transandinos en
menos de un año mellaron la salud y disposición anímica del Libertador,
marcando el sismo inicial que desmoronaría su obra.
Ese fue Simón Bolívar, el héroe universal que llegó a
Maracaibo por vez primera montado en el cenit de su gloria, y volvió una
segunda cuando la confrontación interna anunciaba el punto de inflexión de su
epopeya aún inconclusa.
Las oligarquías, luego de mancillar su nombre con
campañas calumniosas, truncaron el proyecto emancipador bolivariano, pero nunca
lograron borrarlo del alma de los pueblos que supieron de su entrega y sus
hazañas.
Parado en mis orillas maracaiberas, lo veo venir de
nuevo con un aura resplandeciente en las sienes cual relámpago del Catatumbo, y
al igual que mis ancestros, lo recibo con el verso a flor de labios:
Bolívar, trashumante triste
La gloria se rindió a tus pies
Tejiste de ilusiones muchos pueblos
Regalando con ternura tu genio y tu corazón.
Bolívar, Libertador. Tus sueños, mis sueños son.
Yldefonso
Finol
Cronista de Maracaibo
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