domingo, 17 de diciembre de 2023

LA SIEMBRA DE SIMÓN BOLÍVAR




La siembra de Simón Bolívar

Cuando el General en Jefe Rafael Urdaneta, escribe a Páez desde Maracaibo un 27 de junio de 1826: “Su nombre es ya propiedad de la historia, que es el provenir de los héroes”; lo hacía en defensa de su amado camarada Bolívar, contra las impertinentes insinuaciones de que el Libertador se coronara al estilo bonapartista, y ante la andanada de calumnias que ya por entonces la oligarquía antibolivariana desató para dividir a los pueblos, apropiarse de los recursos, e imponer regímenes opresores, continuistas de los peores males de la Colonia.  

Eran las circunstancias latentes cuando el Gral. Alvear y el Dr. Díaz Vélez fueron enviados por el Congreso de las Provincias Unidas del Río de la Plata a hablar con Bolívar sobre el conflicto con el Imperio Portugués instalado en Brasil. El Libertador no podía avanzar a otros territorios, porque había resignado los poderes dictatoriales conferidos por el Congreso del Perú, y ello limitaba el movimiento del ejército triunfante en Junín y Ayacucho; además asistía al nacimiento de Bolivia que requería la creación de instituciones para el nuevo Estado, se ocupaba de supervisar la convocatoria al Congreso Anfictiónico de Panamá, y tuvo que acudir de urgencia a atender la crisis que en Venezuela había surgido por la conspiración oligárquica que envolvió al General José Antonio Páez.

Un viaje matador, si tomamos en cuenta que a los pocos meses hubo de regresar a Guayaquil para controlar la situación generada por la invasión traicionera de la oligarquía peruana contra aquel territorio de nuestra original República de Colombia. Siempre he considerado que ese maremágnum de complicaciones, donde tenía metidas sus manos el naciente imperialismo estadounidense, impactó severamente la salud del Libertador, al punto de deteriorarlo físicamente en forma vertiginosa.

En adelante, todo conspiró para que ocurriera su muerte el 17 de diciembre de 1830.

Pero, ¿murió realmente? ¿pudieron su cansada anatomía, su ánimo acongojado, y la tuberculosis apagar su vida?

¿Por qué hablamos de la siembra de Bolívar?

En su obra El Magisterio de Bolívar, el maestro Luís Beltrán Prieto Figueroa nos dice que “a Bolívar no podemos mirarlo los venezolanos, los americanos, como una figura histórica que realizó una obra, sino como un germen de pensamiento, creciendo, floreciendo y fructificando siempre”.

Bolívar nos heredó en primer lugar una Épica Cohesionadora de la Nacionalidad. Su nombre va asociado a toda la Gesta Independentista que nos legó una nacionalidad con trazos de heroicidad y altruismo, que potencian el sentido de pertenencia a una estirpe de valía. Por eso la vocación latinoamericanista es parte esencial de la venezolanidad. Nos viene desde el Precursor Francisco de Miranda, del Libertador Simón Bolívar, y de sus más leales compañeros como el General en Jefe Rafael Urdaneta, a cuya División arengó Bolívar por primera vez el 12 de diciembre de 1814: “Para nosotros la Patria es América”.

Las ideas-fuerza del Libertador Bolívar son: el anticolonialismo, que se concatena con el antiimperialismo, y aparece en la batalla de ideas con la perspectiva decolonial de la historia, del poder y la cultura; la igualdad social (“establecida y practicada”) como propósito irrenunciable del ser humano; y el buen gobierno, entendido como el que busca la fórmula de equilibrio entre el bien común y el buen vivir, para alcanzar “la mayor suma de felicidad, estabilidad y seguridad social” para los pueblos.

El legado bolivariano contiene una Geopolítica de la Liberación. Un trío de aportes fundamentales encontramos en Bolívar, vinculadas radicalmente con esas contradicciones fundamentales que han determinado el destino de los pueblos de Nuestra América: la noción del Equilibrio del Universo, la proposición de la unidad estratégica de nuestros pueblos, y la predicción sobre el papel que jugarían los Estados Unidos en ese devenir de dependencia y opresión.

El Equilibrio del Universo

En el número 30 de la Gaceta de Caracas fue publicado el Informe presentado por el Secretario de Relaciones Exteriores el 31 de diciembre de 1813: es la voz de Bolívar plasmada en ese texto que tiene la tinta fresca y gloriosa como la sangre de Ricaurte y Girardot regando de fertilidad los suelos de la Patria Grande: “La ambición de las naciones de Europa lleva el yugo de la esclavitud a las demás partes del mundo, y todas estas partes del mundo debían tratar de establecer el equilibrio entre ellos y la Europa para destruir la preponderancia de la última. Yo llamo a esto el equilibrio del universo, y debe entrar en los cálculos de la política americana. Es menester que la fuerza de nuestra nación sea capaz de resistir con suceso las agresiones que pueda intentar la ambición europea; y este coloso de poder, que debe oponerse a aquel otro coloso, no puede formarse sino de la reunión de toda la América Meridional bajo un cuerpo de nación, para que un solo gobierno pueda aplicar sus grandes recursos a un solo fin que es el de resistir con todos ellos las tentativas exteriores, en tanto que interiormente, multiplicándose la mutua cooperación de todos, nos elevará a la cumbre del poder y de la prosperidad."

Doce años después de haber formulado su idea del Equilibrio del Universo, Simón Bolívar profundiza en su concepción de la unidad como variable de contrapeso en la ecuación de la geopolítica internacional: “Debemos imitar a la Santa Alianza en todo lo que es relativo a la seguridad política. La diferencia no debe ser otra que la relativa a los principios de justicia. En Europa todo se hace por la tiranía, acá por la libertad, la que ciertamente nos constituye enormemente superiores a tales aliados. Por ejemplo: ellos sostienen a los tronos, a los reyes; nosotros a los pueblos, a las repúblicas; ellos quieren la dependencia, nosotros la independencia. Por consiguiente, para elevarnos a la altura correspondiente y capaz de sostener la lucha, no podemos menos que adoptar medidas iguales. La opresión está reunida en masa bajo un sólo estandarte, y si la libertad se dispersa no puede haber combate”. (Carta a Santander del 23 de febrero de 1825)

El surgimiento y consolidación de un mundo multipolar, con diversos poderes regionales en los cinco continentes que hagan contrapeso a las potencias capitalistas y su expresión bélica, y el fortalecimiento del multilateralismo como vínculo entre los Estados para el sostenimiento del Derecho Internacional, forman parte de la concepción bolivariana, artiguista, martiana y sandinista que dio origen en el siglo XXI a iniciativas solidarias como el ALBA, Petrocaribe, y de diálogo nuestroamericano como CELAC, cuya pertinencia quedó más que demostrada con el histórico encuentro de ayer en San Vicente y Granadinas entre el Presidente Nicolás Maduro y su par guyanés. 

La Unidad Latinoamericana y Caribeña como garantía de la emancipación

Para Bolívar la unidad latinoamericana era la única garantía de poder sostener nuestras independencias y así contribuir al Equilibrio del Universo. Esta idea bolivariana de la unión de las ex colonias hispanas tuvo tres características: fue original, temprana y permanente; ella es parte de su visión estratégica para alcanzar la autodeterminación de los pueblos y la justicia internacional, dentro del Equilibrio Universal.

Este es un aporte fundamental para la independencia de Nuestra América, con plena vigencia en la situación actual, por lo que la transnacional oligárquica imperialista encabezada por Estados Unidos, activa sus tentáculos contra todo aquello que esté relacionado al bolivarianismo.

Revisemos cronológicamente algunas iniciativas del Libertador Simón Bolívar en favor de la unidad latinoamericana.

-          El 15 de septiembre de 1810, durante su primera misión internacional para la naciente República, publica en el Morning Chronicle de Londres, un artículo que ya por entonces preanuncia su estrategia unitaria: “El día, que no está lejos, en que los venezolanos… alzarán definitivamente la bandera de la independencia…Tampoco descuidarán de invitar a todos los pueblos de América a que se unan en Confederación”.

-          El 4 de julio de 1811 en su primer discurso público ante la Sociedad Patriótica: “¿Trescientos años de calma no bastan? …pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana, vacilar es perdernos”. Su nacionalidad no estaba restringida a Venezuela, sino a una territorialidad profunda, de pertenencia a un gentilicio formado por la historia común de lucha.

-          El 15 de diciembre de 1812 emite su Manifiesto de Cartagena, documento que inaugura el carácter internacionalista de la guerra, comenzando a entretejer en los hechos la alianza de los patriotas venezolanos y neogranadinos.

-          En septiembre de 1815, redacta su Carta de Jamaica, donde imagina la nueva arquitectura de la América total, profundiza en la condición internacionalista de la lucha y prevé la creación de Colombia como núcleo de una unidad superior. En sus palabras vemos el brillo del genio libertario: “Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo…mas no es posible, porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes, dividen la América”.

-          En junio de 1818, mientras apenas va moldeando la Tercera República de Venezuela, misma que crea Colombia a orillas del Orinoco, le escribe al Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Juan Pueyrredón: “Una sola debe ser la Patria de todos los americanos, ya que en todo vemos una perfecta unidad”. El “pacto americano” (pacto implícito) es una idea bolivariana fuerte, permanente y pertinente; “pacto americano, que, formando de todas nuestras Repúblicas un cuerpo político, presente la América al mundo con un aspecto de majestad y grandeza sin ejemplo en las naciones antiguas. La América así unida…podrá llamarse la reina de las naciones y la madre de las repúblicas…” (Carta a Pueyrredón del 12/6/1818)

-          El 15 de febrero pronuncia su Discurso de Angostura, donde expone su modelo sociopolítico, y su estrategia de mantener la guerra hasta expulsar el último reducto del ejército enemigo del continente; ese mismo año, el 17 de diciembre, nació Colombia a orillas del Orinoco, como núcleo fuerte de la unidad continental.

-          El 4 de febrero de 1821 Bolívar vuelve a escribir a Pueyrredón, precisando su visión de lo “americano” como lo hispanoamericano: “Ligadas mutuamente entre sí todas las repúblicas que combaten contra España, por el pacto implícito y virtual de la identidad de causa, principios e intereses, parece que nuestra conducta debe ser uniforme y una misma”.

-          Desde 1821, tras la victoria de Carabobo, Bolívar promueve una serie de tratados bilaterales con las principales repúblicas de Hispanoamérica, con la idea fuerte “de entrar en un pacto de unión, liga y confederación perpetua”.

-          El 7 de diciembre de 1824 El Libertador firmó la convocatoria a los Jefes de Estado de toda Hispanoamérica, para reunir el Congreso de Panamá.

 

El tercer elemento constituyente de esta geopolítica de la liberación, es su predicción antiimperialista. El miércoles 5 de agosto de 1829 escribió al Coronel Patricio Campbell aquella carta desde Guayaquil, cuando legó para la historia la sentencia: “los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad”.

El historiador bogotano Indalecio Liévano Aguirre, nos devela el entramado norteamericano que se montó para obstaculizar la gran misión del Libertador: “El siniestro Joel Poinsett en México, Anderson en Bogotá y  William Tudor en Lima, por sólo citar los principales, organizaron entonces una verdadera red de intrigas, intrigas que se orientaban a ofrecer toda clase de estímulos al espíritu regionalista y a las rivalidades de las distintas Repúblicas hispanoamericanas, a fin de crearle constantes obstáculos a la formación de la Liga Confederal ideada por Bolívar. Dividir el Sur mientras se unificaba el Norte”.

Siguiendo en esta parte al maestro cubano Francisco Pividal, pionero en teorizar sobre el antiimperialismo de Bolívar, sostenemos con él que “El Libertador jamás pensó incluir a los Estados Unidos” en su proyecto de Unidad. Sobre la convocatoria al Congreso de Panamá, el Libertador, desde el 21 de octubre de 1825, había comunicado sus instrucciones al vicepresidente de Colombia en cuanto a la no inclusión de Estados Unidos: “No creo que los americanos (del norte) deban estar en el Congreso del Istmo. Jamás seré de la opinión que los convidemos a nuestros arreglos americanos”.

El ecuatoriano José Peralta, extraordinario hombre de ideas que acompañó al “Viejo Luchador” Eloy Alfaro en su gesta por una Patria libre y digna, en su obra La Esclavitud de la América Latina, expone: “No es cierto que Bolívar concibiera la idea de mancomunar las naciones latinoamericanas con la república anglosajona, como algunos dicen, al tratar del Congreso de Panamá. Los Estados Unidos se opusieron al noble proyecto de libertar Cuba, Filipinas y más colonias españolas; y esa oposición rasgó el velo del porvenir a los ojos del Genio de América, y le hizo lamentar que la fatalidad hubiese colocado a ese pueblo en nuestro continente, para que hiciera muchos males en nombre de la libertad. Por esto puso tanto empeño en la unión hispanoamericana, considerándola como la única salvación posible de las nuevas nacionalidades, amenazadas por dos formidables enemigos: el imperialismo europeo, al presente; y el imperialismo anglosajón, en el porvenir.”

 

Simón Bolívar es a nivel internacional un Símbolo de Libertad e Igualdad

Bolívar fue el principal abolicionista contra la esclavitud, dictando decretos, redactando proyectos de Constituciones, proclamando en todos los escenarios la eliminación de la esclavitud en el continente. Este era uno de los asuntos que más molestaban a las elites estadounidenses. 

La educación popular como instrumento de igualdad social fue su más anhelada causa: “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”, “La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso”, “Moral y luces son nuestras primeras necesidades”.

El concepto del Buen Gobierno quedó establecido en Angostura: “El sistema de Gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social, y mayor suma de estabilidad política”.

 

Abogó por una Economía soberana y social. Bolívar en lo económico es un liberal revolucionario. Observa el fenómeno económico desde la óptica del estadista que aspira dos cuestiones fundamentales para su nación: progreso y prosperidad material con justicia social y soberanía. En la Carta de Jamaica (Kingston, 6-9-1815), Bolívar nos deja una clara visión de la dependencia y de la división internacional del trabajo, contrapuesta a la recolonización neoliberal intentada por los imperialismos tras la caída de la URSS: “Los americanos, en el sistema español que está en vigor, y quizá con mayor fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuando más, el de simples consumidores” …

Defiende la libre iniciativa, pero anteponiendo el interés colectivo. “Yo antepongo siempre la comunidad a los individuos”, afirmó en carta al Mariscal Sucre en octubre de 1828.

El Libertador dejó muy claro en su Decreto de Quito del 24 de octubre de 1829 que, “las minas de cualquier clase corresponden a la República”. Una medida sin duda estratégica y de alto impacto en la soberanía económica de nuestras repúblicas hasta nuestros días.

Bolívar nos sorprende con políticas públicas dignas de valorarse como de un Ecologismo Precursor; la sensibilidad por el ambiente, abre paso a la conciencia por lo ecológico. Sorprende que, en un tiempo de desafueros utilitarios, un hombre que comanda la guerra anticolonial, tenga la visión de preocuparse -y ocuparse- de temas ecologistas. El Decreto de Chuquisaca del 19 de diciembre de 1825, prevé la preservación de las aguas y su mejor uso, la conservación de los bosques y la reforestación como política de Estado para revertir lesiones causadas en las nacientes de los ríos, así como aumentar la riqueza forestal para todos los destinos productivos.

Resultan deslumbrantes sus iniciativas conservacionistas en los umbrales del siglo XIX a favor del aumento de vicuñas en el Perú, por Resolución tomada en Cuzco el 5 de julio de 1825. El libertador Simón Bolívar decreta que: “El individuo que reúna rebaños de vicuñas mansas, recibirá por cada una de ellas un peso, que deberá descontarse de la contribución que le corresponde, y si fuere tan pobre, que no pagare ninguna, recibirá este premio en dinero efectivo del tesoro de su departamento”.

Por otro decreto de esta misma fecha, Simón Bolívar, desde el Cusco y para todo el Perú, decreta: “La prohibición de la matanza de las vicuñas, en cualquier número que sea. Los que quieran aprovechar la lana para comercializarla u otros cualesquiera usos o beneficios, podrán verificarlo trasquilándolas en los meses de abril, mayo, junio y julio, para que la benignidad de la estación supla este abrigo de que se las priva”.

Este aporte tan sensible del Libertador como ecologista originario, debe ser más difundido entre los pueblos de nuestra Abya Yala, principalmente en las juventudes.

 

Bolívar fue Pionero de los Derechos de los Pueblos Originarios. Es el primer gobernante que se ocupa por la situación indígena y toma medidas concretas en favor de reivindicarles derechos. En 1820 dicta, desde su Cuartel General en Cúcuta, el Decreto de Cundinamarca sobre Protección a los Naturales, Reivindicación de sus Tierras, Libertad de Trabajo y Derecho a la Educación. Allí expresa su voluntad de “corregir los abusos cometidos contra la mayor parte de los pueblos de naturales de la región que han sido los más vejados, oprimidos y degradados durante el despotismo español”.

Este Decreto preveía que se devolvieran a los indígenas, como propietarios legítimos (idea expresada desde 1815 en su Carta de Jamaica), todas las tierras que formaban los resguardos según sus títulos, cualquiera que sea el que aleguen para poseerlas los actuales tenedores. También se instituía la educación primaria y que el trabajo indígena fuese remunerado “en dinero contante y sonante”, protegido por un contrato que obligara al contratante.

En Trujillo (Perú) el 8 de abril de 1824 lanza el Decreto sobre distribución de tierras del Estado y declaración del derecho de propiedad de los indios. Esta acción es su respuesta ante una realidad deprimida del campo peruano, donde se percibe un deterioro de la productividad agrícola por las condiciones del indígena-campesino que ni es propietario de la tierra que trabaja ni percibe remuneración legal por su esfuerzo. Siente que se hallen en “un estado de abatimiento verdaderamente lamentable”, por lo que se propone “hacerles todo el bien posible…por el bien de la humanidad…y porque tienen derecho a ello”.

En Cuzco, el 4 de julio de 1825, dicta tres decretos; sobre el derecho de los indios a la propiedad de la tierra, donde corrige lo referente a la venta inconveniente, estableciendo un plazo de 25 años prohibiendo enajenarlas hasta 1850 y que jamás fuesen vendidas a quien las mantuviera ociosas (prevención contra el despojo y el latifundio). El segundo Decreto que iguala a los originarios como ciudadanos protegidos por la Constitución y las leyes, se refiere a la extinción de títulos y la mala autoridad de los caciques, que incurrieron en el juego colonial en detrimento de sus propios hermanos indígenas.

El tercer decreto de ese día glorioso en Cuzco, trata de los derechos económicos del indio, prohibiendo los malos tratos y el servicio personal forzoso, denunciando que les negaban el pago por sus servicios, que les recargaban odiosos tributos estatales y religiosos, por lo que estableció que todo trabajo indígena debe ser remunerado en dinero contante, no en especies.

Luego vino el turno a Chuquisaca, donde el 14 de diciembre de 1825 Bolívar decreta el reparto de tierras entre los naturales del país. Se reitera la visión bolivariana sobre la prioridad de la agricultura y los derechos indígenas.

Las revoluciones y procesos emancipatorios adelantados por nuestros pueblos a lo largo del siglo XX y XXI han retomado esa herencia bolivariana de incorporar los derechos de los originarios a la agenda de prioridades.

 

La ética, las virtudes ciudadanas, y el combate a la corrupción: “La destrucción de la moral pública causa bien pronto la disolución del Estado”, así lo manifestó en carta a José María del Castillo. Neiva, 6 de enero de 1829.

Desde Magdalena (Perú), el 22 de febrero de 1826, respondió tajante a las insinuaciones de Santander con empresarios que aspiraban el apoyo del gobierno para llevar a cabo un proyecto de canales en Panamá: “He visto la carta de Vd. en que me propone sea yo el protector de la compañía que se va a establecer para la comunicación de los dos mares por el Istmo. Después de haber meditado mucho cuanto Vd. me dice, me ha parecido conveniente no tomar parte en el asunto… por mi parte, estoy bien resuelto a no mezclarme en este negocio ni en ninguno otro que tenga un carácter comercial”.

Esas reflexiones no cesaron en todo su andar de guerrero creador de libertades y justicia:

-          “La Hacienda Nacional no es de quien os gobierna. Todos los depositarios de vuestros intereses deben demostraros el uso que han hecho de ellos”. Convento San Francisco, Caracas, 2 de enero de 1814

 

La paz: el puerto calmo de todos los anhelos

Porque “lo que el pueblo quiere es una libertad segura y una paz duradera”, sentenciaba El Libertador en carta a Tomás Cipriano de Mosquera.

Por eso es Bolívar, porque supo leer las realidades de su tiempo e interpretar las aspiraciones de la ciudadanía, plasmándolas en sus creaciones teóricas y prácticas. No es sólo una espada que levanta revuelo mundial. Es el proyecto emancipatorio contenido en su Doctrina que representa la fe de nuestros pueblos en su victoria sobre la opresión y la miseria.

“Aunque me cueste la vida voy a evitar la guerra civil”, declaraba a Bartolomé Salom desde Maracaibo el 17 de diciembre de 1826, cuando tornó apresurado desde Perú para calmar las divisiones en Venezuela que ya se habían caldeado peligrosamente. Y pagó con su vida exactamente cuatro años después.

Dijo en Cúcuta, el 3 de octubre de 1821, luego de navegar el Lago Maracaibo bajo el faro del Catatumbo, para imponerse del cargo de Presidente de la República: “nada más que la paz nos puede faltar para dar a Colombia todo: dicha, reposo y gloria”.

Es lo que deseaba para toda Nuestra América. La valoración suprema de la paz como el bien más necesario para la humanidad lo dejó plasmado El Libertador como su deseo más ferviente: “La paz será mi puerto, mi gloria, mi recompensa, mi esperanza, mi dicha y cuanto me es precioso en este mundo”.

Por eso Bolívar se sembró en el alma de nuestra historia, y seguirá germinando y fructificando, mientras haya pueblos soñando y luchando por una mejor humanidad.  

Yldefonso Finol

jueves, 23 de noviembre de 2023

ANALISIS DEL CONFLICTO LIMITROFE CON GUYANA A LA LUZ DE LA DOCTRINA BOLIVARIANA

 

ANALISIS DEL CONFLICTO LIMITROFE CON GUYANA A LA LUZ DE LA DOCTRINA BOLIVARIANA



Yldefonso Rafael Finol Ocando


Introito

En la controversia territorial de Venezuela con Guyana se entrecruzan un conjunto de complejos elementos histórico-jurídicos, que deben tomarse en cuenta para una concienzuda comprensión del problema:

-        Resabios colonialistas vinculados al proceso de formación del territorio de ambos países, en particular, las ilegítimas ocupaciones de hecho consumadas en el siglo XIX por el Imperio Británico en el oeste del río Esequibo, que corresponden históricamente a Venezuela; vale decir, nuestra Guayana Esequiba.

-        La aplicación de la Doctrina Monroe, donde Estados Unidos se erige en único poder representativo de América frente a Inglaterra y resto de Europa, asumiendo para sí el rol de ser la voz válida de un continente que considera su “patio trasero”.

-        Irrupción del capital monopolista, los cárteles y trust, anunciando el advenimiento del imperialismo (1870) como etapa superior del capitalismo clásico, con la tendencia definitoria de esta fase signada por el reparto del mundo entre las potencias dominantes. (Hobson, 1902; Lenin, 1905; Hilferding, 1910)

-        La conspiración de estos poderes fácticos para repartirse zonas geográficas que consideran de su interés geopolítico específico, como fueron los casos de Cuba y Puerto Rico para Estados Unidos y nuestra Guayana Esequiba para Inglaterra, entre otras por todo el planeta.

-        La imposición del fraudulento Laudo Arbitral de París como resultado de ese acuerdo existencial entre Estados Unidos e Inglaterra, en el que se le pretendió dar forma jurídica a un acto pirático.

-        El rechazo histórico de Venezuela a dicho adefesio y la defensa sostenida de nuestra territorialidad en el Esequibo, que se plasmó en el Acuerdo de Ginebra, como único instrumento reconocido soberanamente por las partes para una solución satisfactoria, pacífica y dialogada, sin injerencia de factor externo alguno.

-        En la situación actual del conflicto se debe destacar el desconocimiento del Acuerdo de Ginebra por parte de Guyana, el empeño obcecado en la validación unilateral del Laudo Arbitral, su arrogante incursión en aguas marinas no delimitadas (y hasta en otras que son exclusivamente venezolanas), todo ello a raíz de la cooptación de ciertas elites políticas guyanesas por la transnacional petrolera EXXOM MOVIL y la notoria presencia de agentes del Pentágono, la jefa del Comando Sur, incrementándose el armamentismo y militarismo estadounidense en la República Cooperativa de Guyana.

-        Desde 2015 el gobierno de Guyana se prestó como aliado de posibles escenarios belicistas contra Venezuela, en esquemas calificados como “Operación Tenaza” en conjunción con los gobiernos colombianos involucrados en la guerra multiforme aplicada por el imperialismo yanqui a Venezuela.

I

La posición bolivariana en el proceso del despojo

La Doctrina Bolivariana sobre la primacía de lo territorial en el amplio concepto emancipatorio de la soberanía popular, está contenida, entre otros tantos documentos emitidos por El Libertador, en una carta a Andrés Santa Cruz, fechada en Popayán el 26 de octubre de 1826: “Primero el suelo nativo que nada; él ha formado, con sus elementos nuestro ser; nuestra vida no es otra cosa que la esencia de nuestro pobre país. Allí se encuentran los testigos de nuestro nacimiento, los creadores de nuestra existencia y los que nos han dado alma por la educación. Los sepulcros de nuestros padres yacen allí y nos reclaman seguridad y reposo; todo nos recuerda un deber, todo nos excita sentimientos tiernos y memorias deliciosas; allí fue el teatro de nuestra inocencia, de nuestros primeros amores, de nuestras primeras sensaciones y de cuanto nos ha formado. ¿Qué títulos más sagrados al amor y a la consagración?”. [1]

Pero el pensamiento de Bolívar nunca fue sólo idea y letras; es una de sus condiciones más destacadas como jefe revolucionario y estadista: siempre su pensamiento va acompañado de la acción transformadora. En el Cuartel General de Angostura, en fecha 15 de octubre de 1817, decreta formalmente la incorporación de Guayana a la República, basado en el territorio que nos disputábamos a sangre y fuego con el Imperio Hispano, constituido desde 1777 como Capitanía General de Venezuela: “Debiendo incorporarse a la República la Provincia de Guayana tomada últimamente por la primera vez bajo la protección de nuestras armas y leyes, he tenido a bien decretar y decreto lo siguiente. Artículo 1º - La Provincia de Guayana en toda su extensión queda reunida al territorio de Venezuela, y formará desde hoy una parte integrante de la República.” [2]

El 17 de diciembre de 1819, el Congreso de Venezuela, reunido en Angostura del Orinoco, declaró formalmente creada la República de Colombia. El Artículo 6° de la Constitución de la República de Colombia de 1821, sancionada en Cúcuta, estableció que: “El territorio de Colombia es el mismo que comprendía el antiguo Virreinato de Nueva Granada y de la Capitanía General de Venezuela.”

De manera que, para el movimiento independentista liderado por Simón Bolívar y una pléyade de próceres de toda Nuestra América, no había ninguna duda sobre la soberanía territorial que asistía a la República sobre el área geográfica correspondiente a la Guayana Esequiba, desde tiempos coloniales, desde la creación de la Capitanía General y desde la fundación temprana de la Venezuela independiente en 1810.

Francisco Antonio Zea, quien ejerciera la vicepresidencia en Angostura y otras importantes misiones patrióticas, hallándose en Londres por órdenes del Libertador Presidente, dirige una nota a Lord Castlreagh, Primer Ministro de Gran Bretaña, el 20 de febrero de 1821, para precisar los límites de Colombia (la original); a tal efecto señala que su frontera oriental “termina en el Esequibo, siendo la ribera izquierda de este río la frontera con la Guayana holandesa”.

José Rafael Revenga, representante del Libertador Presidente Simón Bolívar en Londres, para negociar el reconocimiento oficial de Colombia (la original) por parte de Inglaterra, remite a los ingleses un oficio que precisaba muy nítidamente la soberanía sobre nuestro territorio Esequibo: “Séame lícito, sin embargo, llamar particularmente la atención de usted al artículo 2° del Proyecto de Tratado en punto de límites. Los ingleses poseen en el día la Guayana Holandesa, por cuya parte son nuestros vecinos. Convenga usted, tan exactamente como sea posible, sobre fijar la línea divisoria de uno y otro territorio según los últimos tratados entre España y Holanda. Los colonos de Demerara y Bérbice tienen usurpada una gran porción de tierra que según aquéllos nos pertenece, del lado del río Esequibo. Es absolutamente indispensable que dichos colonos o se pongan bajo la protección y obediencia de nuestras leyes, o que se retiren a sus antiguas posesiones. Al efecto se les dará el tiempo necesario según se establece en el proyecto”.

Este documento, citado por varios autores, alguno de los cuales atribuye su autoría al Libertador (el año 1822, el Libertador Simón Bolívar protesta de manera enérgica: “Es absolutamente indispensable que dichos colonos, o se pongan bajo la protección y obediencia de nuestras leyes, o que se retiren a sus antiguas posesiones”) [3], reviste una importancia crucial, porque además de indicar indudablemente cuál es el límite con las posesiones coloniales al este -mismo país con el que se está tratando el reconocimiento de la República-, se reclama el ingreso ilegal de colonos a nuestro territorio y se conmina a dejar esta práctica, o acogiéndose a la jurisdicción exclusiva de la República o saliendo inmediatamente de ella.

Estas negociaciones alcanzaron su propósito en agosto de 1824 y abril de 1825, cuando la Corona británica reconoció a la República de Colombia y se suscribió el Tratado de amistad, navegación y comercio. En el marco de esa nueva circunstancia diplomática, el entonces ministro Manuel José Hurtado, reiteró que el límite “se extiende por la Mar del Norte desde el río Esequibo, o confines de la provincia de Guayana, hasta el río de las Culebras que la separa de Guatemala”; límites aceptados por Gran Bretaña, como consta en el artículo 2° del Tratado de Reconocimiento: “la reconoció como Nación libre, soberana e independiente, compuesta de las provincias y territorios expresados en su Constitución y demás leyes posteriores, a saber: Margarita, Guayana, Cumaná, Barcelona, Caracas, Carabobo, Barquisimeto, Barinas, Apure, Mérida, Trujillo, Coro y Maracaibo y otros cualesquiera territorios e islas que puedan corresponderle”.

Luego se procedió a aprobar el Tratado de amistad, navegación y comercio el 1º de abril de 1825, cuyo espíritu expresado en el Artículo 1º que rezaba: “Habrá perpetua, firme y sincera amistad entre la República y pueblo de Colombia, y los dominios súbditos de Su Majestad el Rey del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda, sus herederos y sucesores” [4], fue burlado cínica e incisivamente por los británicos.

Pero el empeño de Bolívar de mantener una alianza táctica con Inglaterra durante todo el periodo de la Guerra de Independencia contra España y formación de las nuevas repúblicas, que algunos confunden con un sentimiento pro-británico, no cegó al Libertador para ver, saber y advertir los riesgos de la relación con aquél imperio: “Por ahora me parece que nos dará una grande importancia y mucha respetabilidad la alianza de la Gran Bretaña, porque bajo su sombra podremos crecer, hacernos hombres, instruirnos y fortalecernos para presentarnos entre las naciones en el grado de civilización y de poder, que son necesarios a un gran pueblo. Pero estas ventajas no disipan los temores de que esa poderosa nación sea en lo futuro soberana de los consejos y decisiones de la asamblea: que su voz sea la más penetrante, y que su voluntad y sus intereses sean el alma de la confederación, que no se atreverá a disgustarla por no buscar ni echarse encima un enemigo irresistible. Este es, en mi concepto, el mayor peligro que hay en mezclar a una nación tan fuerte con otras tan débiles.” [5]

Y ese peligro ya se cernía sobre nuestra Guayana Esequiba de manera subrepticia y traicionera.

 

II

Nuestra obligación con la Doctrina Bolivariana

En el caso venezolano en particular, he insistido en tres razones que nos obligan a profundizar en la Doctrina Bolivariana:

1) La primera es de carácter constitucional (condición necesaria y suficiente), de acuerdo al Artículo 1° de la Constitución de 1999 vigente, que textualmente establece: “La República Bolivariana de Venezuela es irrevocablemente libre e independiente y fundamenta su patrimonio moral y sus valores de libertad, igualdad, justicia y paz internacional en la doctrina de Simón Bolívar, el Libertador. Son derechos irrenunciables de la Nación la independencia, la libertad, la soberanía, la inmunidad, la integridad territorial y la autodeterminación nacional.” Esta disposición fundacional constituye un planteamiento sin precedente en el constitucionalismo latinoamericano, prueba de la transformación paradigmática que implicó desde sus inicios el proceso venezolano de la Revolución Bolivariana. El sólo salto a los tiempos históricos de la lucha de emancipación, volteando la mirada de la ciudadanía al ideario del más elevado Héroe Nacional, debían provocar una poderosa incitación a recuperar la memoria colectiva sobre nuestros orígenes como nación soberana. No quiere decir que bastara con enunciar estos principios normativos, porque los cambios culturales no se producen de manera instantánea ni mecánicamente; ellos son el resultado de complejos procesos sistemáticos de educación, debate, comunicación, praxis social, y realizaciones concretas en el plano de los derechos, con políticas públicas afinadas al ritmo de las exigencias históricas. Tampoco debemos soslayar la acción de los contrarios. La tradición política de las elites se veía amenazada por los nuevos contenidos revolucionarios que invocaban el Pensamiento Bolivariano. El sistema de dominación establecido desde 1830 se cimentaba sobre los hombros de un pueblo excluido del empoderamiento –y de su propio protagonismo- de nuestra Historia. Bolívar estaba en las plazas, era recordado en algunas efemérides, la intelectualidad al servicio de aquellos regímenes lo manoseaba y se extasiaba en su fastuosa erudición; pero los pueblos eran apartados de los centros del conocimiento historiográfico, y en general de las ciencias. Se mostraba un Bolívar cosificado, aristocrático, lejano, inalcanzable. La reversión del status quo sobrevino del agotamiento del modelo partidista-representativo que secuestraba la soberanía popular. Las insurrecciones populares de 1989 y militares de 1992 marcaron el punto de quiebre. El bolivarianismo se materializó en un proyecto político de mayorías que se propuso refundar la República sobre los cimientos de su pensamiento nacional revolucionario por excelencia.

2) La segunda razón se manifiesta en el plano de lo cultural-espiritual-simbólico y está esencialmente ligada a lo que considero una necesidad urgente: la reconstrucción del mito fundante de la venezolanidad. En las raíces históricas e ideológicas de la épica ancestral (originaria y republicana), están las mejores energías para revalorizar el sentido de pertenencia a una nación (plurinacional), la que parió al Precursor y al Libertador, y que ha sido sometida a la campaña de linchamiento más bestial e indignante que contra pueblo alguno del continente se haya realizado. Nuestra historia es nuestra mayor riqueza, y cultivarla como memoria colectiva de la ciudadanía, es dotarnos de las dos armas más poderosas de los pueblos: conciencia de pertenecer a una estirpe heroica, y amor por esa construcción almática llamada Patria.  

3) La tercera razón es de orden político-moral: si nuestra revolución se autocalifica de bolivariana, lo menos que debemos es conocer la Gesta y el Pensamiento del Libertador Simón Bolívar, para que, sobre esa base doctrinaria, formemos el modelo de sociedad, de Estado y de servidores públicos que requiere el país.    

Consideramos al bolivarianismo como el ideario para la emancipación antiimperialista de nuestros pueblos, que busca el establecimiento de sociedades democráticas populares, para la consolidación de la paz como condición ideal de las realizaciones creativas y productivas de la comunidad internacional; la construcción de un mundo en equilibrio, con relaciones internacionales e intercambios económicos basados en la cooperación y no en el ánimo de dominación; todo ello considerando la protección de la naturaleza como única garante de la vida y el acceso igualitario a la educación como vía democratizadora del conocimiento y –por ende- de la sociedad. 

El pensamiento de Simón Bolívar abarca con coherencia aspectos ético-filosóficos, socio-políticos, socioeconómicos, militares y geopolíticos, que, como construcciones teóricas, trascendieron a su tiempo, con un alto impacto en la transformación radical de las condiciones coloniales del continente y del mapa geopolítico mundial que vio desmoronarse aquel poderoso Imperio Hispano que sojuzgó por más de tres siglos a los pueblos de Abya Yala.

Las ideas del Libertador Bolívar fueron premonitorias respecto de lo nuevo que debía nacer sobre las cenizas de un orden establecido que se suponía eterno por designios divinos; y que aún en la actualidad, sus proposiciones programáticas son válidas para las más anheladas causas por realizarse.

Los tres contenidos esenciales de la Doctrina Bolivariana -transversales a toda su obra teórica y su gesta- tienen una vigencia sorprendente, y los encontramos en las bases políticas de todos los movimientos patrióticos de Latinoamérica y el Caribe desde el mismo siglo XIX hasta nuestros días; esas razones expuestas por Bolívar en el primer número del Correo del Orinoco: “se pelea contra el monopolio y el despotismo, por la libertad del comercio universal y los derechos del mundo”.

Esa “pelea” la seguimos dando los pueblos contra la obsesión imperialista por monopolizar el “comercio universal”, para lo cual ejerce toda clase de medidas coercitivas, llámense guerras económicas, cercos diplomáticos, “sanciones” y bloqueos, que burlan las más consensuadas normas del Derecho Internacional, esos “derechos del mundo”, que Bolívar visualizaba a finales de la segunda década del siglo XIX.

Hoy observamos un llamado de la historia a relanzar el bolivarianismo como herencia sintetizadora del pensamiento emancipador por excelencia de Nuestra América, frente a las pretensiones imperialistas de desempolvar las doctrinas de la opresión que le sirvieron de bitácora geoestratégica en el predominio que Estados Unidos impuso “a sangre y fuego” en la región. 

La Doctrina Bolivariana no es un asunto del pasado ni debe confundirse con una antología de “frases célebres” para recordar mecánicamente en las efemérides. No es una lectura aburrida, no es una filosofía enmarañada, no es un recetario ni una fórmula mágica. El bolivarianismo (o bolivarismo como preferían llamarlo Vasconcelos y Liévano Aguirre) es ante todo una lección de vida para emular lo más altruista del hombre y la mujer que quieren vivir sin las cadenas ideológicas del individualismo a que nos conmina el globalismo neoliberal, como “pensamiento único" en el “fin de la historia”; es un mensaje retador y estimulante, un aliciente para darle sentido a una vida de servicio por el bien común.

Porque debemos recordar que el modelo social propuesto en la Doctrina Bolivariana, se resume a su vez en tres paradigmas fundamentales:

-        El anticolonialismo como causa principal de los revolucionarios de comienzos del siglo XIX, que se concatena con el antiimperialismo de finales de esa centuria y los siguientes siglos XX y XXI.

-        La igualdad social (“establecida y practicada”) como propósito irrenunciable del ser humano en sus luchas por una mejor humanidad, recogido en la contemporaneidad por el proyecto socialista.

-        El buen gobierno, ese que debe conjugar sabiamente el bien común con el buen vivir, para alcanzar la mayor suma de felicidad, estabilidad y seguridad social para los pueblos.

Con estos principios es que hemos enfrentado las doctrinas imperialistas que han enarbolado los distintos gobiernos de los Estados Unidos para “plagar la América de miserias en nombre de la Libertad”.

En resumen, podemos afirmar que la Doctrina Bolivariana contiene:

-        La raíz anticolonialista y antiimperialista latinoamericana

-        Un método de análisis situacional para la transformación sociopolítica

-        La valoración suprema de la educación popular como vía democratizadora de la sociedad

-        El abolicionismo de la esclavitud como cuestión previa de la emancipación anticolonial

-        El carácter pionero de los derechos indígenas

-        La nueva ética ciudadana como base del sistema de valores republicanos

-        El ecologismo raigal recogido en el contacto con las culturas originarias andinas

-        La unidad latinoamericana como núcleo del Equilibrio del Universo

-        El desarrollo de economías soberanas

 

II

La lucha actual por nuestra Guayana Esequiba

La convocatoria a Referéndum Consultivo por el Esequibo significa la reafirmación de soberanía nacional-popular contra neocolonialismo transnacional. Venezuela activa, por vías institucionales legítimas, un instrumento democrático participativo, y la transnacional que recolonizó a Guyana (EXXOM MOVIL-Pentágono) reaccionó pagando bufetes para que la Corte Internacional de Justicia le impida a nuestro pueblo el ejercicio de su soberano derecho a pronunciarse sobre una materia de altísimo interés nacional.

¿Qué tipo de jurisprudencia crearía la CIJ entrometiéndose en la democracia venezolana para limitarla, coartarla, truncarla? Ya sabemos que la presidenta de la CIJ es una agente del Departamento de Estado gringo. Venezuela no reconoce esa instancia para tratar el asunto de fondo que es la controversia con la vecina República Cooperativa de Guyana (por culpa del Imperio Británico) sobre nuestra Guayana Esequiba; mucho menos para meterse en una decisión legítima del Poder Legislativo de convocar al referéndum constitucional.

Aplicando la Doctrina Monroe los yanquis urdieron -con sus congéneres del Albión- el fraudulento Laudo Arbitral de París: allí no podían participar los venezolanos; es lo mismo que pretenden recrear con el exabrupto de un recurso en la CIJ: la nulidad los carcome a la luz del Derecho Internacional.

Venezuela es hoy una inmensa escuela de aulas abiertas a la Historia y la Filosofía Política. El Presidente Nicolás Maduro ha ejercido un magisterio nacional ante toda nuestra ciudadanía. En las calles se conversa de un concepto de doble significado, fundamental en la existencia del Estado: a) Soberanía nacional sobre nuestro territorio constituido en un proceso histórico de luchas ancestrales y republicanas. B) Soberanía para autodeterminarnos. C) Soberanía popular para expresarnos y decidir nuestro destino.

Hoy Venezuela es una sola conciencia de su valor como núcleo duro de los Derechos por una Humanidad liberada de coloniajes y presta a coexistir solidaria, pacífica, fraterna con todas las naciones; pero, eso sí, nunca sometida.

 

III

Apunte final

Por cortesía del profesor Víctor Reyes accedimos a este interesante aporte de Carlos Marx titulado El pago por la Guayana que constituye -de seguro- parte de esos intríngulis que la historia oficial no ha registrado, y que sólo la mirada crítica desde el campo revolucionario es capaz de develar: “Entre Inglaterra, Holanda y Rusia existió antaño un curioso convenio, el llamado préstamo ruso-holandés. Durante la guerra antijacobina el zar Alejandro obtuvo un empréstito de los señores Hope & Co. en Amsterdam. Tras la caída de Bonaparte, el rey de Holanda, “deseoso de retribuir adecuadamente a las potencias aliadas por haber liberado su territorio” y asimismo por la anexión de Bélgica -a la cual no tenía derecho alguno- se comprometió a formalizar un acuerdo con Rusia, por el cual convenía en pagar a plazos los 25 millones de florines adeudados por aquélla a los señores Hope & Co.; las otras potencias habían renunciado en favor de Rusia -entonces en grandes dificultades financieras- a sus reclamaciones. Para cohonestar su robo de las colonias holandesas en el Cabo de Buena Esperanza, así como de Demerara, Esequibo y Berbice, Inglaterra se adhirió a este acuerdo y se comprometió a pagar cierta proporción de los subsidios que correspondían a Rusia.” [6]

Con razón el agente ruso en la trama que generó el Laudo Arbitral de París, profesor F. de Martens, “distinguido autor de Derecho Internacional”, jugó un oprobioso papel similar a un proxeneta, durante los lleva y trae de la espuria negociación.

Ahora lo sabemos por el póstumo Memorándum del jurista Severo Mallet-Prevost, quien nos legó para la historia (y la justicia), verdades que el mundo debe conocer y que nuestra lucha por la Guayana Esequiba logrará hacer valer, referidas a la fraudulenta decisión plasmada en el Laudo Arbitral: “fue injusta para Venezuela y la despojó de un territorio muy extenso e importante, sobre el cual la Gran Bretaña no tenía en mi opinión, la menor sombra de derecho”.

 

Yldefonso Finol

 



[1] José Díaz Bermúdez: El pensamiento vivo de los libertadores de esta América.pdf, mayo 2011, p 12

[3] Ministerio del Poder Popular para Relaciones Exteriores: Guayana Esequiba: Historia de un Despojo, Caracas 2015/ Al momento de realizar este artículo no se encontró dicho texto ni en el archivodellibertador.gob.ve ni en otra fuente original. Lo he utilizado en razón de las muy frecuentes referencias que se hace del mismo en múltiples publicaciones, incluida ésta del MPPRE de carácter oficial. 

[5] Carta fechada en Magdalena (Perú), 11 de febrero de 1826 a José Rafael Revenga a propósito de la convocatoria del Congreso Anfictiónico de Panamá. DOCUMENTO 1033 archivodellibertador.gob.ve

[6] Del tercer artículo de la serie Lord Palmerston, publicado el 5 de noviembre de 1853 en The People's Paper. Traducción del original inglés según Revelations, etc., and The Story of the Life of Lord Palmerston, ed. cit., p. 190-191/Karl Marx y Federico Engels: Materiales para la historia de América Latina. Cuadernos Pasado y Presente 30, Córdoba, Argentina, 1972.