domingo, 28 de agosto de 2022

LUÍS URDANETA: HÉROE ZULIANO DESAPARECIDO POR LA "HISTORIA OFICIAL"

 

Luís Urdaneta: héroe zuliano desaparecido por la “historia oficial”

I

Poco se saben las razones del porqué Udón Pérez dice en su letra del Himno del Zulia:

En la defensa olímpica

de los nativos fueros

tus hijos sus aceros

llevaron al confín;

ciñendo lauros múltiples

los viste, con arrobo

del Lago a Carabobo,

del Ávila a Junín;

y en Tarqui y Ayacucho

vibraron su clarín.

 

Y cada vez se conocen menos porque esa estrofa ya ni se canta en los colegios.

La enseñanza de la historia llegó a ser borrada de los pensum de estudio. Muchos intereses juegan a invisibilizar la épica de nuestros pueblos. También mucha modorra burocrática, anemia de patriotismo, mediocridad empoderada.

El colonialismo campante en lo cultural-ideológico, el centralismo burgués por dos siglos acaparador de la historiografía oficial, la falta de voluntad política para subvertir la anquilosada superestructura heredada de aquellas imposiciones opresoras.

Todo ello nos trajo a este punto donde aún es tímida o escurridiza la posibilidad de revolucionar el ideario predominante.

Algunas personas pro-colonialistas de alma, víctimas inocentes (otras  no tanto) de los mitos alienantes y la ausencia de una educación liberadora, defienden y ensalzan la iconografía de los invasores, sus nomenclaturas y monumentos invocando absurdos localismos o idiosincrasias tradicionalistas, pero ni un hálito de sus energías mal encauzadas lo dedican a reivindicar el heroísmo de patriotas nativos que hicieron historia por los anchos caminos del continente.

Es la paradoja terrible que nos toca enfrentar cada día. Hasta qué punto las marcas del régimen colonial determinaron el surgimiento de economías (y culturas) dependientes, al punto que siguen inviabilizando la consecución de los niveles de productividad y justicia social que hicieran posible el bienestar colectivo de nuestros pueblos y la estabilidad política de nuestras repúblicas.

El Libertador exclamó que sólo la Independencia (política) habíamos logrado sacrificando todos los demás bienes. Y, mortificado por los escenarios avistados, siendo severamente autocrítico: “hemos arado en el mar”.

II

Luís Urdaneta es uno de esos héroes olvidados por quienes fijan la agenda. Las pocas fuentes que lo mencionan generalmente confunden datos básicos de su biografía. No las culpo, es parte de la desinformación reinante. Dicen que nació en Maracaibo en 1796; pero se referirán a la provincia, porque la localidad natal correcta se denomina Los Puertos de Altagracia, capital del actual municipio Miranda, ubicado en la costa nororiental del lago maracaibero.

Este Urdaneta, primo doblemente del General en Jefe Rafael Urdaneta Farías, fue uno de los promotores de la causa independentista en Perú, en el seno del famoso Batallón Numancia, en el cual servía como oficial de carrera militar, comenzada muy temprano, cuando fue reclutado para las milicias de blancos un 27 de agosto de 1810.

En esa movida andaba con el hermano de Manuela Sáenz, José, cuando fue descubierto y expulsado del batallón y del Perú, junto a dos venezolanos más: su paisano León Febres Cordero y Miguel Latamendi.  Luego ese batallón realista Numancia, se pasó al bando patriota cuando San Martín llegó a Lima, tal como lo promovieron secretamente Manuela y su hermano José María Sáenz con los venezolanos deportados.

Deportados pero no derrotados. En Guayaquil Luís Urdaneta hace contacto con el movimiento revolucionario local a través de los tocayos José de Antepara y José de Villamil, quienes le reconocen su formación castrense y lo ponen al frente de la operación cívico-militar que emanciparía a la ciudad del río Guayas del dominio español.

Una vez proclamada la independencia el 9 de octubre de 1820, se crearon las condiciones para comenzar las acciones libertarias desde ese afinque estratégico por su acceso naval desde el océano Pacífico, hasta el cual se dirigieron las fuerzas enviadas por Simón Bolívar con Sucre a la cabeza.

El Capitán Luís Urdaneta fue ascendido por la Junta de Guerra a Teniente Coronel y jefe de las operaciones que se emprenderían sin dilación, algunas de las cuales resultaron exitosas, aunque las fuerzas guayaquileñas no bastaban para contener la reacción realista.

La llegada, primero del General José Mires, y luego del General Antonio José de Sucre con refuerzos bolivarianos, cambió radicalmente la correlación de fuerzas, y Luís Urdaneta pudo alcanzar la gloria como segundo jefe de la División Piura que comandaba Andrés de Santa Cruz en el triunfo del 24 de mayo de 1822 en la Batalla de Pichincha.

Muchos servicios hizo a la Independencia la audaz acción de los patriotas en Guayaquil. Allí llegó Bolívar a verse con San Martín. El disciplinado Comandante Luís Urdaneta estuvo siempre cerca para ofrecer sus aportes en un terreno que ya había asumido como Patria.

En septiembre de 1823 El Libertador Simón Bolívar pasó al Perú, donde Luís Urdaneta desempeñó varias misiones previas a las históricas victorias de Junín y Ayacucho. El 10 de octubre de 1825 el Consejo de Gobierno del Perú le confirió la Medalla con el Busto del Libertador. Por méritos acumulados llegó al grado de General de Brigada, que ostentaba cuando viajó a Bogotá en 1827.

En 1828, al producirse la invasión de la oligarquía peruana contra Guayaquil, territorio soberano de aquella Colombia original que Luís Urdaneta contribuyó de manera determinante a liberar, acudió presuroso bajo la jefatura del Mariscal Sucre, a dar viril respuesta a la pretensión expansionista de los traidores aristócratas peruanos azuzados por los agentes yanquis, y el 27 de febrero de 1829 estuvo allí entre los vencedores de Tarqui.

El General de Brigada Luís Urdaneta, hombre de acción y de palabra, de convicciones firmes, luchó hasta su último aliento por sostener el Proyecto Bolivariano de unidad y emancipación social. En los acontecimientos fatídicos de 1830, hizo todos los esfuerzos por mantener la unión colombiana enfrentando el divisionismo de Juan José Flores en Ecuador, y de los santanderistas en la Nueva Granada; siempre en favor del retorno al poder de Simón Bolívar, apoyó al gobierno transitorio del General en Jefe Rafael Urdaneta, combatiendo a quienes después tiranizaron a esos pueblos. Sólo al enterarse de la muerte del Libertador, depuso las armas, de lo cual se arrepentiría al ver los desmanes del santanderismo y los caudillos arribistas.

Habiendo sido expulsado a Panamá, se puso a la orden de los patriotas del Istmo para enfrentar a los opresores venidos desde Cartagena a imponer el nuevo régimen antibolivariano. Defendieron la plaza y creyendo en las ofertas de paz prometidas por los atacantes, cayeron en la trampa. Ya estaba sentenciado que si era venezolano y encima bolivariano, sería pasado por las armas sin mediar juicio.

Así murió fusilado el héroe maracaibero nativo de Los Puertos de Altagracia, un 27 de agosto de 1831, en Panamá.

Se llamaba Luís Urdaneta, hizo historia, pero se le niega estar en ella.

¿Ya comprenden un poco más la letra del poema Sobre palmas y Lauros de Oro del bardo zuliano Udón Pérez?

 

Yldefonso Finol

sábado, 20 de agosto de 2022

LA PAZ DE COLOMBIA: RACIONALIDAD Y SENSIBILIDAD EN CLAVE BOLIVARIANA

 


La paz de Colombia: racionalidad y sensibilidad en clave bolivariana

I

Como hombre de frontera, que desde niño conoció la existencia de una realidad tan cercana pero a la vez tan específica como la colombiana, y que en mi vida adulta como profesional y servidor público, me ha tocado estudiarla a fondo desde la historia común hasta las particularidades diferenciadas, marcadas por la violencia sistémica, las desigualdades terribles, más el morbo de la economía criminal del narcotráfico, no puedo menos que alegrarme por el cambio de situación que se respira desde la ascensión del nuevo gobierno con el economista Gustavo Petro como Presidente y la abogada Francia Márquez en la vicepresidencia de Colombia.

Nadie que ame a Colombia puede evitar sentirse alegre con el cambio que en forma acelerada comenzó en el mismo acto de toma de posesión cuando esa espada legendaria fue invocada como símbolo de futuro, de gloria, de bonanzas populares, de poder dignificante.

Confieso que el domingo 7 de agosto muchas emociones se agolparon en mi corazón bolivariano, recordando tanto camino recorrido, asumiendo riesgos y aportando con entrega por el bien del pueblo humilde de Colombia.

No puede confundirse con injerencia que un venezolano de fronteras, que ha militado en la solidaridad permanente, llegando a ser perseguido por los factores paramilitares que azotaron al país hermano, se exprese amorosamente por el destino esperanzador que se siente venir en las mayorías bienintencionadas que se han agrupado en torno al dúo Petro-Francia.   

Desde los años 90’ del siglo pasado, siendo legislador del estado Zulia, trabajé por la unidad de los pueblos fronterizos, en esfuerzos de enfoque social por las reivindicaciones, tanto tiempo postergadas. Luego la vida me dio la oportunidad de servirle a las víctimas del conflicto interno colombiano como presidente de la Comisión Nacional para los Refugiados, donde, bajo la consigna “una mano amiga, un corazón solidario”, guiados por el inolvidable Comandante Presidente Hugo Chávez y el entonces Canciller camarada Nicolás Maduro, pudimos dar el estatus de refugiados a más de diez mil personas necesitadas de protección internacional.

Muchas vivencias conmovedoras guardo en mi alma de esos años compartiendo con los más pobres de Colombia, los que llegaban por trochas, por ríos, con dolorosas pérdidas en sus querencias.

Hay que reconocer sin mezquindades que la Revolución Bolivariana con Chávez en primer lugar, y ahora con Nicolás, ha sido la más generosa amiga de la paz de Colombia.

Como garante por nuestro país en la mesa de diálogos del Gobierno de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), durante los años 2017-2018, fui testigo de excepción de los esfuerzos casi siempre silenciosos que Venezuela ha hecho por esa paz que todas las gentes decentes anhelamos.

Por eso celebramos la celeridad con que se viene reconstruyendo esa posibilidad de negociación con voluntad política a favor de la vida.

II

Hablo desde la poesía. La paz es un horizonte de azules que me llama a vivir para el amor. Doy prioridad a la vida. La vida es un regalo de tiempo indeterminado. Ilusión finita. De alcance impreciso. De giros azarosos. Cómo vivirla es la pregunta que agota su existencia en letanía de dogmas y miedos. Cada vida es una hoja que caerá al secarse o aun verde si un viento inesperado la desprende del árbol. Y el árbol también caerá algún día sobre la tierra. O será nave surcando aguas hasta fundirse en la luz del horizonte. La Vida es ese viaje que se mueve en la hoja en el árbol en las aguas y en la línea inalcanzable de la imaginación. Somos el leve éter que emana de la fábula. La efímera sorpresa de cada día naciendo.

La paz es el río que nos dará agua para vivir, y senda para fluir hacia lo posible, que es cada pedazo de utopía que logramos arrancar a las dentelladas de la muerte.

III

Podemos hablar con la palabra de Bolívar. “La confianza ha de darnos la paz. No basta la buena fe, es preciso mostrarla…”, dejó dicho en carta al jefe enemigo Miguel de la Torre, un 25 de enero de 1821, cinco meses antes de la Batalla de Carabobo que casi extinguió al ejército español en Venezuela.

¿Acaso no ha quedado diáfanamente expresada la confianza y buena fe del nuevo gobierno colombiano en la visita reparadora que ha realizado a Cuba el Excelentísimo Canciller Leyva Durán? Gestos de este talante despiertan admiración en una diplomacia que los pueblos de Abya Yala reclamaban.

Porque “lo que el pueblo quiere es una libertad segura y una paz duradera”, sentenciaba El Libertador en carta a Tomás Cipriano de Mosquera, como si lo hubiese dicho para el día de hoy.

Por eso es Bolívar, porque supo leer las realidades de su tiempo transformándolas e interpretar las aspiraciones de la ciudadanía plasmándolas en sus creaciones teóricas y prácticas. No es sólo una espada que levanta revuelo mundial. Es el proyecto emancipatorio contenido en su Doctrina que está más vigente que nunca y representa la fe de nuestros pueblos en su victoria sobre la opresión y la miseria.

“Aunque me cueste la vida voy a evitar la guerra civil”, declaraba a Bartolomé Salom desde Maracaibo el 17 de diciembre de 1826, cuando tornó apresurado desde Perú para calmar las divisiones en Venezuela que ya se habían caldeado peligrosamente. Y pagó con su vida exactamente cuatro años después.

Bolívar nos une inexorablemente más que las arenas guajiras, las montañas perijaneras, las dinámicas comerciales, los potenciales negocios binacionales, los ríos comunes, y las selvas amazónicas.

Si no me creen, miren no más esta pieza preciosa, la más sublime, la más profética, la más bolivariana, expresada al Congreso de la República reunido en Cúcuta, el 3 de octubre de 1821, luego de navegar el Lago Maracaibo bajo el faro del Catatumbo: “nada más que la paz nos puede faltar para dar a Colombia todo: dicha, reposo y gloria”

Santa palabra.

 

Yldefonso Finol

Economista e historiador bolivariano

domingo, 14 de agosto de 2022

LA ESPADA BOLIVARIANA

 

La Espada Bolivariana (Yldefonso Finol)

 

Por América Latina

Bella Patria soberana

Se ve que avanza y germina

La espada bolivariana.

 

Anda un corcel victorioso

Esparciendo venturanza

El duende de la esperanza

Trota en sendero glorioso

Porque un Pueblo generoso

Cuya firmeza genuina

Es la sabia pura y fina

Que inspira revoluciones

En todos los corazones

Por América Latina.

 

Emerge del ser andino

Del Caribe poderoso

El Aragüaney copioso

Con coraje de Sandino

El Che señala el camino

Para alcanzar el mañana

De la redención temprana

Que Zapata proclamó

Por la que Allende murió

Bella Patria soberana.

 

Yo veo crecer el sueño

Que nuestros héroes soñaron

Y sobre piedra tallaron

Con un ejemplar empeño

Pa’ que no tuviera dueño

Nuestra América Latina

Donde el futuro camina

En huerto de rebeldía

Y la siembra de alegría

Se ve que avanza y germina.

 

Y esa alegría contagiosa

Del latinoamericano

Con ritmo de son cubano

De cueca y de samba hermosa

De nuestra gaita sabrosa

De la cumbia colombiana

La orquídea venezolana

Que está forjando la gloria

Vuelve a despertar la historia

La espada bolivariana.

 

 

sábado, 6 de agosto de 2022

COLOMBIA

 

Colombia

     El país más lejano de todos

El que queda después de este mundo

El que siembra sus gentes de olvido

El que sueña lo poco, el insomne

El país de la helada sonrisa

De las fosas de toda la historia

De las hachas en las pesadillas

El país del hermano perdido

Del encuentro perenne imposible

Es la tumba del Padre insepulto

Es la casa que espera los hijos

Que suelta los genios al volar los globos

Que nunca se haya al regreso asido

El país de las noches brechas

entre el mar y el viento cauto y lar cautivo

y las horas largas de esperar la vida

y el azar andante cual brioso cuchillo

El país más cercano al mío.

Conjugado en nuestro.

El más parecido a un espejo roto.

La mitad de su alma viene por el río

Por allí el veneno es como el sigilo

Y las hermosuras manjar de un martirio

¿No habrá punto de vuelta del último abismo?

¿No se irá la noche de una vez al cosmos,

para abrir el día del cálido alivio?

¿No será posible Zué,

que el hombre jaguar calme sus colmillos?

El país en filo.

La sed fraticida.

El país en vilo.

(La Patria de rodillas con un tiro desgraciado en la esperanza)

Y esa lluvia de noticias hecha un obituario.

Y esa distancia ajena con muertes y miedos.

Y esta terca caricia que te busca a tientas

Entre las sombras, siempre viva.

 

                                                                  Yldefonso Finol, 2001

jueves, 4 de agosto de 2022

BOLIVAR EN GUAYAQUIL EL 5 DE AGOSTO DE 1829

 

Bolívar en Guayaquil el 5 de agosto de 1829

Guayaquil ya conocía al Libertador desde 1822. Lo recibieron con alborozo. Lo vieron de cerca, bailando, tomando sopas, echado en hamaca, abrazado con San Martín, escribiendo cartas, conversando con los patrióticos vecinos, tal como era el hombre de la libertad.  

Este agosto de 1829 que Bolívar volvió a Guayaquil, fue particularmente húmedo y caluroso como un gran baño sauna al aire libre. El miércoles 5 era sin duda un día bochornoso.

El Presidente de la Colombia que se desgajaba, estaba allí cuidando las fronteras y –fundamentalmente- la paz de la República, que se habían visto amenazadas por la impertinencia de una oligarquía peruana que no habiendo sido capaz de independizar su país por mano propia, tuvo en cambio el atrevimiento de invadir sitios vecinos de la Colombia original y la naciente Bolivia.

Bolívar, que junto a Sucre libertó al Perú, una vez que San Martín, tras el abrazo guayaquileño de finales de julio de 1822, le dejó esa tarea bastante inconclusa y problematizada (por la cobardía y traición de esa misma oligarquía peruana), debió partir en 1826 urgido por la conspiración que otros oligarcas inservibles fraguaban en Bogotá y Valencia.

Hay que leer las comunicaciones que los cabildos y ciudadanos emitieron suplicando al Libertador no abandonarlos a la suerte de volver a caer en manos de la exquisita aristocracia limeña, explotadora y racista como colonialista que siempre fue en ese territorio usurpado a los ancestros originarios.

Pero sucesos muy graves obligaban a Bolívar a venir a Venezuela para apaciguar la inminente ruptura que podía incluso convertirse en guerra civil.

Tan grave era la situación, que al llegar a Maracaibo lanzó una Proclama profusa en los más sublimes sentimientos: “¡Venezolanos! Escuchad la voz de vuestro hermano y compañero, antes de consumar el último sacrificio de una sangre escapada de los tiranos, que el cielo reservaba para conservar la república de los héroes… Os empeño mi palabra. Ofrezco solemnemente llamar al pueblo para que delibere con calma sobre su bienestar y su propia soberanía. Muy pronto, este año mismo, seréis consultados para que digáis cuándo, dónde y en qué términos queréis celebrar la Gran Convención Nacional. Allí el pueblo ejercerá libremente su omnipotencia, allí decretará sus leyes fundamentales. Tan sólo él conoce su bien y es dueño de su suerte; pero no un poderoso, ni un partido, ni una fracción…Yo marcho hacia vosotros a ponerme entre vuestros tiros y vuestros pechos. Quiero morir primero que veros en la ignominia, que es todavía peor que la misma tiranía; y contra ésta ¿qué no hemos sacrificado? ¡¡¡Desgraciados de los que desoigan mis palabras y falten a su deber!!! (Cuartel General Libertador en Maracaibo, a 16 de diciembre de 1826)”

Al día siguiente, escribió al General Salom: “Aunque me cueste la vida voy a impedir la guerra civil”.

Mientras, en el sur, apenas puso un pie fuera de su amado Perú, los que en su presencia temblaban de admiración, temor y envidia, se tornaron en belicosos expansionistas. Digamos de una vez que la pócima para la mutación la aderezó un hechicero anglosajón: el agente gringo Willian Tudor.

¿Alguien que haya estudiado la gesta bolivariana duda hoy que las complicaciones desatadas desde 1826, casi en forma simultánea, en Bogotá con provocaciones e intrigas, en Venezuela con ánimos separatistas, en Perú con renovadas ínfulas virreinales, con alzamientos de realistas infiltrados como Obando, con Santander detrás de todas las traiciones, pudieron ser posibles por generación espontánea?

Está claro que una mano poderosa, o mejor decir una red de tentáculos bien extendidos, estuvieron coordinando desde la propia presidencia de los Estados Unidos vía Secretaría de Estado, para frustrar el proyecto emancipatorio de Nuestra América encarnado en Simón Bolívar y su proyecto de unidad del movimiento patriótico continental.  

II

Cuando ya Bolívar estaba en Caracas sorteando la situación sobrevenida por la jugada santanderista de perseguir (provocar) a Páez, y la reacción de éste contrariando las formalidades de ley, coyuntura aprovechada por la oligarquía criolla del centro de Venezuela para azuzar el secesionismo, surgió a comienzos de 1827 la repentina insubordinación de tropas neogranadinas destacadas en el Perú, donde se asoma un teniente coronel Bustamante, “oficial muy obscuro”, que cuenta con la venia del traidor mayor. La “bandera” de esta revuelta es el antibolivarianismo.

Se crean así las condiciones para la invasión peruana al sur de la Colombia original con la complicidad de Santander, José María Obando, José Hilario López, es decir, el partido antibolivariano. ¿Quién los dirigía? Los agentes de la Doctrina Monroe, herederos del destino Manifiesto. Ya habían saboteado el Congreso de Panamá, ahora se enfilaban a la balcanización de la América mestiza.

El 19 de junio de 1827 escribe Bolívar a Urdaneta desde Caracas: “Las últimas noticias que me han llegado del Sur de la república me han obligado a variar de plan y de posición. Ya Usted sabrá como las tropas rebeldes de Lima han invadido a Guayaquil y amenazan desde allí y desafían a Colombia entera. ¿Puede saberse esto sin sentir la más viva indignación? Usted me ha visto indiferente a todas las intrigas de Bogotá, aguantar tranquilo el resultado del Congreso sin tomar parte en nada, pero cuando el ultraje ha ido hasta invadir la república y emplear las armas para imponer a los pueblos y oprimir la voluntad nacional, no es posible resistir a los impulsos del patriotismo y del deber”.   

Pasados dos años, el 22 de julio de 1829, El Libertador le cuenta a su amigo y fiel camarada Rafael Urdaneta: “Por fin estamos en la plaza de Guayaquil que ha estado sujeta a los peruanos por más de cinco meses y el pueblo manifiesta el mayor contento como es natural”. El 5 de julio le había dicho desde Buijó (“frente a Guayaquil”): “Nosotros haremos la paz con el Perú y sin falta alguna nos entregarán la plaza antes de quince días”…”La venida de los peruanos ha convertido la mayoría de nuestros enemigos, pues han cometido crímenes atroces”.

El Mariscal de Ayacucho, el invencible Antonio José de Sucre, se había encargado de los envalentonados títeres del agente yanqui William Tudor, en la Batalla del Portete de Tarqui el 27 de febrero de aquel 1829 que presagiaba desenlaces funestos para la Patria Grande.

III

Desde hace mucho tiempo soy convencido que esos dos viajes forzosos del Libertador, primero del Perú a Venezuela, y luego de regreso hasta Guayaquil para atender –como Jefe de Estado y líder indiscutible del proyecto independentista- delicadas misiones de guerra, paz y soberanía, afectaron irreversiblemente la salud del Padre de la Libertad Indoamericana y –por ende- de la buena marcha de las repúblicas en gestación tras derrotar al Imperio Español.

Aunado a ese extremo esfuerzo físico, estaba el maremágnum de intrigas desparramadas por medio mundo que tanto molestaron la tranquilidad espiritual de Bolívar. Sí, literalmente, por medio mundo se propalaron todas las calumnias en su contra, las mismas que aún repite con furia la transnacional antibolivariana.

El miércoles 5 de agosto de 1829 en Guayaquil fue un día triste para Bolívar. Tener que hablar de la ingobernabilidad de su Colombia y demás patrias paridas con dolor sangriento, heroísmo infinito, sueños altruistas, mellaba su alma de guerrero constructor de la utopía humanista. “Hemos ensayado todos los principios y todos los sistemas y, sin embargo, ninguno ha cuajado, como dicen”, comentaba autocrítico y quejumbroso en la precitada carta del 5 de julio a Urdaneta.

Y de ese mismo tema, amargo e inexorable, conversaba El Libertador con el Coronel Patricio Campbell en aquella carta del caluroso 5 de agosto en Guayaquil, cuando nos legó la más exacta predicción antiimperialista de la que los gringos no se pueden evadir por los dos siglos de constataciones irrebatibles en la historia contemporánea y que se reafirma en cada zarpazo contra nuestros pueblos: “…y qué no harán los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad”.

Es que a Bolívar, ni la tristeza ni la rabia, podían sacarlo de su estado natural de ser genio. Duélale a quién le duela.

 

Yldefonso Finol

Bolivariano y punto.