lunes, 29 de marzo de 2021

A 205 AÑOS DE LA EXPEDICIÓN DE LOS CAYOS

 

Haití y la Expedición de los Cayos: donde recomenzó la Independencia de Suramérica

Epígrafe

“En los años dolorosos en que nuestra patria andaba al acaso sobre los azares del mar, compendiada en los penates que Bolívar había jurado guardar, Petion representó el mejor apoyo que tuvo nuestro destino republicano…con la ayuda eficaz del ilustre Presidente haitiano, pudo armar el Libertador las expediciones que lo llevaron, contra el propio egoísmo de los jefes nativos, a consagrarse definitivamente a la obra de redimir, no sólo ya a la Patria sojuzgada sino a la América entera que buscaba su inquebrantable destino democrático…No traía armas y municiones solamente la expedición que zarpó de Los Cayos el 31 de marzo de 1816. En ella comandaba un pensamiento poderoso. Una idea ecuménica de igualdad inspiraba la mente del Héroe.” Mario Briceño Iragorry

 

Introito

El Presidente haitiano Alejandro Petion es “el autor de nuestra libertad”.

Lo dijo Simón Bolívar, que pasó tres meses en Haití organizando la incursión sobre Venezuela. Siempre con la protección y atenciones de Petión; y siempre en la mira de sus detractores que no le daban tregua ni siquiera en esas condiciones de precariedad, donde todas sus posibilidades dependían del prestigio del Libertador, cuyo sólo nombre era aval suficiente de credibilidad.

El 7 de febrero se dio la reunión de los oficiales republicanos en el lugar de La Sabane. En Haití se habían concentrado seiscientas o más personas venidas de Venezuela y Cartagena. No todos los hombres se enrolaron en la expedición, por enfermedad o por tratarse de refugiados con sus familias. En la reunión Bolívar expuso la tesis de lanzarse primero por  Venezuela donde el ejército realista estaba dispersado en un extenso territorio. El Coronel Juan Bautista Bideau, mulato francés de Santa Lucía, buen conocedor del oriente venezolano por su incorporación temprana a nuestra causa desde 1811, fue uno de los que argumentó a favor de la incursión con la mira puesta en Guayana. Este plan lo apoyaron Brion, Anzoátegui, Zea y la mayoría allí presente. Se le opusieron Bermúdez y los franceses Aury, Ducaylá y Coyot. Este Aury representó un escollo problemático, toda vez que traía un mando marino otorgado por Cartagena bajo la gobernación del propio Bermúdez.

I

La ruta a la Batalla de Carabobo comenzó en Haití.

En enero de 1815, a un lustro del inicio del movimiento independentista, Simón Bolívar acumula en su haber político-militar una experiencia de derrotas y hazañas tan intensa,  que va desde dos caídas de la República de Venezuela, la Campaña Admirable, dos exilios, guerras civiles en la Nueva Granada, y la obtención del título con que lo honró su país natal y lo sigue honrando la Humanidad.

En diciembre de 1814 acaba de prestar un nuevo servicio vital a la Independencia en la disidente Cundinamarca, trayéndola por la fuerza a la causa patriota por orden del Congreso de la Unión. Para ello contó con el ejército que Rafael Urdaneta logró conservar con la sabia retirada que dirigió desde los llanos de San Carlos de Cojedes en Venezuela, hacia territorio neogranadino por la misma vía que recorrió en 1813 cuando se conoció con Bolívar.

Enero 1815 Bolívar expone sus ideas en célebre discurso y traza un plan estratégico que requiere rapidez y contundencia de ejecución, porque las circunstancias pueden complicarse harto manera con la llegada de una poderosa flota que ha partido de Cádiz rumbo a reconquistar Suramérica.

Este plan consistía en marchar con un ejército reforzado sobre las plazas realistas de Santa Marta, Maracaibo y Coro, tomar e instaurar gobierno en Venezuela, destinando a Urdaneta a enfrentar a Calzada en Cúcuta, y a Serviez y Montufar ir sobre Popayán, desde donde avanza una importante fuerza enemiga; cumplidas estas metas, se debía ir rumbo al sur de la Nueva Granada –donde Nariño ha sido derrotado y apresado- para liberar Pasto, Quito y el Perú, si aún seguía en manos españolas.

En Cartagena se fragua un sabotaje crucial al plan bolivariano. La reincidencia obstruccionista del comandante y jefe político de la ciudad amurallada Manuel Castillo, que ahora suma las intrigas profesionales de Ducudrauy Holstein y el reconcomio de Bermúdez, se juntan para negar los recursos que el Gobierno de la Unión ha autorizado entregarle a Bolívar.

El Libertador, que viene de combatir a granadinos disidentes, hastiado de las divisiones entre hermanos de causa y decidido a no caer en la guerra civil, no desea actuar militarmente contra Cartagena; por cartas y a través de emisarios pide a Castillo un arreglo al que éste se niega tercamente; todo parece indicar que habrá confrontación, pero sobreviene una viruela entre la tropa de Bolívar, quien –guiado por su brújula de sabiduría e intuición- depone el mando castrense el 8 de mayo.

Decide exiliarse en el archipiélago antillano; su primer refugio es Jamaica, y hasta allí lo persiguieron sus enemigos. Llega a Kingston el 14 de mayo de 1815, donde despliega una intensa obra propagandística para ganar aliados; es obvio que sin los recursos mínimos necesarios para armar y sostener su ejército, no habría posibilidad alguna de victoria. No se amilana ni un segundo. Su producción intelectual que asombra en la distancia del tiempo por el carácter analítico y predictivo, queda plasmada en la antología epistolar de este hombre extraordinario que lo mismo hizo hazañas con la espada que con la pluma.

La famosa Carta de Jamaica es un documento fundamental de su Doctrina, que junto a los Manifiestos de Cartagena y Carúpano, y al Discurso de Angostura, sintetizan el ideario emancipador de Simón Bolívar: anticolonialismo y autodeterminación de los pueblos, igualdad instituida y practicada, y el establecimiento de repúblicas democráticas. Tal es el trípode de la gran reforma social que propugnó en su gesta.

Enterado de la incursión de Morillo sobre Cartagena, se propone ir a defender la libertad de esa ciudad, para lo cual contrató el barco La Popa y reclutó entre los patriotas que se hallaban en la isla; pero ya en altamar, siendo aproximadamente el 18 de diciembre, sabe la noticia de la rendición ocurrida el pasado día cinco del mismo mes. Nótese que aún sumergido en penurias personales, sin dinero ni cargo representativo alguno que lo favoreciera ante autoridades extranjeras, Bolívar no dejó de tomar la iniciativa, y tanto lo sabía el enemigo colonialista, que a fuerza de sobornos lograron captar asesinos y traidores en Jamaica dispuestos a intentar asesinarlo. El caso del esclavo Pío apuñalando su hamaca aquel 10 de diciembre, es ilustrativo de lo cercana que estuvo la muerte tras los pasos del héroe continental. El tal Pío –según algunas versiones- había sido captado por españoles que envió Morillo; otras voces especulan que se pudo tratar de una emboscada de los jefes patriotas que le disputaban el liderazgo. Sería éste uno de los tres fuertes atentados contra la vida del Libertador, de los que logró salvarse milagrosamente.

Habiéndose vuelto a Kingston, la emprendió para Haití, donde esperaba lograr el apoyo de Petión. Entre los oficiales que le acompañaban estaba el curazoleño Luís Brion, armador de embarcaciones a veces dedicadas al corso, que se enfiló en la causa republicana, llegando a realizar importantes servicios y desempeñar altas responsabilidades.

La evacuación de Cartagena rendida por las fuerzas de Pablo Morillo, resultó en un éxodo marino: en 13 buques se fueron más de un millar de personas hacia las islas Jamaica y Haití, algunos que seguían hacia Cuba zozobraron, muriendo muchos, donde casi fallece el futuro Mariscal de Ayacucho.

Al fin las circunstancias hicieron que los jefes de Cartagena –Bermúdez y Montilla, entre ellos- que unos meses atrás no lo quisieron recibir, menos apoyar, ahora venían donde él, derrotados, y otra vez El Libertador los montaría generosamente en la Barca de las Glorias, que fue su nave existencial en la Independencia: Mariano Montilla, en el suceso de Cartagena estuvo del lado de Castillo, igual que Bermúdez, saboteando el plan bolivariano que aseguraba tomar Santa Marta, y entrar a liberar Venezuela por Maracaibo y Coro.

El 25 de diciembre desembarca en los Cayos de San Luís, el 31 llega a Puerto Príncipe, y el 2 de enero de 1816 se entrevista con el presidente Petión. La generosidad del revolucionario haitiano se desbordó con los patriotas venezolanos. Entre él y Bolívar surge una empatía natural. Se comunican en francés, que El Libertador habla perfectamente. Charlan del momento histórico, de la abolición de la esclavitud, de los autores que encienden sus ideas.

El 31 de marzo de 1816 zarpa con destino a las costas orientales venezolanas la Expedición de Los Cayos.

Debemos a Paul Verna el listado de doscientos setenta y dos expedicionarios, que incluye oficiales de distinta graduación y expertos marineros que tripulan las naves, de los cuales 171 eran venezolanos, 33 neogranadinos, 20 franceses, 19 haitianos, 6 ingleses, 5 italianos, 2 curazoleños, 2 españoles, 1 escoses, 1 norteamericano y un polaco. Los once no identificados eran marinos haitianos embarcados a última hora.

Con Brion comparte Bolívar estas impresiones, y animado por los apoyos concretados le exclama: “Formémonos una patria a toda costa y todo lo demás será tolerable”. Ese era su objetivo fundamental. Le trasmitía así su intención de unir a toda la fuerza en el exilio, sin dejar a nadie por fuera, incluso aquellos que se habían mostrado en su rabiosa condición antibolivariana. Los dos mil fusiles con municiones que Petion le entregó necesitarían brazos que los empuñaran por la libertad de los pueblos que aún padecían bajo el yugo del Imperio Hispano.

II

Un resumen de aquél terrible momento nos ofrece Alberto Pinzón: “Pablo Morillo al mando de la expedición colonial desembarca el 29 de abril de 1815 en la isla Margarita, con lo que la situación se torna insostenible. El 8 de mayo de 1815 después de un acuerdo de paz, Bolívar accede a dejar su tropa en manos del oficial Florencio Palacio como lo exige Castillo y se embarca rumbo a Jamaica a donde llega solitario el 14 de mayo de 1815. Siete meses después, el 5 de diciembre de 1815, Cartagena cae en manos de las tropas españolas de Pablo Morillo después de un espantoso sitio que dura 106 días y Castillo muere ahorcado culpando en el cadalso a Bolívar de ello, por no haberle hecho caso”.

Para Baralt, la situación reinante el año 1815 en Venezuela, se caracteriza como “compleja en extremo debido a las terribles circunstancias económicas, políticas y sociales que se vivían, según lo reseñan los documentos, y la mayoría de autores y estudiosos de la época. Por un lado el bando patriota enfrentó en 1814 la derrota más importante de la lucha independentista con la perdida de la Segunda República. Al ocurrir este hecho, los principales cabecillas del movimiento huyeron al exilio. En los inicios del año 15, todo se había perdido. Con el caos reinante en la mermada población, la ausencia de los liderazgos de Simón Bolívar, Carlos Soublette, Santiago Mariño, entre otros, y el escenario de destrucción de la república, le permite al bando realista, asumir su triunfo pleno; sin embargo, al final comenzaba la retoma efectiva en todos los aspectos de la vida administrativa, política, económica y militar de la Capitanía General de Venezuela. Pero esta vez, dicha retoma estará englobada en una política de pacificación y reorganización del territorio, originada directamente desde el reino de España.”

La “expedición pacificadora” del Teniente General Pablo Morillo a Venezuela, “fue un proceso que se inició a partir del año de 1814 en España. Allí se había restituido en el trono al Rey Fernando Séptimo, que había asumido su mandato a partir de 1808, pero debido la invasión francesa de ese mismo año se retiró al exilio. Ese mismo año de 1814 “recibió Morillo su título de Capitán General de las provincias de Venezuela y General en Jefe del ejército expedicionario, en 14 de agosto”.

Y esos tiempos de derrotas siempre vienen acompañados de divisiones, señalamientos, resentimientos, creándose un caldo de cultivo para toda clase de intrigantes y saboteadores. Contra El Libertador los había hasta debajo de las charcas. Uno de ellos, muy activo, Luís Aury, corsario francés, presente en todas las conspiraciones contra Bolívar; a quien el Libertador despachó el 18 de enero de 1821 de esta forma: “Contra los esfuerzos de Usted y sin necesidad de sus servicios, se ha elevado la República de Colombia al estado de no necesitar de más corsarios que degraden su pabellón en todos los mares del mundo. En consecuencia podrá restituirse Usted a sus buques y llevárselos fuera de las aguas de Colombia”. 

Henri Louis Ducoudray-Holstein, aventurero nacido en Alemania, que, entre tantas manipulaciones historiográficas, se simuló la autoría de Bolívar de un panfleto que algunos oficiales venezolanos imprimieron contra Motilla en Los Cayos. El chisme provocó que el agraviado retara a un duelo al Libertador, que no se consumó por la intervención firme del jefe militar de Los Cayos, General Ignacio Marión. 

Las tensiones entre varios jefes militares que arrastraban viejas rencillas, cundió en los momentos de ocio por la espera en Los Cayos. Hubo varios retos a duelo. Mariño retó a Brión, Ducoudray-Holstein a Soublette, Piar al Coronel Jugo. Bermúdez amenazó de muerte a Bolívar.

Un personaje disparatero lo fue el tal Rafael Diego Mérida, odiador acérrimo del Libertador, de quien Bolívar diría en noviembre de 1821, que “en Los cayos de San Luís estuvo casi disuelta la expedición que conduje a la Costa Firme el año de 1816, sólo por los manejos y tramas de Mérida. Separó y dividió a los jefes que la componían y fueron necesarios esfuerzos inauditos para lograr salir e ir a Margarita”.

Bolívar internalizó en Los Cayos una convicción fuerte que ya venía cultivando, pero que ahora se hacía vital: sólo la disciplina más férrea y la unidad de mando, serían las garantías de la victoria.

III

Conclusión

Una valoración histórica amplia, con los soportes documentales y precisión de los hechos, sigue siendo una tarea de la historiografía venezolana, que cuenta de entrada, con la importante aportación del historiador haitiano Paul Verna, en su obra “Bolívar y Petion”, la más completa investigación sobre esa relación trascendental para nuestra Independencia.

La Expedición de los Cayos –que realmente son dos- significa el relanzamiento de la Guerra de Independencia; con la particularidad, que se hace gracias a la solidaridad determinante con que auxilia a nuestra causa el gobierno revolucionario de Alejandro Petion en Haití. Sin esa ayuda decisiva de Petion, otra sería la historia.

En primer lugar los patriotas van a Haití porque saben que allí hay un territorio libre de dominación colonial. La reunión de Bolívar con Petion demuestra el prestigio y liderazgo del Libertador, única carta confiable a los ojos del revolucionario haitiano.

Bolívar por su lado tiene la mejor opinión sobre Petion. Se confían sus más secretas estrategias porque saben que están en la misma vía emancipatoria de pueblos y naciones. Petion lo aportó de su Haití liberada de la esclavitud a un Simón Bolívar que militaba de las ideas más avanzadas en la región latinoamericana y caribeña. El Libertador le prometió agradecer por siempre ese gesto en extremo generoso.

Ese apoyo haitiano a nuestra Independencia, que el Comandante Chávez tanto recordó e intentó reciprocar, lo fue todo en aquél momento de derrota y desesperanza, que sólo el espíritu irreductible del Libertador y la mano solidaria del Presidente Alejandro Petion, lograron convertir en el renacimiento del sueño bolivariano.

De Haití a Angostura, y de Angostura a la Inmortalidad. Esa es la Historia.

 

Yldefonso Finol

Historiador Bolivariano  

martes, 16 de marzo de 2021

COLOMBIA Y PERÚ: XENOFOBIA O ANTIBOLIVARIANISMO

 

Colombia y Perú: ¿xenofobia o anti-bolivarianismo?

Introito

La alcaldesa de Bogotá y candidatos presidenciales peruanos han esgrimido el antivenezolanismo como bandera política. No es casual que en Colombia y Perú pulule el más acérrimo antibolivarianismo. Pareciera que un complejo histórico de envidia y odio arrastraran las elites de esos países por deber a un venezolano su existencia como Repúblicas. Pero además, fue en esas dos naciones -hermanas nuestras- donde el naciente imperialismo estadounidense destacó sus más connotados agentes en los albores de la Independencia, con el propósito expreso de impedir la consolidación del Proyecto Bolivariano de unidad, integración y autodeterminación.

Personajes como William Tudor en Lima y William Henry Harrison en Bogotá, se encargaron de entretejer el complot antibolivariano continental, contando con la sumisa pero diligente complicidad de Santander y sus matones José María Obando, José Hilario López, y cagatintas como Lorenzo María Lleras y Francisco “Pacho” González, en alianza con la oligarquía peruana representada por el campeón de las derrotas militares José de La Mar y el ultra intrigante cura Luna Pizarro. (No debo olvidar al sub campeón peruano Marqués de Torre Tagle y al medalla de cobre José de la Riva Agüero, que de tan cobarde, traicionó a su propio país, y escondido en el anonimato –como la mayoría de quienes calumniaban al Libertador- se dio el lujo de escribir una bazofia contra Bolívar en su escondite, ampliamente difundida por los gringos y las oligarquías criollas)

Desde aquellos oscuros tiempos del atentado contra Bolívar en Bogotá, la campaña de falsedades acusándolo de quererse coronar rey, la invasión traicionera de Perú contra Guayaquil (provocando una guerra absurda entre hermanos), el asesinato de Sucre, y el desmembramiento de la Colombia original, viene la venezolanofobia rumiante de politiqueros al estilo de Claudia López y Daniel Salaverry.  

Si queremos entender el modus operandi de la transnacional antibolivariana dirigida por Estados Unidos, sólo refresquemos este reporte del agente Harrison en Bogotá a mediados de 1829: “Obando se encuentra en el campamento de Bolívar seduciendo a sus tropas. Córdova ha seducido al batallón que está en Popayán y se ha ido al Cauca y Antioquia, las cuales están maduras para la revuelta…Se distribuye dinero entre las tropas, sin que el gobierno tenga todavía conocimiento de estos movimientos”

I

Lecciones de historia en cartas que El Libertador Simón Bolívar se cruzó con el General en Jefe Rafael Urdaneta.

Desde Caracas, le escribía el 14 de abril de 1827, refiriéndose al alzamiento de las tropas granadinas (colombianas) acantonadas en Perú contra los oficiales venezolanos, con el falso pretexto de defender la Constitución, donde “Lara, Sandes y veinte y tantos…han sido remitidos presos a Bogotá a disposición del gobierno”.

El espía gringo Tudor, tuvo en sus manos todos los papeles de estos sucesos que serían útiles a Santander, es decir, a la conspiración antibolivariana que ellos mismos dirigían. Al frente de la insubordinación, “un teniente coronel Bustamante, oficial muy oscuro”, agente del bando santanderista cumpliendo órdenes yanquis.

Según Bolívar, el móvil de esta insubordinación fue “el odio a los venezolanos”, advirtiéndole a Urdaneta que “tome cuantas medidas de precaución le sugieran sus cálculos y buen juicio”. Le aconsejaba: “Vuelvo a decir a Usted, mi querido general, tenga Usted mucha vigilancia: Usted está a la vanguardia de Venezuela y pudiera suceder que a usted le hicieran la misma que a Lara dé cuenta de venezolano”.

Bolívar ya sabía que estaban robando y adulterando sus cartas: “temo que en estas circunstancias mis cartas sean sorprendidas”. Así lo sabían claramente los enviados norteamericanos que las tenían en su poder, y ya habían enviado copias al gobierno en Washington.

Sobre el involucramiento de Santander en esos hechos, afirma Bolívar que la administración de éste había “sembrado todas las semillas del crimen y del mal: En Bogotá se han quitado las máscaras y aplauden los crímenes más atroces”.

Pese a la congoja e indignación que le causaban estas revelaciones de la más rastrera miseria humana, guardaba esperanzas: “La Providencia misma no puede permitir que el robo, la traición y la intriga triunfen sobre el patriotismo y la rectitud más pura. En vano se esforzará Santander en perseguirme: el universo entero debe vengarme porque no hay un punto donde no hayan llegado las noticias de nuestros servicios y sacrificios, que no tenga partidarios de nuestra reputación y de nuestra causa…Si los traidores triunfan, la América meridional no será más que un caos, pero, a la verdad, yo no concibo tal triunfo. Unos viles ladrones no pueden formar masa capaz de combatirnos”.

Estas dos hipótesis se cumplieron en paralelo. El universo entero ha reivindicado la grandeza del hombre a quien bautizó como Libertador, mientras al traidor nadie lo recuerda, a no ser para acusarlo por sus ruines tropelías. En cambio, el triunfo de la traición consumó el caos opresor en Nuestra América; aunque nunca pudieron combatirlo, menos derrotarlo, si lograron imponer su predominio con la dirección del enemigo histórico de nuestra emancipación: los Estados Unidos.

Un momento clave en la destrucción del plan bolivariano y de la vida misma de Bolívar, lo fue sin duda la puñalada tramada en Lima de invadir Bolivia y Guayaquil. Conociendo el carácter vertical del guerrero venezolano, su altísima moral militar y su infinito amor por la libertad, los gringos y Santander alentaron a los títeres Luna Pizarro y La Mar a embestir contra la Colombia bolivariana. Esto motivó la separación abrupta del Libertador de las tareas gubernativas que apenas había asumido en su Caracas natal, y que apuntaban a cumplir su máxima política de la Unidad y el Buen Gobierno.

Desde esa capital, le escribe a Urdaneta el 19 de junio de 1827: “Las últimas noticias que me han llegado del Sur de la república me han obligado a variar de plan y de posición. Ya usted sabrá cómo las tropas rebeldes de Lima han invadido Guayaquil y amenazan desde allí y desafían a Colombia entera. ¿Puede saberse esto sin sentir la más viva indignación? Usted me ha visto indiferente a todas las intrigas de Bogotá, aguardar tranquilo el resultado del Congreso sin tomar parte en nada, pero cuando el ultraje ha ido hasta invadir la República y emplear las armas para imponer a los pueblos y oprimir la voluntad nacional, no es posible resistir a los impulsos del patriotismo y del deber”.

Estando en Cartagena, el 18 de julio de 1827, le dice a Urdaneta: “Ya no queda duda acerca de lo que tanto hemos dudado con respecto a Santander. Ya está visto que Venezuela y yo somos su blanco…Usted conoce las cosas y ha penetrado, desde muy temprano, las intrigas y perfidias de Bogotá…veremos por tierra el edificio de la patria derribado por la envidia”.

Luego desde Turbaco, en 30 de julio del mismo año: “acabamos de recibir un oficial con pliegos de Bogotá de 19 del corriente, por los cuales hemos sabido que se tramaba allí una conjuración contra mí y mis amigos”. Los planes de magnicidio no fueron improvisados en 1828, ni tuvieron que ver con alguna reacción a supuestas pretensiones monárquicas como han querido justificar algunos historiadores pro Santander.

Merece un paréntesis este diálogo de camaradas, para destacar en este punto la sagacidad de la coronela quiteña Manuela Sáenz, quien tiene una mirada directa y clara de la conspiración en Perú y con sobrada intuición logra prevenir el atentado que se venía preparando contra El Libertador. Estando en Guayaquil, a 7 de febrero de 1827, le escribe a Bolívar: “Muy señor mío: Pensé no escribir a usted este correo por lo de Colombia, créame que me apena mucho. Por mi intuición sé que Santander está detrás de todo esto y alentando a Páez. ¿Se fija usted? Cuide sus espaldas. Voy rumbo a Quito por haber sido expulsada junto con el cónsul Azuero y el general Heres desde Lima. En el viaje a Guayaquil, Córdoba se mostró displicente para conmigo, aunque no necesito demostraciones de afabilidad, pero si con usted y con todo lo que tenga que ver en su autoridad como Presidente de la República. En Lima apresaron al General Heres el 26 de enero pasado, junto con los otros jefes militares y en contra de la Constitución Boliviana. Bustamante encabezó esta sublevación, negándome que vea a Heres. Acudí a un amigo suyo, cosa que resulta infamatoria por el temor de éste, de que lo descubrieran. Al día siguiente (el 27) me aparecí vestida con traje militar al cuartel de los insurrectos, y armada de pistolas, con el fin de amedrentar a éstos y librar a Heres. Mi intento fracasó por falta de apoyo y táctica (que bien que usted hubiera estado allí); fui apresada y mantenida por varios días, incomunicada totalmente, en el monasterio de las Carmelitas. Sin embargo, varias veces pude lograr escaparme hasta la sacristía y entrevistarme con las personas que le son fieles a su autoridad de usted”.

¡Cuánta calidad humana y revolucionaria reunió esta extraordinaria mujer!

No es de extrañar que fuese el adicto santanderista Lorenzo María Lleras (¿les suena el apellido?), que en las tinieblas concebía panfletos difamatorios contra Bolívar, el mismo que redactó la orden de expulsión de Manuela Sáenz del territorio colombiano.

El intragable Vargas Lleras, experto en ofender a Venezuela, desciende de aquél bicho, y es lógico que tenga sus genes; pero Claudia no. ¿Será que algo de aquél espíritu misterioso reside en el alma de la alcaldesa? ¿O, definitivamente el santanderismo es un virus tan contagioso y letal?

II   

Saldo de la balanza migratoria: este nuevo concepto lo pongo a la orden de la ciencia demográfica, de las agencias multilaterales OIM, ACNUR y otras interesadas en temas de movilidad humana, para que sinceremos lo que de verdad ocurre con los intercambios poblacionales en el territorio mundial. No basta el “saldo migratorio” o “migración neta”, como operación algebraica simple, porque no se encierra lo humano en unos fríos números de buró; es necesario considerar los procesos socioeconómicos y geopolíticos en los que se producen los movimientos humanos significativos y sus impactos en el desenvolvimiento de la sociedad nacional o regional según sea el caso. Es decir, considerar la condición multidimensional de fenómenos migratorios complejos, con flujos mixtos y causas determinadas históricamente, que pueden implicar la acción de factores externos perturbadores del país emisor, más allá de sus capacidades productivas endógenas y el tamaño de su mercado interno, para absorber su población económicamente activa.

La metodología de análisis nos exige la definición de matrices multifactoriales que incluyan variables cuantitativas y cualitativas, más la precisión de categorías pertinentes para explicar la complejidad de los flujos migratorios.

En el caso venezolano, sin lugar a dudas, la migración de estos últimos cinco años está irremisiblemente unida a las secuelas de la guerra multiforme aplicada por Estados Unidos y sus lacayos regionales, especialmente Colombia que se ha prestado como portaviones del imperialismo contra la República Bolivariana de Venezuela.

Parte del plan injerencista y desestabilizador implica la instrumentalización del fenómeno migratorio en varias direcciones: a) se estimula en una primera fase con fines de desprestigio de la imagen país, para “robar cerebros” y reducir la demanda interna para hacer caer el PIB más drásticamente, b) luego se utiliza para captar dineros del sistema de Naciones Unidas y otros donantes internacionales para robárselos la clase política, y c) se estigmatizan como subproducto político para engrosar réditos electorales en los sectores más atrasados espiritualmente.  

III

¿Quién mata a quién?

Masacres semanales, asesinatos cotidianos de líderes sociales, ejecuciones extrajudiciales de jóvenes por parte de la fuerza pública, bombardeo de niñas y niños indefensos, narcopolítica generalizada en un gobierno inepto y criminal. Es un boceto de Colombia.

En el último censo poblacional realizado en 2018, se contabilizaron menos de un millón de personas no nacidas en territorio colombiano. Este dato desmerita la dispersa estadística que a capricho han declarado distintos actores políticos de ese país, sobre todo al referirse a la migración venezolana.

Para septiembre de ese año Migración Colombia registró 1.032.016 personas provenientes de Venezuela, de las cuales dos terceras partes lo hacía para estadías breves y pronto regresaba a su lugar de origen o seguía hacia otros países. Colombia no tenía experiencia como país receptor de migraciones, muy por el contrario, históricamente fue un expulsor neto de su gente, con nueve millones de expatriados desde la década del ochenta; sólo en Venezuela se estimaban en más de cinco millones con su descendencia.

El balance migratorio -visto como aporte demográfico- entre Colombia y Venezuela, siempre ha tenido un saldo excedente de ciudadanía colombiana en territorio venezolano hasta el día de hoy. Esto fue así desde la década del sesenta del siglo XX y creció exponencialmente en los ’70 cuando Nelson Pinedo popularizó el Chevrolito.

Este fenómeno se reproduce a escalas más pequeñas (pero significativas como saldo de la balanza migratoria) en países de la región como Ecuador, Chile, Argentina, Brasil, Panamá, entre otros. Sólo en Ecuador durante el registro ampliado de refugiados llevado a cabo por la Revolución Ciudadana en el primer Gobierno de Rafael Correa, la cifra de personas colombianas regularizadas llegó 520.000, que en términos relativos a la población nacional es una cifra muy alta y con impacto severo en términos presupuestarios.

El 23 de agosto de 2019 el instituto de medicina forense colombiano hizo público un informe según el cual: “entre enero y julio de 2019, fueron asesinados 233 venezolanos en territorio colombiano, de los cuales doscientos seis eran hombres y veintisiete mujeres”.

Al final del año, los venezolanos, por cuenta de Migración, encabezaban el listado de extranjeros asesinados con 418; de este total, 28 fueron menores de edad (23 hombres y cinco mujeres). El total de homicidios acumuló 10.468 casos en 2019 hasta el 30 de noviembre, según Medicina Legal.

La mentalidad del derechista promedio siempre incluye dosis de xenofobia, aporofobia, chovinismo, racismo; pero esta verborrea peyorativa contra la migración venezolana lanzada por elites que influyen en la opinión pública, amplificada por la transnacional mediática antibolivariana que busca el linchamiento de la venezolanidad, está creando un peligroso ambiente de violencia que ya ha traspasado el umbral de los crímenes de lesa humanidad.

Datos del cierre: lo más cruel y paradójico es negarle la nacionalidad a las criaturitas que bendicen la humanidad con su advenimiento, siendo que el 67% de esas personas son realmente colombianas retornadas al país de sus padres y abuelos, por causa de la guerra económica que Estados Unidos y Colombia, junto a otros gobiernos podridos (literalmente putrefactos), le hacen al pueblo venezolano, el mismo que les acogió solidariamente como solemos ser.

Ah, pero no se soben las manos, canallas. No es cuento que quien se mete con Venezuela se seca. Pregúntenle al gringo William Henry Harrison.

 

Yldefonso Finol

      

miércoles, 10 de marzo de 2021

EL CULTO A LO COLONIAL

 

El culto a lo colonial: dos casos escandalosos

Epígrafe

“Somos coloniales, que es un nombre sagrado dentro de la historia”. (Guaguancó de Los infortunados. Grupo Madera, 1978)

 

Conceptos

Apuntemos de entrada, autocríticamente, que la descolonización de las conciencias no ha sido necesidad de los poderes burocráticos donde se toman las decisiones; que esta acción necesaria y urgente para la comprensión de nuestro proceso histórico y para la formación del pensamiento emancipatorio colectivo, no fue emprendida como política pública en las gestiones educativas, comunicacionales y culturales, sin lo cual, resulta imposible deslastrar a la sociedad del nefasto fardo colonialista.

Contrario a lo planteado por Germán Carrera Damas sobre la existencia de un “culto a Bolívar”, lo que predomina en nuestra sociedad es el culto a lo colonial. Plazas, ciudades, avenidas, monumentos, instituciones educativas, ostentan nombres, efigies, y objetos emblemáticos de los invasores europeos, constituyendo, junto a la visión y el discurso generalizado eurocéntrico, un sistema de idolatría a lo que se considera “superior”, “civilizado”, “bonito”, “culto”.

Resalta por cacareado el mito de la belleza de una “mujer venezolana” que triunfa en certámenes banales, donde el estereotipo impuesto desde el machismo patriarcal, que convierte a la mujer en objeto mercantil, pieza publicitaria, esclava de un sofisticado y perverso negocio del sexismo, superpone el modelo europeo de mujer “estilizada”, menospreciando al fenotipo de nuestra mujer indígena, afrodescendiente, mestiza, criolla.

Los nombres Susana Duijm Zubillaga (hija de judío holandés), Maritza Zayalero (hija de españoles), Ly Jonaitis (de Letonia), Bárbara Palacios Teyde (española), Irene Sáez (nieta de español), Gabriela Isler (suiza y alemana)…y una larga lista de famosas “mises” Brant, Abrahamz, Ekvall, Zreik, Koop, Floch, Böttger, Goecke, son todas descendientes europeas recientes e inmediatas, con estereotipos exóticos, nada cercanos al mestizaje criollo venezolano formado en un proceso de varios siglos; y mucho menos representativo de la mujer trabajadora o campesina de nuestra amada Matria.

Puede ser trivial repasar este dato curioso, pero lo presento como parte de la suplantación de la venezolanidad originaria, profunda, indígena, zamba, mestiza, por una imagen extranjerizante que se supone mejor que la criolla. Pero esto, tal vez, sólo sea un detalle de la farándula transnacional que vino por su botín del petróleo venezolano. ¿O, no?

Más escandaloso resultan las reproducciones permanentes que con dineros públicos, en instituciones educativas y celebraciones municipales, se hacen de este tipo de eventos degradantes. También parecen pequeñas e inofensivas estas “costumbres”, frente a la falta de claridad mostrada por el discurso oficial de los medios de comunicación gubernamentales, siempre tentados a caer en la trampa recolonizante por rutinas que no se atreven a subvertir, como esa de llamar “fundaciones” de nuestras ciudades, al inicio del genocidio por parte de los invasores europeos del siglo XVI.

I

El bochornoso escudo del municipio Maracaibo.

Partamos del texto que el Instituto de Patrimonio Cultural (IPC) plasmó en su libro sobre la ciudad de Maracaibo: “El escudo de armas del municipio Maracaibo está conformado por una imagen del Lago de Maracaibo en el que navega una embarcación de guerra propia de la época en que se dio la batalla naval del Lago. En los extremos izquierdo y derecho hay dos columnas, una a cada lado y cubierta con dos franjas blancas en las que se lee la frase Muy noble y leal 1634, fecha en que se le asignó ese título a la ciudad y 1965, fecha en la que el Concejo Municipal del distrito Maracaibo readaptó el escudo”.

Un desastre de errores y peores conceptos eurocéntricos colonialistas. Aclaremos.

Este “escudo” fue otorgado a la Provincia de Maracaibo por el Rey de España, Felipe IV, según Real Cédula del 20 de junio de 1634; el vergonzoso lema “Muy Noble y Leal”, fue el “premio” dado por las Cortes de Cádiz al diputado de los realistas que dominaban Maracaibo, José Domingo Rus, como reconocimiento por su adicción al Imperio Español, según decreto del 21 de marzo de 1813. El Concejo del Distrito Maracaibo, por acuerdo del 9 de enero de 1965, reafirmó el símbolo heráldico colonialista, en tiempos que la República de Venezuela era gobernada por una clase política sumisa a los imperialismos, y el afán racista de reconocerse en una supuesta “herencia” española, empujaba a las elites a rebuscar cualquier rescoldo por el que asomarse a “blanquear” la historia.

Además de repetir los mitos alienantes (“descubrimiento”, “fundación”, etc…), es absolutamente falso el dato de que esa embarcación sea representativa de la Batalla Naval del Lago, puesto que es parte del diseño colonial desde su otorgamiento en 1634, y representa el triunfo de las armas invasoras contra los pueblos originarios de Maracaibo, que resistieron durante un siglo impidiendo la presencia española en nuestra patria lacustre; también yerran los funcionarios del IPC en confundir la fecha del lema antirrepublicano. ¡Qué piratería!  

Tiempo hace que he publicado razones de fondo para derogar este “escudo” de la ignominia, toda una burla a la gesta bolivariana y al sacrificio de nuestras heroínas y héroes por la dignidad del pueblo zuliano. ¡Deuda de honor incumplida hasta hoy!

II

Segundo caso: una ciudad etnocida para adorar al genocida Alonso de Ojeda

El escudo del municipio Lagunillas del estado Zulia, creado por ordenanza el 5 de agosto de 1979, reformada el 21 de julio de 1992, lo explican sus creadores así: “El jefe delante del semisol, un yelmo de plata con la visera calada, evidencia al descubridor Alonzo de Ojeda en honor a quien lleva su nombre la parroquia capital del Distrito y que significa valor, audacia, magnanimidad y victoria con sangre”.

¿Magnanimidad? Ninguna. ¿Victoria con sangre? Sí. Saqueo, robo, esclavitud, exterminio, fueron las secuelas de esa “victoria” donde se derramó la sangre nuestra, desde Nigale y Tomaenguola, hasta Domitila Flores y Ana María Campos.

Pero las mentes colonialistas celebran al invasor, a quien ni siquiera se ocupan de investigar. Porque los politiqueros que adoran a Ojeda no saben ni una jota quién fue este individuo.

En otro párrafo dice la norma municipal que la figura del ave fénix en el escudo: “simboliza la enorme fuerza del gentilicio de este municipio perseverante en el tiempo aun después de las llamas que consumieron el ancestral pueblo de palafitos que originó la existencia de Ciudad Ojeda”. Esto es una burda manipulación y reincide en la complicidad con el carácter premeditado del incendio de “Lagunillas de Agua”, puesto que la creación de “Ciudad Ojeda” por el dictadorzuelo Eleazar López Contreras es del 19 de enero de 1937, y la tragedia que destruyó al milenario Paraute ocurrió el 13 de noviembre de 1939. Y algo peor aún: las víctimas sobrevivientes del incendio no fueron beneficiadas con viviendas en ninguna “ciudad”, sólo un reducido grupo que pasó a residir en Las Morochas, y la mayoría quedó desamparada, atendida mínimamente por la solidaridad de los sindicatos obreros que se activaron en auxilio de sus hermanos de clase. Nunca se supo dónde fueron a parar las donaciones que particulares y hasta misiones diplomáticas dieron a favor de las víctimas.

También en la bandera se exalta la función “creadora” del fuego que devoró las vidas y existencia del milenario Paraute. El texto legal se cuida en extremo no mencionar el nombre originario Paraute (del añun nukú “ser del mar”), pero sí se deleita con arrogante supremacía lingüística en el latín de los púlpitos inquisitorios y las elitistas academias colonialistas.

Destaca por rimbombante la inscripción latina que loa la muerte que trajo el incendio de Paraute: “Desde la fundación de la ciudad reconozco la huella del fuego que originó mi nacimiento”. Morbosa alusión –por necrofilia- a un hecho horrendo sin mostrar ningún tipo de dolor por las vidas destruidas, ni solidaridad con quienes lo sufrieron en carne viva. Se sacraliza al elemento (fuego) que martirizó a un sin número de seres humanos, para los cuales nunca hubo compasión, ni reconocimiento; porque ni siquiera se molestaron las autoridades de turno (ni ninguna posterior), de hacer una lista con sus nombres, mucho menos un monumento recordatorio.

El himno del municipio Lagunillas expresa en palabras todo el racismo y colonialismo de que puede ser capaz, reiterando los conceptos ideológicos que la Exposición de Motivos de la Ordenanza impuso; pena ajena por esos temas festivaleros que se hacen –por encargo- para complacer un discurso (el del poder de turno), así no sea compartido.

Dice: “y con fuego templose la estirpe, y cual fénix Ojeda surgiste…y hasta el nauta romántico Ojeda, le dio el nombre a este pueblo del ara…y mil razas vinieron de afuera, a inyectarte su sangre extranjera, y hoy son alma y cariño en Ojeda, que dan lustre y prestigio a esta tierra”.

Ponen al poeta en el triste papel de perfumar el estiércol. La idolatría hacia el colonizador es llevada al clímax de la adulancia y la lisonja degradante. Llamar “romántico” –románticamente- al exterminador de los tainos de la isla de Santo Domingo, asesino de indígenas en Venezuela, Colombia, Panamá y otros territorios insulares del Caribe, asaltante de pueblos y hogares donde saqueó oro y les prendió fuego (como en 1939) a las familias dentro de sus casas, esclavizó personas; ese mismo violador de niñas que pasó de largo por el Golfo de Venezuela sin prestarle atención al gran Lago Maracaibo que dicen los candorosos cronistas pro coloniales, y que “descubrió”.

Redunda la leyenda que ensalza lo extranjero, mientras desprecia, discrimina e invisibiliza, al que ancestralmente no sólo habitó, sino que poseyó y cuidó original y primariamente estos territorios que son la patria acuática del pueblo añú (paraujano). También se esquilma el aporte insustituible de la clase trabajadora petrolera, única y verdadera creadora de riqueza con su sudor y su sangre dejada entre taladros, balancines, lanchas y luchas.

Por eso no les importó prenderles fuego, como hizo el Alonso de Ojeda con los pueblos a su paso; como lo hizo con el mismo Paraute en 1607 el capitán español Juan Pacheco Maldonado para debilitar las bases de apoyo social de la Guerrilla del Cacique Nigale. Ese fue el “primer incendio de Lagunillas de Agua”. Y los etnocidas del siglo XX copiaron la estrategia colonial, como pretenden seguir reproduciendo sus mitos alienantes.

III

Estos dos ejemplos escandalosos, grotescos, injuriosos, casi minimizan la persistencia masiva de topónimos, plazas y monumentos que “honran” la nomenclatura invasora, perpetuando el colonialismo espiritual, que es el más nocivo a los fines de alcanzar la verdadera independencia y la liberación social.

He afirmado en varios de mis escritos anticolonialistas, que la tragedia más grande para un pueblo es la amnesia colectiva; es el memoricidio como engaño masivo continuado que se encarga de falsificar la historia con fines hegemónicos. Me atreví a caracterizar este fenómeno como el “Síndrome de Guido”, uno de los niños raptados durante la dictadura en Argentina. La abuela llevaba 36 años buscando a su nieto, de quien se apoderaron los fascistas tras desaparecer a su padre y matar a su mamá apenas lo dio a luz. Los raptores de “Guido” –que asesinaron a su madre y su padre- lo enseñaron a amar a la falsa “familia”, sobre una vida plagada de engaños sistemáticos y crueles.

Es el papel que jugaron la educación y la cultura oficial en nuestros países, justificando y exaltando la invasión, obligándonos a llamar “Madre patria” al imperio que cometió genocidio contra nuestros antepasados; erigiendo estatuas en homenaje a los jefes militares de la invasión europea, celebrando su llegada como el inicio de la existencia.

Mientras el Presidente de México, López Obrador, exige a España pedir perdón por el genocidio, el español Josep Borrell, canciller de la Unión Europea, justifica con frases cínicas la catástrofe humana causada por el Imperio Hispano contra los originarios de nuestro continente.

Sorprendentemente, el siglo XXI nos sigue colocando en el dilema que intentaron resolver nuestros Libertadores con la Guerra de Independencia: o existimos con autodeterminación y soberanía, o nos condenan a la dependencia y el colonialismo eterno.

Conclusión

La guerra sistémica de este tiempo se libra fundamentalmente en el plano de lo simbólico. Ya se habla de una geopolítica de la mente. La velocidad vertiginosa de las tecnologías comunicacionales, junto a las estrategias de hegemonía de los actores protagónicos del mercado mundial, reducen el espacio de vida para la reflexión y retrospección de nuestras existencias. Dejar fluir sin discusión los mitos impuestos por el colonialismo, le allana el camino a los neocolonialismos del diseño opresor imperialista. Los pueblos que no sean capaces de asirse a sus ancestralidades libertarias, no podrán construir un pensamiento emancipatorio colectivo, y serán presas fáciles del invasor imperceptible que insiste en esclavizarnos.

 

Yldefonso Finol

Maracaibo, 10 de marzo de 2021

martes, 9 de marzo de 2021

EL ESEQUIBO Y EL ZULIA

 El Esequibo y el Zulia: patriotismo hecho gaita

El despojo de nuestra Guayana Esequiba es una de las primeras agresiones imperialistas de que fue víctima Venezuela en su vida republicana. El campante imperialismo inglés es el ejecutor principal de la ocupación ilegal de esa franja de nuestro territorio irrenunciable. El naciente imperialismo estadounidense es el cómplice necesario del crimen contra nuestra Patria. Aplicando la Doctrina Monroe los gringos se dieron el lujo de asumir la “representación” de Venezuela, considerándonos su “patio trasero” o unos minusválidos, negociando sin ninguna ética ni cualidad, en nuestro nombre, pero para dañarnos.  

Inglaterra fue muy diligente en traer sus barcos de guerra en 1902 junto a Alemania e Italia, países con los que unos años después protagonizaría conflagraciones inter-imperialistas de grandes proporciones y consecuencias.

Inglaterra es el principal responsable de la tragedia del pueblo palestino, cuando asumió el mandato de esa región tras el desmembramiento del Imperio Otomano, y desde 1900 apoyó la creación del movimiento sionista que invadiría las tierras palestinas. Gran Bretaña, el Reino Unido o como se llame ese engendro de los peores flagelos de la humanidad en la época capitalista: el expansionismo colonialista y el imperialismo, infestó el planeta con sus apetencias hegemónicas, dejando regados a su paso un sinfín de espacios territoriales problematizados; pedazos de enclaves coloniales que ampliaran su área de influencia, soportados en su belicosa armada imperial y su poderío económico industrial y comercial.

Estos países imperialistas, herederos del racismo y el supremacismo “blanco” anglosajón, eurocéntricos, colonialistas, nos consideraban apenas territorios con población incivilizada, que debían someter y explotar. Pongamos como ejemplo del exabrupto del tutelaje gringo, la carta dirigida al presidente Cleveland el 5 de diciembre de 1896, por el embajador de Estados Unidos en Londres, Thomas Bayard, supuesto defensor los intereses de Venezuela: “Nuestra dificultad está en el carácter completamente indigno de confianza de los gobernantes y del pueblo venezolano, lo que da por resultado una responsabilidad indefinible y, por lo tanto, peligrosa del manejo por ellos de sus propios asuntos”.

El desprecio y la subestimación son parte de la concepción que tienen los imperialistas sobre nuestros pueblos, razón suficiente para considerarlos enemigos de nuestra felicidad. En tiempos del predominio hispano en América y el Caribe, Inglaterra promovió, con la figura del corso, la proliferación de la piratería como forma de guerra sucia contra los intereses españoles, que llegó a causar daños inmensos a la población local en los puertos y ciudades costeras del llamado “Nuevo Mundo”. Maracaibo fue atacada y saqueada en sucesivas incursiones piráticas como las del holandés Enrique Gerald, el francés Jean Dei Nau “El Olonés”, y el inglés Henry Morgan, ladrón y asesino desalmado que llegó a ser nombrado “Caballero” por el rey Carlos II de Inglaterra en 1674, como premio por los negocios que sus fechorías significaron al Reino Unido. ¡Qué mal utilizada está la palabra “noble”!

La nueva piratería actuó con artimañas como el Tratado de Arbitraje, firmado en Washington el 2 de febrero de 1897 entre Gran Bretaña y una Venezuela maniatada por Estados Unidos; luego el Laudo Arbitral de París del 3 de octubre de 1899, donde la yunta de estos dos “Corsarios Unidos”, acomodan el papeleo para despojarnos 159.542 km² del territorio venezolano del Esequibo.

En 1949 el Memorándum de Mallet-Prevost reveló la farsa del Laudo de París, dando paso al descubrimiento de la amañada documentación que urdieron los imperialistas ingleses y gringos para arrebatarnos nuestra Guayana Esequiba. La Cancillería de Venezuela denunció este atropello ante la ONU en 1962, y surgió el Acuerdo de Ginebra en 1966 como instrumento reconocido por las partes para regularizar y sincerar por la vía pacífica, bilateral y negociada, la realidad histórica de la controversia limítrofe creada mal intencionadamente por los ingleses.

II

El pueblo venezolano nunca aceptó el robo que los ingleses hicieron de nuestro territorio guayanés. El Laudo Arbitral de París fue recibido con indignación por nuestro pueblo. En el Zulia, extremo noroccidental del país, se sintió el zarpazo como si una bestia enfurecida hubiera amputado a dentelladas una parte de nuestra existencia. Cada capítulo de esta trama antivenezolana fue vivido en Maracaibo y otras localidades lacustres, con tal intensidad, que los pocos periódicos editados en esos tiempos eran compartidos entre la ciudadanía, pasando de mano en mano sin importar quién lo hubiese comprado, como si se tratase de un asunto de interés casi familiar que todos debían conocer, razonar y asumir.

Cuenta Atenógenes Olivares (Hijo) que “cuando ante el Tribunal Arbitral de París los ingleses nos imputaban costumbres semibárbaras y que estábamos carentes de cualidades para querer llevar la civilización a los pueblos de nuestra Guayana”, razones para que el juicio inclinase la balanza a favor de sus espurios intereses, se produjo en Maracaibo una manifestación popular de rechazo a la pretensión de Inglaterra. En esa protesta patriótica realizada en El Empedado, el poeta Ildefonso Vázquez intervino para pronunciar un discurso improvisado en forma de soneto.

He aquí el verbo nacionalista de Ildefonso Vázquez, pleno de culto lirismo y elegante sátira, no exenta de punzantes sablazos literarios, contagiando las atiborradas callejuelas empedradas, aquella mañana del último octubre del siglo XIX:

Filantropía inglesa

Pulpo que tiende al orbe sus antenas

Con la insana ambición por atributo

Albión demanda codiciado fruto

Del Orinoco aurífero a las venas.

 

Patria de Darwin, nivelando apenas

Nuestra vil condición a la del bruto

Le ampara un filantrópico instituto

Contra el horror de bárbaras escenas.

 

Salva del yugo al buey…del circo al toro

Del hambre al perro…al gallo de la riña

Al pajarillo de la jaula de oro…

Más, por librarse del spleen ingrato,

Al redondel con júbilo se apiña

Donde se mata el hombre al pugilato.

 

En clara alusión al expansionismo inglés, regado en todo el planeta como mala hierba, el vate y galeno maracaibero usa la metáfora del monstruo marino atrapando en sus extensos y múltiples tentáculos al planeta entero. Ese “abrazo” no es amigable ni diplomático, su motivo es la “insana ambición” de un imperio que se acostumbró a sojuzgar naciones para apropiarse de sus riquezas (“codiciado fruto…aurífero”). Denuncia el poeta Vázquez la hipocresía de un gentilicio con poses de circunspección, que hace alarde de ponderación democrática y progresividad cívica, pero que no se ruboriza cuando empuja jaurías pendencieras a ensangrentar suelos ajenos con fines geopolíticos y lucrativos.

De esta herencia, de esta estirpe, le nace a la gaita zuliana ser el género musical que con más reciedumbre, con más virilidad, con más patriotismo, ha defendido la causa venezolana del Esequibo.

Comienza la década del sesenta con la polémica del Esequibo en primera plana por los hallazgos documentales que soportaban el reclamo venezolano, en razón de las patrañas ocurridas durante el amañado juicio parisino. En noviembre de 1962 se ventila el asunto en el seno de la Organización de Naciones Unidas. Los gaiteros de la época, siempre atentos a los grandes temas, además de las composiciones religiosas, jocosas y costumbristas, nunca dejaban de elevar la voz popular en reclamo de justas reivindicaciones, y cuando se trataba de la patria, la gaita se ponía delante como vanguardia del sentir nacional.

La Guayana Esequiba, gaita pionera, tal vez la primera canción a venezolana que aborda la cuestión, compuesta por Luis Guillermo Govea, autor de la letra, y música de Jesús Reyes “Reyito” (en colaboración con Renato Aguirre), fue cantada por Ricardo Aguirre con Los Cardenales del Éxito en 1965.

Sobre este tema emblemático, un protagonista del suceso musical, el compositor gaitero por excelencia Renato Aguirre, nos relata el siguiente pasaje: “recuerdo al respecto que Douglas Soto pasó a buscarme a la casa, andaban con él Ricardo y Wanger Castillo Finol; me dicen que venga con ellos y traiga mi cuatro porque el Maestro Reyito ( Jesús Reyes) le iba a poner música a una letra de Luís Guillermo Govea (El Guerrillero del Aire);  me estaban hablando del tema La Guayana Esequiba...sorpresa para mí que el encuentro fue en Ondas del Lago Televisión, en el estacionamiento, allí Reyito, Douglas, Wanger, Ricardo y yo, escuchamos la música del estribillo que hizo Reyito, y los comentarios favorables con respecto a la letra y música; por esas circunstancias extrañas, Jesús Reyes se quedaba pegado cuando le tocaba cantar la música del verso, obviamente no le salía, y en otros tantos intentos yo le tararee una melodía que se me ocurrió y así quedó el tema”.

En el Zulia esta gaita se la sabe la mayoría de nuestra gente; es un himno que nunca dejamos de cantar:

Mientras Venezuela viva

Y nos galope en el pecho

La sangre del corazón

Nuestra Guayana Esequiba

Por razón y por derecho

Pertenece a la nación.

 

Hay mucha claridad en los versos: se identifica a Inglaterra como usurpador, que es la verdad jurídica de aquí a Japón; la Guayana tiene que ser rescatada, es decir, la estrategia nacional de considerarla irrenunciable y trazar planes para recuperarla; indica que seremos perseverantes en ese reclamo, y como estaba claro que era un asunto de largo alcance, debía enseñarse a la infancia “desde la escuela” y por siempre (“mientras vivan”), que “la Guayana Esequiba pertenece a Venezuela”. Insuperable programa que bien podría adoptarlo el Estado como paradigma de esta lucha impostergable. 

 

Luego vino El Protocolo, del maestro de la gaita protesta Firmo Segundo Rincón. La canta Nerio Ríos con el Conjunto Los Cardenales del Éxito.

Dice la primera estrofa de versos:

Al nacido en esta tierra

Que no sienta este mensaje

Le pagamos el pasaje

Y que se vaya a Inglaterra

Es una mora que priva

A mi país sin razón

De plasmar su Pabellón

En la Guayana Esequiba.

Y el estribillo:

No deben cantar victoria

Los muy astutos ingleses

Porque con los guyaneses

No puede haber moratoria

Que dejen para la historia

El más cínico borrón

Nacido de una traición

Indigno de nuestra gloria

 

El gran Firmo Segundo Rincón blande su lápiz como espada libertadora, mientras el “Roble de la Gaita” Nerio Ríos, pone en sus cuerdas vocales los fusiles de Urdaneta:

Guayana es nuestra total

Yo lo repito mil veces

Y no feudo colonial

Como piensan los ingleses

 

El año 1981 vuelve a ponerse caliente la cosa fronteriza. El Poeta de la Gaita Luís Ferrer se lanza con Dos Fronteras, el tema fue grabado en dos versiones: la original (más un verso del cantor Nerio Ríos), con el conjunto Cardenales, y una segunda la interpreta el inolvidable Astolfo Romero con la Universidad de la Gaita, bajo el título Ni un pedazo más de tierra, correspondiente al primer verso del estribillo.

Ni un pedazo más de tierra

Daremos a otra nación

Me abro en dos el corazón

Para que en sangre se escriba

Si no luchan los de arriba

Pelearemos los de abajo

Y si hay que hacer una guerra

La guerra haremos, carajo.

La estrofa incorporada por Nerio en su interpretación, recoge sentimientos muy acendrados en el pueblo zuliano, que ha tenido que enfrentar la acechanza de intereses oligárquicos vecinos siempre con la traición y mala maña como praxis.

Alerta venezolano

Quieren pisotear tu orgullo

Te quieren quitar lo tuyo

Los que se la dan de hermanos

Pero es la verdad tajante

Que eso no lo aceptaremos

Si hay que pelear pelearemos

Fusil en mano y pa’lante.

 

El acucioso cultor popular cabimero, ingeniero químico Pedro Querales, nos recordó el tema que grabara en su prima producción de 1981 Gaiteros de Pillopo, de la batuta de Ricardo Portillo, en la voz de Rafael Sánchez con letra de Antonio Jiménez: La Guayana Esequiva, tocaya de la original del Ricardo Aguirre y el Guerrillero del Aire pero escrita con uve.

No se podía quedar atrás el grupo Guaco, que en sus tiempos gaiteros y protestones, grabó El Diferendo, de la fértil musa de dos consagrados compositores, el virtuoso Ricardo Hernández y el desaparecido Heriberto Molina, autor de las letras de grandes éxitos, como En casa se larga el forro, que hizo junto al gran Astolfo Romero.

Canta Guaco en el estribillo:

El suelo venezolano

No se seguirá perdiendo

Continuemos defendiendo

El logro bolivariano

Este pueblo soberano

No acepta más diferendo.

En esta gaita da gusto ver el despliegue de la capacidad musical de Gustavo Aguado, quien se entretiene tocando las tumbadoras mientras hace de solista. ¡Qué molleja, está sordo el muchacho!

Otros aires musicales también han tocado el asunto; en el calipso “Guayana es” se menciona al Esequibo como límite al este; la agrupación de música pop rock Témpano pegó en 1983 su canción que coreaba: “El Esequibo es mío, es tuyo, es tierra venezolana. El Esequibo es mío, es tuyo, es nuestro”, sin duda una oportuna contribución para recordarle al público de ese estilo musical un tema tan sensible a la Patria.

Pero está comprobado que la gaita es el ritmo de la defensa del justo reclamo venezolano por recuperar nuestra Guayana Esequiba. Porque el sol de Venezuela nace en el Esequibo, y en el ocaso se viene a descansar en el Zulia, donde le recargamos las pilas con el rayo del Catatumbo, para que cada nuevo amanecer vuelva a iluminar el oriente venezolano desde el río Esequibo, con el sagrado fuego bolivariano.

Yldefonso Finol

Economista e historiador bolivariano