lunes, 24 de julio de 2023

BICENTENARIO BATALLA NAVAL DE MARACAIBO


 

Llegó el día glorioso: BICENTENARIO de la BATALA NAVAL DEL LAGO MARACAIBO

Dice un viejo bambuco playero cantado por los serenateros de nuestros pueblos de orilla en el norte zuliano: “Como pasan los vientos, cual pasa el río”. Así pasaron veloces los primeros meses de este interesante año 2023 en que la Patria se empeña en seguir su destino soberano, justo y en paz.

El Ciclo Bicentenario avizorado tan oportunamente por el Comandante Hugo Chávez, nos trajo a este 24 de julio para conmemorar, junto al aniversario 240 de Simón Bolívar, la Batalla Naval del Lago Maracaibo y –por ende- Día de la Armada Bolivariana.

Como parte de este pueblo agradecido y afectuoso, quiero, desde mi corazón de patriota formado en un hogar proletario y campesino, en mi natal población del Moján, hacerle llegar a toda la familia de la Armada mi más emotiva felicitación por tan magnífica demostración de poder, disciplina, profesionalismo, entrega, pasión y amor nacionalista, hoy obsequiada en el inolvidable despliegue conmemorativo en las aguas sagradas del Cacique Nigale.

Magistral discurso del Comandante del componente marino, Almirante Villamizar Sánchez, con afinada entonación marcial de barítono alto, nos mantuvo en concentrada atención.

Una multitud popular se volcó entusiasta a admirarles y aplaudirles. Nunca antes presencié tanta emoción entre mis paisanos, como la que movió hoy nuestra fibra ancestral de nación acuática, rebelde, amorosa, insurgente.  

Este 24 de julio Ustedes, con el Presidente Nicolás Maduro y otras altas autoridades de la República, nos recordaron la importancia geoestratégica de la Cuenca de Maracaibo en la Historia Patria, valorada en los más elevados principios de la concepción bolivariana radical insurgente y las épicas de los pueblos originarios.

Nos decía el Libertador cumpleañero: “La historia, a semejanza de los idiomas, debe principiarse a aprender por la contemporánea, para ir remontando por grados hasta llegar a los tiempos de la fábula”. (La Magdalena, Perú, 1825)

En efecto, toda su praxis revolucionaria se sustentó en un enorme ejercicio de reinterpretación de la historia; cuando emergió como voz valiente entre los acomodados mantuanos de 1811, no vaciló en resumir la Historia Insurgente en la más condensada frase: ¡300 años de calma no bastan! 

Señales descolonizadoras nos enviaba temprano en su Carta de Jamaica (6 de septiembre de 1815). Su mirada telescópica de hombre estudioso de la historia universal y analista científico de la situación internacional, lo llevaron a plantear retos intelectuales verdaderamente sorprendentes, como éste que invito a releer e interpretar: “La China no envía a buscar mandarines a la cuna de Gengis Kan que la conquistó”.

El culto a lo colonial, clavado en muchas almas por el dominio eurocentrista, como minas antipersonales en la conciencia colectiva, mantiene aún a muchos compatriotas sumisos al modelaje que el servilismo impone. Se prefiere la reverencia conventual al diálogo entre iguales. Se pretende que el silencio castre los “poderes creadores del pueblo”.

Bolívar se revela como pensador incómodo para el régimen colonial; se atreve a caracterizar el oprobioso yugo “usurpador” y reconocer los pueblos originarios como “legítimos dueños”: “más nosotros, que apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte no somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles”.

No conforme con desentrañar las más profundas raíces de la opresión colonialista, enuncia el paradigma emancipatorio que todavía nos enfrenta al neoliberalismo: “Los americanos, en el sistema español que está en vigor, y quizá con mayor fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuando más, el de simples consumidores”.

El Libertador, es un innovador de lo telúrico, concibe y divulga nuevos horizontes: la conexión esencial del ser y la Patria: “Primero el suelo nativo que nada: él ha formado con sus elementos nuestro ser; nuestra vida no es otra cosa que la esencia de nuestro pobre país; allí se encuentran los testigos de nuestro nacimiento, los creadores de nuestra existencia y los que nos han dado alma por la educación; los sepulcros de nuestros padres yacen allí y nos reclaman seguridad y reposo. (Carta a Andrés de Santa Cruz, Popayán, 26 de octubre de 1826)

Nuestra concepción venezolana de la historia es radical. Nos referimos a “radical” para señalar “diferencias importantes” con lo que se da por establecido (Andrés Bello), que nos impulsa a indagar las verdades desde la raíz, intentando el análisis de nuestras propias realidades y buscando interpretarlas a través de las fuentes originarias. Radical -siguiendo en el verbo del Maestro Bello- porque nuestra historia ha de chupar los “jugos a la tierra que la sostiene”. Es el mismo planteamiento fundamental de Rodríguez sobre la originalidad como única vía de emancipación: inventamos o erramos.

Nuestra historia es insurgente: porque es un proceso complejo y terrible de reinterpretación historiográfica, que nos debe conducir a la desaprensión de los mitos alienantes del colonialismo, para desactivar en la conciencia social, las categorías que reproducen sin cesar el culto a lo colonial y la apropiación por parte de las elites del hecho histórico, invisibilizando la participación popular en las épicas nacionales.

Citando a Luís Pelicer, decimos que La Historia “insurgente se compromete con los oprimidos y vencidos, entendiendo que lo pasado se encuentra en el presente y que se debe reescribir la historia, pues no se trata de un fósil petrificado.”

LA IMPORTANCIA GEOESTRATÉGICA DEL LAGO MARACAIBO LE VIENE –por supuesto- de su UBICACIÓN, por todo lo que desde aquí se puede alcanzar, pero también de los RECURSOS QUE PONE EN MANOS DE QUIEN LO CONTROLE.

Tiene absoluta pertinencia el ALERTA LANZADO POR EL MINISTRO DE DEFENSA VLADIMIR PADRINO LÓPEZ acerca del aumento de las agresiones contra el país, y sobre nuevos llamados a la violencia. El Comando Sur de los Estados Unidos está aumentando su presencia en el área de interés de Venezuela: "Aumentan las agresiones contra Venezuela, se agudiza la guerra económica y mediática y se vuelven a escuchar llamados a la violencia. Paralelamente el Comando Sur de los EEUU aumenta su presencia en nuestra área de interés. ¿Casualidad? Vuelve el mismo guion ¡ALERTAS!”. (Vladimir Padrino, 23 de julio de 2023)

El siglo XX en nuestro lago de Maracaibo estuvo determinado por LOS INTERESES OLIGÁRQUICOS E IMPERIALISTAS que ejecutaron EL SAQUEO DEL PETRÓLEO. NO LLEGARON AL SECESIONISMO PORQUE LOS GOBIERNOS CENTRALES PRO-IMPERIALISTAS (DICTADURAS Y PSEUDO DEMOCRACIAS) LES ENTREGARON EL LAGO SUMISAMENTE.

Pero nunca han cesado las apetencias de la oligarquía lacaya en países controlados por el imperialismo sobre nuestro Golfo de Venezuela y nuestro Lago Maracaibo. Allí están la OTAN  y bases militares gringas acechando. Esa oligarquía santanderista se hizo parte de todas las agresiones contra nuestro país: incursión paramilitar, operaciones terroristas como Gedeon y otras, ataque despiadado contra nuestro signo monetario y nuestra economía, robo de Monómeros, plan magnicida…

¿Ejercicio UNITAS dirigido por Estados Unidos para “conmemorar” la Batalla Naval de Maracaibo? ¿Es la misma Armada que el 9 de agosto de 1987 provocó un conflicto en el Golfo de Venezuela, históricamente conocido como la Crisis de la Corbeta Caldas?

La jefa del tristemente célebre Comando Sur, foco de perturbación geopolítica para todos nuestros pueblos, misma que ataca a Venezuela declarando amenazas taimadas y calumniando nuestras instituciones, es la que manifestó el deseo yanqui de apoderarse de los recursos estratégicos de Suramérica.

LA DEFENSA DE LA PATRIA AQUÍ COMENZÓ EL 24 DE AGOSTO DE 1499 AL LLEGAR LA PRIMERA EXPEDICIÓN INVASORA DE ALONSO DE OJEDA A LAS AGUAS DEL ESTUARIO EN LA BARRA DEL GOLFO DE VENEZUELA. ALLÍ SE DIERON LOS PRIMEROS COMBATES, REFERIDOS POR EL MISMO AMÉRICO VESPUCIO EN SUS CARTAS DE 1500 DIRIGIDAS A LOS MÉDICIS.

LUEGO, EN 1529, LLEGA LA INVASIÓN DE LOS WELSER, COMANDADA POR AMBROSIO ALFINGER, QUIEN ESTABLECE LA PRIMERA BASE MILITAR EXTRANJERA EN NUESTRAS ORILLAS CERCA DE “UNA RANCHERÍA DE INDIOS LLAMADA MARACAIBO”, LA CUAL FUE DESTRUIDA POR EL PUEBLO AÑÚ. ALFINGER REGRESA EL SEPTIEMBRE DE 1531 movido por EL SECRETO DEL MARACAIBO… CAYENDO EN COMBATE CON EL PUEBLO BARÍ EN LA REGIÓN DEL CATATUMBO EL 31 DE MAYO DE 1533.

LOS INTERESES ECONÓMICOS COLONIALES DESDE TUNJA 1543 SE PROPONEN APODERARSE DEL LAGO. COMIENZA LA APETENCIA COLONIAL POR CONTROLAR LA NAVEGABILIDAD. Este año de 1543, el entonces corregidor Juan López, expuso ante su cabildo la idea de aprovechar la navegabilidad del río Zulia, para llevar sus mercancías hasta el Lago Maracaibo, incorporando la enorme pista acuática a la ruta comercial que partía de Bogotá a España rumbo Caribe mar. Se puede fijar este hecho como el inicio serio por parte de los invasores de apropiarse del Lago, no ya de aparecer en él esporádicamente como había ocurrido anteriormente, sino de establecerse en él para controlar la navegación, y por tanto, los negocios coloniales en la cuenca transmarina. Serían estos invasores en particular, los que provocarían más tarde, las ocupaciones coloniales de diversas posiciones estratégicas en los Andes venezolanos, el sur del Lago y la Maracaibo añú.

ESOS INTERESES SON LOS QUE FINANCIAN Y ORGANIZAN LA INVASIÓN DE ALONSO PACHECO EN 1569, EXPULSADA EN NOVIEMBRE DE 1573 EN LAPRIMERA BATALLA DE MARACAIBO. Y FUE EN 1607 QUE LOS INVASORES DERROTARON NUESTRA RESISTENCIA, DIRIGIDA ENTONCES POR NIGALE: 108 AÑOS DE GESTA INVISIBILIZADA.

EL REY PREMIA AL CAPITÁN INVASOR Y CELEBRA HABER “DESTRUIDO A LOS INDIOS QUE IMPEDÍAN LA NAVEGACIÓN POR EL LAGO”. (Creyeron ellos)

MARACAIBO CAE EN MANOS ESPAÑOLAS. SE ENRIQUECEN RÁPIDAMENTE. VIENE LA ÉPOCA PIRÁTICA 1642 A 1669…de allí la iniciativa de construir la fortaleza de San Carlos (Madureira)

BOLÍVAR VISUALIZA ESA IMPORTANCIA GEOESTRATÉGICA

El Libertador Simón Bolívar menciona cuatro veces a Maracaibo en su Manifiesto de Cartagena; lo hace para señalar que esta ciudad estaba dominada por los realistas sin poder sumarse al movimiento independentista, razón por la cual debía hacerse una campaña vía Santa Marta para ir a liberarla. En esta época -15 de diciembre de 1812- Bolívar no conoce Maracaibo, ni tiene información directa de ninguna fuente cercana. Comienza a saber más de Maracaibo por las conversaciones que sostuvo durante la Campaña Admirable con su amigo el General Rafael Urdaneta. Cuando escribe en Kingston su famosa Carta de Jamaica, El Libertador piensa en Maracaibo como posible capital de la nueva república que debía nacer de la unión de la Nueva Granada y Venezuela con el nombre de Colombia.

LA DECEPCIÓN CON LOS DIRIGENTES DE CARTAGENA POR LA FALTA DE APOYO PARA ENTRAR POR SANTA MARTA A MARACAIBO, Y DESDE ALLÍ LIBERAR VENEZUELA, HACE QUE BOLÍVAR SE EXILIE EN JAMAICA PARA EVITAR UNA CONFRONTACIÓN. 

EN 1820 SE HABÍA DEDICADO CON URDANETA A LA CONSTRUCCIÓN DE BONGOS EN EL SUR DEL LAGO. FINALES DE 1820 CARTA A URDANETA RECORDANDO LO HABLADO SOBRE ESE PRECIADO “NEGOCIO” DE TOMAR MARACAIBO, COMO SUCEDIÓ PERFECTAMENTE EL 28 DE NERO DE 1821. 

LLEGÓ ESA HISTÓRICA VISITA de 1821: En Maracaibo Bolívar diseña parte de la Campaña del Sur. Nada es tan importante como mantener en secreto su plan. Su edecán, Coronel Diego Ibarra, es el celoso portador de informes confidenciales y comunicaciones dirigidas a las autoridades en Bogotá, pero también –y sobre todo- al General José de San Martín en Perú, al General Bernardo O’Higgins y al Almirante Cochrane en Chile. Podemos afirmar que, en la primera quincena de septiembre de 1821, en Maracaibo, El Libertador termina de redondear en su mente de estratega mundial, la visión prospectiva que lo llevó a destruir al Imperio Español en sus colonias más ricas y apertrechadas.

En 1822 FRANCISCO TOMÁS MORALES SABÍA ESA IMPORTANCIA ESTRATÉGICA: POR ESO LA RECONQUISTA MORTIFICA AL LIBERTADOR QUE EN ENERO DE 1823 MANIFIESTA SU DISPOSICIÓN A VENIR PERSONALMENTE.

LA LIBERACIÓN DE LA CUENCA CON LA CAMPAÑA DEL ZULIA, LE ABRIÓ LAS PUERTAS A BOLÍVAR PARA LLEGAR AL POTOSÍ Y ALLÁ LO ACOMPAÑARON LOS ZULIANOS COMO REFIERE UDÓN PÉREZ EN EL HIMNO DEL ZULIA:

En la defensa olímpica

de los nativos fueros

tus hijos sus aceros

llevaron al confín;

ciñendo lauros múltiples

los viste, con arrobo

del Lago a Carabobo,

del Ávila a Junín;

y en Tarqui y Ayacucho

vibraron su clarín.

 

Le debemos a Rafael María Baralt una versión original de la Batalla Naval de Maracaibo; él tiene en su val la observación directa (presenció la epopeya a los 13 años), la erudición (por algo el Congreso lo seleccionó para escribir aquella historia de Venezuela) y la formación en el arte militar.

Muchos de los autores posteriores siguieron el relato de Baralt: Besson, Jurado Toro, Eljuri-Yunez, entre otros dignos de resaltar.

Debemos consensuar que:

-     - el General Mariano Montilla, Comandante General de las Operaciones contra Morales, fue el hacedor de la estrategia, sugerida por Cenobio Urribarri y Manuel Valbuena, confirmada y ejecutada por Pedro Lucas, Felipe Baptista, Tomás Vegas, y los marineros nativos que conocían el campo de batalla lacustre por haberlo acariciado desde niños.

-     - El General Manuel Manrique era el Intendente y Comandante de Armas del Departamento Zulia, quien hizo una proeza al rescatar tan inmensa región ocupada por fuerzas invasoras y en la más dura miseria.

-        - El General José Padilla, Comandante de la Escuadra Republicana vencedora aquel glorioso 24 de julio, dirigió con acertado aplomo la acción victoriosa, y nadie nunca le negará los méritos que ganó en buena lid y que con tanta obsequiosidad premió Simón Bolívar. El desenlace de sus últimos días nos aflige y, aunque los antibolivarianos secuestraron su herencia para aprovecharse de sus glorias, nuestro pueblo magnánimo siempre tiene un verso para recordarlo.  

-         Las actuales generaciones de héroes marítimos que hoy vimos en las riberas maracaiberas, con tan osadas maniobras, tan perfectamente ejecutadas, son merecedoras de todo nuestro afecto y admiración; no debe haber sesgo alguno que intente minimizar vuestra gloria. Bolívar alertó del daño que pueden hacer las intrigas, a veces soterradas, que absurdas egolatrías y ambiciones inoculan en espíritus desprevenidos.

El mensaje que hoy recibimos frente al estuario maracaibero fue contundente: la Armada Bolivariana es la fuerza más raigal de nuestro ser colectivo ancestral. Somos una civilización acuática por excelencia. Y, antes de ser ejército de tierra, desde el 24 de agosto de 1499, tuvimos que combatir las invasiones desde nuestras irrenunciables aguas de la Patria.  

¡HONOR Y GLORIA A NUESTRA ARMADA BOLIVARIANA!  

YLDEFONSO FINOL

miércoles, 5 de julio de 2023

La constelación del Pabellón Tricolor y la importancia estratégica de lo simbólico

 


La constelación del Pabellón Tricolor y la importancia estratégica de lo simbólico en el campo de batalla sensible-cognitivo

 

Epígrafes

“Nuestras discordias tienen su origen en las dos más copiosas fuentes de calamidad pública: la ignorancia y la debilidad”.

“Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía.” (José Martí)

“Mantenemos la Bandera de Libertad para toda Hispanoamérica.” Augusto César Sandino

I

La lucha por ocupar el espectro sentipensante de las personas, es cada vez más intensa y sofisticada. En eso la Colonia fue muy eficaz, llegando a sembrar sus valores de sumisión-yugo tan hondo, que aún sus mitos alienantes colman las almas de millones de seres humanos en Nuestra América. El relato justificador de la opresión invadió la cultura colectiva con la religión, la “educación”, y el discurso dominante, surgiendo el culto a la colonialidad que aún rige el pensamiento criollo mayoritario.

En la escuela nos decían que el azul de la Bandera representaba “el mar que nos separa de la Madre Patria, España”, mientras las maestras organizaban la celebración del “Día de la Raza” el 12 de octubre. Eso sí, cuando se referían a la franja roja, entonces era “la sangre derramada por nuestros libertadores”, sin aclarar que lo primeros en derramarla como ríos púrpuras, fueron los pueblos originarios, los “indios”, quienes primero enfrentaron -en una guerra sorpresiva, desigual, injusta, saqueadora- las invasiones europeas.

Por cierto, esa guerra de resistencia en el Lago Maracaibo duró ciento ocho años (más de un siglo), desde el 24 de agosto de 1499 cuando se enfrentaron nuestros ancestros contra los cañones y las espadas al mando de Alonso de Ojeda y Américo Vespucio en las playas del Archipiélago Añú en el Golfo de Venezuela, hasta el 23 de junio de 1607, fecha en que es atrapado el Cacique Nigale y su pequeña guerrilla añú. Pero esa historia no importó a la “historia oficial” de la república pro-imperialista.

En el idioma de aquellos “libertadores” no reconocidos, la palabra estrella es jatüge. (Kéirate jatüge: novena estrella)

La versión impuesta “con la espada y la cruz”, indica que el invasor “descubrió”, porque antes nadie había visto nuestros lugares de existencia milenaria, o al menos, nadie considerado “ser humano”; ellos “fundaron” los pueblos y ciudades, no fue que hicieron un genocidio; ellos “poblaron”, no causaron una “catástrofe demográfica” (Gustavo Gutiérrez); ellos trajeron la “civilización”, porque los “indios” ni siquiera eran “racionales”, no tenían “alma”, menos podían gobernarse y aprovechar el paraíso en que vivían como salvajes.

¿Cuánto de ese racismo arcaico persiste en el imaginario social y la mente de actores de poder? Es frecuente observar el estilo “John Wayne” en la conducción de funcionarios encargados de los asuntos indígenas.

En la formación político-territorial de las repúblicas que nacieron de la Guerra de Independencia, quedaron entronizados los resabios colonialistas, y la capitalidad adoptó mucho del esquema colonial en el trato dado por el poder central a las provincias. No olvidemos que hasta una Guerra Federal de contenidos socializantes conmovió los cimientos del dominio oligárquico en la segunda mitad del siglo XIX.  

Apelaremos a la definición del experto Fernando Buen Abad, para una mejor comprensión del fenómeno de la “guerra simbólica”: “Es la lucha de clases que (también) se libra con valores, con ideas y con signos… en la cabeza y en los corazones. Es la pugna asimétrica de intereses que se confrontan históricamente por ganar el terreno de los imaginarios simbólicos donde se yerguen los principios, las ideas, los afectos… es uno de los escenarios de la batalla de las ideas (que también debemos ganar)”.

Muy esclarecedor aporte que nos remite a la necesidad de rearmarnos ideológicamente, saber construir los contenidos de nuestros mensajes liberadores frente a la masiva y despiadada invasión propagandística de los imperialismos, y utilizar todas las herramientas comunicacionales –clásicas, alternativas o de vanguardia tecnológica- a las que tengamos acceso, para sembrar el pensamiento emancipatorio en el colectivo social; teniendo claro que luchamos contra una poderosa maquinaria transnacional, cuyo propósito es destruir las conexiones épicas y afectivas de los pueblos respecto de su Estado Nación, para despejar el camino de resistencias a su proyecto recolonizador.

Por tanto, la tarea más urgente de la militancia contra-hegemónica, es recuperar en las mayorías el amor por la Patria (la Chica y la Grande), el orgullo de nuestros gentilicios rebeldes y creativos, la conexión con nuestras ancestralidades, la revalorización de las gestas independentistas y las expresiones más sublimes de la cultura popular indoamericana, en fin, reconstruir con sólidos fundamentos la estima de las diversas nacionalidades, abrazadas en lo común y también en las especificidades, sin marginaciones grupales ni estigmatizaciones regionales, tan nocivas a la unidad que requerimos para ser fuertes y soberanos.

II

En Bárbula cayó el Prócer de la Independencia Atanasio Girardot cuando se arriesgaba a colocar nuestra Bandera en la cima del campo recién liberado.

Miranda soñó mil veces nuestra libertad acariciando las telas que con sus propias manos cosían la utopía. Solía añorar su Patria viendo en cada estrella del firmamento un pedacito de Ella.

Según el cantor Milanés, “Bolívar lanzó una estrella que junto a Martí brilló”.

Estrellas poéticas y cantoras formaron el alma musical de Venezuela, donde todo sentimiento patriótico “es como el titilar de una estrella de amor” (Antonio Carrillo); sea cuando nos presta su claridad un “lucero de la mañana” (Simón Díaz), o “cuando la estrella novia del Lago deja su estela por la mañana” (Mejías Palazzi)

Un irreverente Trino Mora “va en busca de una estrella, pero cae en el mar”, mientras Alí Primera canta “Tu solitaria estrella” por la libertad de Puerto Rico.

Julio Cortázar, en un lamento sureño, así se despedía del Che: “Mi hermano mostrándome detrás de la noche su estrella elegida”.

No es difícil conseguir estrellas cuando se ama la causa que la pide.

Hay que amar la acción temprana del pueblo originario del Lago Maracaibo que se insurreccionó al llegar el primer invasor a nuestra Patria. Amar la gesta del Cacique Nigale, su segundo comandante Telinogaste (1607), y los héroes añú de la Primera Batalla del Lago Maracaibo que expulsaron al invasor Alonso Pacheco en noviembre de 1573; se debe amar la recia resistencia del pueblo barí en la defensa de sus territorios en la región del Catatumbo, Sur del Lago y valles cucuteños, como cuando destruyeron a los invasores en Gibraltar, y se unieron a Nigale contra los españoles que ambicionaban nuestra pista lacustre.

Una estrella quiere bordar el azul de la patria desde el Golfo de Venezuela al Relámpago del Catatumbo, tejiendo con hilos de veneración nacionalista  seiscientos ochenta kilómetros de dignidad y paz desde Castilletes al Río de Oro, con nudos de cariño en las nacientes del Guasare y el Socuy, hasta completar el verde biodiverso de Perijá. Esa estrella justiciera se bañará en las aguas lastimadas de nuestro Lago, para rendir homenaje al obrero que dejó su vida ordeñando entrañas oscuras, y pedir perdón a las víctimas del imperialismo petrolero (el mismo Lago en primer lugar), aquellas de Paraute –hermanos añú- que murieron en las llamas provocadas por los yanquis de la Gulf Oil y sus agentes criollos mandados por el pusilánime entreguista López Contreras.

Por qué no amar el alzamiento de José Leonardo Chirinos al frente de los “indios” y afros esclavizados en la Sierra Coriana en 1795, enarbolando las banderas libertarias radicales que su causa asumía como parte de las revoluciones caribeñas anticoloniales; esa latencia luminosa regresó en la valentía de Josefa Camejo y la canción solidaria de Alí Primera, que merecen todo el amor de la más raigal venezolanidad. Una estrella querrá adentrarse en los haitones para beber de los profundos manantiales de Curimagua las historias negadas de los subalternizados.

Ya lo decía El Libertador, “el gran poder existe en la fuerza irresistible del amor”.

III

Bandera tricolor -amarillo, azul y rojo- tuvimos desde que el Precursor Francisco de Miranda la diseñó como símbolo fundante de nuestra Emancipación, la izó en su barco El Leander el 12 de marzo en Jacmel, Haití, y la hizo ondear en la Vela de Coro al desembarcar su Expedición Libertadora. Las franjas de aquella bandera eran desiguales, decreciendo el ancho de la azul respecto de la amarilla, y la roja en relación a la azul. Esta bandera de 1806 no tenía estrellas.

Sí las tuvo la bandera de Manuel Gual y José María España de 1797, en cuya franja inferior de color azul claro aparecían cuatro estrellas blancas representando las provincias de Caracas, Cumaná, Guayana y Maracaibo.

La bandera aprobada en julio de 1811 no tenía estrellas. La República se inaugura ese año con siete provincias: Barcelona, Barinas, Caracas, Cumaná, Margarita, Mérida, y Trujillo. La Constitución estableció en el Artículo 128º lo siguiente: “Luego que libres de la opresión que sufren las Provincias de Coro, Maracaibo y Guayana, puedan y quieran unirse a la Confederación, serán admitidas a ella, sin que la violenta separación en que a su pesar y el nuestro han permanecido, pueda alterar para con ellas los principios de igualdad, justicia y fraternidad, de que gozarán luego como todas las demás Provincias de la unión”.

Hasta ese momento el tema de la Bandera y las estrellas no aparece por ningún lado. La simbología sideral se introduce por primera vez en mayo de 1817 por los actores del llamado “Congresillo de Cariaco”, ese al que Bolívar comparó con un pedazo de cazabe en caldo caliente.

Recordemos que esta jugada de Mariño y el cura Madariaga invocando la Constitución de 1811, se planteó restituir el frágil sistema federal que El Libertador demolió con su contundente crítica en el Manifiesto de Cartagena. Pero, ni aquella Carta Magna fundante, ni las efímeras acciones de los “congresistas” de Cariaco, excluían a las provincias que seguían bajo el yugo español.  

A la Bandera tricolor le agregaron siete estrellas azules colocadas en línea recta en la franja amarilla. Bolívar no objetó esa iniciativa, y en noviembre decretó que se sumara una octava estrella para representar a la Guayana recién liberada, cuya capital Angostura era sede del Gobierno de la República.

Precisamente en esa histórica ciudad, el Congreso aprobó la Constitución Política del Estado de Venezuela el 15 de agosto de 1819,  la cual, en el Título 2, Sección 1, Artículo 2º, establecía que: “El Territorio de la República de Venezuela se divide en diez Provincias, que son: Barcelona, Barinas, Caracas, Coro, Cumaná, Guayana, Maracaibo, Margarita, Mérida, y Trujillo. Sus límites y demarcaciones se fijarán por el Congreso”.

El historiador Pedro Calzadilla, propone una interpretación de profundo soporte historiográfico, al preguntarse por qué el Libertador no decretó la incorporación de la novena y décima estrellas; él mismo nos explica: “Cuando se liberan las provincias de Maracaibo (enero 1821) y Coro (mayo 1821) la República de Venezuela no existe. Lo que existe desde el 17 de diciembre de 1819 es la República de Colombia. Era otra realidad político constitucional; otra bandera había sido aprobada y las estrellas habían desaparecido de nuestro estandarte.”

Así ocurrió. El 4 de octubre de 1821 el Congreso reunido en Cúcuta adoptó para la Colombia original, aquella bandera que había sido creada por Miranda para Venezuela, vigente desde el 9 de julio de 1811. Esa Bandera tricolor –sin estrellas- encabezó los ejércitos que Bolívar llevó victoriosos hasta el Potosí; y cuando su Proyecto Emancipador fue truncado, la traición, la opresión oligárquica, los caudillismos ambiciosos, estrellaron contra el abismo el futuro de nuestros pueblos.

Diversas modificaciones experimentó la Bandera Nacional de Venezuela, quedando establecida la de tres franjas de igual tamaño con siete estrellas en arco dentro del azul, desde julio de 1930, y la de ocho, a partir de marzo de 2006, con las novedades pertinentes sugeridas por el Presidente Hugo Chávez, que incluyeron cambios en el Escudo de la Patria.

IV

El pueblo no necesita permiso para soñar lo suyo y luchar por alcanzarlo.

El Derecho de Petición existe positivamente desde el siglo XVII. La Doctrina indica que este Derecho se ejerce en forma libre y espontánea, sin mediar formalismos, por escrito motivado o a través de la voz pública, representando aspiraciones colectivas de índole reivindicativo, material o intangible.

En nuestra Constitución de 1999 está recogido en el Artículo 51º: “Toda persona tiene el derecho de representar o dirigir peticiones ante cualquier autoridad, funcionario público o funcionaria pública sobre los asuntos que sean de la competencia de éstos o éstas, y de obtener oportuna y adecuada respuesta. Quienes violen este derecho serán sancionados o sancionadas conforme a la ley, pudiendo ser destituidos o destituidas del cargo respectivo.”

Por ser –junto a nuestro pueblo- coautor y firmante de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, tengo el deber de seguir aportando a la construcción de la democracia participativa y protagónica, más allá de que la perversa herencia “representativa” se niegue a abrir el paso.

Mucho menos me amilana la resistencia al cambio que suele contagiar la atmósfera que ronda el “poder”. Esos temores los conocí de cerca cuando en la ANC de 1999 se negó en primera discusión caracterizar como Bolivariana a la República de Venezuela. No son caprichos las ideas que proponen transformar el tedio espiritual.

Terror le provoca a las autoridades municipales, por muy revolucionarias que se declaren, cambiar un Escudo de terrible simbología colonialista que, en el caso de Maracaibo, otorgado en 1635 cuando ya los españoles se habían apoderado del lago, muestra de manera oprobiosa la supremacía imperial y se burla del Proceso de Independencia iniciado autónomamente por nuestro pueblo, al mantener la frase “muy noble y leal”, impuesta por la elite realista en los albores de la Primera República. Aún en el municipio Lagunillas del Zulia hay un alcalde español (prohibido en zonas fronterizas) que aborrece el nombre de Rafael Urdaneta y rinde pleitesía al de Alonso de Ojeda. Paradojas insolentes.

En enero de 2021 hice público por primera vez, el documento contentivo de los argumentos sociales, históricos, políticos, simbólicos y geopolíticos que justifican la incorporación de una Novena Estrella para representar al Zulia en el Pabellón Tricolor. También solicité, con escritos y videos difundidos en medios alternativos y redes, la Décima Estrella para la región Coriana, y llamé a considerar la Undécima para nuestro Territorio Esequibo.

¿Por qué no hice el planteamiento los años precedentes? ¿Por qué esperé el 2021?

En primer lugar por la muy clara intención política de no entregar esta “bandera” a la Asamblea Nacional electa en 2015 que se prestó para la más oprobiosa conspiración contra Venezuela. Imaginemos por instante que aquellos diputados quinta columnas se hubiesen apropiado de esta iniciativa. Por eso mantuvimos en la mayor discreción el plan de solicitar la reforma de la Ley de Símbolos, y nos activamos, con suma lealtad nacionalista, cuando nuestro pueblo sacó a los criminales de lesa patria y eligió en 2020 un Poder Legislativo de mayoría patriota.

En segundo lugar, el año 2021 lucía como el momento más propicio, ya que conmemorábamos el Bicentenario del Pronunciamiento de la Provincia de Maracaibo a favor de la República (28 de enero 1821), la salida de la División Urdaneta (30 de abril) a liberar Coro y engrosar el Ejército triunfante en Carabobo, la primera visita del Libertador a Maracaibo (30 de agosto a 19 de septiembre) y la creación del Departamento Zulia el 3 de octubre de aquel glorioso 1821.

Por eso me apresuré a publicar el 5 de enero el documento Nueve Razones por la Novena Estrella, que tuvo excelente acogida entre la ciudadanía bolivariana del Zulia, al punto que el Gobernador Omar Prieto, se pronunció a favor en el acto de celebración del Día de las Maestras y los Maestros. Lo mismo hizo en la ceremonia conmemorativa del 28 de Enero, donde centró su discurso en exponer la sentida aspiración del pueblo de Urdaneta. En esa memorable ocasión, el Orador de Orden, diputado Diosdado Cabello, se mostró solidario y anunció su apoyo a la petición.

En el mes de mayo de 2021, acompañamos al Gobernador Prieto Fernández, quien hizo entrega formal –en el Museo Urdaneta- del Proyecto de Reforma parcial de la Ley de Símbolos al diputado Pedro Carreño, en ese momento presidente de la Comisión de Política Interior de la AN.

Como se puede apreciar, actuamos con sentido patriótico, con estrategia frente al enemigo, con espíritu inclusivo y de trascendencia. La importancia estratégica de esta propuesta es simbólica y política. El Zulia, con su inmenso corazón de aguas, es una zona neurálgica en el contexto geopolítico internacional. Intereses enemigos de Venezuela (gringos y santanderistas) han buscado azuzar secesionismos impertinentes que nuestro pueblo siempre ha rechazado. Tenemos la población más golpeada por la guerra económica, el bachaquerismo fronterizo, la incursión narco-paramilitar, y somos la primera plaza electoral con cerca de tres millones de votantes registrados.

No se puede descalificar la petición con señalamientos infundados. Este no es un asunto de falsos regionalismos, ni tampoco un ruego por favores burocráticos, ¡no faltaba más!; quien lo vea así, cae en un plano trivial y manipulador, para esconder su falta de comprensión del profundo significado histórico del planteamiento.

Si no hay amor por lo telúrico que somos, no puede haber empatía con nuestros sueños. Pero si, en cambio, se lee el traslúcido sentimiento patrio que nos anima, y se acercan los decisores al alma del pueblo que lo profesa, todas las energías fluirán en armonía para que se haga concreta la utopía de alcanzar las estrellas con las manos.

 

Yldefonso Finol