La siembra de Simón Bolívar
Cuando
el General en Jefe Rafael Urdaneta, escribe a Páez desde Maracaibo un 27 de
junio de 1826: “Su nombre es ya propiedad de la historia, que es el provenir de
los héroes”; lo hacía en defensa de su amado camarada Bolívar, contra las
impertinentes insinuaciones de que el Libertador se coronara al estilo
bonapartista, y ante la andanada de calumnias que ya por entonces la oligarquía
antibolivariana desató para dividir a los pueblos, apropiarse de los recursos,
e imponer regímenes opresores, continuistas de los peores males de la Colonia.
Eran las
circunstancias latentes cuando el Gral. Alvear y el Dr. Díaz Vélez fueron
enviados por el Congreso de las Provincias Unidas del Río de la Plata a hablar
con Bolívar sobre el conflicto con el Imperio Portugués instalado en Brasil. El
Libertador no podía avanzar a otros territorios, porque había resignado los
poderes dictatoriales conferidos por el Congreso del Perú, y ello limitaba el
movimiento del ejército triunfante en Junín y Ayacucho; además asistía al
nacimiento de Bolivia que requería la creación de instituciones para el nuevo
Estado, se ocupaba de supervisar la convocatoria al Congreso Anfictiónico de
Panamá, y tuvo que acudir de urgencia a atender la crisis que en Venezuela
había surgido por la conspiración oligárquica que envolvió al General José
Antonio Páez.
Un viaje
matador, si tomamos en cuenta que a los pocos meses hubo de regresar a
Guayaquil para controlar la situación generada por la invasión traicionera de
la oligarquía peruana contra aquel territorio de nuestra original República de
Colombia. Siempre he considerado que ese maremágnum de complicaciones, donde
tenía metidas sus manos el naciente imperialismo estadounidense, impactó
severamente la salud del Libertador, al punto de deteriorarlo físicamente en
forma vertiginosa.
En adelante,
todo conspiró para que ocurriera su muerte el 17 de diciembre de 1830.
Pero,
¿murió realmente? ¿pudieron su cansada anatomía, su ánimo acongojado, y la
tuberculosis apagar su vida?
¿Por qué hablamos de la siembra de Bolívar?
En su
obra El Magisterio de Bolívar, el maestro Luís Beltrán Prieto Figueroa nos dice
que “a Bolívar no podemos mirarlo los venezolanos, los americanos, como una
figura histórica que realizó una obra, sino como un germen de pensamiento,
creciendo, floreciendo y fructificando siempre”.
Bolívar nos heredó en primer lugar una Épica Cohesionadora
de la Nacionalidad. Su nombre va asociado a toda la Gesta Independentista que
nos legó una nacionalidad con trazos de heroicidad y altruismo, que potencian
el sentido de pertenencia a una estirpe de valía. Por eso la vocación
latinoamericanista es parte esencial de la venezolanidad. Nos viene desde el
Precursor Francisco de Miranda, del Libertador Simón Bolívar, y de sus más
leales compañeros como el General en Jefe Rafael Urdaneta, a cuya División
arengó Bolívar por primera vez el 12 de diciembre de 1814: “Para nosotros la
Patria es América”.
Las ideas-fuerza del Libertador Bolívar son: el
anticolonialismo, que se concatena con el antiimperialismo, y aparece en la
batalla de ideas con la perspectiva decolonial de la historia, del poder y la
cultura; la igualdad social (“establecida y practicada”) como propósito
irrenunciable del ser humano; y el buen gobierno, entendido como el que busca
la fórmula de equilibrio entre el bien común y el buen vivir, para alcanzar “la
mayor suma de felicidad, estabilidad y seguridad social” para los pueblos.
El legado bolivariano contiene una Geopolítica de la
Liberación. Un trío de aportes fundamentales encontramos en Bolívar, vinculadas
radicalmente con esas contradicciones fundamentales que han determinado el
destino de los pueblos de Nuestra América: la noción del Equilibrio del
Universo, la proposición de la unidad estratégica de nuestros pueblos, y la
predicción sobre el papel que jugarían los Estados Unidos en ese devenir de
dependencia y opresión.
El Equilibrio del Universo
En el número 30 de la Gaceta de Caracas fue publicado el
Informe presentado por el Secretario de Relaciones Exteriores el 31 de
diciembre de 1813: es la voz de Bolívar plasmada en ese texto que tiene la
tinta fresca y gloriosa como la sangre de Ricaurte y Girardot regando de
fertilidad los suelos de la Patria Grande: “La ambición de las naciones de
Europa lleva el yugo de la esclavitud a las demás partes del mundo, y todas
estas partes del mundo debían tratar de establecer el equilibrio entre ellos y
la Europa para destruir la preponderancia de la última. Yo llamo a esto el
equilibrio del universo, y debe entrar en los cálculos de la política
americana. Es menester que la fuerza de nuestra nación sea capaz de resistir
con suceso las agresiones que pueda intentar la ambición europea; y este coloso
de poder, que debe oponerse a aquel otro coloso, no puede formarse sino de la
reunión de toda la América Meridional bajo un cuerpo de nación, para que un
solo gobierno pueda aplicar sus grandes recursos a un solo fin que es el de
resistir con todos ellos las tentativas exteriores, en tanto que interiormente,
multiplicándose la mutua cooperación de todos, nos elevará a la cumbre del
poder y de la prosperidad."
Doce años después de haber formulado su idea del
Equilibrio del Universo, Simón Bolívar profundiza en su concepción de la unidad
como variable de contrapeso en la ecuación de la geopolítica internacional:
“Debemos imitar a la Santa Alianza en todo lo que es relativo a la seguridad
política. La diferencia no debe ser otra que la relativa a los principios de
justicia. En Europa todo se hace por la tiranía, acá por la libertad, la que
ciertamente nos constituye enormemente superiores a tales aliados. Por ejemplo:
ellos sostienen a los tronos, a los reyes; nosotros a los pueblos, a las
repúblicas; ellos quieren la dependencia, nosotros la independencia. Por
consiguiente, para elevarnos a la altura correspondiente y capaz de sostener la
lucha, no podemos menos que adoptar medidas iguales. La opresión está reunida
en masa bajo un sólo estandarte, y si la libertad se dispersa no puede haber
combate”. (Carta a Santander del 23 de febrero de 1825)
El surgimiento y consolidación de un mundo multipolar,
con diversos poderes regionales en los cinco continentes que hagan contrapeso a
las potencias capitalistas y su expresión bélica, y el fortalecimiento del
multilateralismo como vínculo entre los Estados para el sostenimiento del
Derecho Internacional, forman parte de la concepción bolivariana, artiguista, martiana
y sandinista que dio origen en el siglo XXI a iniciativas solidarias como el
ALBA, Petrocaribe, y de diálogo nuestroamericano como CELAC, cuya pertinencia quedó
más que demostrada con el histórico encuentro de ayer en San Vicente y
Granadinas entre el Presidente Nicolás Maduro y su par guyanés.
La Unidad Latinoamericana y Caribeña como garantía de la
emancipación
Para Bolívar la unidad latinoamericana era la única
garantía de poder sostener nuestras independencias y así contribuir al
Equilibrio del Universo. Esta idea bolivariana de la unión de las ex colonias
hispanas tuvo tres características: fue original, temprana y permanente; ella
es parte de su visión estratégica para alcanzar la autodeterminación de los
pueblos y la justicia internacional, dentro del Equilibrio Universal.
Este es un aporte fundamental para la independencia de
Nuestra América, con plena vigencia en la situación actual, por lo que la
transnacional oligárquica imperialista encabezada por Estados Unidos, activa
sus tentáculos contra todo aquello que esté relacionado al bolivarianismo.
Revisemos cronológicamente algunas iniciativas del
Libertador Simón Bolívar en favor de la unidad latinoamericana.
- El 15 de
septiembre de 1810, durante su primera misión internacional para la naciente
República, publica en el Morning Chronicle de Londres, un artículo que ya por
entonces preanuncia su estrategia unitaria: “El día, que no está lejos, en que
los venezolanos… alzarán definitivamente la bandera de la independencia…Tampoco
descuidarán de invitar a todos los pueblos de América a que se unan en
Confederación”.
- El 4 de
julio de 1811 en su primer discurso público ante la Sociedad Patriótica:
“¿Trescientos años de calma no bastan? …pongamos sin temor la piedra
fundamental de la libertad suramericana, vacilar es perdernos”. Su nacionalidad
no estaba restringida a Venezuela, sino a una territorialidad profunda, de
pertenencia a un gentilicio formado por la historia común de lucha.
- El 15 de
diciembre de 1812 emite su Manifiesto de Cartagena, documento que inaugura el
carácter internacionalista de la guerra, comenzando a entretejer en los hechos
la alianza de los patriotas venezolanos y neogranadinos.
- En
septiembre de 1815, redacta su Carta de Jamaica, donde imagina la nueva
arquitectura de la América total, profundiza en la condición internacionalista
de la lucha y prevé la creación de Colombia como núcleo de una unidad superior.
En sus palabras vemos el brillo del genio libertario: “Es una idea grandiosa
pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con un solo vínculo que
ligue sus partes entre sí y con el todo…mas no es posible, porque climas
remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes,
dividen la América”.
- En junio
de 1818, mientras apenas va moldeando la Tercera República de Venezuela, misma
que crea Colombia a orillas del Orinoco, le escribe al Director Supremo de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, Juan Pueyrredón: “Una sola debe ser la
Patria de todos los americanos, ya que en todo vemos una perfecta unidad”. El
“pacto americano” (pacto implícito) es una idea bolivariana fuerte, permanente
y pertinente; “pacto americano, que, formando de todas nuestras Repúblicas un
cuerpo político, presente la América al mundo con un aspecto de majestad y
grandeza sin ejemplo en las naciones antiguas. La América así unida…podrá
llamarse la reina de las naciones y la madre de las repúblicas…” (Carta a
Pueyrredón del 12/6/1818)
- El 15 de
febrero pronuncia su Discurso de Angostura, donde expone su modelo
sociopolítico, y su estrategia de mantener la guerra hasta expulsar el último
reducto del ejército enemigo del continente; ese mismo año, el 17 de diciembre,
nació Colombia a orillas del Orinoco, como núcleo fuerte de la unidad
continental.
- El 4 de
febrero de 1821 Bolívar vuelve a escribir a Pueyrredón, precisando su visión de
lo “americano” como lo hispanoamericano: “Ligadas mutuamente entre sí todas las
repúblicas que combaten contra España, por el pacto implícito y virtual de la
identidad de causa, principios e intereses, parece que nuestra conducta debe
ser uniforme y una misma”.
- Desde
1821, tras la victoria de Carabobo, Bolívar promueve una serie de tratados
bilaterales con las principales repúblicas de Hispanoamérica, con la idea
fuerte “de entrar en un pacto de unión, liga y confederación perpetua”.
- El 7 de
diciembre de 1824 El Libertador firmó la convocatoria a los Jefes de Estado de
toda Hispanoamérica, para reunir el Congreso de Panamá.
El tercer elemento constituyente de esta geopolítica de
la liberación, es su predicción antiimperialista. El miércoles 5 de agosto de
1829 escribió al Coronel Patricio Campbell aquella carta desde Guayaquil,
cuando legó para la historia la sentencia: “los Estados Unidos que parecen
destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la
libertad”.
El historiador bogotano Indalecio Liévano Aguirre, nos
devela el entramado norteamericano que se montó para obstaculizar la gran
misión del Libertador: “El siniestro Joel Poinsett en México, Anderson en
Bogotá y William Tudor en Lima, por sólo
citar los principales, organizaron entonces una verdadera red de intrigas,
intrigas que se orientaban a ofrecer toda clase de estímulos al espíritu
regionalista y a las rivalidades de las distintas Repúblicas hispanoamericanas,
a fin de crearle constantes obstáculos a la formación de la Liga Confederal
ideada por Bolívar. Dividir el Sur mientras se unificaba el Norte”.
Siguiendo en esta parte al maestro cubano Francisco
Pividal, pionero en teorizar sobre el antiimperialismo de Bolívar, sostenemos
con él que “El Libertador jamás pensó incluir a los Estados Unidos” en su
proyecto de Unidad. Sobre la convocatoria al Congreso de Panamá, el Libertador,
desde el 21 de octubre de 1825, había comunicado sus instrucciones al
vicepresidente de Colombia en cuanto a la no inclusión de Estados Unidos: “No
creo que los americanos (del norte) deban estar en el Congreso del Istmo. Jamás
seré de la opinión que los convidemos a nuestros arreglos americanos”.
El ecuatoriano José Peralta, extraordinario hombre de
ideas que acompañó al “Viejo Luchador” Eloy Alfaro en su gesta por una Patria
libre y digna, en su obra La Esclavitud de la América Latina, expone: “No es
cierto que Bolívar concibiera la idea de mancomunar las naciones
latinoamericanas con la república anglosajona, como algunos dicen, al tratar
del Congreso de Panamá. Los Estados Unidos se opusieron al noble proyecto de
libertar Cuba, Filipinas y más colonias españolas; y esa oposición rasgó el
velo del porvenir a los ojos del Genio de América, y le hizo lamentar que la
fatalidad hubiese colocado a ese pueblo en nuestro continente, para que hiciera
muchos males en nombre de la libertad. Por esto puso tanto empeño en la unión
hispanoamericana, considerándola como la única salvación posible de las nuevas
nacionalidades, amenazadas por dos formidables enemigos: el imperialismo
europeo, al presente; y el imperialismo anglosajón, en el porvenir.”
Simón Bolívar es a nivel internacional un Símbolo de
Libertad e Igualdad
Bolívar fue el principal abolicionista contra la
esclavitud, dictando decretos, redactando proyectos de Constituciones,
proclamando en todos los escenarios la eliminación de la esclavitud en el
continente. Este era uno de los asuntos que más molestaban a las elites
estadounidenses.
La educación popular como instrumento de igualdad social
fue su más anhelada causa: “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su
propia destrucción”, “La educación popular debe ser el cuidado primogénito del
amor paternal del Congreso”, “Moral y luces son nuestras primeras necesidades”.
El concepto del Buen Gobierno quedó establecido en
Angostura: “El sistema de Gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor
suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social, y mayor suma de
estabilidad política”.
Abogó por una Economía soberana y social. Bolívar en lo
económico es un liberal revolucionario. Observa el fenómeno económico desde la
óptica del estadista que aspira dos cuestiones fundamentales para su nación:
progreso y prosperidad material con justicia social y soberanía. En la Carta de
Jamaica (Kingston, 6-9-1815), Bolívar nos deja una clara visión de la
dependencia y de la división internacional del trabajo, contrapuesta a la
recolonización neoliberal intentada por los imperialismos tras la caída de la
URSS: “Los americanos, en el sistema español que está en vigor, y quizá con
mayor fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos
propios para el trabajo, y cuando más, el de simples consumidores” …
Defiende la libre iniciativa, pero anteponiendo el
interés colectivo. “Yo antepongo siempre la comunidad a los individuos”, afirmó
en carta al Mariscal Sucre en octubre de 1828.
El Libertador dejó muy claro en su Decreto de Quito del
24 de octubre de 1829 que, “las minas de cualquier clase corresponden a la
República”. Una medida sin duda estratégica y de alto impacto en la soberanía
económica de nuestras repúblicas hasta nuestros días.
Bolívar nos sorprende con políticas públicas dignas de
valorarse como de un Ecologismo Precursor; la sensibilidad por el ambiente,
abre paso a la conciencia por lo ecológico. Sorprende que, en un tiempo de
desafueros utilitarios, un hombre que comanda la guerra anticolonial, tenga la
visión de preocuparse -y ocuparse- de temas ecologistas. El Decreto de
Chuquisaca del 19 de diciembre de 1825, prevé la preservación de las aguas y su
mejor uso, la conservación de los bosques y la reforestación como política de
Estado para revertir lesiones causadas en las nacientes de los ríos, así como
aumentar la riqueza forestal para todos los destinos productivos.
Resultan deslumbrantes sus iniciativas conservacionistas
en los umbrales del siglo XIX a favor del aumento de vicuñas en el Perú, por
Resolución tomada en Cuzco el 5 de julio de 1825. El libertador Simón Bolívar
decreta que: “El individuo que reúna rebaños de vicuñas mansas, recibirá por
cada una de ellas un peso, que deberá descontarse de la contribución que le
corresponde, y si fuere tan pobre, que no pagare ninguna, recibirá este premio
en dinero efectivo del tesoro de su departamento”.
Por otro decreto de esta misma fecha, Simón Bolívar,
desde el Cusco y para todo el Perú, decreta: “La prohibición de la matanza de
las vicuñas, en cualquier número que sea. Los que quieran aprovechar la lana
para comercializarla u otros cualesquiera usos o beneficios, podrán verificarlo
trasquilándolas en los meses de abril, mayo, junio y julio, para que la
benignidad de la estación supla este abrigo de que se las priva”.
Este aporte tan sensible del Libertador como ecologista
originario, debe ser más difundido entre los pueblos de nuestra Abya Yala,
principalmente en las juventudes.
Bolívar fue Pionero de los Derechos de los Pueblos
Originarios. Es el primer gobernante que se ocupa por la situación indígena y
toma medidas concretas en favor de reivindicarles derechos. En 1820 dicta,
desde su Cuartel General en Cúcuta, el Decreto de Cundinamarca sobre Protección
a los Naturales, Reivindicación de sus Tierras, Libertad de Trabajo y Derecho a
la Educación. Allí expresa su voluntad de “corregir los abusos cometidos contra
la mayor parte de los pueblos de naturales de la región que han sido los más
vejados, oprimidos y degradados durante el despotismo español”.
Este Decreto preveía que se devolvieran a los indígenas,
como propietarios legítimos (idea expresada desde 1815 en su Carta de Jamaica),
todas las tierras que formaban los resguardos según sus títulos, cualquiera que
sea el que aleguen para poseerlas los actuales tenedores. También se instituía
la educación primaria y que el trabajo indígena fuese remunerado “en dinero
contante y sonante”, protegido por un contrato que obligara al contratante.
En Trujillo (Perú) el 8 de abril de 1824 lanza el Decreto
sobre distribución de tierras del Estado y declaración del derecho de propiedad
de los indios. Esta acción es su respuesta ante una realidad deprimida del
campo peruano, donde se percibe un deterioro de la productividad agrícola por
las condiciones del indígena-campesino que ni es propietario de la tierra que
trabaja ni percibe remuneración legal por su esfuerzo. Siente que se hallen en
“un estado de abatimiento verdaderamente lamentable”, por lo que se propone
“hacerles todo el bien posible…por el bien de la humanidad…y porque tienen
derecho a ello”.
En Cuzco, el 4 de julio de 1825, dicta tres decretos; sobre
el derecho de los indios a la propiedad de la tierra, donde corrige lo
referente a la venta inconveniente, estableciendo un plazo de 25 años
prohibiendo enajenarlas hasta 1850 y que jamás fuesen vendidas a quien las
mantuviera ociosas (prevención contra el despojo y el latifundio). El segundo
Decreto que iguala a los originarios como ciudadanos protegidos por la
Constitución y las leyes, se refiere a la extinción de títulos y la mala
autoridad de los caciques, que incurrieron en el juego colonial en detrimento
de sus propios hermanos indígenas.
El tercer decreto de ese día glorioso en Cuzco, trata de
los derechos económicos del indio, prohibiendo los malos tratos y el servicio
personal forzoso, denunciando que les negaban el pago por sus servicios, que
les recargaban odiosos tributos estatales y religiosos, por lo que estableció
que todo trabajo indígena debe ser remunerado en dinero contante, no en
especies.
Luego vino el turno a Chuquisaca, donde el 14 de
diciembre de 1825 Bolívar decreta el reparto de tierras entre los naturales del
país. Se reitera la visión bolivariana sobre la prioridad de la agricultura y
los derechos indígenas.
Las revoluciones y procesos emancipatorios adelantados
por nuestros pueblos a lo largo del siglo XX y XXI han retomado esa herencia
bolivariana de incorporar los derechos de los originarios a la agenda de
prioridades.
La ética, las virtudes ciudadanas, y el combate a la
corrupción: “La destrucción de la moral pública causa bien pronto la disolución
del Estado”, así lo manifestó en carta a José María del Castillo. Neiva, 6 de
enero de 1829.
Desde Magdalena (Perú), el 22 de febrero de 1826,
respondió tajante a las insinuaciones de Santander con empresarios que
aspiraban el apoyo del gobierno para llevar a cabo un proyecto de canales en
Panamá: “He visto la carta de Vd. en que me propone sea yo el protector de la
compañía que se va a establecer para la comunicación de los dos mares por el
Istmo. Después de haber meditado mucho cuanto Vd. me dice, me ha parecido
conveniente no tomar parte en el asunto… por mi parte, estoy bien resuelto a no
mezclarme en este negocio ni en ninguno otro que tenga un carácter comercial”.
Esas reflexiones no cesaron en todo su andar de guerrero
creador de libertades y justicia:
- “La
Hacienda Nacional no es de quien os gobierna. Todos los depositarios de
vuestros intereses deben demostraros el uso que han hecho de ellos”. Convento
San Francisco, Caracas, 2 de enero de 1814
La paz: el puerto calmo de todos los anhelos
Porque “lo que el pueblo quiere es una libertad segura y
una paz duradera”, sentenciaba El Libertador en carta a Tomás Cipriano de
Mosquera.
Por eso es Bolívar, porque supo leer las realidades de su
tiempo e interpretar las aspiraciones de la ciudadanía, plasmándolas en sus
creaciones teóricas y prácticas. No es sólo una espada que levanta revuelo
mundial. Es el proyecto emancipatorio contenido en su Doctrina que representa
la fe de nuestros pueblos en su victoria sobre la opresión y la miseria.
“Aunque me cueste la vida voy a evitar la guerra civil”,
declaraba a Bartolomé Salom desde Maracaibo el 17 de diciembre de 1826, cuando
tornó apresurado desde Perú para calmar las divisiones en Venezuela que ya se
habían caldeado peligrosamente. Y pagó con su vida exactamente cuatro años
después.
Dijo en Cúcuta, el 3 de octubre de 1821, luego de navegar
el Lago Maracaibo bajo el faro del Catatumbo, para imponerse del cargo de
Presidente de la República: “nada más que la paz nos puede faltar para dar a
Colombia todo: dicha, reposo y gloria”.
Es lo que deseaba para toda Nuestra América. La
valoración suprema de la paz como el bien más necesario para la humanidad lo
dejó plasmado El Libertador como su deseo más ferviente: “La paz será mi
puerto, mi gloria, mi recompensa, mi esperanza, mi dicha y cuanto me es
precioso en este mundo”.
Por eso Bolívar se sembró en el alma de nuestra historia,
y seguirá germinando y fructificando, mientras haya pueblos soñando y luchando
por una mejor humanidad.
Yldefonso Finol
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