Maracaibo
en la Independencia: el pronunciamiento del 28 de enero de 1821
Introito
Quienes asumimos el estudio científico de la sociedad,
sabemos que los momentos cruciales de la historia con sus desenlaces, son el resultado
de procesos complejos en los que la acumulación de hechos (cambios
cuantitativos) sucesivos -no siempre lineales y ascendentes- conllevan a los
saltos cualitativos que se nos presentan como hitos en la fenomenología del
devenir histórico. No puede ser el relato repetitivo de fechas y personajes lo
que se pretenda imponer como “historia”, sin observar las relaciones internas y
contradicciones que subyacen en la esencia de los sistemas sociales
interactuantes en toda creación humana, es decir, en una sociedad
históricamente determinada.
Miremos en su integralidad el horizonte pasado de una
Maracaibo puerto y pista en el tiempo que la navegación es el único transporte
pesado de que dispone la humanidad del joven siglo XIX, y rememoremos que por
esa condición natural fue apetecida por el expansionismo mercantil que movió a
las monarquías europeas a invadirnos.
Contra esa dominación violenta lucharon los primeros
maracaiberos, los originarios añú con el cacique Nigale como símbolo de una
centuria de lucha. Trescientos años después, como haciendo erupción el dormido
volcán de las revoluciones, nuevas generaciones de patriotas se levantan contra
el colonialismo opresor.
Juan Evangelista González, patriota maracaibero, es,
desde los inicios del armisticio acordado entre Simón Bolívar y el jefe
realista Pablo Morillo, el flamante gobernador republicano de Gibraltar por
encargo del General Rafael Urdaneta. El 26 de enero de 1821, una moneda con un
documento van vía Santa Rita como señal enviada al Teniente Coronel Francisco
Delgado, Gobernador militar de aquella Maracaibo colonial, a través de la señora
María de los Dolores Moreno, quien hizo la entrega por mano de su pareja,
Antonio Castro, hábil velerista que con ayuda de los vientos alisios atravesó
raudo las agitadas playas de aquella fresca noche.
En Gibraltar, el líder regional Juan Evangelista
González, ha tomado todas las diligencias logísticas y políticas para trasladar
en piraguas cerca de Maracaibo al Batallón Tiradores que comanda el habanero José
Rafael de las Heras, mismo que había colocado en el puerto sureño el prevenido
Jefe de La Guardia, Rafael Urdaneta. Disuasivo eficaz que desalentó cualquier
intento de retaliación por parte de las sorprendidas armas realistas. Dentro
del mismo plan, unas falsificadas órdenes del general español La Torre, mandaban
que dos unidades militares españolas fuesen movidas hacia los Puertos de
Altagracia para seguir a Coro. Así quedó lista la plaza para la victoria
independentista.
José Rafael de las Heras nació en La Habana el 26 de
noviembre de 1790, y se estableció en Venezuela a mediados de 1818, habiéndose
incorporado inmediatamente en la gesta independentista a la orden de Urdaneta.
Él representa la estirpe cubana que desde siempre fusionó su historia con la
nuestra, en la sangre de los originarios arahuacos –añú y tahínos- que
combatieron la primera invasión colonial, y en las ideas de Bolívar que Martí
recogió y multiplicó. Este insigne combatiente cubano-venezolano muere en la
batalla de Juana de Ávila el 24 de abril de 1822, en una arriesgada acción
contra las fuerzas al mando del coronel español Juan de Ballesteros. El
Comandante Heras es uno de los olvidados libertadores de Maracaibo.
Vicente Lecuna resume la sublevación de esta manera:
“ocurrió entonces un acontecimiento harto favorable, y fue el alzamiento de
Maracaibo a favor de los patriotas el 28 de enero. Equivalía a un gran triunfo
de la revolución. Desde entonces sus adeptos pudieron comunicarse con el mar.
Provocado este movimiento por Urdaneta, el batallón Tiradores enviado por él
desde Trujillo, ocupó la plaza al día siguiente. Esta gran ventaja conseguida
sin esfuerzo de armas, permitía reunir rápidamente las tropas granadinas a las
venezolanas”.
De hecho, al despertarse las hostilidades con la
ruptura del armisticio, por la ciudad lacustre se acercaron desde Santa Marta
el batallón Rifles y los Húsares de La Guardia, que unidos al Batallón
Tiradores y otro nuevo creado con el nombre Maracaibo, formarían la División
con que el General Rafael Urdaneta coronó la liberación de Coro y engrandeció
el ejército triunfador en Carabobo.
En las biografías más conocidas del Libertador
generalmente se soslaya la rebelión de Maracaibo; algunos autores la desdeñan
por no haber implicado un ensangrentado campo de batalla. Augusto Mijares dedica
algunas líneas al suceso, básicamente orientadas a comentar las valoraciones
que al respecto hiciera Bolívar. Por su parte Indalecio Liévano Aguirre se
salta el capítulo completo.
Historiadores fundamentales de la patria como José Félix
Blanco, Rafael María Baralt, Gil Fortoul, y los especializados en historia
maracaibera, como Manuel Dagnino, Juan Bessón, Romero Luengo, y otros, dan
cuenta de diversas lecturas del glorioso 28 de enero de 1821.
Existe la polémica sobre si la acción patriota tuvo
visos de infracción del armisticio, asunto que incluso llegó a preocupar momentáneamente
al Libertador, siendo zanjado al exponerse a la luz las profundas verdades y
razones que la motivaron, las circunstancias intrínsecas que la determinaron, y
la manera como se desarrollaron los hechos, todo lo cual demuestra que en una
plaza dominada por el Imperio Español, sus habitantes se hartaron de ser
súbditos oprimidos, pasando por decisión soberana del pueblo a ser ciudadanos
de la naciente república independiente.
Motivos altruistas guiaron siempre al Prócer Urdaneta,
los mismos que le llevaron a ser protagonista de la emancipación de su patria
chica. A Bolívar le decía el 11 de febrero de aquel año, respecto de la
decisión tomada, cuya autoría asumió responsablemente: “El motivo que se tuvo
para apresurarla fue de que el actual Gobernador (Francisco Delgado) debía ser
relevado muy pronto y como ya había conseguido ganármelo, parecía que no
debíamos perder la oportunidad, y como Usted me había recomendado tanto este
negocio, yo creí de mi deber aprovechar los momentos. He escrito dos veces al
General (español) La Torre sobre el particular interesando a favor de mi
conducta la razón de que pudiéndose admitir recíprocamente un desertor o un
pasado, con mayor razón debía admitirse un pueblo entero que se insurrecciona y
pide auxilio a nuestras armas”.
De tal madera estaba tallado aquel guerrero sereno que
llevó a la cima del decoro la elegancia y los principios del honor, sólo
equiparables a su amor por la Patria, la libertad y la justicia.
Desde la profunda cavidad de los milenios, declama Sun
Tzu en tono magistral: “La victoria completa se produce cuando el ejército no
lucha, la ciudad no es asediada, la destrucción no se prolonga durante mucho
tiempo, y en cada caso el enemigo es vencido por el empleo de la estrategia”.
I
A poco más de un año de haberse sancionado la
Constitución de la República de Venezuela por el Congreso Constituyente de 1819,
con su corolario en la ley fundamental que crea Colombia uniéndonos con Nueva
Granda y Quito, es Maracaibo la primera provincia que se incorpora
autónomamente a la Colombia bolivariana.
El 28 de enero de 1821 debería registrarse en la
historia como el día que Maracaibo abraza el Proyecto Bolivariano, declarándose
independiente del Imperio Español y sumándose voluntariamente a la República
creada en Angostura con el nombre de Colombia.
En aquel acuerdo fundacional, adoptado en Cabildo
abierto, el ayuntamiento “declara al pueblo de Maracaibo, libre e independiente
del Gobierno Español, cualquiera que sea su forma desde este momento en
adelante; y en virtud de su soberana libertad se constituye en República
democrática y se une con los vínculos del pacto social a todos los pueblos
vecinos y continentales, que bajo la denominación de República de Colombia
defienden su libertad e independencia, según las leyes imprescriptibles de la
naturaleza”.
El pronunciamiento del Cabildo de Maracaibo y la
adhesión al mismo del jefe militar de la plaza, fueron posibles en el marco del
armisticio vigente desde el 25 de noviembre y el tratado de regularización de
la guerra del día 26, que Bolívar y Morillo habían confirmado durante su
entrevista en Santa Ana de Trujillo el 27 de noviembre de 1820. Paradójicamente
-como suele suceder en procesos sociales complejos- la declaratoria de
independencia maracaibera, que se catalizó en las condiciones creadas por el
armisticio, significó el desencadenamiento de los hechos que llevaron a su fin.
El día 29, Francisco Delgado, gobernador y jefe
militar (provisional) de la provincia, informa al Libertador: “Tengo el honor
de anunciar a Vuestra Excelencia que a las 5 de la mañana del día de ayer, ha
tremolado este pueblo el pabellón de la República, proclamando el Muy Ilustre Ayuntamiento
con las tropas de esta guarnición de mi mando y un gran concurso del pueblo, su
absoluta independencia del Gobierno Español…”.
De la misma tinta, sin dilaciones, escribe Delgado al
General Urdaneta: “Señor General: Con la mayor satisfacción tengo el honor de
anunciar a Usted la regeneración de nuestro estado político componiendo ya un
solo pueblo, y defendiendo una misma causa con la República de Colombia, a que
de nuestra espontánea voluntad nos hemos sometido, convencidos de nuestros
derechos tanto tiempo sofocados por la tiranía de un gobierno despótico. Las
delicadas atenciones de Usted exigían de justicia me contentas con esta sola
exposición; pero las particulares circunstancias de nuestra reforma me imponen
el deber de participarle en satisfacción y honor de este pueblo, haber sido
proclamada la más solemne independencia al amanecer el día 28, con el mejor
éxito y sin presentarse el más pequeño obstáculo en su establecimiento.
Dispuesto este vecindario a sacrificar sus vidas para
conseguir ponerse en el goce de los derechos del hombre, no ha omitido prueba
con su valor, intrepidez y entusiasmo para acreditar su adhesión al nuevo
sistema de gobierno, manifestando en sus semblantes y aclamaciones el más
heroico patriotismo. No omito indicar a Usted lo interesante que se hace la
presencia de su persona en este pueblo, que tiene la gloria de conseguir su
libertad bajo la inmediata protección de un benemérito hijo, cuyas particulares
circunstancias, prescindiendo de las virtudes que adornan a Usted serían
suficientes para entusiasmar aún a los más deslumbrados”.
El 28 de enero de 1821 Maracaibo se suma a la
República y ese pronunciamiento desata los acontecimientos que provocarían la
confrontación definitiva del 24 de junio que decidió en gran parte la emancipación
de la Colombia original, la bolivariana. Dos años después, en suelo y lago
maracaibero, se logró completar la derrota total del ejército realista,
sellándose la independencia de Colombia la grande.
La batalla del 24 de julio de 1823 ganada por los
pescadores y soldados comandados por Manuel Manrique y José Padilla, expulsó a
la última autoridad colonial en nuestro territorio, el Capitán General
Francisco Morales, quién capituló ante el mando patriota el 3 de agosto,
yéndose a Cuba custodiado por naves de la República.
II
En estos acontecimientos se estaba decidiendo el
destino de una región cuyo significado económico y geopolítico para la
dominación ibérica se basaba en el carácter estratégico de la pista lacustre;
de allí la permanente y considerable presencia militar que, desde las
incursiones conquistadoras de 1529 y 1569, eran la marca fundamental de la
hegemonía española. El estuario de Maracaibo fue bisagra de operaciones desde y
hacia el piedemonte productor de rubros vegetales y mineros, por el Catatumbo
con la ancha franja andina que va desde Tocuyo hasta Pamplona, y por el Golfo
de Venezuela con los puertos caribeños y la Metrópoli a través del Atlántico,
tejiéndose con esas rutas una relación más expedita y conveniente que con
Caracas.
El concepto país no estaba cuajado, ni se había
gestado como en otras latitudes a partir de la conexión ancestral con el pueblo
originario. Aquí se estaba imponiendo una nacionalidad distinta, soportada en
la hegemonía de los invasores que detentaban el poder político y económico, así
como la preeminencia cultural y religiosa. Los gentilicios zigzagueaban entre
la condición de colonias hispanas y localismos afectivos sin ningún
determinismo político-institucional. Lo geográfico venía impuesto por el
paisaje inmediato y lo “nacional” por los caprichosos trazos colonialistas
sobre el mapa. Las expresiones locales de gobierno, bajo la forma que fuera,
virreinatos, gobernaciones o capitanías generales, eran piezas maleables del
único poder que regía: el Imperio Español.
Por eso no tiene sentido endilgarle a una u otra
ciudad ser menos o más patriota según la fecha de sus primeros pronunciamientos
independentistas, si en los hechos tal condición no pudo sostenerse sino con el
concurso de toda la militancia emancipadora, indistintamente del lugar de su
procedencia. El propio Libertador no se conforma con un espacio físico
limitado; su escenario de lucha es de instancia superior: cualquier sitio donde
estuviera la opresión colonial, y sus compañeros lo fueron quienes abrazaron
esa causa libertaria.
La nacionalidad de origen se forma entonces como
resultado de la imposición colonial en cuanto a la división
político-administrativa. Y la republicana, según lo que se pudo lograr durante
la guerra independentista y las mutaciones que sobrevinieron a la atomización
del conglomerado hispanoamericano.
III
El tiempo de los hechos y circunstancias particulares
lo podemos seguir en las memorias de uno de los artífices principales de la
operación: el General en Jefe Rafael José Urdaneta Farías.
Antes del armisticio se dieron órdenes al Coronel
Justo Briceño, para que con apoyo de los habitantes de la Ceiba y Ceibita,
ocupase las costas del lago Maracaibo entre Moporo y Gibraltar, tomando para el
ejército todas las embarcaciones que encontrara, para ejecutar el plan pensado
por Bolívar, que consistía en enviar una División a ocupar la ciudad de
Maracaibo. Esto no se logró porque “Briceño encontró inconvenientes que
retardaron sus operaciones, y establecida la tregua para aquellos dos
ejércitos, no debían continuarse” tales acciones.
Una de las ventajas obtenidas en el pacto
Bolívar-Morillo, fue que “los patriotas pudiesen transitar por Maracaibo,
siempre que necesitasen del extranjero alguna cosa, y que para cuando se
rompiesen las hostilidades pudiese venir por allí desde Santa Marta el batallón
Rifles”.
El mando desde Barinas hasta las aguas del Lago estaba
en manos de Urdaneta, como Jefe de La Guardia, que a la vez era el encargado de
garantizar el fiel cumplimiento del armisticio, y de ventilar cualquier asunto
relativo al mismo, con el Jefe del ejército español.
El papel jugado por Urdaneta en estos días es
fundamental. Coautor de la iniciativa del tratado de armisticio y
regularización de la guerra, fue también el líder inspirador del movimiento de
Maracaibo por la Independencia, y factor definitivo en los casos de Coro y
Barquisimeto. Antes, junto a Briceño Méndez, es el diplomático acreditado por el
Libertador Presidente desde agosto de 1820 para negociar ante la jefatura
española; más meritoria aún la dignidad con que cumple su tarea, si tomamos en
cuenta que el maracaibero era de la tesis de que todo acuerdo pasaba por el
reconocimiento previo de la independencia de la República por parte del Reino
de España. Y así se logró tácitamente al sentarse a dialogar de igual a igual:
la República es beligerante y gana legitimidad en el concierto de las naciones
soberanas.
En enero Urdaneta está en Trujillo al mando de un
distrito militar que –como hemos dicho- va desde Barinas a las orillas sureñas
del Lago Maracaibo. Los patriotas de la ciudad puerto, Domingo Briceño y José
María Delgado, bajo pretextos, visitan al paisano General para afinar los
detalles del plan independentista que ya no tiene vuelta atrás. Se le
garantizan los empleos y ascensos a quienes respalden el pronunciamiento, y se
dispone de recursos para la logística; tácticamente, el General Urdaneta mueve
al batallón Tiradores hacia el puerto de Gibraltar, previendo un desplazamiento
rápido en apoyo combativo si el mismo fuese requerido. Estas medidas
constituyeron un estímulo para el movimiento patriótico maracaibero, que
respiraba más seguro bajo la protección de tan ilustre conciudadano.
Así está reseñado en las memorias de Urdaneta, como
notas de los editores tomadas de lo escrito por José Félix Blanco con base al
testimonio de Briceño y Delgado: “Con el pretexto, pues, de comprar tabaco, de
que se carecía en Maracaibo, y traerlo a la renta, y con el de hacer algunos
reclamos insignificantes, se nombraron de comisionados a los señores Don
Domingo B. y Briceño, antiguo, ilustrado y decidido patriota, y al capitán de
caballería española Don José María Delgado cerca del General Urdaneta. Se
vieron con aquel Jefe y acordaron que Maracaibo no necesitaba de apoyo para ser
libre; que lo sería por sus propios esfuerzos; y que lo único que se liaría
sería aproximar unas fuerzas que protegiesen la ciudad, si desgraciadamente
volvían los españoles a degollar a sus indefensos habitantes después de
pronunciados”.
Para que no queden dudas del protagonismo de Urdaneta
en la audaz operación de inteligencia que conllevó a los acontecimientos del 28
de enero, repasemos esta carta que el Brillante escribe a Sucre el 9 de enero
de 1821, exactamente 19 días antes del feliz suceso: “la operación de Maracaibo
presenta buen aspecto y no hay duda de que se conseguirá la ocupación de
aquella plaza. Estoy en relación con varios sujetos de allí y he enviado a
otros patriotas de toda confianza a organizar el plan de insurrección”.
Sus amigos y familiares están todos en ese plan
dirigido a liberar “un pueblo que, no habiendo sufrido nada en la revolución,
ofrecía inmensos recursos para el caso que desgraciadamente se abriesen las
hostilidades”.
El Libertador “no ignoraba la opinión que en favor de
la independencia había en Maracaibo”, por ello, con absoluta confianza en su
camarada, “se alejó de la provincia de Trujillo, confiando el mando del
ejército a Urdaneta, en cuyas notas memoriales podemos leer un comentario
cargado de sano orgullo regionalista: “Las dos provincias, pues, limítrofes,
ocupadas por los ejércitos beligerantes, estaban mandadas por dos maracaiberos:
la de Trujillo, por el General Urdaneta, como queda dicho; y la de Maracaibo
por el Teniente Coronel D. Francisco Delgado”.
Respecto de la conducta del Coronel Francisco Delgado
y sus hermanos, comenta: “Este, como toda su familia, tenía entonces motivos
por qué estar agradecido al gobierno español, que había premiado con
distinciones y recompensas los servicios que en tiempos anteriores le prestara
su padre. Pero él era americano, con algún tacto en los negocios políticos, y
no podía ser tan obcecado que resistiese a las influencias del triunfo de la
opinión en el mundo, y más aún, a las de su hermano Juan Evangelista, que,
amigo de la independencia desde 1810, había sido llamado por el General Urdaneta,
de Pamplona, donde estaba, para que viniese a decidir a sus hermanos Francisco
y José María, a que abrazasen la misma causa. Luchaban al principio entre la
gratitud al gobierno español, y sus sentimientos como americanos: triunfaron
estos al fin, y quedó decidido que obrarían de acuerdo con el General Urdaneta
para pronunciar la ciudad”.
Continúa el relato de primera mano: “El importante
servicio, pues, que los Delgados, unidos al valiente pueblo de Maracaibo,
hicieron a la .República, solo puede calcularse por los recursos inmensos que
el General Urdaneta pudo sacar en hombres y dinero para el paso de tropas, y
facilidad para encontrarse en la batalla de Carabobo, impidiendo que el Coronel
Tello aumentase las fuerzas españolas, que tan superiores en número eran en
aquella célebre batalla. Si el entonces Coronel Carrillo no hubiese detenido
con el batallón Brillante, compuesto todo de Maracaiberos al mando de su
Comandante José María Delgado, al referido Tello en el Tinaco, problemático
habría sido el éxito de aquella batalla no obstante las combinaciones del
Libertador y el arrojado valor de los Páez, Cédenos, Plazas, Mellados, etc…”
IV
Bolívar evalúa sosegadamente los acontecimientos. Sabe
que tendrán consecuencias en el devenir de la guerra. Para ello se prepara y
comienza a dar instrucciones. Pero, lógicamente, celebra la adhesión de una
plaza tan deseada y que la misma haya sido ganada sin los desórdenes y
desastres de la confrontación armada.
A través de Briceño Méndez escribe a Urdaneta: “Su Excelencia
el Libertador ha visto y está instruido de lo que Usted le participa en su
oficio de 1º del corriente. A pesar de las inquietudes que le causa el temor de
que sea la insurrección de Maracaibo un modo de rompimiento, porque la atribuya
el enemigo a falta de buena fe por nuestra parte, celebra que la incorporación
de aquella ciudad a la República sea por su voluntad espontánea y sin los
inevitables males y sacrificios de la guerra. Su Excelencia felicita a Usted y
le tributa las más sinceras gracias por la prudencia y tino con que ha sabido
conducirse en este tan extraordinario y delicado negocio. Usted ha prevenido
los deseos y votos del Gobierno, alcanzando la posesión de una plaza que es de
primera importancia para nuestras relaciones, y que asegura nuestras posiciones
militares; y ha dado al mundo un nuevo testimonio de entusiasmo por la libertad
y de filantropía acogiendo bajo la protección de las armas de la República a un
pueblo oprimido que la reclama, y salvándolo de los horrorosos desastres del
desorden, de la anarquía y de la venganza de sus enemigos”.
En otra comunicación, vienen las felicitaciones y las
instrucciones precisas: “No pudiendo Su Excelencia el Libertador Presidente
alejarse por el momento de esta frontera, adonde le han llamado las más graves
atenciones, y deseando al mismo tiempo testificar al pueblo y autoridades de
Maracaibo los sentimientos que animan a S. E. en favor de ellos y sus ardientes
votos por la seguridad y prosperidad de una Provincia que ha sabido elevarse
por sí misma hasta colocarse al lado de las que se glorían de pertenecer a
Colombia, ha tenido a bien disponer y me manda diga a Usted:
“1º Que pase Usted inmediatamente a establecer su
Cuartel General en Maracaibo, a felicitar a aquel pueblo y a las autoridades
constituidas en él por su generosa y noble conducta en su transformación
política, y asegurarle de los sentimientos de distinción y aprecio con que el
Gobierno de la República le acoge bajo su protección, incorporándole a su seno.
2º Que correspondiendo la Provincia de Maracaibo al distrito
de La Guardia, ejerce Usted el mando superior en ella; Su Excelencia autoriza
además a Usted ampliamente para que tome todas las medidas que juzgue
necesarias para la organización de la Provincia en todos los departamentos de
gobierno; para que provea a su seguridad interior y exterior por todos los
medios que su actual situación exija, aunque sean extraordinarios, y para que
imponga Usted contribuciones extraordinarias y disponga de sus productos a
favor del ejército y la Provincia, todo conforme a las órdenes e instrucciones
que verbalmente le ha comunicado Su Excelencia
3º Que confiado plenamente en el celo, talento y
virtudes de Usted, se promete el más brillante resultado de esta comisión: que
el ejército será reforzado, la Provincia asegurada contra cualquiera tentativa
del enemigo y su administración establecida sólidamente sobre las bases del
orden y bajo los principios proclamados por la República, para todo lo cual se
halla Usted competente y ampliamente facultado. Trujillo, 3 de marzo de 1821. Pedro
Briceño Méndez”.
Al Gobernador Político de Maracaibo, le comunica el 31
de marzo desde Trujillo, la decisión tomada sobre la designación de Urdaneta
como máxima autoridad plenipotenciaria: “Ocupado en este momento de grandes
atenciones en esta parte para asegurar la tranquilidad de esa Provincia, me es
forzoso privarme por algún tiempo del puro placer que me inspiraría el ser
testigo de las efusiones de entusiasmo que Usted me anuncia de parte de ese pueblo.
Pero deseando testificar mi gratitud y mis ardientes votos por la prosperidad
de tan virtuosos colombianos y renovar las protestas con que el Gobierno de la
República los acoge e incorpora al seno de ella para sostenerlos y defender sus
derechos contra la España, he nombrado al señor General de División Rafael
Urdaneta, Comandante en Jefe de La Guardia, para que, trasladando su Cuartel
General a esa ciudad, cuide y se encargue de la defensa y seguridad de ella, y
de la organización de su Gobierno en todos los departamentos. Yo espero que
Usted y el pueblo entero de Maracaibo reciban al señor General Urdaneta con la
gratitud y estimación a que sus singulares méritos y circunstancias le hacen
acreedor”.
Como anota en sus memorias el General Urdaneta: “Resuelta
la terminación del armisticio, comenzaron a activarse las operaciones
militares; en consecuencia decía el Libertador desde Achaguas al Subjefe del
Estado Mayor General, entre otras cosas: “…2º Que debe tener Usted entendido
que se ha intimado al enemigo el rompimiento de las hostilidades dentro de
cuarenta días, empezados a contar desde el 20 del corriente. Así, es de primera
importancia que vengan cuanto antes las tropas que deben venir al ejército,
para que descansen algún tiempo; pero sobre todo urge infinitamente el pronto
despacho para Maracaibo de los mil quinientos fusiles, porque se ha contado con
ellos para armar los batallones que forman la división del señor General
Urdaneta, que es la primera que entrará en campaña”.
Y así fue al entrar sobre Coro el ejército de
Urdaneta, donde destacó una vez más como muchas en la gesta emancipadora
venezolana, la mujer bravía y consciente, en la persona de Josefa Camejo, Libertadora
de Paraguaná, heroína nacional.
Mucho más tendría que dar aún Urdaneta y Maracaibo por
la Independencia Hispanoamericana: “…Y aunque la libertad de Coro será el
principio de su operación, ella no debe retardar nada el complemento de la
empresa, conforme se ha prevenido a Usted”. (Briceño Méndez, Barinas, 1 de
abril 1821)
La velocidad que adquirieron los preparativos de
reactivación de las hostilidades, y el plan previsto por Bolívar de reunir un
gran ejército para la contienda definitiva, el dictado de órdenes y
contraórdenes era un asunto del día a día; así de la orden que Urdaneta se
estableciera en Maracaibo, se pasó a otra: “Que el deseo y objeto principal de
Su Excelencia es que ocupe Usted a Coro a la mayor brevedad, emprendiendo sus
operaciones el día 28 del corriente sin falta.
Que libertada Coro se dirija Usted con su división a la ciudad de
Guanare por el camino del Tocuyo…”.
En marcha desde Coro vía al camino de Carora, en
Pedregal, se le unió a Urdaneta el Batallón Rifles venido con retraso desde Río
Hacha, por tener que enfrentarse en el trayecto a grupos de guajiros
contratados por los españoles. El 6 de junio, antes de Carabobo, Bolívar
propone al Congreso el ascenso de Urdaneta al rango de General en Jefe, por
tantos méritos, entre los que cuenta haber “completado la libertad de las
Provincias de Maracaibo y Coro”.
El Libertador le reconocía así a Urdaneta: “los
importantes servicios que ha prestado Usted a la República en esta campaña,
libertando dos Provincias que por su situación y recursos han sido los firmes
apoyos de nuestros enemigos en las épocas anteriores”.
Yldefonso
Finol
Economista. DEA en Historia. Investigador acreditado
en los Archivos Históricos de España. Experto en Derechos Humanos y Derecho
Internacional de Refugiados. Investigador de etnohistoria y procesos de
descolonización. Escritor. Poeta. Cronista de Maracaibo.
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