jueves, 12 de octubre de 2023

LA DOCTRINA DEL "DESCUBRIMIENTO"

La Doctrina del “Descubrimiento”: desmontando el glosario de la autoflagelación colonialista



El lugar común más difundido durante cinco siglos y treintaiún años dice: “Colón descubrió América”. Tres palabras que resumen una historia de falacias y crímenes de lesa humanidad. El continente Abya Yala -como le llamamos gracias al pueblo guna- fue descubierto endógenamente hace más de veinte mil años (el tiempo estimado sigue siendo tema de indagación y debate) por otros seres humanos que desarrollaron una gran diversidad de naciones, idiomas y civilizaciones.

Descubrimiento es la categoría primaria que el opresor dominio colonial concibió para “legitimar” el despojo perpetrado por el Imperio Hispano contra los pueblos originarios, aplicada en otras latitudes invadidas por las monarquías europeas en expansión. Esta palabra centra su trampa ideológica en que todo comienza con la llegada de los invasores. Nadie sino ellos, poseen el don de “descubrir”. Sólo su mirada da existencia a la inmensa morfología planetaria.

Se trasmitió de generación en generación la certeza de que el europeo nos “descubrió”, como si antes no hubiésemos existido o -peor aún- no tuviésemos conciencia de nuestra propia existencia. Por siglos se consolidó la versión colonialista que garantizaba la sujeción a la perspectiva eurocéntrica: esto es la colonialidad.

Se equivocan quienes crean que este es un tema del pasado. Miremos el mapamundi y constataremos que los países que hoy padecemos el problema de la dependencia y las inequidades más extremas de la sociedad capitalista, somos precisamente aquellos que sufrimos la invasión europea (incluyo al imperialismo gringo): el concepto “países en desarrollo” y el propio “subdesarrollo”, son creaciones ideológicas del imperialismo, que disfrazan la dependencia, y presuponen un único destino: el modelo capitalista occidental.

Esta realidad es la secuela material de la colonialidad, que, en el campo espiritual, se sostiene por el culto a lo colonial, la reverencia al señorío civilizatorio eurocéntrico.

La “doctrina del descubrimiento” vino implícita en las Capitulaciones de los Reyes Católicos otorgadas a Cristóbal Colón el 17 de abril de 1492 en el campamento militar antiárabe de Santa Fe, en la Vega de Granada: “Las cosas publicadas y que Vuestras Altezas dan y otorgan a D. Cristóbal Colón en alguna satisfacción de lo que ha de descubrir en las mares Oceanicas, del viaje que agora, con la ayuda de Dios, ha de hacer por ellas en servicio de Vuestras Altezas, son las que siguen: Primeramente, que vuestras Altezas, como señores que son de dichas mares Océanas, hacen desde agora al dicho D. Cristóbal Colón su Almirante en todas aquellas islas y tierras firmes que por su mano o industria se descubrieren o ganaren en las dichas mares Océanas, para durante su vida, e, después de él muerto, a sus herederos o sucesores, de uno en otro perpetuamente, con todas aquellas preeminencias y prerrogativas pertenecientes al tal oficio. Vuestras Altezas hacen al dicho D. Cristóbal Colón su virrey y gobernador general en las dichas islas y tierras firmes, que, como es dicho, Él descubriere o ganare en las dichas mares…” [1]

Para “perfeccionar” la creación de una potestad usurpadora de territorios ajenos, y perturbadora de las vidas de millones de seres humanos, el Papa Alejandro VI dio en donación a los Reyes Católicos las “islas y tierras firmes que se hallaren descubiertas y si descubrieren”: “las damos, concedemos y asignamos perpetuamente”, con la única salvedad de que hubiesen sido ocupadas antes por otro “príncipe cristiano”, para proteger los intereses de Portugal.

Según Pérez Luño “los españoles podían con justicia requerir a los indios para que les entregaran sus tierras, ya que el Papa Alejandro VI, en cuanto representante de Dios en el mundo, había concedido aquellas regiones a la Corona de España en virtud de la Bula Inter Caetera del año 1493.” [2]

Luego los doctrineros del Imperio, como Ginés de Sepúlveda, se encargaron de elaborar su teoría de las “guerras necesarias” contra nuestros ancestros originarios, esgrimiendo sus fanáticas “razones”: “1. Por la gravedad de los pecados que los indios habían cometido, en especial sus idolatrías y sus pecados contra la naturaleza. 2) A causa de la rudeza de su naturaleza que les obligaba a servir a personas que tuvieran una naturaleza más refinada, tales como los españoles. 3) A fin de difundir la fe, cosa que se haría con más facilidad mediante la previa sumisión de los naturales. 4) Para proteger a los débiles contra los mismos indígenas.” [3]

La valoración interesada de esa visión dominante, se hizo parte esencial del discurso colonialista desde aquellos lejanos tiempos que aún se niegan a desaparecer de nuestras vidas; por ende, sigue siendo relevante para los pueblos que luchan por redimirse de la honda herida colonial, desmontar los mitos alienantes construidos sobre la falacia del “descubrimiento”.

Sin embargo, el término “descubrimiento”, como construcción semántica hegemónica, es un engendro mutante indetenible, no se conformó con devorar lo inmenso de unos continentes y unos océanos; su apetencia también posicionó las maravillas naturales y los más discretos espacios de nuestra geografía física y sentipensante. El control ideológico colonialista ejercido por medio de este penetrante dispositivo, se reproduce cotidianamente entre nuestros pueblos, como asidero de un culto inconmovible al supremacismo cultural y racial de origen europeo (de la raza “blanca”).

Durante medio milenio, la categoría “descubrimiento” se mantuvo incuestionable; las ciencias sociales se rendían a su dogmático embrujo, la historiografía cacareaba su divina veracidad y el resto de las disciplinas coreaban como eco de sirenas; de allí, a los sistemas de enseñanza, el discurso político y toda postura del intelecto colonizado, sólo había unos grilletes invisibles que se encargaban de inmovilizar la conciencia colectiva, aprisionada entre los barrotes de la servidumbre espiritual: 12 de octubre: “día de la raza”, “día de la hispanidad”.

Los debates alrededor del quinto centenario de la llegada de Colón, introdujeron algunas terminologías que buscaban sustituir el caduco “descubrimiento” por eufemismos al estilo “encuentro de dos mundos”. Las reflexiones críticas intentaron poner en la escena otras miradas cuestionadoras, que no alcanzaban a visibilizarse ante las bambalinas y el espectáculo desplegado por las elites que protagonizaron aquella fastuosa celebración.

Pese al envolvente mensaje hegemónico, los conceptos de “descubrimiento”, “madre patria” y “día de la raza” entraron en crisis, y comenzamos a hablar de resistencia indígena, invasión, genocidio, saqueo, aunque seguían predominando en el lenguaje coloquial, en la enseñanza escolar, en el discurso político tradicional, las nociones impuestas desde tiempos coloniales. Nada es más difícil que desmontar la dominación cultural que se apropia de las conciencias a través de la lengua y otras simbologías, como construcciones específicas de lo humano, es decir, de lo social, de esa contradicción permanente entre la dominación que se aferra al poder y el privilegio, y la insurgencia transformadora que nunca se resigna al yugo.

Provocar una ruptura con el conocimiento -y los métodos de alcanzarlo- impuesto por el poder colonial, repetido sin revisión en los modelos educativos de las repúblicas oligárquicas, y reimplantado en la época del imperialismo contemporáneo como base cultural para la sumisión y la dependencia, no es una tarea menos exigente que la confrontación política directa contra la opresión del capital monopolista de apetencias globalizantes.

Compartimos la convocatoria que hace Mario Rufer a “pensar lo colonial no (solo) como acontecimiento, periodo o formación histórica discreta, sino como una condición estructurante del presente”. [4]

De manera que el antiimperialismo y la descolonización en nuestra Abya Yala se funden en una sola lucha, que debe incorporar la defensa de las soberanías nacionales, el derecho a la autodeterminación de los pueblos, el fin del colonialismo (con la Independencia de Puerto Rico de los Estados Unidos y otras islas caribeñas que aún son colonias europeas), la devolución de Malvinas a la República Argentina y el reconocimiento de los irrenunciables derechos de la República Bolivariana de Venezuela sobre el territorio Esequibo; pero también corresponde a esta perspectiva decolonial, el desmontaje del predominio ideológico racista, eurocéntrico-patriarcal, que alimenta el espíritu de la sumisión, terreno en el cual todo neocolonialismo y toda recolonización serán siempre un peligro para el proyecto emancipatorio.

Rescato las palabras de una guerrera de nuestros días, Elisa Loncón, lideresa del pueblo mapuche de Chile, quien declaró en Buenos Aires (Argentina) para Página 12, el 14 de agosto 2023: “El despojo territorial y lingüístico está en la base de la colonización y de la imposición de este sistema económico y cultural…No es cierto que seamos pobres, sino que nos han empobrecido quitándonos el territorio, la lengua, la sabiduría, nuestra forma de pensar”.

Alguna gente -incluso letrada- mira con cierto desdén el debate de estos términos; se regodean (y hasta citan a Bolívar fuera de contexto) sobre el “incuestionable” mestizaje (ultraje) que se supone clausuró el debate sobre el glosario de la autoflagelación colonialista. Les invito a observar la milmillonaria campaña sistemática de los centros hegemónicos europeos y estadounidense que hace apología de la invasión.

Por alguna razón (interés) la primera gramática del castellano fue encabezada con la expresión: “Que siempre fue la lengua compañera del Imperio”.

Cierro por hoy estas breves anotaciones, con un aporte de Alí Primera: Por decir patroncito, es que existe el patrón.

 

Yldefonso Finol

Este artículo es en parte un extracto del ensayo Análisis crítico de las categorías reproductoras del colonialismo ideológico en la historiografía y la cultura nacional, como una contribución a la Comisión Presidencial por la Verdad de los 300 años de Colonialismo/MinCyT



[1] Santos Rodulfo Cortés: Antología Documental de Venezuela, Caracas 1960, p 1

[2] Antonio Pérez Luño: La polémica sobre el Nuevo Mundo. Editorial Trotta 1995, p 20 

[3] Antología Documental de Venezuela, Santos Rodulfo Cortés, 1960, p 25

[4] La colonialidad y sus nombres: conceptos claves. CLACSO, 2023, p 11

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