CARTA
ABIERTA AL ALCALDE DEL MUNICIPIO MARACAIBO y a la OPINIÓN PÚBLICA
Reflexiones
para buscar claridad
No hubo
“fundación”, hubo INVASIÓN.
Introito
Llamemos las cosas por su nombre: el 8 de septiembre de
1529 comenzó el genocidio contra los pueblos originarios de la región del Lago
Maracaibo. No debe celebrarse ningún “descubrimiento”, ni “fundación”, ni
maquillar estos hechos históricos terribles con eufemismos como “encuentro de
culturas”, “encuentro de dos mundos”, o el disparatado “aniversario de la
Maracaibo ancestral”, y mucho menos el contradictorio (con el pensamiento
revolucionario) “inicio de la colonización”.
No puede llamarse el 8 de septiembre “día de Maracaibo”.
Es ofensivo a la inteligencia y dignidad. ¿Por qué no se hace un minuto de
silencio por las víctimas de aquella guerra de invasión? ¿Por qué no existe un
monumento homenaje a la resistencia de los pueblos originarios? ¿Por qué no se
formulan y ejecutan políticas públicas para fomentar el conocimiento de nuestra
historia raigal? ¿Por qué se nos condena a desarraigarnos de nuestra
ancestralidad?
Los movimientos sociales del continente Abya Yala vienen
incrementando sus luchas anticoloniales. Los partidos políticos e
individualidades influyentes del mundo, ubicados en la izquierda, vienen
insistiendo en la necesidad de descolonizar las consciencias, la historia, la
sociedad.
La Revolución Bolivariana debería ser vanguardia de esta
lucha. Sé que el Alcalde ha coincidido en algunas ocasiones con parte de
nuestro enfoque. El debate continúa. La ciudadanía debe conocer esas verdades
que nos ocultaron. Nos dice Bolívar desde la inmortalidad donde habita: “el velo se ha rasgado, ya hemos visto la luz y se nos
quiere volver a las tinieblas; se han roto las cadenas; ya hemos sido libres y
nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos”.
I
El pensamiento positivista burgués que impuso una
visión de la historia, en el caso venezolano, desde la república paecista,
inoculó en la sociedad el eurocentrismo como supremacía cultural, el racismo
anti indígena y anti afro, el patriarcado oficial, la mansedumbre ante el
capital y la sumisión ante el imperialismo.
Las categorías “descubrimiento”, “fundación”, “raza”,
“indio”, “precolombino”, “prehispánico”, constituyeron poderosos mitos alienantes
que borraron de un tajo las historias de resistencia (y de existencia) de
nuestra verdadera ancestralidad.
El debate sobre la fecha de la “fundación de
Maracaibo” tiene más de un siglo. Lo retomaron en 1929 –a propósito los
cuatrocientos años de la llegada de Alfinger- dos venezolanos destacados:
Carlos Medina Chirinos y Mario Briceño Iragorry, el primero como
portaestandarte germano y el segundo actuando como gladiador de la hispanidad.
Ambos –como todos en la época- daban por hecho que fuimos “descubiertos” y
“fundados”. No concordaban en cuanto a las fechas y los protagonistas.
La “historia oficial” y la producción editorial de la
historiografía nacional se identificaban unánimemente con la “certeza” de que
los invasores europeos “fundaron” nuestras actuales ciudades. Anualmente la ciudadanía
era (¿es aún?) sometida a una extravagante celebración. Millones de bolívares
se malgastaron en templetes vacíos que festejaban la llegada de los
conquistadores; pero, extrañamente, nada se decía de quienes estuvieron aquí
desde tiempos inmemoriales y que les tocó padecer aquella guerra invasora que
degeneró en exterminio de millones de seres humanos. ¿Primer Holocausto? O,
¿los “indios” no son personas?
La perspectiva revolucionaria de la Historia, iniciada
por Simón Bolívar, Pío Tamayo, Salvador de la Plaza, Manuel Vicente Magallanes,
Federico Brito Figueroa, Luís Britto García, y relanzada por Hugo Chávez, abrió
el debate sobre las paradojas del proceso colonialista: Chávez revirtió en una
parte significativa de nuestro pueblo la visión eurocentrista, para hacerle
justicia a los originarios habitantes y “legítimos dueños de este país”, como
enseñó Bolívar en su Carta de Jamaica.
Eso que la derecha ideológica llama “fundación”, fue
realmente el inicio del etnocidio más atroz cometido en la historia humana. En
el caso de Maracaibo, la llegada de los Belsares y posteriores invasores,
significó la introducción de la esclavitud y el consecuente exterminio de
naciones indígenas enteras como los caquetíos, o la casi desaparición del
pueblo añú, auténtico soberano del Lago Maracaibo.
Mis investigaciones, recogidas en el libro LA
INFUNDADA “FUNDACIÓN” DE MARACAIBO (2015), demuestran que la cacareada
“fundación” no ocurrió, lo que se produjo fue una invasión militar imperialista
con secuelas catastróficas para los vencidos.
Lo común ha sido pregonar el “descubrimiento” de todo lo
originario de Abya Yala, a partir de la mirada del europeo. Como si en estas
tierras y aguas no viviesen, desde tiempos inmemoriales, seres humanos
constituidos en sociedades de diverso grado de desarrollo económico y cultural,
igual que en cualquier otra parte del mundo.
La repetición durante siglos de las falsas fundaciones y
descubrimientos, se metieron de tal manera en las conciencias de las gentes,
que hasta el sector académico y políticos progresistas, las rumian sin plantearse
cuestionamientos obvios.
II
¿Cómo celebrar un hecho histórico sin siquiera cuestionar
las consecuencias catastróficas de esa invasión que se inició el 8 de septiembre
de 1529?
La esclavitud, por ejemplo. Primero de los originarios, y
luego de los pueblos africanos que fueron arrancados de sus patrias para ser
traídos como esclavos al servicio de esos invasores parásitos y criminales tan
concelebrados.
El primer acto “oficial” de esclavización de nuestros
pueblos originarios ocurrió el 16 de noviembre de 1530, durante la invasión
iniciada por Ambrosio Alfinger: “Visto
este presente proceso, las informaciones dadas por lñigo de Vasconia, y el voto
y parecer de los dichos religiosos y presbíteros, atendiendo a la calidad de
los indios de los pueblos de Parepi y Cumari, hoy presos, siendo sus tierras
tan cercanas a Maracaibo, pudieran hacer mucho daño si no fuesen castigados
oportunamente; visto que han querido alzarse y alborotar otros muchos pueblos
que estaban en paz, cometiendo traición y llegando a amacanear la Santa Cruz,
rectamente sentencio: Fallo que debo condenar y en esta mi sentencia condeno, a
los dichos doscientos veinte y dos piezas de indios e indias, pequeños y
grandes, las veinte y dos indias paridas sin contar sus criaturas de leche como
piezas naturales, de los pueblos Parepi y Cumari, y a todos los otros indios y
caciques como esclavos perpetuos, sujetos a perpetua servidumbre y que todos
sean herrados con fuego en la barbilla, con la V griega que es la marca de esta
provincia, tanto hombres como mujeres, para que sean llevados fuera de aquí y
vendidos públicamente ante un escribano que dé razón de lo que por ellos dieren,
y así lo pronuncio y mando por esta mi sentencia definitiva. Luis González de
Leiva. Teniente de Gobernador de Alfinger”.
La bestialidad del invasor era tan depravada, que
algunos buenos españoles se sintieron compelidos a denunciarlas: “Este testigo vio muchos pueblos comarcanos a
Maracaibo despoblados y alzados los indios, a causa del maltrato y prisión
que…les hicieron, matando mucha cantidad de indios; y a otros prendiéndolos o
trayéndolos en cadenas..sus caciques, mujeres e hijos perecieron…”, testimonió
el Reverendo Juan Rodríguez Robledo, Provisor de la Diócesis de Venezuela.
“Por los malos tratamientos de Venegas, como de los
capitanes que enviaba a tierra adentro, se destruyeron muchas provincias e
infinidad de pueblos y muy ricos, de manera que no quedó ningún pueblo en 40
leguas alrededor de Maracaibo que sea de paz…”, según declaró el testigo Francisco
Núñez.
Bartolomé de Las Casas en su Brevísima relación de la
destrucción de las Indias, en el capítulo titulado Del reino de Venezuela,
denunció: “Con sólo esto quiero su infelicidad y ferocidad concluir: que desde
que en la tierra entraron hasta hoy, conviene a saber, estos diez y seis años,
han enviado muchos navíos cargados y llenos de indios por la mar a vender a
Santa Marta y a la isla Española y Jamaica y la isla de San Juan por esclavos
más de un cuento de indios, y hoy es este día los envían, año de mil y
quinientos y cuarenta y dos, viendo y disimulando el Audiencia Real de la isla
Española, antes favoreciéndose como todas las otras tiranías y perdiciones (que
se han hecho en toda aquella costa de Tierra Firme, que son más de
cuatrocientas leguas que han estado y hoy están éstas de Venezuela y Santa
Marta debajo de su jurisdicción) que pudieran estorbar y remediar. Todos estos
indios no ha habido más causa para los hacer esclavos de sola la perversa,
ciega y obstinada voluntad, por cumplir con su insaciable codicia de dineros de
aquellos avarísimos tiranos, como todos los otros siempre en todas las Indias
han hecho, tomando aquellos corderos y ovejas de sus casas y a sus mujeres e
hijos por las maneras crueles y nefarias ya dichas, y echarles el hierro del
rey para venderlos por esclavos.”
El fraile Las Casas había aprendido esa doctrina de
otros que antes que él, habían entendido el proceso exterminador emprendido por
España y Europa en nuestro continente. Fueron los precursores de los Derechos
Humanos fray Pedro de Córdoba y fray Antonio Montesino.
El sermón pronunciado por fray Antonio Montesino durante
la misa del cuarto domingo de Adviento el 21 de diciembre de 1511 en Santo
Domingo, constituye el primer hito (desde la perspectiva occidental) de la
lucha por los Derechos Humanos en América. La llegada de los frailes de la
Orden de Predicadores en septiembre de 1510 a la isla, entonces llamada La
Española, hoy República Dominicana y Haití, dio lugar al primero y más
trascendental enfrentamiento en el seno de las fuerzas conquistadoras, desde el
punto de vista ideológico; debate sin precedentes donde quedaba cuestionada la
presencia misma de los españoles en “las Indias”, y que tuvo además un impacto
fundamental en el desarrollo del pensamiento español y europeo del siglo XVI.
Constatada la gravísima situación que vivían los
originales habitantes del “Nuevo Mundo”, y escuchadas las historias que eran
vox pópuli en la isla sobre la reciente destrucción, por parte de las armas
invasoras que comandaba Nicolás de Ovando, de los cinco cacicatos en que se organizaba
la sociedad indígena taina, este primer grupo de dominicos se vio obligado a
tomar partido en defensa del derecho a la vida y a la libertad de los
originarios: “Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel
y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan
detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y
pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos,
habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer
ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais,
incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir
oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los adoctrine, y conozcan a su Dios
y criador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y
domingos?.....¿Estos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois
obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no
sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos?
Tened por cierto que en el estado que estáis no podéis más salvar que los moros
o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo”.
Lo dicen ellos mismos, no lo inventé yo.
III
La Doctrina Bolivariana.
Toda la obra, político-militar e intelectual, del
Libertador Simón Bolívar, fue la más grande gesta anticolonial que se haya
conocido. Él sabía que su lucha histórica por la igualdad tendría que
reivindicar tarde o temprano a las primeras víctimas del coloniaje europeo. En
sus principales escritos denunció el trato traicionero y criminal que los
invasores dieron -en particular- a los líderes de las naciones indígenas del
continente, mancillando sus dignidades para humillar al colectivo que les
veneraba.
Sorprende su apelación a Bartolomé de Las Casas en la
Carta de Jamaica, donde ya señala una dirección justiciera que reafirmaba con
otras expresiones relativas a los pueblos indígenas, a los que considera
“legítimos propietarios” del territorio americano, mientras a los españoles
llama “monstruos”. Bolívar pone en evidencia su conocimiento de la obra de Las
Casas, cuya relatoría de las afrentas ocasionadas a las naciones indígenas en
la precitada Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias, no fue
compartida por la mayoría de los de su clase, contrarios al enfoque del
dominico que reveló las atrocidades de la conquista.
En la Carta de Jamaica podemos leer esa visión
revolucionaria introducida por El Libertador en su tiempo: “Tres siglos ha
-dice Usted- que empezaron las barbaridades que los españoles cometieron en el
grande hemisferio de Colón. Barbaridades que la presente edad ha rechazado como
fabulosas, porque parecen superiores a la perversidad humana; y jamás serían
creídas por los críticos modernos si constantes y repetidos documentos no
testificasen estas infaustas verdades. El filantrópico obispo de Chiapas, el
apóstol de la américa, las casas, ha dejado a la posteridad una breve relación
de ellas, extractadas de las sumarias que siguieron en Sevilla a los
conquistadores, con el testimonio de cuantas personas respetables había
entonces en el Nuevo Mundo, y con los procesos mismos que los tiranos se
hicieron entre sí, como consta por los más sublimes historiadores de aquel
tiempo. Todos los imparciales han hecho justicia al celo, verdad y virtudes de
aquel amigo de la humanidad, que con tanto fervor y firmeza denunció ante su
gobierno y contemporáneos los actos más horrorosos de un frenesí sanguinario.”
Pero ese colonialismo no se conformó con esclavizar y
exterminar a las naciones originales, sino que aún a los descendientes de los
venidos de Europa, a los de su misma sangre pero nacidos en esta tierra, los
siguió discriminando y oprimiendo: “Al presente sucede lo contrario: la muerte,
el deshonor, cuanto es nocivo, nos amenaza y tememos; todo lo sufrimos de esa
desnaturalizada madrastra”, decía Bolívar al referirse a los “usurpadores
españoles”.
¡Cuánta cuerda vocal desgastó el Comandante Chávez
tratando de pregonar el pensamiento emancipador de Simón Bolívar!
IV
Sabemos la terrible contradicción que se produce en la
conciencia entre las costumbres y los cambios. En el marxismo-leninismo
interpretado por el fundador (éste sí) de la Revolución China, Mao Tse Tung, el
primer antagonismo que un militante tiene que resolver es el que vive en sí
mismo entre la ideología burguesa dominante y la condición de revolucionario.
Ninguna individualidad escapa a esta lucha, cuando intentamos elevarnos a ese
sitial del que hablaba Ernesto Guevara.
En el caso que nos ocupa, sobre este disparate
encubridor del genocidio que son las famosas “tres fundaciones”, y ese afán
enfermizo de envejecer a la ciudad lo más que la fábula permita, para sentir el
orgullo de haber sido “descubiertos” y “fundados” antes que otras urbes, esconde
en el fondo un terrible complejo de inferioridad antropológica, porque se busca
en la raíz colonial la genealogía extraviada: ser lo más español o europeo que la
leyenda de la Malinche facilite.
El 8 de septiembre de 1529 el invasor alemán Ambrosio
Alfinger llegó proveniente de Coro por la orilla oriental del estrecho del
estuario maracaibero. Vino con un ejército que usaba armas de hierro y fuego,
caballos y perros. Asentó su base militar cercana a “una ranchería” de indios
onotos (añú) de nombre Maracaibo. No construyó nada, ni creó ayuntamiento. Su
acción fue estrictamente bélica y económica (saqueo). Los pueblos nativos lo
confrontaron en una guerra desigual, y lo derrotaron. Tan es así, que treinta
después la Corona Española tuvo que organizar otra invasión, decidida en el
ayuntamiento de Tunja y liderada por Alonso Pacheco, con financiamiento de los
intereses mineros del reino de la Nueva Granada. También fue derrotado por el
pueblo añú en noviembre de 1573.
Invito a reflexionar sobre estas cuestiones: si
Maracaibo fue “fundada” en 1529, ¿por qué el primer mapa-plano de la villa
hispana a orillas del lago es de 1639? ¿por qué el oprobioso escudo de la
ciudad hispana es del 20 de junio de 1634? ¿por qué tardaron más de un siglo en
elaborar esos elementos tan típicos del colonialismo español?
Una familia cuyo hogar ha sido asaltado y ultrajado
por unos extraños no celebra la fecha. La recuerda con horror, o trata de
olvidarla.
Yldefonso Finol
C. I. V-7601509
Bravo: claridad y conciencia histórica
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