Defender
a Bolívar: ¿de qué? ¿de quienes? ¿por qué? (III)
¿Por
qué debemos invertir tiempo y esfuerzos en defender a Bolívar en la actualidad?
La
primera respuesta es tan simple como necesaria: porque lo atacan; lo atacan
injustamente, con falsedades, con alevosía, y con intencionalidad política destructiva.
Es que
en estos asuntos de la Historia no hay neutralidad; el estudio y debate de
hechos pasados no se encajonan a la fuerza en eso que llaman “objetividad”;
¿qué objetividad puede haber en el discernimiento de los acontecimientos que
ocurrieron en circunstancias políticas, culturales, militares, económicas,
marcados por las contradicciones de épocas disímiles? Algunas de esas
contradicciones fundamentales persisten, no han tenido síntesis.
El
análisis de los documentos de archivos, las narrativas de la historiografía,
las metodologías aplicadas al estudio de la historia, todo ello tiene una carga
ideológica imposible de diseccionar en un laboratorio. Los intereses de clase y
las perspectivas paradigmáticas adoptadas predominan sobre el relato meramente
descriptivo, haciendo de cada proposición epistémica una lectura comprometida:
o con el statu quo, o con la alternativa emancipatoria.
La
historia no es una ficción caprichosa del impulso creativo del historiador o la
historiadora, que recrea el pasado a gusto de un público más o menos pasivo; no
es lo que uno quisiera que hubiese sucedido, sino lo que inexorablemente
sucedió en las condiciones económicas y sociales de un espacio-tiempo
determinado. (Acosta Saignes)
Pero
la relectura de la historia con enfoques radicales, insurgentes, decoloniales,
revolucionarios, sin duda nos conlleva a cuestionar la narrativa positivista,
recolonizadora, eurocéntrica, confrontando la historia oficial tradicional, la
acomodada al sistema con predominio del capital transnacional y las burguesías
criollas, reinterpretando la historia desde la mirada, la piel y el alma de los
oprimidos. (Pellicer)
En
fin, que, como no nos sirve la categoría “objetividad”, nos aferramos -al menos-
a la honestidad intelectual de buscar la verdad histórica, hurgando con afán
permanente las fuentes más genuinas posibles, y los saberes más respetables,
aunque medien diferencias puntuales con los interlocutores. No es la unanimidad
o una coincidencia oportunista lo que nos interesa, quizás sí, el consenso del
conocimiento pertinente, luminoso, desencadenante, liberador.
La
segunda respuesta -obvia de toda obviedad, aunque retadora de reflexiones
muchísimo más complejas-: porque el hombre no se puede defender a sí mismo de
los múltiples y muy difundidos ataques que le propinan; no porque esté difunto,
sino porque tiene cosas que para Él son mucho más importantes de atender.
Tal
como sucedía allá por 1827-1828 que arreciaron la campaña de destrucción de su
imagen pública para justificar el asesinato que tramaban, y más allá de matarlo
físicamente, liquidar y desaparecer su gesta, su obra y su legado. Por entonces
el Maestro Simón Rodríguez se persuadió del linchamiento moral instrumentado
por los enemigos del Proyecto Emancipador Bolivariano, y redactó aquella
primera defensa, hasta hoy insuperable en revelaciones, argumentos, y estilo
original.
Dijo
Rodríguez: “Por él son independientes Colombia y el Perú. A él debe su
existencia política Bolivia. Por el respeto que infunden sus virtudes morales y
militares, gozan las tres repúblicas de seguridad, y de la confianza que
inspira su confianza pública a los monarcas, puede esperar su existencia futura
el Gobierno republicano en América. Digan los pueblos, pues, y díganlo, sin
temor de ser desmentidos, porque no exageran, que todo lo ha hecho Bolívar o lo
ha hecho hacer, y que sólo sus obras han tenido y pueden tener consistencia”.
Como
dijera José Martí: “Bolívar tiene que hacer en América todavía”; y en esto radican
las razones por las que debemos defenderlo.
Defendemos
a Bolívar porque es un patrimonio espiritual de los pueblos. Donde suena ese
apellido se activan las energías favorables al bien común. Dos siglos de
lejanía existencial y todo el descrédito vertido por la mediática hegemónica,
no mellaron el significado liberador de su nombre. Aunque las elites se
regodeen despreciándolo, en los rincones de millones de hogares humildes la
imagen de Bolívar representa la capacidad humana del desprendimiento y el
heroísmo. Entre los referentes virtuosos que se apelan como sinónimo de
valentía, honor, trascendencia, justicia, dignidad, liderazgo, gratitud,
erudición, triunfo, siempre está la palabra Bolívar.
Porque
su proyecto emancipatorio sigue vigente. Porque es el símbolo más poderoso del
anticolonialismo. Porque es el componente más emblemático de la venezolanidad. Por
todo ello defendemos a Bolívar.
La resistencia
del pueblo bolivariano en muchos lugares de Nuestra América, pero muy
especialmente en Venezuela, es un signo inconfundible de la vigencia de la
Doctrina Bolivariana; la sola actitud insumisa frente al imperialismo estadounidense
es un valor agregado sociopolítico de alto impacto: es lo más temido por los
gringos, de allí su búsqueda incesante de actores serviles que le allanen el
camino recolonizador al Comando Sur y al Departamento de Estado.
La defensa
de las soberanías nacionales, la vocación igualitaria y el derecho a
desarrollar modelos democráticos populares no tutelados, son valores inmanentes
a la concepción bolivariana.
Defender
hoy al Libertador Bolívar, es reivindicar el derecho a tener Patria y a
construir una sociedad basada en la dignidad colectiva.
Yldefonso
Finol
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