Ilustración de Enrique Colina
Aquel Bolívar de Jamaica, aquel increíble
1815
El Libertador comenzó el año habiendo
logrado la reunificación de Cundinamarca. El 12 de diciembre de 1814 dijo a la
División Urdaneta: “Para nosotros la Patria es América”. Al Gobierno General de
la Nueva Granada dijo en Bogotá el 23 de enero de 1815: “Hagamos que el amor
ligue con un lazo universal a los hijos del hemisferio…y que el odio, la
venganza y la guerra se alejen de nuestro seno”.
Pero las diatribas le acechaban y se
apartó tácticamente. Sus pensamientos y sentimientos los plasmó en Jamaica: “Nuestras
discordias tienen su origen en dos copiosas fuentes de calamidad pública: la
ignorancia y la debilidad. España fomentaba la una por la superstición y
perpetuaba la otra por la tiranía. En el estado anterior de las cosas nuestra
situación estaba reducida a la nulidad, vivíamos ajenos a todos los
acontecimientos que se cumplían, extraños a la contemplación del mundo político
y separados de todo lo que pudiera de algún modo ejercitar nuestra
inteligencia, o dar valor a nuestras riquezas y nuestro poder.”
Bolívar en Jamaica brilló en su momento
de mayor desesperación patriótica y revolucionaria. Derrochó sapiencia, cultura
universal, capacidad predictiva, y sintetizó la historia en un puñado de folios:
“China no manda buscar mandarines a la cuna de Gengis Khan que la conquistó”. Bolívar
señaló el camino descolonizador en claves por descifrar.
Su amigo Hyslop lo auxilió porque no
tenía ni unos centavos para sostenerse. Henry Cullen le escribió interpelándolo,
lo que provoca esa carta inmortal del 6 de septiembre de 1815. España reconquistó
Nueva Granada luego que la portentosa flota de Pablo Morillo tomó Cartagena
tras un sitio implacable.
La casera donde se hospedó al llegar lo
asfixiaba cobrándole. Algunos compañeros lo acogieron en la posada donde se
hallaban, un par de noches, pero de allí pasó a casa de Madame Julienne. Una lluvia
torrencial impidió a Bolívar ir a buscar sus pertenencias en el albergue
anterior, y eso le salvó la vida, porque su hamaca fue apuñalada ene veces por
el Negro Pío, quien había sido su ayudante y los españoles captaron con dinero
para cometer el asesinato. En la hamaca estaba el desafortunado Félix Amestoy,
quien murió esa misma noche. El traidor Negro Pío fue enjuiciado y ejecutado el
23 de diciembre.
La mente del Libertador no paraba de
esparcir sabiduría: “Es cierto que el peso de la libertad es liviano, pero
también es difícil mantenerlo en equilibrio aun en las naciones más cultas y
civilizadas…El débil necesita una larga lucha para vencer; el fuerte, como en
Waterloo libra una batalla y desaparece un imperio.”
La última semana de ese año casi
fantástico, Bolívar estaba en Haití.
La Carta
Recién había cumplido Bolívar sus 32
años cuando se hallaba en Kingston exiliado por evitar una guerra civil contra
los saboteadores de la campaña para liberar la franja caribeña que va desde
Santa Marta hasta Maracaibo. Acababa de librar exitosamente la contienda con
quienes mantenían insubordinada la provincia de Cundinamarca, uno de los tantos
servicios que prestó por entonces a la Nueva Granada.
Siempre muy inquieto –por naturaleza- y
centrado en concebir su retorno a Tierra Firme para continuar su gesta
libertaria, en Jamaica desarrolla una intensa actividad teórica y
propagandística. Escribe a diario artículos, correspondencias, planes militares,
todo ello orientado a conseguir apoyos para traer una fuerza a Venezuela que,
estableciéndose en un territorio liberado, fuera capaz de ir desalojando al
ejército español que la copaba por entonces.
Ese hombre joven aún pero ciertamente
algo desgarbado, rico de cuna pero sin un centavo para mantenerse, golpeado por
los dolores del amor perdido y los empellones de la política, pero con el
espíritu elevado y fuerte; ese Bolívar que ya ha peleado en dos docenas de
batallas y ha sorteado dos intentos de asesinarlo a traición, que ha visto
perderse dos veces la natal República de Venezuela y enredarse por pugnas de
sus entrañas la libertad de la Nueva Granada; ese Bolívar con sudado camisón,
bigotes y patillas sin afeitar, melena crecidita y hamaca por lecho, es el que
redacta en la noche del 6 de septiembre de 1815 la Carta de Jamaica.
Siempre en actitud esperanzadora y
predictiva. Didáctico en la explicación, denso en el análisis, culto en la
redacción. Así es su discurso. Este hombre parece elevarse a una altura
epistémica, dotado de mirada telescópica para descubrir los escenarios en el
ancho teatro de operaciones históricas, y de la lectura microscópica cuando se
trata de escudriñar la esencia de los acontecimientos que determinan la
compleja situación del continente.
En la Carta he detectado –empalmándola
con los Manifiestos de Cartagena y Carúpano, y con el Discurso de Angostura- la
aplicación de una metodología científica en la construcción del argumento: en
primer lugar se desarrolla un formidable esfuerzo de memoria histórica; en
segundo lugar, subyace en el acervo del autor, el conocimiento previo de las
teorías científicas y filosóficas más influyentes de su tiempo; en tercer
lugar, se expone una visión panorámica de la realidad internacional y sus
conexiones con el propósito revolucionario que lo mueve; y en cuarto lugar, no
se desdeña el componente matemático-estadístico en las definiciones de
diagnóstico y soportes de la argumentación. Tal es el método científico usado
por El Libertador en toda su obra, y muy especialmente, en su famosa epístola
jamaiquina.
Repasemos algunos de los sorprendentes
anuncios que hace Simón Bolívar en este texto tan representativo de su genio:
- Se nos revela como un convencido
lascasiano, aunque no era de extrañar que Bolívar ya hubiese leído la obra del
polémico dominico, si partimos del hecho que fue un lector voraz de todas las
literaturas de su tiempo y las anteriores. Tampoco debería creerse que su
maestro Rodríguez hubiere obviado la voluminosa crónica que Bartolomé de las
Casas dejó como testimonio vivo de las aberraciones humanas cometidas por la
invasión europea en Abya Yala. Y además de conocerle, Bolívar también desea
reconocerle el aporte que Las Casas hizo a la humanidad, fundando una ciudad
con su nombre: que el deseo de hacer justicia es en Bolívar una filosofía de
vida.
- Asoma por primera vez su interés en el
tema indígena, a los que califica como legítimos propietarios de esta tierra
americana. Aunque se nota que no ha tenido un contacto directo con esa parte de
la población –hecho que ocurrirá a posteriori- El Libertador sabe que su lucha
histórica por la igualdad tendrá que reivindicar tarde o temprano a las
primeras víctimas del coloniaje europeo. Destaca el trato traicionero y
criminal que los invasores dieron en particular a los líderes de las naciones
indígenas del continente, mancillando sus dignidades para humillar al colectivo
que les veneraba.
- También aparece reseñada su versión
original de Colombia como nuevo Estado que surgirá de la fusión de Venezuela y
la Nueva Granada, con capital en un punto equidistante y con cómoda salida al
mar como Maracaibo. Esta idea varió luego por las exigencias de la elite
granadina y por las ventajas en la estrategia de independizar regiones más al
sur, para lo que Bogotá ofrecía facilidades geográficas. Cuánto pudo influir
esta decisión en la futura disolución de la Colombia original y en la caída del
proyecto bolivariano, es un asunto que sólo los poderosos azares podrían
explicar, aunque no se exceptúa de antemano el deseo de analizarlo desde la
óptica de la especulación dialéctica de la historia.
- El Libertador entra, sin embargo, en
el movedizo terreno de imaginar el futuro político de las naciones americanas;
esa permanente preocupación que lo acompañó hasta sus últimos días por la
necesaria unidad frente a las complejidades de las aspiraciones locales y los
intereses particulares, corporativos o regionales. La diatriba entre los
modelos republicano y monárquico, y entre la forma de gobierno centralizada y
el federalismo. Las limitaciones que la falta de experiencia en cuestiones de
gobierno imponían a una generación que se había revelado contra una estructura
de poder con trescientos años de solidez indiscutible. El reto de ser
originales hasta en las instituciones que debíamos darnos como pueblos
nacientes, va acompañado de la angustia democrática por darle estabilidad al
gobierno sin dejarse arrastrar por las tentaciones del absolutismo y la
monarquía, sin descartar ni la condición electoral como fuente de legitimidad
ni la posibilidad del carácter vitalicio del jefe del ejecutivo, que en ningún caso
sería hereditario. Aquí queda plasmada esa otra parte fundamental de la
Doctrina Bolivariana, conformada por el trípode República, Democracia y Buen
Gobierno.
- Haciendo gala de su profundo
conocimiento de la realidad continental y del manejo adecuado de la
estadística, Bolívar realiza un viaje por la coyuntura política de cada uno de
los países latinoamericanos, del estado de su lucha por la independencia y de
su población, singularizando las potenciales capacidades para emerger del
dominio español con éxito. Allí se ponen de manifiesto otras de las
herramientas claves del método bolivariano, cuales son: el análisis situacional
y la estadística.
- Visto el grandioso campo de batalla
desde México a la Patagonia, sin dejar por fuera de esa patria grande las islas
de Cuba y Puerto Rico, Bolívar expone con nítida convicción la imposibilidad de
que España pueda sostener su imperio en Nuestra América, ni siquiera el sistema
económico que había configurado sobre bases ficticias de privilegios para sí y
exclusión para el resto. Reclama, eso sí, que tanto la Europa que se supone
liberal y defensora del libre comercio, como los Estados Unidos, hayan permanecido
indiferentes al sacrificio de los patriotas meridionales.
- Bolívar evalúa la realidad presente
desde las sapiencias acumuladas por la inmensa humanidad que va desde China y
Persia a los confines de Europa y América. Caracteriza con cualificada pericia
sociológica que “los americanos, en el sistema español” que estaba “en vigor”,
no ocupaban “otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el
trabajo, y cuando más, el de simples consumidores”. Esta discriminación además
de odiosa, constituía un freno insalvable para el progreso de nuestras
naciones, toda vez que la metrópoli, se reservaba para sí toda actividad
generadora de beneficios económicos y fiscales, aun las que no era capaz de
llevar a cabo. Tal fue la causa de fondo del movimiento independentista
continental.
- Discute la pertinencia de los
distintos modelos de gobierno, la perfectibilidad de sistemas que pudieran no
ser adaptables a la cosmovisión criolla americana; pugna por moderar las
apetencias democráticas exageradas que pueden conducir naciones recién organizadas
a desórdenes que las hagan inviables, y reflexiona sobre cuestiones tan
detallistas como la magnitud de la injerencia del sector militar en los asuntos
de gobierno y la dimensión territorial de las repúblicas. Concluye que esas
repúblicas deben ser grandes en virtudes y ciudadanía, más que en riquezas
materiales y poderes fácticos.
- Reveló también la esencial
contradicción dialéctica entre reformadores y conservadores, como la
confrontación de la que surgen los sistemas políticos, que serán justos y
liberadores si la correlación de fuerzas favorece a los primeros, o retrógrados
y opresores si se imponen los segundos. Esa ha sido la ley fundamental de la
política hasta nuestros días.
-
Predijo la realización del Congreso de Panamá y la construcción en ese lugar
del canal que comunicaría, uniendo los dos océanos, a todos los continentes.
La Carta de Jamaica representa la
consagración de Bolívar como escritor, sociólogo, arqueólogo forense de nuestra
historia raigal y arquitecto de la sociedad por construir. No fructificó su
clamor para que las naciones ilustradas de Europa y “nuestros hermanos del
Norte” nos auspiciasen con su protección y ayuda. Pero –paradójicamente- vino a
conseguir esos auxilios salvadores en una pequeña república de humildes
afrodescendientes que le esperaban en el vecindario caribeño para darle la mano
solidaria que lo subió de manera definitiva a la nave de la victoria y la
gloria universal.
Yldefonso
Finol
Militante
Bolivariano
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