viernes, 7 de noviembre de 2025

LA GUERRA UNIVERSAL

 


La Guerra Universal: una categoría bolivariana que retoma vigencia en nuestro continente

Era el 11 de marzo de 1825, ya lo señalé en el artículo anterior, Bolívar plantea el concepto de la guerra popular prolongada, ante la inminente invasión de una portentosa flota de la Santa Alianza encabezada por Francia para reconquistar América Hispana y ponerla -de nuevo- bajo el yugo colonial absolutista.  

Bolívar sabía que nuestros recursos bélicos estaban mermados, la tropa agotada, y la ansiada unión de los pueblos liberados de España no se había concretado. Por eso se necesitaba ganar tiempo, era el bien más escaso, y la diplomacia era una herramienta de prioridad ante una amenaza tan contundente y peligrosa.

Dice El Libertador: “Yo creo que se debe hacer entender a la Francia que yo no estoy muy distante de prestarme a combinar nuestras ideas con las que tiene la Santa Alianza, y que por medio de mi influencia se puede lograr la reforma de nuestro gobierno, sin sacrificio de una guerra que debe decidir de la suerte del universo. En efecto yo no tengo el menor inconveniente en ponerme a la cabeza de una negociación que paralice las furias de los franceses en este momento.”

Se jugaba su propio nombre, el más destacado y glorioso de la política mundial, como carta apaciguadora de aquel enemigo tan poderoso en tales circunstancias. Estaba dispuesto a realizar determinadas concesiones en la forma de gobierno, con tal de evitar otra guerra de tanta envergadura.   

En su análisis situacional, veía cinco factores de fuerza para disuadir la amenaza de las monarquías europeas, todos casi quiméricos ante los hechos: “Yo creo que se puede salvar la América con estos cuatro elementos: primero, un grande ejército para imponer y defendernos; segundo, política (diplomacia) europea para quitar los primeros golpes; tercero, con (el apoyo de) la Inglaterra; y cuarto, con los Estados Unidos (que también verían amenazados sus intereses de llegar a imponerse este nuevo dominio colonial continental). Pero todo muy bien manejado y muy bien combinado, porque sin buena dirección, no hay elemento bueno. Además, insisto sobre el congreso del Istmo de todos los estados americanos, que es el quinto elemento.”

Sobre todo, valoraba la alianza con Inglaterra, como señora de los mares, única capaz de contener la armada absolutista. Sin duda la libertad de comercio sería la primera víctima de una hegemonía de la Santa Alianza, y sus intenciones expansionistas no dejarían de mirar al norte una vez controlado el Sur recién emancipado con Junín y Ayacucho, y el Mar Caribe con su archipiélago estratégico. “Crea Ud., mi querido general, que salvamos el Nuevo Mundo si nos ponemos de acuerdo con la Inglaterra en materias políticas y militares. Esta simple cláusula debe decirle a Ud. más que dos volúmenes. Yo creo que Ud. debe mandar inmediatamente a saber a Inglaterra qué se piensa en el gabinete británico en orden a gobiernos americanos.” Le urgía conocer de fuente confiable cuáles posiciones se barajaban en el coso inglés.

Para El Libertador: “…si (aún) después de saberse en Europa el suceso de Ayacucho y la terminación de la guerra en América, los franceses emprenden o continúan sus operaciones contra nosotros, debemos prepararnos para sostener la contienda más importante, más ardua y más grande de cuantas han ocupado y afligido a los hombres hasta ahora. Esta debe ser la guerra universal.”

Luego de exponer algunos elementos de la geopolítica latinoamericana, Bolívar concluye que esa Guerra Universal definirá: “el triunfo de los tronos contra la libertad”. ¿Por qué? Porque “esta lucha no puede ser parcial de ningún modo, porque se cruzan intereses inmensos esparcidos en todo el mundo… Así el fin de este litis político y militar depende de (tantas) tales combinaciones y sucesos que ninguna probabilidad ni penetración humana puede señalarle el término final. Luego podemos concluir por mi proposición de prepararnos para una lucha muy prolonga, muy ardua…”

Bolívar, ese prestidigitador del optimismo providencial, tenía todavía las energías para ver más allá del Apocalipsis que se nos pretendía imponer por único destino: “Después de esta guerra horrible, en que quedaremos asolados, sacaremos por toda ventaja gobiernos bien constituidos y hábiles, y naciones americanas unidas de corazón y estrechas por analogías políticas...”

Confieso que hay una clarividencia en Él que convida a la magia, en capacidades inaccesibles a un simple mortal.

II

Perdonen que saltaré de lo sublime a lo fecal. Trump se enfrenta consigo mismo. Todo se decide entre él y el espejo. Su extravagante egolatría le hace menospreciar todo lo demás que no sea su propio ego. Su poder sobre el país histórico que ignora -el país que sus antepasados invadieron- sobre las facciones políticas tradicionales o emergentes, los grupos económicos que no se le inclinen, los Estados sumisos del continente y archipiélago que les son vecinos.

La “luz verde” que le ha dado el Senado para continuar su actividad pirática en nuestro Mar Caribe, el Mar de Venezuela, con el despliegue descomunal de capacidad ofensiva, constituye una señal peligrosísima: una incitación a arreciar la política delictual estadounidense contra el Derecho Internacional y la Paz. Ese país viene incurriendo hace años en el delito de agresión, previsto y sancionado severamente en la justicia internacional como crimen contra la humanidad.    

El ególatra lo decía descaradamente como aspirante a su tercera candidatura: “¿Cómo les parece que estemos comprando petróleo a Venezuela? Al irme, Venezuela estaba lista para colapsar. Nos hubiéramos apoderado de ella. Hubiéramos tomado todo su petróleo. Pero ahora compramos petróleo a Venezuela. Estamos haciendo a un dictador muy rico. ¿Pueden creerlo?, nadie puede creerlo.”

Esto lo dijo el 10 de junio de 2023, Donald Trump con sus lacayos serviles mantuvo la estrategia de apropiarse de las principales reservas petrolíferas mundiales, aplicando un terrible menú de agresiones en contra del pueblo de Venezuela.

El 23 de enero de 2019, Trump dijo en una entrevista que su política de agresiones contra Venezuela colocaba “todas las opciones sobre la mesa” y entre copartidarios aseguró que la “mejor es la intervención militar”, que además se la pedían sus operadores en el país, es decir, la mafia de Guaidó y María Machado.

Hoy estamos en el umbral de esa guerra no deseada por nosotros y la gente decente de otros países (destaca -y se agradece- la conducta bolivariana del Presidente Gustavo Petro).

Todos los días las fuerzas militares gringas que tienen infestado el Caribe han cometido diversa clase de provocaciones y en diverso grado de intensidad. Nuestro Gobierno con el Presidente Nicolás Maduro al frente de todas las operaciones y gestiones, han manejado con gran sabiduría la complicada situación. Muy acertada la movilización general del pueblo venezolano, la profundización del esfuerzo productivo y el equipamiento preventivo aumentado sin precedentes en cantidad y capacidad combativa, gracias a nuestros poderosos amigos.

Con la curva de disposición energética mundial en plena pendiente negativa, amén de los estratégicos recursos minerales de que dispone en cuantía la Patria de Hugo Chávez, no parece posible la indiferencia de potencias decisivas aliadas de Venezuela que requieren la convivencia pacífica para ejercer libremente el comercio justo y la cooperación.

Las combinaciones de factores a favor que en 1825 El Libertador preveía, o dependían de complicadas jugadas diplomáticas que nada seguro garantizaban, o estaban por construirse sobre bases corroídas como el Congreso de Panamá (desfigurado por el vicepresidente) que tardó año y medio más en reunirse sin resultados satisfactorios.     

Trump necesita elevar su valoración como capo de esa aspiración mitológica de “hacer a América grande otra vez”. Internamente tiene el juego enredado, en lo económico menguado severamente. Le queda el naipe de triunfar sobre un “enemigo externo” para que el espejito lo premie mientras los cipayos del vecindario le besan el trasero. En la hiperrealidad él cree que lo está logrando. Estados Unidos nunca ha sentido en territorio adentro el flagelo de la guerra que ellos han aplicado de un centenar de pueblos en la Tierra. Se acostumbraron a invadir impunemente.

El decadente modelo capitalista parasitario y especulativo que Trump representa, tomó aires en épocas pasadas a partir del negocio de las guerras. El escenario global ha cambiado mucho Mr. Trump. No incendie la pradera, ni convierta el mar en una necrópolis con la bandera de Hemingway ensangrentada. Dígale “adiós a las armas” antes de tener que andar preguntándole a su séquito “¿por quién doblan las campanas?”.

Disculpen la distracción, estaba hablando de las predicciones bolivarianas y me sonó lo de la Guerra Universal.

Yldefonso Finol