domingo, 18 de abril de 2021

DECLARACIÓN DE AMOR POR NUESTRA HISTORIA

 


Declaración de amor por nuestra Historia

Epígrafes

“Payaso de la noche, payaso; enamorado de la luna” (Guaraguaos)

“Ah, la Historia. Impartirla ahora es un lacerante sufrimiento.” (César Rengifo, 1979)

I

Obertura en re menor para desvelos sin orquesta

La historia se estudia. Hay mucho por estudiar en los folios del tiempo. Mucha crónica instantánea de valor histórico. Tradición oral por saberse y valorarse. Escrudiñar entre líneas la historia oficial. Hurgar en los baúles de los pueblos las verdades que nos fueron negadas. La historia se vive. Se hace. Se proyecta. Se investiga. Se escribe.

O se ignora. Se deja pasar desapercibida. Se esconde. Se niega. Se deshace. Se manipula. Se tergiversa. Hasta se desconoce su existencia. Y estamos en el ojo de ese huracán que todo lo arrasa sin sabernos siquiera instrumento de su incesante gestación.  

Hay historia en lo grandilocuente. Lo epopéyico. Lo noticioso. Lo notable. Pero la historia también está en lo discreto. Lo local. Lo oculto. Hay mucha historia que quedó atrapada en los secretos de alcobas y despachos. En los caminos de arena y piedras anduvo la historia, como fluye etérea en las redes tecnológicas, navega el firmamento invadido de satélites artificiales y acomete vertiginosa en el microscópico mundo de la nanotecnología.

En la cotidianidad se tejen muchas historias. Los continentes encierran grandes sucesos históricos. Y hay eventos minúsculos en lugares modestos que desatan la historia. Los pueblos son la historia. La hacen, la padecen, la reinterpretan y le cambian el rumbo.

Las artes andan -y desandan- en la historia. Los mitos invaden la historia. Las guerras de invasión se roban la historia. Las de liberación quieren terminar las guerras. La opresión y el afán de poder han provocado los capítulos más terribles de la historia. Los ideales igualitarios han orientado los cambios históricos a sociedades más justas y progresistas.

La humanidad no es homogénea. Sigue siendo utópico hablar de “humanidad”. Los imperios belicosos y avaros surgidos hace seiscientos años en Europa al influjo del mercantilismo y el monoteísmo bíblico, mortificaron a los demás pueblos del mundo para enriquecimiento de sus parasitarias monarquías y clases privilegiadas. Ellos impusieron la versión de historia del vencedor como dogma alienante para eternizar su hegemonía. Las conquistas y el sometimiento destruyeron culturas y vidas por todo lo ancho y largo del planeta. Nuestras historias son una antología de genocidios y saqueos. También de resistencias heroicas y gestas sorprendentes.

Tal es el caso venezolano.   

II

Despecho a dúo con Rengifo

El esfuerzo por la memoria colectiva del pueblo bolivariano no es por adicción al pasado, es por el futuro de las nuevas generaciones, para que siempre sepan y recuerden de dónde vienen. ¿Y qué es el presente en términos históricos, sino el breve tránsito del pasado de los pueblos hacia el futuro que seamos capaces de construir? Esta labor cotidiana de estudiar, investigar, producir conocimiento y compartirlo, lo realizo como misión militante que busca contribuir a la formación del pueblo trabajador para la defensa de sus genuinos intereses de clase y de Patria, “tanto en lo material como en los más elevados sitiales del espíritu”.

En los términos más sencillos, comenzamos el ejercicio de mirar el pasado histórico al cuestionarnos: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? Y las respuestas a esas preguntas nos conducirán a una espiral de búsquedas laberínticas por conocer, por aprehender e interpretar los contenidos, a veces nebulosos, otras, marmóreos, de eso que se ha dado en llamar Historia, que es la memoria colectiva del devenir de la humanidad.

Como dijera César Rengifo, la tarea de historiador comprometido social y éticamente con las causas de los pueblos, es una ruta “llena de peligros, tentaciones obscuras, sordas acritudes y dolorosas frustraciones”.

El culto a la colonialidad y su engendro el neocolonialismo, invisibilizan nuestra historia ante las multitudes desvalidas de épica. Se niega a los pueblos el conocimiento de su gesta nacional para que no vibren de estima por la pertenencia de un colectivo telúrico.

Durante siglos se conspiró meticulosamente desde las elites dominantes para dejarnos sin historia, sin “lo más sólido y sustantivo” de nuestro pasado. Para dominarnos a través de la cultura de la sumisión y la apatía, nos negaron nuestro ancestro heroico. Borraron nuestra memoria colectiva porque en ella habita la épica más hermosa. Nos quitaron primero la tradición oral de nuestros ancestros, los pueblos originarios; para luego arrebatarnos también la narrativa de las proezas continentales que hicieron nuestros bisabuelos descalzos y sin camisa.

Se nos niega nuestra gloria popular, superponiendo en primacía lo foráneo, lo que vino con la invasión eurocéntrica: “que la gloria del antiguo conquistador abone para la exaltación del conquistador nuevo y que se pueblen nuestras calles y avenidas con sus sonoros y exóticos nombres”.

Poblaron los resquicios del inconsciente social con protagonismos aristocráticos: sólo lo fastuoso es patrimonial, sólo la burguesía es digna de biografías y genealogías. Se rebusca un solo gen europeo para tener “identidad”. Nadie quiere ver su origen “indio”.

El imperialismo requiere despojar al humano de su patria, para convertirla en insumos de la insaciable máquina del capital. Tener patria soberana se ha convertido en un Derecho Humano primordial: de ello depende el derecho a luchar por todos los demás.

Pero la Historia ni se comprende ni se hace reduciéndola a un listado de efemérides, con reseñas institucionales más o menos repetitivas y aburridas.

¡Oh, tiempo Bicentenario! ¡Cuánta espera por tu llegada! ¡Qué pronto se irá tu fama!

III

La heroicidad cotidiana

“Sólo el pueblo salva al pueblo”, se decía en Solentiname a inicios de los 70’.

El pueblo bolivariano es la reserva moral, la fortaleza de nuestra soberanía. Se lanzó a las calles a salvar a Chávez el 13 de abril de 2002. Aguantó estoico el “paro petrolero”, las “guarimbas”, la depravación “cadivista”, el “bachaquerismo”, y otras manifestaciones del Estado burgués que se recicla y muta para perpetuarse. Luchamos a diario contra todas las adversidades. Las materiales y las anímicas. Hemos visto surgir las esperanzas, aferrándonos al icono que las inspiraba y hemos constatado que la avaricia lleva a la traición, y ambas al desencanto y la ruina espiritual de sus perpetradores. Presenciamos -y combatimos- las arremetidas de poderosos enemigos. Padecemos las penurias del sabotaje imperialista y la merma de las arcas comunes –antes ostentosas, ahora anémicas- por acción de corruptos y esa “cultura” del despilfarro heredada de CAP I que no se supo sortear.

“No hay enemigo pequeño, ni fuerza desdeñable”, nos decía el Ché a inicios de los 60’.

El liderazgo opositor se arrastra al imperialismo. Reniega de su patria. Se coaliga con piratas para robarnos y maldecirnos. Es torpe por arrogante, e inepto por flojo. No por ello se debe subestimar. A la orden de su patrón pueden reagruparse y atacar.

El heroísmo venezolano conmemora el Ciclo Bicentenario que tanto pregonó Hugo Chávez. Bicentenario del bolivarianismo como doctrina de la emancipación. Tiempos pandémicos y críticos nos ha tocado asumir junto a Nicolás. Y aquí estamos.

El pueblo trabajador sigue cargando en sus lomos el peso de la Historia, alimentado con las misteriosas energías que nos vienen de esa misma Historia. En ella nos amamantamos y por ella damos la vida. República, democracia y socialismo sólo son posibles entre iguales. Elites y privilegiados impiden la “igualdad establecida y practicada” que invocó El Libertador.  

La Patria es la Historia: un amor difícil, sublime y sacrificado, vivificante e irrenunciable.  

 

Yldefonso Finol

Amante de la Historia Patria

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