miércoles, 5 de mayo de 2021

Colombia: capitalismo bestial y masacre de Estado

 

Colombia: capitalismo bestial y masacre de Estado

Lo más triste de la alienación capitalista, es ver cómo hombres del pueblo en funciones de agentes represores al servicio de la opresión, maltratan, torturan y asesinan a mansalva a sus iguales (socialmente hablando).

Confieso que es un tema que lacera mi alma y que me cuesta comprender -desde la sensibilidad- por su irracional desenfreno. Las escenas de carabineros chilenos lanzados como fieras contra la juventud, las mujeres, los adultos mayores, se repiten en cada gobierno derechista; pero es que en el caso colombiano esta práctica viene a ser el complemento de una violencia estatal y paraestatal cotidiana, continuada, sistemática, selectiva contra el liderazgo popular, y, en esta ocasión, masiva contra toda la clase popular.

Tienen mucho trabajo por delante las ciencias de la sociología, la psiquiatría, la psicología –sobre todo la social- para explicar este fenómeno donde unos seres humanos dotados de autoridad, uniforme y armamento por la sociedad para protegerla, se convierten en abusadores, maltratadores y masacradores de la ciudadanía trabajadora, a las órdenes de una elite inescrupulosa, estúpida, avara, maldita, pero que tiene el poder. Por un sueldo miserable un hijo de su mamá sufre mutación a sicario institucional del sistema.

La maestra historia nos ha demostrado que el terrorismo de Estado es el único modelo político posible en la Colombia que usurparon Santander, Obando, López, y sus seguidores liberales y conservadores, mandaderos de la oligarquía y el imperialismo gringo.

A propósito de conmemorarse el 5 de mayo el nacimiento de Carlos Marx, se presenta Colombia como un caso extremo de lucha de clases y del papel opresor del Estado como instrumento de dominación del capital. Luego no culpen al “barbudo de Tréveris” de la vigencia de sus ideas.

El gobierno de Álvaro Uribe y su marioneta Duque, pretendiéndose omnipotentes quisieron imponer una reforma fiscal extremadamente regresiva, para seguir extrayendo plusvalía de las clases trabajadoras y poder financiar –precisamente- la represión institucionalizada sobre la que descansa la opresión brutal contra el pueblo colombiano, y esos ofensivos privilegios de que gozan los explotadores oligarcas, en el país con las desigualdades más insolentes del vecindario.

¿Subestimaron al pueblo o sobreestimaron su hegemonía? ¿Lanzaron un globo de ensayo para medir la respuesta social? ¿Crearon una provocación adrede para arremeter contra los movimientos sociales oponentes al uribismo a fin de estigmatizar la protesta y reagrupar la derecha ideológica en torno al proyecto fascista-neoliberal?

Los desenlaces se verán a mediano plazo. El fascismo colombiano, encabezado por ese criminal psicopático llamado Álvaro Uribe Vélez y su partido Centro Democrático, ha demostrado en eventos electorales recientes, contar con un importante apoyo; otros actores de esa franja pro-imperialista, con matices engañosos, como la alcaldesa de Bogotá, y diversos caudillismos regionales alimentados por las mafias narcoparamilitares, terminan tributando al mismo proyecto santanderista de eternizar en Colombia la adhesión perpetua a los intereses de Estados Unidos y la burguesía neogranadina.

La esperanza de que pueda surgir una fuerza política unitaria, patriótica, leal al pueblo humilde, pasa a convertirse en una necesidad urgente y vital para evitar la continuidad del negocio de la guerra y el terrorismo de Estado a costa de la muerte, la pobreza, el desplazamiento forzoso, y la entrega de soberanía.

Es admirable la valentía, la tenacidad, el arrojo, la dignidad de ese pueblo hermano, indígena, afrodescenciente, campesino, trabajador, creativo, irreverente, bolivariano.

Vaya esa mano solidaria, ese abrazo fraterno, ese corazón amigo al pueblo que luchó junto al nuestro en Boyacá y Carabobo, en Bomboná y Junín, en Ayacucho y en Tarqui.

Que por fin “en surcos de dolores”, el bien germine ya. Es hora de vencer.

 

Yldefonso Finol

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