martes, 11 de mayo de 2021

URDANETA Y EL BICENTENARIO DE LA LIBERACIÓN DE CORO

 Bicentenario de la liberación de Coro: Rafael Urdaneta el 11 de mayo de 1821

Introito

Desde los primeros tiempos de la invasión europea a tierra firme, Coro fue acceso fácil de los extranjeros. Zarpar en Santo Domingo y dejar que las velas se llenasen de aires alisios, hacían parecer ese viaje de 430 millas náuticas, un paseo a los alrededores, a estos europeos que hicieron de los océanos territorios de conquista y poder.

Juan de Ampíes fue muy cómodo de isla en isla, y estando en Curazao (Isla de los Gigantes) vino a la casa del Manaure (Jefe, del prefijo Má: tierra, y el sufijo ‘raure: autoridad), que llamaban Todariquiva, equivalente a una capital de la nación caquetía (Curiana o Coriana).

Ampíes militaba de la visión de los dominicos Pedro de Córdoba, Antonio Montesinos y Bartolomé de Las Casas, según la cual, el acercamiento a los pueblos originarios debía hacerse pacíficamente con el propósito prioritario de cristianizarles.

Pero en las Cortes de Carlos V esas ideas no traían oro ni ganancias, y las deudas con la casa germánica de los “Welser” eran gordas y había que pagarlas. El rey entrega Venezuela a la gente de los Fugger y los Einger. Se inicia oficialmente con Ambrosio Alfinger en marzo de 1529 la guerra de esclavización y exterminio de los invasores contra nuestros ancestros.

Salvo las insurrecciones de Bacoa contra la tiranía de Alfinger y de José Leonardo en 1795, el desembarco de Miranda en 1806, y la fugaz victoria patriota a finales de 1810 dirigida por el Marqués del Toro, la región coriana estuvo ininterrumpidamente en manos colonialistas hasta el año de 1821.

Vicente Lecuna opina que después de Pasto, la ciudad más fanática de la monarquía española en el continente era Coro.

I

En el Boletín Número 3 del Estado Mayor de La Guardia, del 12 de mayo de 1821, se puede leer: “Al amanecer de ayer fue ocupada la ciudad de Coro con bastante regocijo de sus habitantes, e inmediatamente se dispuso la persecución del enemigo por una fuerte partida de Paraguaná que había llegado oportunamente, y que era la tropa más descansada”.

Los jefes españoles con su ejército se pusieron en huida días antes, dejando una supuesta “junta” encargada del gobierno, que lanzó la treta de suplicar a Urdaneta no tomar la ciudad.

En Mitare el 9 de mayo Urdaneta escribe a Francisco Delgado, Gobernador de Maracaibo, una carta que deja muy en claro la madurez político-militar de aquél General de 32 años de edad: “El enemigo siguiendo su doctrina de abandonar un país que no ha podido defender contra las tropas de La Guardia, ha evacuado la capital, delegando el Gobernador de ella su autoridad a una Junta compuesta por cinco individuos, que se creen autorizados para negociar conmigo, como si no estuviesen en la dura alternativa de rendirse o sufrir los crueles males de una incursión de tropas. Mi contestación es sin embargo suave, y la ciudad será tratada con la beneficencia que caracteriza nuestro Gobierno; pero los Comisionados no obtendrán de mí más que lo regular”.

El poder realista en Coro hubiera podido arrasar a Josefa Camejo y las milicias que habían declarado la Independencia el 3 de mayo tras el combate en Baraived, pero la inminente llegada de la División al mando de Rafael Urdaneta los persuadió irrevocablemente de huir despavoridos; con despecho criminal hacen explotar el polvorín y se ponen en fuga a toda carrera, de manera que al llegar la revolucionaria paraguanera con su destacamento y el Ejército Libertador de Urdaneta, ya en la ciudad no quedaba ni un soldado realista, ni un oligarca encopetado.

La patraña de nombrar una “Junta” que asumiera el control de la provincia entablando un diálogo absurdo con la fuerza militar que viene a liberar la región del yugo español, resultó una táctica dilatoria del enemigo, en la que el experimentado Urdaneta no iba a caer ni de vaina.

Por eso a la petición socarrona de los “comisionados” que “suplica a Usted se sirva detener sus marchas”, el General Urdaneta responde siempre Brillante: “La detención de mis marchas…no puede ser concedida por la tendencia que esto podría tener en favor de la retirada de las tropas que evacuaron esa ciudad. Los señores comisionados pueden adelantarse al punto en que me encuentren sobre mi marcha, seguros de que serán tratados conforme a la santidad de su misión”.

 

II

Pero si queremos entender la profundidad de la ética militar bolivariana, tenemos que estudiar, letra por letra, la Proclama de Rafael Urdaneta el 10 de mayo, antes de entrar triunfantes a la muy realista ciudad de Coro.

Les habla por su solo nombre que ya por entonces es un icono de la República, encarnación de los valores que se pregonaban para una nueva ciudadanía emancipada y virtuosa:

“Soldados: el pueblo de Coro que vais a ocupar es uno de los que forman el Departamento de Venezuela en la gran República de Colombia. Este pueblo, que ha servido fielmente a los agentes de la tiranía, acaba de ser evacuado a discreción de nuestras armas; y los mandatarios españoles, en premio de sus importantes servicios, han puesto el sello a las angustias de los corianos, dejando minado el depósito de pólvora, que en su explosión ha arruinado edificios y sepultado inocentes.

Soldados: los habitantes de Coro son nuestros hermanos; es preciso enjugar sus lágrimas; es preciso que vuestra conducta desmienta las imputaciones con que el enemigo ha intentado desacreditaros en su fuga. Que se convierta en amistad cualquier sentimiento de venganza que pudiera inspiraros el recuerdo de los acerbos dolores que este país ha causado a la República, y que los habitantes de Coro reciban de vosotros el trato dulce y benéfico que debían esperar de sus últimos amos.

Soldados: el robo y toda especie de vejación a los vecinos os es absolutamente prohibido. Ningún individuo del ejército tiene facultad de tomar nada ajeno. El que lo hiciere con infracción de este artículo, y de los bandos generales del ejército, será castigado con la última pena.” (Cuijima, mayo 10 de 1821. Rafael Urdaneta, del Orden de Libertadores, General de División de los Ejércitos de la República, y Comandante en Jefe de la Guardia del Libertador Presidente).

Virilidad marcial sin despreciar la diplomacia política; disciplina férrea en el ejército junto a magnanimidad en las victorias; regularización de la guerra y respeto a la dignidad humana en todo trance: son valores fundamentales de la doctrina militar practicada en toda su carrera por Rafael Urdaneta.

 

III

Destaco la figura personal del General Rafael Urdaneta como Libertador de Coro en razón de tres argumentos sólidos:

1)    El histórico.

2)    El de Estado.

3)    El de la justicia.

El Histórico.

El régimen colonial en Coro exterminó a la población originaria, masacró y descuartizó la rebelión encabezada por José Leonardo Chirinos, y frustró aquella valiente y pionera Primera República de 1810. Al iniciar su Campaña el 30 de abril en Maracaibo, el ejército patriota mandado por Urdaneta se disponía marchar sobre esa ciudad emblemática de los realistas. Apenas salieron las tropas de los Puertos de Altagracia el 1º de mayo, entrando a territorio de la Provincia coriana, tuvieron que dar sucesivos combates, pueblo por pueblo, para ir liberando a Coro. Ese mismo 1º de mayo se combatió en los sitios de Camanigure y Matícora contra avanzadillas realistas de la columna “Fieles Corianos”, con sede en Casigua. Así se enteraron que la marcha de Urdaneta iba en serio. Se peleó en la propia Casigua, en Pedregal en dos ocasiones, en Mitare, porque el enemigo en su retirada fue dejando guerrillas que flanquearan la fuerza de Urdaneta con miras a atacar por la espalda, sin embargo, el General de División no dejó que las escaramuzas le distrajeran de su objetivo estratégico, y así “al llegar a Mitare tuve noticia de la insurrección de Paraguaná y traté de protegerla impidiendo con mi aproximación que el enemigo destacara algún cuerpo sobre aquella península”. Tomada Coro, aún hubo de liberarse la franja oriental de la Provincia persiguiendo al enemigo en fuga hasta San Juan del Tocuyo, traer al orden a los pueblos de la sierra y volver a enfrentar guerrillas en Pedregal. Sin desmeritar para nada la heroicidad de Josefa Camejo y el puñado de patriotas que le acompañaron, esa no era fuerza suficiente para liberar la región coriana. Al contrario, más se crece su valentía y sacrificio en haberse expuesto a combatir un enemigo militarmente superior que contaba además con apoyo significativo de la población. La historiografía positivista, misógina por antonomasia, negó sistemáticamente la participación de la mujer en los grandes hechos históricos, particularmente en la revolución independentista. La gloria de Josefa Camejo es tan inmensa que logra romper ese cerco patriarcal, por lo que debemos considerarla Libertadora no sólo de Paraguaná y Coro, si no, en todos los órdenes de la vida republicana pasada, presente y futura.  

Por instrucción del Mando Supremo, Rafael Urdaneta había sido embestido desde el 8 de marzo de autoridad para “recibir y conceder protección decididamente a cualquier pueblo, distrito o Provincia que siga el ejemplo de Maracaibo y se acoja a nuestra banderas implorándolas después de haber adjurado y desconocido el Gobierno español” (Briceño Méndez, Ministro de Guerra).

Pero tal no fue el caso de Coro: “La División de mi mando se congratula de poderse presentar delante de Coro con el carácter de paz con que siempre han sido considerados los pueblos que abrazan la causa santa de la Independencia. el de Coro a la verdad no se halla en este caso, porque la suerte de la guerra lo ha colocado en la alternativa de entregarse o perecer”. Allí la mano firme para confrontar y vencer al enemigo, y aquí la otra, la bondadosa, que se explaya para hacer el bien “sin mirar a quien”: “Mas como ningún servicio al enemigo, ningún comprometimiento contra la República, pueda hacerme separar de las miras benéficas de mi gobierno hacia nuestros hermanos extraviados, el pueblo de Coro puede contar con mi consideración, y con el religioso cumplimiento de cuanto ofrezca”. (Rafael Urdaneta a la Junta Gubernativa de Coro, en Mitare a los nueve días del mes de mayo de 1821)

El argumento de Estado.

El carácter oficial incuestionable de Libertador de las Provincias de Coro, Maracaibo, y el distrito de Carora, se lo da a Urdaneta nada menos que El Libertador Presidente Simón Bolívar.

Por eso Bolívar pide el ascenso para Urdaneta el 6 de junio, justo diez y ocho días antes de la Batalla de Carabobo: “Los importantes servicios que el señor General de División Rafael Urdaneta ha prestado a la República en esta campaña, completando la libertad de las Provincias de Maracaibo y Coro, lo hacen acreedor al inmediato ascenso de General en Jefe de los ejércitos de Colombia.” (Cuartel General en San Carlos. Oficio al Vicepresidente interino de la República)

Estos conceptos fueron reiterados en comunicación del Ministro Briceño Méndez del 8 de junio: “Su Excelencia da a Usted las más repetidas gracias por los importantes servicios que ha prestado a la República en esta Campaña, libertando dos Provincias que por su situación y recursos han sido los firmes apoyos de nuestros enemigos en las épocas anteriores.”

Simón Bolívar, esta vez en tono personal, le escribe desde Trujillo a Urdaneta que estaba en Cúcuta reponiéndose de su dolencia: “Mi querido General: Aún no he dado a Usted la enhorabuena, ni de su campaña de Coro, ni de su nuevo empleo, ni de su restablecimiento, porque, amigo, yo no escribo a los que amo, sino cuando necesito de ellos. Ahora necesito de Usted y le escribo. Me han asegurado que se halla mucho mejor: lo celebro infinito por Usted, por la patria, y por mí. Si esta buena nueva no es falsa, lo convido para que venga a Maracaibo a ayudarme eficazmente y a ganar nueva gloria, si su fortuna es tal que no se lo impida su salud”. (24 de agosto de 1821)

Clarito y perfumado como el cielo trujillano en el verano.

El de la justicia.

La historia oficial, oficiosa, dictada por caudillos de turno a sus complacientes escribanos, todos bien trajeados a la usanza aristocrática, que deifica figuras machistas, violentas, pícaras; o escrita a iniciativa del adulante, o, incluso, elaborada por respetables eruditos, toda se construyó para reforzar el poderío oligárquico de la burguesía centralista, creando una cultura usurpadora que atribuye lo “nacional” a lo capitalino, y “lo demás es monte y culebra”.

Esa “historia” autobiografiada por el narcisista antibolivariano que engendró la IV República, imponiendo sus gustos como dogma de la estética “nacional”, secundada por la mayoría de voces que perpetuaron la negación de lo ancestral venezolano, esa des-historia, no reconoce otra épica que la elitista, pero aún van más allá, desconociendo la que no viene de su seno centralista. Por eso a Urdaneta le ha sido esquilmado su aporte imprescindible a la gesta independentista, pese –o por eso mismo será- a que El Libertador lo amó y condecoró con abundantes bienes de su espíritu.

En justicia ha dicho el Presidente Maduro en su clase magistral inaugurando la escuela de formación del Congreso Bicentenario de los Pueblos: “Rafael Urdaneta, Libertador de Colombia”.

      

IV

Dicen las notas apuntadas en las Memorias del Brillante que “llegado Urdaneta a Barquisimeto con su División, encontró allí orden del Libertador para que si la gravedad de sus enfermedades no le permitía continuar, entregase las tropas al Coronel Rangel, que le acompañaba, para que las condujese a San Carlos, desmembrando un batallón, que unido a la columna con que el Coronel Carrillo había ocupado poco antes a Barquisimeto, hiciese un movimiento hacia San Felipe con el objeto de llamar la atención del enemigo por aquella parte, se hizo así, y Rangel y Carrillo siguieron a sus destinos quedando Urdaneta en Barquisimeto.”

En el detallado parte dado en el Cuartel General de La Guardia establecido en Coro el 12 de mayo, reporta Urdaneta al Ministro Briceño Méndez el agravamiento de su salud durante toda la Campaña: “Mi salud decae cada día y no he tenido que hacer poca violencia para llegar hasta aquí; atacado de dolores continuos en el cuerpo, lo mismo que lo estuve el año pasado en términos de serme penoso hasta andar. Temo dejar el mando de la División porque sé los inconvenientes que trae y que nadie, (permítame Su Señoría que se lo diga), puede igualarme en celo en la ejecución de las órdenes de Su Excelencia; pero también me es forzoso decir a usted, que si no consigo algún alivio en los días que he de permanecer aquí hasta la aproximación del “Rifles” será preciso separarme de estas tropas, contra mis más ardientes votos porque en absoluto no me será posible ejecutar ni aun las simples marchas.”  

Aquellas marchas por las áridas trochas corianas, donde sobraba la canícula y escaseaban la sombra y el agua, misma que debían racionar tomando pequeñas porciones cada 24 horas, sin pastos para la caballería, ni auxilios alimentarios en los poblados abandonados por súbditos afectos a la Corona Hispana, no fueron más que otra prueba en las tantas que la hueste bolivariana debía pasar para elevarse a la cúspide de la gloria. Y Urdaneta estaba allí al frente, sumergido en el martirio de una enfermedad que aguantó estoico por varias décadas.

De tal madera está constituido el árbol de la Revolución Bolivariana.

Honores y gloria eterna a la Libertadora Josefa Camejo y a Rafael Urdaneta, Libertador de Coro.

 

Yldefonso Finol

Amante de Nuestra Historia

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