La tarea descolonizadora: de cuando el General en Jefe de los Ejércitos de la República, Rafael Urdaneta, tuvo un duelo a muerte con un tal Alonso de Ojeda
Tercer
asalto: testigos de la historia
I
Tiene la palabra El Libertador Simón Bolívar.
“Yo, Simón Bolívar, declaro bajo juramento de honor,
que conozco de vista y trato al ciudadano Rafael Urdaneta desde el 26 o 27 de
febrero de 1813, si no recuerdo mal, justo antes de que triunfáramos juntos en
la Batalla de Cúcuta del día 28 de aquel mes y año. En todo este tiempo –que ya
es bicentenario- he constatado al General en Jefe Rafael Urdaneta como el más
firme y sereno oficial del Ejército Libertador. Este honorable venezolano,
oriundo de Maracaibo, ha sido el eje de mis operaciones militares y sobre el
cual gira la rueda de la Patria. Desde 1810 constantemente ha estado en campaña
y en todas ocasiones ha manifestado su absoluta consagración a la República y
sus virtudes militares que le han merecido siempre la estima pública y la
confianza del Gobierno. Tengo por cierto que al General Urdaneta no hay quien
lo sustituya; le he llamado el Brillante por tener brillo propio y destacar
entre la alta oficialidad por su exigente disciplina e impecable ética militar,
también por su capacidad de tomar decisiones autónomas con absoluta prudencia y
tino, como cuando logró heroicamente salvar los restos del ejército con la
retirada admirable al caer la Segunda República. Mi amigo entrañable, el más
leal entre los leales, tiene más guáramo del que se pueda imaginar: hacer preso
a Arismendi en su propio feudo margariteño, disciplinar a los alborotadores
ingleses, traerse a Sucre de las filas mariñistas cuando la patraña del
Congresillo de Cariaco, confrontar a los traidores de la Noche Septembrina
controlando la ciudad a riesgo de su propia vida para salvar la mía, y darse el
tupé de tomar el poder en Bogotá en septiembre de 1830 para ofrecérmelo
insistentemente cuando yo partía definitivamente. Urdaneta es el símbolo de la
lealtad más pura a los intereses de nuestro pueblo. Al conocernos me dijo que
si con dos bastaba para emancipar la Patria él me acompañaría, y ha vivido
honrando esa promesa cada día de estos largos años de lucha. Rafael Urdaneta es
bueno en todo. Las tareas más difíciles se las he encomendado con la seguridad
más absoluta porque sé que no fallará. Recuerdo cuando le encomendé defender a
Valencia hasta morir, y con doscientos soldados hambrientos resistió tres
embestidas de los bárbaros de Boves que eran dos mil. Es que Urdaneta sabe
entregarse a cada misión con un esmero sin par: el mejor militar, parlamentario
insigne, diplomático audaz, gobernante eficiente y pulcro administrador,
campeón de la logística y la disciplina, capaz de organizar una división de dos
mil efectivos en tres meses luego de tomar Maracaibo con una acción de
inteligencia perfecta en los umbrales de 1821. Ni siquiera las terribles
dolencias que le han aquejado desde sus días de guerrillero en Casanare lo
detuvieron en su compromiso con los ideales de independencia, igualdad y buen
gobierno. Por todo esto no dudé en prevenir en agosto de 1820 que tomase
Urdaneta el Mando en Jefe del Ejército ante cualquier contingencia que me
separase a mí de la jefatura, y siempre estuve convencido de su condición
presidenciable.”
II
Tiene la palabra el siguiente testigo que manifiesta
haber conocido al tal Alonso de Ojeda.
“Este es mi testimonio fehaciente que juro como hombre
de Dios, porque supe de Hojeda desde los primeros días que llegué a estas islas
de Indias: Al cabo, cuando plugo a Dios, no mucho después de lo dicho, que
fuesen cumplidos sus días, murió en esta ciudad de Santo Domingo de su
enfermedad, paupérrimo, sin dejar un cuarto para su entierro, según creo, de
cuanto había rescatado y robado de perlas y oro a los indios, y de ellos hechos
esclavos muchas veces que a Tierra Firme había venido. Mandó que lo enterrasen
a la entrada, pasando el umbral, luego allí, de la puerta de la iglesia y
monasterio de San Francisco, recibido había, porque, como dije, yo lo vi suelto
y libre y sano pasear por esta ciudad, y después, ya salido de aquí, oí ser
fallecido. Este fue el fin de Alonso de Hojeda, que tantos escándalos y daños
en esta isla (como el libro I queda dicho) hizo a los indios. Este fue el
primero que hizo la primera injusticia en esta isla, usando de jurisdicción que
no tenía, cortando las orejas a un señor rey y cacique, que con mayor y más
cierto derecho, jurisdicción y justicia propia, por el derecho natural
concedido, pudiera a él y los que con él iban, y al mismo Almirante que los
envió, como a injustos y violentos tiranos, invasores de los reinos y tierras y
señoríos ajenos, justificar y hacer pedazos. Hojeda fue también el que por maña
y cautela o por manera ilícita prendió y trajo a la Isabela preso al rey
Caonabo, que se ahogó estando en cadenas en cierto navío para llegar a
Castilla, contra toda justicia y razón. Este fue asimismo el que infestó a
Tierra Firme, y a otras de estas islas, que, nunca le ofendieron, y llevó de ellas
muchos indios a vender por esclavos a Castilla, como queda en el primer libro
dicho. Y finalmente, lo que ahora en este su postrero viaje por la provincia de
Cartagena y el golfo de Urabá hizo y fue causa que Nicuesa hiciese, con otros
muchos insultos, que si yo cayera en los tiempos pasados en ello, pudiera de él
mismo saberlos y de otras muchas personas que con él anduvieron, para
referirlos. Y porque no cometió menos que otros (al menos que los de aquellos
primeros tiempos, porque de los que después sucedieron otros le excedieron
ciento por uno), pudiera y debiera padecer otro más desastrado fin, pero yo lo
atribuyo que por honra de la Madre de Dios, de quien se afirmaba ser muy
devoto, quiso dispensar con él la divina justicia en que muriese en su paz y en
su cama, quito de baraúndas, para que tuviese tiempo de llorar sus pecados, en
esta ciudad de Santo Domingo. Y plega o haya placido a Dios de haberle dado
conocimiento, antes de la muerte, de haber sido pecados los males que hizo a
indios. Firmo para que quede constancia expresa de la veracidad de lo que aquí he
narrado, Fray Bartolomé de las Casas, Obispo de Chiapas”.
III
Vistas estas dos declaraciones trascendentes para este
proceso, se cierra la sesión para su concienzudo análisis, y se convoca para el
cuarto y último asalto este 19 de enero de 2022.
Yldefonso Finol
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