El Esequibo
y el Zulia: patriotismo cultural perseverante
El despojo de nuestra Guayana Esequiba es una de las
primeras agresiones imperialistas de que fue víctima Venezuela en su vida
republicana. El campante imperialismo inglés es el ejecutor principal de la
ocupación ilegal de esa franja de nuestro territorio irrenunciable. El naciente
imperialismo estadounidense es el cómplice necesario del crimen contra nuestra
Patria. Aplicando la Doctrina Monroe los gringos se dieron el lujo de asumir la
“representación” de Venezuela, considerándonos su “patio trasero” o unos
minusválidos, negociando sin ninguna ética ni cualidad, en nuestro nombre, pero
para dañarnos.
Inglaterra fue muy diligente en traer sus barcos de
guerra en 1902 junto a Alemania e Italia, países con los que unos años después
protagonizaría conflagraciones inter-imperialistas de grandes proporciones y
consecuencias.
Inglaterra es el principal responsable de la tragedia
del pueblo palestino, cuando asumió el mandato de esa región tras el
desmembramiento del Imperio Otomano, y desde 1900 apoyó la creación del
movimiento sionista que invadiría las tierras palestinas. Gran Bretaña, el
Reino Unido o como se llame ese engendro de los peores flagelos de la humanidad
en la época capitalista: el expansionismo colonialista y el imperialismo,
infestó el planeta con sus apetencias hegemónicas, dejando regados a su paso un
sinfín de espacios territoriales problematizados; pedazos de enclaves
coloniales que ampliaran su área de influencia, soportados en su belicosa
armada imperial y su poderío económico industrial y comercial.
Estos países imperialistas, herederos del racismo y el
supremacismo “blanco” anglosajón, eurocéntricos, colonialistas, nos
consideraban apenas territorios con población incivilizada, que debían someter
y explotar. Pongamos como ejemplo del exabrupto del tutelaje gringo, la carta
dirigida al presidente Cleveland el 5 de diciembre de 1896, por el embajador de
Estados Unidos en Londres, Thomas Bayard, supuesto defensor los intereses de
Venezuela: “Nuestra dificultad está en el carácter completamente indigno de
confianza de los gobernantes y del pueblo venezolano, lo que da por resultado
una responsabilidad indefinible y, por lo tanto, peligrosa del manejo por ellos
de sus propios asuntos”.
El desprecio y la subestimación son parte de la
concepción que tienen los imperialistas sobre nuestros pueblos, razón
suficiente para considerarlos enemigos de nuestra felicidad. En tiempos del
predominio hispano en América y el Caribe, Inglaterra promovió, con la figura
del corso, la proliferación de la piratería como forma de guerra sucia contra
los intereses españoles, que llegó a causar daños inmensos a la población local
en los puertos y ciudades costeras del llamado “Nuevo Mundo”. Maracaibo fue
atacada y saqueada en sucesivas incursiones piráticas como las del holandés
Enrique Gerald, el francés Jean Dei Nau “El Olonés”, y el inglés Henry Morgan, ladrón
y asesino desalmado que llegó a ser nombrado “Caballero” por el rey Carlos II
de Inglaterra en 1674, como premio por los negocios que sus fechorías
significaron al Reino Unido. ¡Qué mal utilizada está la palabra “noble”!
La nueva piratería actuó con artimañas como el Tratado
de Arbitraje, firmado en Washington el 2 de febrero de 1897 entre Gran Bretaña
y una Venezuela maniatada por Estados Unidos; luego el Laudo Arbitral de París
del 3 de octubre de 1899, donde la yunta de estos dos “Corsarios Unidos”, acomodan
el papeleo para despojarnos 159.542 km² del territorio venezolano del Esequibo.
En 1949 el Memorándum de Mallet-Prevost reveló la
farsa del Laudo de París, dando paso al descubrimiento de la amañada
documentación que urdieron los imperialistas ingleses y gringos para
arrebatarnos nuestra Guayana Esequiba. La Cancillería de Venezuela denunció
este atropello ante la ONU en 1962, y surgió el Acuerdo de Ginebra en 1966 como
instrumento reconocido por las partes para regularizar y sincerar por la vía
pacífica, bilateral y negociada, la realidad histórica de la controversia
limítrofe creada mal intencionadamente por los ingleses.
II
El pueblo venezolano nunca aceptó el robo que los
ingleses hicieron de nuestro territorio guayanés. El Laudo Arbitral de París
fue recibido con indignación por nuestro pueblo. En el Zulia, extremo
noroccidental del país, se sintió el zarpazo como si una bestia enfurecida
hubiera amputado a dentelladas una parte de nuestra existencia. Cada capítulo
de esta trama antivenezolana fue vivido en Maracaibo y otras localidades
lacustres, con tal intensidad, que los pocos periódicos editados en esos
tiempos eran compartidos entre la ciudadanía, pasando de mano en mano sin
importar quién lo hubiese comprado, como si se tratase de un asunto de interés
casi familiar que todos debían conocer, razonar y asumir.
Cuenta Atenógenes Olivares (Hijo) que “cuando ante el
Tribunal Arbitral de París los ingleses nos imputaban costumbres semibárbaras y
que estábamos carentes de cualidades para querer llevar la civilización a los
pueblos de nuestra Guayana”, razones para que el juicio inclinase la balanza a
favor de sus espurios intereses, se produjo en Maracaibo una manifestación
popular de rechazo a la pretensión de Inglaterra. En esa protesta patriótica
realizada en El Empedado, el poeta Ildefonso Vázquez intervino para pronunciar
un discurso improvisado en forma de soneto.
He aquí el verbo nacionalista de Ildefonso Vázquez,
pleno de culto lirismo y elegante sátira, no exenta de punzantes sablazos
literarios, contagiando las atiborradas callejuelas empedradas, aquella mañana
del último octubre del siglo XIX:
Filantropía
inglesa
Pulpo que tiende al orbe sus antenas
Con la insana ambición por atributo
Albión demanda codiciado fruto
Del Orinoco aurífero a las venas.
Patria de Darwin, nivelando apenas
Nuestra vil condición a la del bruto
Le ampara un filantrópico instituto
Contra el horror de bárbaras escenas.
Salva del yugo al buey…del circo al toro
Del hambre al perro…al gallo de la riña
Al pajarillo de la jaula de oro…
Más, por librarse del spleen ingrato,
Al redondel con júbilo se apiña
Donde se mata el hombre al pugilato.
En clara alusión al expansionismo inglés, regado en
todo el planeta como mala hierba, el vate y galeno maracaibero usa la metáfora
del monstruo marino atrapando en sus extensos y múltiples tentáculos al planeta
entero. Ese “abrazo” no es amigable ni diplomático, su motivo es la “insana
ambición” de un imperio que se acostumbró a sojuzgar naciones para apropiarse
de sus riquezas (“codiciado fruto…aurífero”). Denuncia el poeta Vázquez la
hipocresía de un gentilicio con poses de circunspección, que hace alarde de
ponderación democrática y progresividad cívica, pero que no se ruboriza cuando
empuja jaurías pendencieras a ensangrentar suelos ajenos con fines geopolíticos
y lucrativos.
De esta herencia, de esta estirpe, le nace a la gaita
zuliana ser el género musical que con más reciedumbre, con más virilidad, con
más patriotismo, ha defendido la causa venezolana del Esequibo.
Comienza la década del sesenta con la polémica del
Esequibo en primera plana por los hallazgos documentales que soportaban el
reclamo venezolano, en razón de las patrañas ocurridas durante el amañado
juicio parisino. En noviembre de 1962 se ventila el asunto en el seno de la
Organización de Naciones Unidas. Los gaiteros de la época, siempre atentos a
los grandes temas, además de las composiciones religiosas, jocosas y
costumbristas, nunca dejaban de elevar la voz popular en reclamo de justas
reivindicaciones, y cuando se trataba de la patria, la gaita se ponía delante
como vanguardia del sentir nacional.
La Guayana Esequiba,
gaita pionera, tal vez la primera canción a venezolana que aborda la cuestión, compuesta
por Luis Guillermo Govea, autor de la letra, y música de Jesús Reyes “Reyito” (en
colaboración con Renato Aguirre), fue cantada por Ricardo Aguirre con Los
Cardenales del Éxito en 1965.
Sobre este tema emblemático,
un protagonista del suceso musical, el compositor gaitero por excelencia Renato
Aguirre, nos relata el siguiente pasaje: “recuerdo al respecto que Douglas Soto
pasó a buscarme a la casa, andaban con él Ricardo y Wanger Castillo Finol; me
dicen que venga con ellos y traiga mi cuatro porque el Maestro Reyito ( Jesús
Reyes) le iba a poner música a una letra de Luís Guillermo Govea (El
Guerrillero del Aire); me estaban hablando del tema La Guayana
Esequiba...sorpresa para mí que el encuentro fue en Ondas del Lago Televisión,
en el estacionamiento, allí Reyito, Douglas, Wanger, Ricardo y yo, escuchamos
la música del estribillo que hizo Reyito, y los comentarios favorables con respecto
a la letra y música; por esas circunstancias extrañas, Jesús Reyes se quedaba
pegado cuando le tocaba cantar la música del verso, obviamente no le salía, y
en otros tantos intentos yo le tararee una melodía que se me ocurrió y así
quedó el tema”.
En el Zulia esta gaita se la sabe la mayoría de
nuestra gente; es un himno que nunca dejamos de cantar:
Mientras Venezuela viva
Y nos galope en el pecho
La sangre del corazón
Nuestra Guayana Esequiba
Por razón y por derecho
Pertenece a la nación.
Hay mucha claridad en los
versos: se identifica a Inglaterra como usurpador, que es la verdad jurídica de
aquí a Japón; la Guayana tiene que ser rescatada, es decir, la estrategia
nacional de considerarla irrenunciable y trazar planes para recuperarla; indica
que seremos perseverantes en ese reclamo, y como estaba claro que era un asunto
de largo alcance, debía enseñarse a la infancia “desde la escuela” y por
siempre (“mientras vivan”), que “la Guayana Esequiba pertenece a Venezuela”. Insuperable
programa que bien podría adoptarlo el Estado como paradigma de esta lucha impostergable.
Luego vino El Protocolo, del
maestro de la gaita protesta Firmo Segundo Rincón. La canta Nerio Ríos con el Conjunto
Los Cardenales del Éxito.
Dice la primera estrofa de
versos:
Al nacido en esta tierra
Que no sienta este mensaje
Le pagamos el pasaje
Y que se vaya a Inglaterra
Es una mora que priva
A mi país sin razón
De plasmar su Pabellón
En la Guayana Esequiba.
Y el estribillo:
No deben cantar victoria
Los muy astutos ingleses
Porque con los guyaneses
No puede haber moratoria
Que dejen para la historia
El más cínico borrón
Nacido de una traición
Indigno de nuestra gloria
El gran Firmo Segundo Rincón
blande su lápiz como espada libertadora, mientras el “Roble de la Gaita” Nerio
Ríos, pone en sus cuerdas vocales los fusiles de Urdaneta:
Guayana es nuestra total
Yo lo repito mil veces
Y no feudo colonial
Como piensan los ingleses
El año 1981 vuelve a ponerse
caliente la cosa fronteriza. El Poeta de la Gaita Luís Ferrer se lanza con Dos
Fronteras, el tema fue grabado en dos versiones: la original (más un verso del
cantor Nerio Ríos), con el conjunto Cardenales, y una segunda la interpreta el
inolvidable Astolfo Romero con la Universidad de la Gaita, bajo el título Ni un
pedazo más de tierra, correspondiente al primer verso del estribillo.
Ni un pedazo más de tierra
Daremos a otra nación
Me abro en dos el corazón
Para que en sangre se escriba
Si no luchan los de arriba
Pelearemos los de abajo
Y si hay que hacer una guerra
La guerra haremos, carajo.
La estrofa incorporada por Nerio
en su interpretación, recoge sentimientos muy acendrados en el pueblo zuliano,
que ha tenido que enfrentar la acechanza de intereses oligárquicos vecinos
siempre con la traición y mala maña como praxis.
Alerta venezolano
Quieren pisotear tu orgullo
Te quieren quitar lo tuyo
Los que se la dan de hermanos
Pero es la verdad tajante
Que eso no lo aceptaremos
Si hay que pelear pelearemos
Fusil en mano y pa’lante.
El acucioso cultor popular
cabimero, ingeniero químico Pedro Querales, nos recordó el tema que grabara en
su prima producción de 1981 Gaiteros de Pillopo, de la batuta de Ricardo
Portillo, en la voz de Rafael Sánchez con letra de Antonio Jiménez: La Guayana
Esequiva, tocaya de la original del Ricardo Aguirre y el Guerrillero del Aire
pero escrita con uve.
No se podía quedar atrás el
grupo Guaco, que en sus tiempos gaiteros y protestones, grabó El Diferendo, de
la fértil musa de dos consagrados compositores, el virtuoso Ricardo Hernández y
el desaparecido Heriberto Molina, autor de las letras de grandes éxitos, como
En casa se larga el forro, que hizo junto al gran Astolfo Romero.
Canta Guaco en el
estribillo:
El suelo venezolano
No se seguirá perdiendo
Continuemos defendiendo
El logro bolivariano
Este pueblo soberano
No acepta más diferendo.
En esta gaita da gusto ver el despliegue de la
capacidad musical de Gustavo Aguado, quien se entretiene tocando las tumbadoras
mientras hace de solista. ¡Qué molleja, está sordo el muchacho!
Otros aires musicales también han tocado el asunto; en
el calipso “Guayana es” se menciona al Esequibo como límite al este; la
agrupación de música pop rock Témpano pegó en 1983 su canción que coreaba: “El
Esequibo es mío, es tuyo, es tierra venezolana. El Esequibo es mío, es tuyo, es
nuestro”, sin duda una oportuna contribución para recordarle al público de ese
estilo musical un tema tan sensible a la Patria.
Pero está comprobado que la gaita es el ritmo de la
defensa del justo reclamo venezolano por recuperar nuestra Guayana Esequiba. Porque
el sol de Venezuela nace en el Esequibo, y en el ocaso se viene a descansar en
el Zulia, donde le recargamos las pilas con el rayo del Catatumbo, para que
cada nuevo amanecer vuelva a iluminar el oriente venezolano desde el río
Esequibo, con el sagrado fuego bolivariano.
Yldefonso
Finol
Economista
e historiador bolivariano
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