miércoles, 24 de noviembre de 2021

Rita Ocando de Finol y la emancipación de la mujer (a 40 años de su siembra)

 


Rita Ocando de Finol y la emancipación de la mujer (a 40 años de su siembra)

Rita Ocando de Finol nació con el nombre de Rita Benicia Chacón el 24 de agosto de 1939 (aunque su partida de nacimiento y cédula de identidad fechan el 26) en la población de El Moján, por entonces distrito Mara del estado Zulia, República de Venezuela. Fue su madre Araminta Chacón Cardozo y su padre Ángel Antonio Ocando Morales, quien la reconocería legalmente cuando ya tenía 16 años, por eso sus apellidos legales -según la tradición patriarcal y el Código Civil- fueron Ocando Chacón, hasta casarse con Ildemaro Finol y adoptar –según los mismos cánones- el “de Finol”.

Cuando Rita nació, Araminta, igual a tantas mujeres de nuestras naciones, fue madre y padre (como se suele decir), heroína de la república humana, esa que sólo se constituye con espíritus indoblegables, con valores altruistas, con el amor que “convierte en milagro el barro”. Araminta no se amilanó por su condición de madre en solitario, muy estigmatizada en esa época culturalmente marcada por el machismo predominante en las leyes, las religiones, la burocracia y el vecindario. Con su niña a cuestas se mudó Araminta al pueblo de Carrasquero, donde fue destacada por el ministerio de educación como primera maestra de escuela, para lo cual hubo de formarse en los centros de magisterio creados ad hoc, y cumplir los exigentes requisitos pautados por entonces bajo el enfoque de Arturo Uslar Pietri. En esa comarca ribereña del río Limón, la maestra Araminta conoció a José Ramón Labarca, con quien contrajo matrimonio y quien fungió responsable y cariñosamente como padre de crianza de Rita.

El apogeo petrolero en predios marenses llevó a la familia Labarca Chacón a establecerse en Campo Mara, donde las empresas de hidrocarburos se apuraban en extraer los petróleos livianos que brotaban ancestralmente de esas tierras, que los originarios habitantes conocían como mene. Llevaban la oficina de correos, y Rita hacía sus estudios en los clásicos colegios creados en los campos petroleros, mezcla de instrucción pública tutorada por la transnacional gringa o anglo-holandesa que poseyera la concesión.

En esas aulas conocería a un maestro en particular que alguna influencia pudo tener en sus ideas sociales. Se llamaba Silvino Varela, un alto y delgado caballero de modales marciales que, aparte de impartir clases a su alumnado, secretamente organizaba la clase trabajadora en los llamados “sindicatos rojos”. Algún papelillo le pidió llevar escondido en sus zapatos de liceísta con mensajes cifrados para un “camarada” que pasaría discretamente a retirarlo en el correo. También se rozaban sus días de adolescente con las entusiastas recolectas de “un bolívar para la Sierra Maestra” que se organizaban en solidaridad con la lucha del pueblo cubano contra la dictadura de Fulgencio Batista.

Rita no habló de estas cosas hasta que ya siendo adulta y afinque de familia, narró a este cronista, con mucha timidez, aquellos cándidos acercamientos a los asuntos políticos.

Sus estudios los continuó en Maracaibo, llegando a graduarse de Bachiller Comercial en el Colegio María Montessori, donde fue invitada a ingresar como docente de dicha institución. En esa profesión se desempeñaba aún a tierna edad cuando el amor la convocó a formar su propio hogar y asumir plenamente las obligaciones que el modelo societario imponía a la mujer en el rol de “ama de casa”. A los 18 años contrajo matrimonio con Ildemaro Finol Parra, joven egresado de la Escuela Artesanal como Técnico Electricista y absorbido por la transnacional petrolera Shell.    

Rita dio a luz cinco hijos en seis años: Ildemaro, Ildefonso, Amira, Josefina e Ildegar. Pero tiempo encontraba para crear y producir en base a los múltiples talentos de que estaba dotada, con lo cual siempre trabajó en la generación de bienes que fueron parte permanente de la economía familiar. Poseedora de una ortografía impecable y preciosa caligrafía, Rita Benicia –como la llamaba su mamá e institutriz- dominaba una interesante lista de artes y oficios que aprendió con Araminta: corte y costura, bordado, tejido, entre otros, y los que estudió en la educación formal: taquigrafía, mecanografía, contabilidad, etc… además de poseer una gran afición a la lectura y el estudio del idioma.

Amaba los libros como la vida misma. El idioma fue una pasión constante en Rita. Lectura y escritura serán placeres más que tareas cotidianas. Leer y descifrar significados, indagar en los orígenes de las palabras, jugar con ellas como ritual de encuentros amistosos, ayudaron a formar un intelecto inquieto, ávido de saberes, presto a lo sensible. Cantar tangos y canciones en italiano mientras lavaba en la batea era una vivencia cotidiana en nuestro patio.

De los diccionarios, revistas, periódicos, repertorios poéticos, novelas clásicas, se avanzó al debate de lo social y político. Nunca faltaron las Biblias, a cuyas diversas versiones dedicó siempre especial estudio, en conversatorio ecuménico con las confesiones tradicionales y otras minoritarias. Muy creyente y espiritual, asumió el mensaje cristiano como doctrina de la solidaridad y la igualdad, tal como se comprende en la denominada Teología de la Liberación. 

La ruta a ese nuevo pensamiento emancipador en la ejemplar “ama de casa” comenzó con una novela rusa que uno de sus hijos le dejó sobre la máquina de coser Singer, instrumento de trabajo que le servía para uno de los oficios con que apoyaba la economía familiar.

“La Madre”, de Máximo Gorki, cambió radicalmente el estilo de vida de Rita, problematizando su rutina, que comenzó a esfumarse como la madrugada ante el parto del sol. Se identificó profundamente con aquella mujer que por instinto condenó la represión contra los trabajadores, enfrentando los peligros a que se arriesgaba su hijo por una causa moralmente superior. En vez de huir, de acobardarse, se solidarizó, se hizo protectora y cómplice imprescindible.

Los libros “inocentes” que solía leer comenzaron a ser sustituidos por otros que hacían estremecer la cotidianidad aparentemente calma. “Así se templó el acero” de Nikolai Ostrosky; “La revolución no ha terminado” del Coronel Hugo Trejo; “En Cuba” de Ernesto Cardenal; y uno muy especial (“La emancipación de la mujer”, de Lenin) donde leyó la ciencia de rebelarse contra un mundo opresor: “La tarea principal del movimiento obrero femenino consiste en la lucha por la igualdad económica y social de la mujer, y no sólo por la igualdad formal. La tarea principal es incorporar a la mujer al trabajo social productivo, arrancarla de la esclavitud del hogar, liberarla de la subordinación -embrutecedora y humillante- al eterno y excepcional ambiente de la cocina y del cuarto de los niños. Esta es una lucha prolongada, que requiere una radical transformación de la técnica social y de las costumbres”.

Esas ideas lanzadas el 4 de marzo de 1920 en el periódico ruso Pravda, en su edición del 8 de marzo, fueron la espoleta de un cambio radical en la vida de Rita. Su casa, permanente referencia de caridad con la vecindad humilde que allí encontraba alimento y medicina, cuidados para niñas y niños desvalidos, para los enfermos y ancianos, ahora también sería el lugar de reunión de militantes revolucionarios, círculos de lectura y espacio de gestión cultural cargada de patriotismo y búsqueda de identidad colectiva.

Esto ocurría al comienzo del segundo lustro de la década de los setenta, abriéndose la etapa de militancia clandestina de Rita en el Partido de la Revolución Venezolana (PRV-RUPTURA) que dirigían los comandantes guerrilleros Douglas Bravo, Alí Rodríguez y Francisco Prada, entre otros.

Entre las primeras tareas asignadas a la camarada Rita, estuvo la de reunir un grupo de mujeres que estudiaran teoría revolucionaria en los textos clásicos del marxismo y los documentos del Partido, incluido el periódico Ruptura que comenzó a circular por aquel tiempo y servía –según la concepción leninista- para “propagar, agitar y organizar”. La actividad no llamaba la atención de los curiosos porque en casa de Rita era normal la concurrencia de amigas que venían a charlar de sus asuntos, buscar consejos o simplemente acicalarse un poco pintándose las uñas y peinándose.

El cambio de situación llevó a Rita a involucrase en trabajos de la administración pública, primero como secretaria en la Sindicatura Municipal y luego en el Registro Subalterno de municipio Mara. Los vínculos familiares con el partido legal Movimiento Electoral del Pueblo (MEP) del maestro Luís Beltrán Prieto Figueroa, que también pregonaba a su manera la liberación nacional y el socialismo, permitieron gestar la idea de que la “señora Rita”, ingresase al equipo local de la mano de su cuñado Nerio Finol, fiel y apasionado activista de dicho movimiento prietista. El PRV consideraba de utilidad esta táctica a los fines de legitimar y proteger a la militante clandestina, a la vez que se promovía un liderazgo comprometido con la revolución y la política de alianzas como parte importante del frente de masas.

Por su parte la célula abierta del brazo político RUPTURA realizaba su trabajo desde un palafito en el barrio añú del Moján (Nazaret), hasta donde llegó la ola represiva del gobierno de Carlos Andrés Pérez en agosto de 1976, con asedios, allanamientos y persecución. Algunos de los compañeros fueron detenidos y torturados. Esta prueba de fuego puso en jaque la embrionaria presencia del PRV en la zona, y despertó mayores preocupaciones y temores en la madre que sintió en carne propia lo que había leído de experiencias lejanas, o escuchado de tiempos dictatoriales pasados. El hijo que la acercó a esta aventura debía separarse de casa por un tiempo según instrucciones superiores, y todo el grupo aplicar las medidas de seguridad que el sentido común y la disciplina partidista exigían.

El trago amargo no hizo mella en el compromiso de Rita. La política de masas lanzada desde el trabajo cultural con el Movimiento de los Poderes Creadores del Pueblo Aquiles Nazoa (MPCPAN), motivó la creación del grupo Amigos de la Cultura, del cual Rita Ocando de Finol fue anfitriona de la reunión constitutiva, cofundadora e integrante de la directiva. En esta época colaboró en la edición de diversas publicaciones como el periódico artesanal Tres Esquinas y el libro de sonetos del desaparecido poeta mohanense José Joaquín Bravo Ríos, cuyos textos manuscritos transcribió y corrigió minuciosamente.

Junto al núcleo de RUPTURA participó en 1977 en el Primer Encuentro Armando Molero de Cultura Popular realizado en Maracaibo como correlativo del MPCPAN. Este activismo le dio muchas satisfacciones por el despliegue de múltiples iniciativas artísticas y comunitarias, iniciándose en forma pionera las consciencias ecologistas, indigenistas y la cultura popular como vías de generación de un amplio movimiento social de vocación transformadora.

En el año de 1979 se realiza el Primer Encuentro Nacional Indígena de Venezuela, y como siempre, la casa de Rita Ocando de Finol se convierte en base de apoyo de tan significativa convocatoria, que marcó un hito sin lugar a dudas en el desarrollo del movimiento reivindicativo de los pueblos originarios en nuestro país.

Una feliz noticia nos llegó desde Nicaragua. El dictador había sido derrotado por el pueblo de Sandino. Las jornadas de solidaridad con el Frente Sandinista de Liberación Nacional contaron con el concurso entusiasta de Rita. Durante la visita del poeta Ernesto Cardenal a Maracaibo para traer personalmente el agradecimiento del FSLN, nuestra delegación tuvo el honor de incluirla. Resultó tan emocionante para Ella, que no pudo evitar las lágrimas cuando se abrazó al sacerdote Cardenal mientras éste le dedicaba un ejemplar del libro “50 años de lucha sandinista” de Humberto Ortega Saavedra. Esa era la camarada Rita, un alma especial, una vocación sensible y vibrante de humanidad.

Ese mismo año, convocadas como fueron las elecciones separadas de los Concejos Municipales, recibimos la orientación de intentar participar, luego de una trayectoria de radical abstencionismo. Se propuso crear un grupo de electores con el nombre de Unidad Marense, con Rita de Finol y otras figuras notables de la comunidad, abanderando una lista de gran dignidad para las concejalías; aunque se cumplieron todos los requisitos legales, se truncó esa posibilidad por las malas prácticas que predominaban en el viejo Consejo Supremo Electoral, dominado por los partidos del sistema Acción Democrática y Copei.

La discusión sobre un viraje táctico en filas del PRV, llevó a estadios complejos de “rebelión interna e irreverencia a la autoridad”, en un marco de cuestionamiento de la sacralización de la lucha armada, las tendencias foquistas y el sectarismo, como frenos al desarrollo del movimiento revolucionario. En cualquier momento tocaría vivir la crisis interna que cundía como un virus en la izquierda latinoamericana. El torbellino fue inevitable. La división entre “los jefes” destruyó aquella otra familia que para Rita eran sus compañeros. Vinieron días de profunda tristeza para muchas buenas personas. Pero la vida y la luchan continúan. No fue fácil procesar anímicamente aquella fractura, ni nunca se pudo evaluar cuánto incidió realmente la triste coyuntura en el devenir de quienes la sufrieron.  

El proceso de formación profesional de Rita fue modesto aunque fértil. Las oportunidades eran escasas, sin embargo, entre sus titulaciones agregó –con las máximas calificaciones- todos los niveles del curso superior de contabilidad del INCE, que incluía la complicada contabilidad de costos.

Los últimos años de su brevísima vida laboró en una entidad bancaria, fungiendo simultáneamente como formadora del personal que era incorporado a nuevas sedes en la región. Estaba siendo promovida a cargos gerenciales cuando se le descubrió cáncer de hígado en julio de 1981.

Rita, la hija de Araminta Chacón, madre adorada por sus cinco hijos, falleció el 25 de noviembre de 1981, a la temprana edad de 42 años.

Pasado mucho tiempo, su amiga de juventud y cuñada Aida Finol, relató que siempre le venía el recuerdo que la conmovió muchas veces al visitarla: “Rita cosiendo en su máquina, con sus pequeños hijos sentados a su alrededor”.

Esa imagen, en tonos sepias, flota en el espíritu de esta crónica como un poema de amor, una evocación de historias inasibles, fugaces, pero imperecederas.

 

Yldefonso Finol

2 comentarios:

  1. Primo, no pude evitar que se me salieran las lágrimas, y se me erizara la piel... Definitivamente ejemplo, imagen también de abuela... Saludos, Alejandro

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  2. Amorosa, reveladora y hermosa crónica acerca de una gran mujer, cuyo ejemplo dignifican sus descendientes.. ¡Qué joven partió a otras constelaciones!..

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