Los
diciembres de Simón Bolívar: a 191 años de una carta sin respuesta
Cuando su abuelo Feliciano Palacios murió en diciembre
de 1793, con apenitas -ay pena penita pena- diez años, Bolívar ya era huérfano:
su padre Juan Vicente había fallecido en enero de 1786, y su madre Concepción
Palacios el 6 de julio de 1792.
Entre los nueve y doce años –periodo tan sensible en
la vida de cualquier persona- Simón se
debate entre la orfandad absoluta, los conflictos existenciales típicos de la
edad, extremados por las circunstancias adversas que le tocaron en particular a
él, y los aprendizajes -formales o empíricos- que comenzaron a ser una de sus
más grandes pasiones.
Es harto relatada la crisis familiar desatada el 23 de
julio de 1795 cuando el mozuelo huye de su tutor legal el tío materno Carlos
Palacios para refugiarse en casa de su hermana María Antonia, y cómo fue
arrancado a la fuerza del regazo fraternal, para ser internado en la hacinada
escuelita de Simón Rodríguez.
¡No hay mal que por bien no venga!, dice el paradójico
refrán popular. Podríamos especular, en un exagerado determinismo psicosocial,
que ese día nació el Simón Bolívar que hizo Historia.
Diciembre de 1796 es de preparativos de recluta. Un 14
de enero de 1797, Bolívar inicia su formación militar, al ingresar como cadete
del Batallón de Blancos de los Valles de Aragua. En julio de 1798 es ascendido
a subteniente. Se puede leer en su hoja de servicio: “valor conocido;
aplicación, sobresaliente”.
En diciembre de 1798 está organizando su primer viaje
a España. Zarpa en enero de 1799 por la Guaira, en el barco San Ildefonso,
pasando por Veracruz a comienzos de febrero, aprovecha visitar la ciudad de
México; luego de un poco más de una semana torna al mar y hace una breve pausa
en La Habana, para arribar al puerto cántabro de Santoña en mayo y a la
veraniega Madrid del Manzanares un mes después. Allí cumple sus 16 años.
Diciembre de 1800 encuentra al joven Simón Bolívar
enamorado de la señorita española María Teresa Rodríguez del Toro, durante su
estancia en Madrid.
Diciembre de 1801 pasa navidades en Bilbao con la
familia de la novia.
El 15 de mayo de 1802 obtiene licencia real para
contraer matrimonio y así lo efectúa once días después, el 26 de ese mes.
Llegan a Caracas el 12 de julio.
Diciembre de 1802 está desesperado atendiendo a su
tierna esposa que ha enfermado de fiebre amarilla en las haciendas de San
Mateo. La lleva a Caracas buscando las mejores atenciones médicas, pero su
amada fallece el 22 de enero de 1803.
Simón queda destrozado de espíritu. Se siente el ser
más desdichado de la tierra, con sobradas razones. Justo cuando sintió florecer
el amor en sus entrañas y su alma, otra vez el zarpazo de la parca lo azota
como a un eterno castigado.
Diciembre de 1803 anda Bolívar en el Atlántico con la
penosa misión de ir a comparecer ante la familia de María Teresa. Su mentor
intelectual el Marqués de Uztáriz le recomienda viajar a París. Allí se codea
con sabios reconocidos como Humboldt y Bonpland. Pero el hecho más emotivo y
significante de ese viaje lo fue sin duda el reencuentro con su maestro Simón
Rodríguez, con quien en la primavera de 1805 iniciará un largo recorrido que
marcará hondamente la formación política del futuro Libertador.
Pasa diciembre de 1804 en Paris, donde presencia el
día 2 la coronación de Napoleón I. En abril de 1805 inicia el viaje de su
definitiva conversión con el maestro Simón Rodríguez; el 15 de agosto, en
presencia de Simón Rodríguez y Fernando toro, bolívar jura en el Monte Sacro de
Roma no dar reposo a su alma ni descanso a su brazo hasta que no haya logrado
libertar al mundo hispanoamericano del dominio español.
En 1806 sale de París en septiembre vía Alemania,
tomando un barco en el puerto de Hamburgo rumbo a la América del Norte. Ese
diciembre lo pasa navegando por el Atlántico Norte y en enero de 1807 llega a
Charleston, Carolina del Sur. En tierra visita Filadelfia, Nueva York y Boston.
Fue su única visita a Estados Unidos.
Desde 1808 a 1809 casi todos los mantuanos conspiraban
contra la corona española. El 19 de abril de 1810 es destituido el Capitán
General Vicente de Emparan. El 24 de mayo la Junta de Caracas asciende a
capitán a Simón Bolívar, y el 2 de junio acuerdan enviarlo en misión
diplomática a Londres, junto a Luis López Méndez y Andrés Bello, para tratar de
ganar reconocimiento para el nuevo gobierno. Hacia el 10 de julio llega la
delegación a Portsmouth, logrando en pocas semanas ser atendidos por el
ministro de relaciones exteriores británico, Marqués de Wellesley. Destaca el
contacto con Miranda, quien se convence de venir al país.
Esas fiestas decembrinas las pasó Bolívar en Caracas
rindiendo cuentas de su viaje.
El año de 1811 comienza con el impulso propulsor del
ánimo nacionalista que sentía nacer de sus manos la república independiente. El
2 de marzo se reúne en Caracas el Congreso Constituyente de la Primera
República de Venezuela.
Simón Bolívar pronuncia unas palabras que resonarán en
el mero corazón de la Sociedad Patriótica. Ante las dudas, las dilaciones, los
delicados excesos de prudencia, el futuro Libertador exclama: “¿Trescientos
años de calma no bastan?”. Tempranamente tuvo claro que la lucha era contra
toda la colonización, no sólo contra el dominio político circunstancial. El 5
de julio el Congreso proclamó la independencia de Venezuela. Bolívar es
ascendido al rango de coronel a mediados de agosto.
El 1812 es año de guerra inexperta y terremoto.
Bolívar logra llegar refugiado a Cartagena. Gracias al gran conocimiento de los
caminos rurales, y a las muchas amistades en su región vital, Bolívar consigue
mantenerse clandestino en Caracas y sus cercanías. Un amigo personal, el
español Francisco Iturbe, logra proveerlo de un pasaporte a condición que debe
abandonar el territorio de Venezuela inmediatamente. Pasa a la isla de Curazao,
donde se esconde desde el 1° de septiembre hasta mediados de octubre que
alcanza zarpar hacia Cartagena. El 2 de
noviembre ya se encuentra en la amurallada Cartagena de Indias.
Este diciembre de 1812 está el aún desconocido Simón
Bolívar en Cartagena. El 15 de diciembre lanza su ópera prima en materia de
manifiestos con el título “Memoria de un caraqueño a los ciudadanos de la Nueva
Granada”, mejor conocida como el “Manifiesto de Cartagena”, haciendo un
descarnado balance de la caída de la Primera República de Venezuela y aportando
importantes reflexiones para una nueva estrategia independentista. Navidad en
Tenerife, San Benito en Mompox y vísperas de Noche Vieja en Guamal.
Comienza 1813 en Ocaña. En San Cayetano, a orillas del
río Zulia, se suman los refuerzos, entre los que viene un patriota maracaibero
de nacimiento y bogotano de insurrección, que pronto sería uno de los más
fieles camaradas de armas y amigo muy querido de Simón Bolívar: Rafael
Urdaneta. El 28 de febrero liberan Cúcuta y siguen hacia La Grita. Hay
insubordinación de tropas neogranadinas azuzadas por Manuel del Castillo y
Francisco Santander. Al contrario, Urdaneta da un espaldarazo fundamental al
nuevo líder: “General: si con dos hombres bastan para emancipar la Patria,
pronto estoy a acompañarlo a Usted”. Así nació la Campaña Admirable.
El 6 de agosto Bolívar entra triunfante en Caracas culminando
la que se conocería como Campaña Admirable, partera de la Segunda República de
Venezuela.
Bolívar está dichoso en su Caracas. El 14 de octubre
la municipalidad lo nombra Capitán General de los Ejércitos de Venezuela y le
ratifica el título -antes aclamado en Mérida- de Libertador.
En un informe del 31 de diciembre de 1813, argumenta
su propuesta de unidad: “Si en estos siglos de ignominia, en que un continente
más poblado y más rico que la España, fue la víctima de las miras pérfidas del
Gabinete de Madrid; si este pudo desde dos mil leguas de distancia, sin enormes
fuerzas, mantener la América desde el Nuevo México hasta Magallanes bajo su
duro despotismo, ¿por qué entre la Nueva Granada y Venezuela no podrá hacerse
una sólida reunión?”
Llega 1814. Bolívar y Mariño son derrotados por Boves
y sus hordas en la Segunda Batalla de la Puerta el 15 de junio. En los primeros
días septiembre, en Carúpano, el mando de Bolívar es desconocido por Ribas y
Piar, quienes le lanzan graves acusaciones, al punto de encarcelarlo, y
pensaron imponerle penas insalvables, si no hubiese escapado el 7 de septiembre
de aquel tormentoso 1814. Logra salvarse huyendo por el Caribe a su querida
Nueva Granada.
Enterado de la sabia retirada llevada a cabo por
Urdaneta con sus fuerzas desde San Carlos en ruta inversa a la realizada
durante la Campaña Admirable, el 27 de octubre de 1814 le escribe desde Ocaña: “Mi
querido Urdaneta: Con la más grande satisfacción he sabido que Usted ha salvado
el ejército de Caracas con el cual podemos decir que ha salvado las esperanzas
de la república; este servicio es grande: este servicio lo aprecio yo en tanto
como la más grande victoria, aunque algunos tengan que criticar una operación
tan prudente y acertada; yo le doy a Usted las gracias en nombre de Venezuela,
que si vuelve a ser libertada deberá a Usted este beneficio.”
El presidente Camilo Torres, quien ya lo había apoyado
para entrar a Venezuela en 1813, le dice el 24 de noviembre: “Vuestra Patria no
ha perecido mientras exista vuestra espada. Habéis sido un militar desgraciado,
pero sois un grande hombre”. El Gobierno
de la Nueva Granada lo asciende a General de División y lo encarga de someter
el Estado de Cundinamarca que se hallaba en disidencia de la Unión Granadina.
El ejército salvado por Urdaneta estuvo en la primera línea de esta misión.
Muchos fueron los servicios que estos dos compañeros de armas (y del alma)
prestaron a la unidad e integridad de la actual Colombia.
Este diciembre de 1814 lo pasó Bolívar en campaña
militar. Cumplida la tarea encomendada, el 23 de enero de 1815 sale de Bogotá
rumbo a Cartagena, con la misión de consolidar la liberación de la costa
caribe, vía Santa Marta y Maracaibo, para reactivar la campaña libertadora en
Venezuela. Los refuerzos que debía recibir de Cartagena le son negados. Allí
están empoderados algunos de sus más acérrimos detractores: Castillo, el mismo
que dos años atrás se insubordinó con excusas chovinistas en La Grita, y
Bermúdez, quien llevó a los extremos su rencor hacia Bolívar.
Renuncia al mando vil que no surte efectos gratos a la
causa, y el 8 de mayo de 1815 se va a Jamaica, donde pasa necesidades
materiales extremas, lo intentan asesinar el 10 de diciembre, pero escribe su
“Carta” más brillante. Ese diciembre entre Kingston y Haití reafirma su genio y
su liderazgo.
El año 1816 es el de las expediciones desde Haití: La
de los Cayos que llega en mayo a la Isla de Margarita. Asalto a Carúpano y
decreto de liberación de esclavos. La expedición pasa luego al puerto de
Ocumare de la Costa, donde Bolívar se ve separado accidentalmente del grueso de
sus fuerzas. Regresa a Haití, en donde organiza una segunda expedición desde
Jacmel que llega a la Isla de Margarita a fines del año: otro diciembre
bolivariano de luchas irreductibles entre polos, galerones y pastel de chucho.
Y hay miserables que sólo se esmeran en nimiedades de su vida personal, como si
el héroe no tuviese derecho al amor.
Muchos sucesos adversos que se tradujeron en la
Primera República Bolivariana (Tercera República) con la entrada triunfal en
Angostura. Momentos amargos se vivieron con el caso del General Manuel Piar. Pero
aquel diciembre de 1817 hubo que comer mucha sapoara del Orinoco en Angostura
para reponer tantas energías dejadas en el camino.
El 30 de enero del nuevo año Bolívar conoce a Páez,
ese mañoso megalómano que terminó siendo picapleitos de la oligarquía y
patiquín niuyorquino.
Diciembre de 1818 El Libertador y sus compañeros están
en ejercicio de gobierno y preparativos del Congreso que se instalará los
primeros días del año 19. Desde junio tienen periódico: El Correo del Orinoco.
Ese año tuvimos duelo epistolar con el agente gringo Juan Bautista Irvine.
Bolívar comenzó a variar su opinión hasta entonces un tanto ingenua sobre los
Estados Unidos.
El diciembre de 1819 en Angostura hay Constitución y
Ley Fundamental de Colombia. Bolívar va triunfando en su estrategia unitaria.
Para ello se hizo El Paso de los Andes, se ganó en Pantano de Vargas y Boyacá.
Se fue forjando una nueva nacionalidad desde la épica de los pueblos que
seguían la justa causa bolivariana.
Diciembre del 1820 tiene como obra de arte el
Armisticio suscrito a finales de noviembre en Trujillo por Bolívar y Morillo,
tremendo éxito diplomático para la República. De allí viajó a Bogotá, y pasando
por Cúcuta inaugura la legislación republicana a favor de los derechos
indígenas, el derecho laboral, la educación pública, entre otros temas pioneros.
Maracaibo se declara unida a la República en enero 28
de 1821 y la tregua se deshace. ¡A prepararse que viene Carabobo!
Diciembre de 1821 encuentra a Bolívar siendo
Presidente de Colombia y elevándose como cometa al cénit de la gloria. Se mueve
hacia el sur con el propósito de liberar el sur de Colombia que incluye Quito
hasta Guayaquil.
El año 1822 lo hallamos en enero en Popayán. El 7 de
abril rompe el muro realista al sur de Colombia en la Batalla de Bomboná. El 24
de mayo Sucre vence en Pichincha garantizando la gobernación de Quito, y en
junio llega Bolívar esa bella ciudad de valles mágicos y volcanes seductores,
donde conoce a la revolucionaria Manuela Sáenz. No digo más. El 13 de julio se
encuentran en Guayaquil el Libertador Simón Bolívar y el rioplatense General
José de San Martín.
Diciembre del 1823 Bolívar descubre Perú. Es el
segundo “extranjero” en entrar a libertar ese país de ancestralidad imperial
que fue oprimido por el reino de España bajo la forma de virreinato. El primero
fue San Martín. Pero sobre todo descubrirían una oligarquía, la más cobarde y
parasitaria que tal vez hayan tenido las colonias hispanas.
La nueva República de Colombia y el Ejército
Libertador cubrían una extensión de tres millones de kilómetros cuadrados que
abarcaban desde el Atlántico al Pacífico con el istmo de Panamá como penacho,
siendo el primer país que logra esta estratégica conformación territorial desde
1819, antes que los Estados Unidos con sus artimañas despojara el oeste a los
pueblos originarios y a Francia, España y México los territorios apetecidos por
los colonos angloparlantes de las Trece Colonias.
Por eso ese diciembre de 1823 que los gringos saben la
llegada de Bolívar (el más temido y odiado por la élite gringa) lanzan la
doctrina Adams-Monroe. Enero de 1824 la enfermedad le amarga unos días al
Libertador.
Diciembre 1824 todo es gloria para el Ejército
Bolivariano en Perú: el 7 de agosto vence en Junín, derrotando al Ejército
Real del Perú; mientras Bolívar entra en Lima y restablece el sitio del Callao
el 5 de diciembre, Sucre
sella definitivamente la libertad indoamericana el 9 de diciembre en Ayacucho.
Mientras el Libertador Simón Bolívar, el 6 de
diciembre de 1824, ocupaba la ciudad de Lima, los ejércitos colombianos, al
mando de Sucre, se desplegaban en formación de batalla en la histórica planicie
de Ayacucho. El 7 de diciembre de
1824 firmó la histórica Circular dirigida a los Jefes de Estado de
Hispanoamérica convocando la tan ansiada unión que debía decidirse en el
Congreso de Panamá.
Las intrigas estadounidenses contra el proyecto
bolivariano se acrecentaron y perfeccionaron. Crearon la primera organización
de espionaje continental, antecedente de la CIA, sólo para vigilar y sabotear
el Proyecto Bolivariano.
La Navidad de 1825 está El Libertador con su Maestro
Simón Rodríguez en Chuquisaca, Bolivia. Simbólicamente podríamos graficar sobre
el plano el punto más alto desde el cual comienzan a entretejerse las circunstancias
que anunciarían el inicio del ocaso.
Las noticias de división se inauguran en 1826 en la
propia Venezuela. El aparato conspirador urdido por el alto gobierno
estadounidense comienza a captar acólitos y va colocando sus intrigas en donde
sabe que brotarán más pronto los espinales. Páez se la juega con la oligarquía
central y surge la Cosiata como expresión del entramado divisionista.
En diciembre de 1826 –luego de cinco años dedicados al
Sur- El Libertador entra por Maracaibo para dialogar con Urdaneta cómo resolver
la crisis en ciernes. Aunque sabe que con Páez la opción armada es casi
inevitable, jura impedir una guerra civil a costa de su propia gloria. Allí
quedó la Proclama de Maracaibo como oración por la paz y la convivencia entre
hermanos.
Pero Bolívar, que ya gozaba un oasis caraqueño con la
situación venezolana más o menos controlada, tuvo que acudir de nuevo a las
cada vez más complicadas cuestiones de gobierno en Bogotá. Sale de Caracas el 5
de julio.
¿Qué lo obliga a salir del lugar donde se hallaba más
cómodo y bien acogido, resolviendo una situación muy delicada para el futuro
inmediato de la causa patriótica?
El 19 de junio le escribe a Urdaneta: “La últimas
noticias que me han llegado del Sur me han obligado a variar de plan y de
posición. Ya Usted verá cómo las tropas rebeldes de Lima han invadido a
Guayaquil y amenazan desde allí y desafían Colombia entera. ¿Puede saberse esto
sin sentir la más viva indignación? Usted me ha vista indiferente a todas las
intrigas de Bogotá, aguardar tranquilo el resultado del Congreso sin tomar
parte en nada, pero cuando el ultraje ha ido hasta invadir la república y
emplear las armas para imponer a los pueblos y oprimir la voluntad nacional, no
es posible resistir a los impulsos del patriotismo y del deber”.
El 18 de julio ya está en Cartagena. Desde allí
también refiere a Urdaneta sobre las intrigas de Santander. Diciembre del 1827
en Buga está organizando un encuentro con Páez para resolver las diferencias y
pensando en la salvación de la Patria, como corresponde a su elevado espíritu
de revolucionario auténtico.
Los agentes gringos ubicados estratégicamente en las
capitales van tejiendo toda clase de rumores, mientras van promoviendo los
parroquialismos e individualismos de ambiciosos que aspiraban el poder así
fuese a costa del descuartizamiento de la original Colombia.
Convocada la Convención de Ocaña para dilucidar las diferencias
sobre el tipo de gobierno y el sistema que debía regir la construcción de la
joven república, Bolívar se instala en Bucaramanga. En septiembre sus enemigos
van a asesinarle junto a sus más cercanos camaradas, aunque fracasan por la
resistencia bravía de éstos y el apoyo popular que está sin ninguna duda del
lado de su Libertador. Mal diciembre ese de sinsabores y decepciones que
mellaron el ánimo del Gran Genio de América.
La oligarquía peruana azuzada por los agentes
norteamericanos (William Tudor) y sus lacayos peruanos Luna Pizarro y José de
la Mar, invadieron el territorio sur de Colombia en Guayaquil, provocando la
acción decidida de Bolívar de defender la malograda soberanía y poner a los
traidores en su sitio.
Los meses finales del año 1828 Bogotá es la “noche
septembrina”. También la lealtad de las mejores camaraderías: Manuela y
Urdaneta. Gestos ladinos desde la Venezuela de Páez. Los arribistas
alborotadores del Cauca lo ensombrecen todo. Diciembre del 28 es la develación
del vínculo de Santander con la revuelta en Perú y cómo éste alentó aquella
inquina con promesas de complicidad bogotana. También se supo que el traidor
mayor invitó a Bermúdez a hacer algo similar en el oriente venezolano. Son los
días decembrinos que pasa Bolívar en Bojacá.
Febrero de 1829 nos enfrenta a la corrupta y traidora
elite peruana por su jactancia expansionista sobre Guayaquil. El 1° de enero
Bolívar recibe el año en Purificación rumbo a Neiva. Tiene en sus manos pruebas
de la implicación de Obando y los santanderistas en la jugada peruana. Los
traidores le están entregando Ecuador a la oligarquía limeña para despedazar la
unidad hispanoamericana y postrarnos ante el patrón yanqui, quedándose cada
caudillo con una migaja del banquete. Padilla va por su feudo en el Magdalena.
El Libertador debe atender a la vez una guerra estúpida provocada por la
necedad de la oligarquía peruana lisonjeada por Estados Unidos y las tropelías
de unos ambiciosos señores feudales que se reparten Colombia como res recién
sacrificada.
El Mariscal de Ayacucho con la mitad de la fuerza que
tenían los invasores peruanos, los
deshace como a soldaditos de juguete el 27 de febrero en Tarqui. En vez de
humillarlos y desbaratarlos, les tiende la mano de la reconciliación con el
Tratado de Girón, que los derrotados engreídos intentan burlar con estiradas
excusas. Bolívar se instala en la zona a consolidar la paz: ese cálido y
anhelado puerto de llegada para todas sus luchas. El santanderismo abusa de esa
ausencia y de la mano de sus amos estadounidenses fermentan las pócimas de la
destrucción.
De hecho estuvieron metidos en lo del Perú
depravadamente. Las intenciones peruanas eran conocidas por Bolívar, por una
carta que el General Heres había enviado a su amigo el General en Jefe Rafael
Urdaneta, en la que decía: “Voy descubriendo aquí cosas muy buenas, en una mesa
pública, brindando Lamar por Santander, añadió que venían llamados por él, que
había sugerido los planes de invasión. La intención era ir hasta Juanangú,
convocar un Congreso en Quito, y separar el Sur con el título de República del
Ecuador. La Mar debía ser Presidente como hijo del Azuay, y Gamarra del Perú,
reuniéndole a Bolivia”.
A pesar de los crímenes atroces cometidos por los
ocupantes peruanos en Guayaquil, al final se acuerda con Gamarra el armisticio al
que se negaba La Mar con dilaciones, y Bolívar entra a la ciudad que lo recibe
gozosa y donde celebra su 46 cumpleaños. El 5 de septiembre hace su famosa
predicción sobre el carácter falaz de los Estados Unidos en Nuestra
América.
Diciembre de 1830 El Libertador llega a Santa Marta.
Todavía el día 21 recibe una carta de su hermano de luchas y vida Rafael
Urdaneta: “Vuestra Excelencia puede evitar esta (guerra fratricida) haciéndose
cargo del Gobierno. Los pueblos del Centro han proclamado a Usted como Jefe de
la Nación, y los del Sur y Popayán como padre y protector; y poseyendo Usted la
confianza de todos, está llamado a hacer la dicha común y a cortar de raíz los males
de mucha trascendencia, que nos amenazan de una absoluta destrucción. Sea que
Usted piense que debe establecerse la unión, sea que opine por la división en
tres Estados, Vuestra Excelencia, con su prestigio y su influencia, podrá
ejecutar una u otra cosa en beneficio de los pueblos, que con diversas
denominaciones le han llamado depositándole su confianza para que los salve.
Ruego por tanto a Usted, por cuarta vez, para que
acepte el Gobierno y venga cuanto antes a hacerse cargo de él. Que el bien
común decida a Vuestra Excelencia, y que atendiendo a las circunstancias de
este desgraciado país, se resuelva a admitir el gobierno, y libertarle de las
calamidades de que está amenazado si Vuestra Excelencia no lo admite, son mis deseos y los de todos
estos habitantes.
Soy de Usted con sentimientos de respeto y distinguido
aprecio, obediente servidor.”
Cuánta razón tenía Urdaneta en esa carta desesperada a
su amigo El Libertador Presidente de Colombia. Todos sus temores y advertencias
se cumplieron irremediablemente.
Han pasado 191 diciembres de esa carta llena de amor
por la patria, por la vida y la humanidad, que aún espera –y merece- una
respuesta favorable.
Yldefonso Finol
Historiador Bolivariano
Maracaibo, 21 diciembre
de 2021
Excelente primacho!!👏👏👏👏👏👏
ResponderEliminarContando con la historia como fuente donde se descomponen los anhelos América sigue siendo una herida sangrante, en la cual sus habitantes no se ven haciendo parte de un cuerpo lacerado por un sistema basado en el egoísmo personal, fundamento de todos nuestros males, lugar común para una humanidad siempre presta a vender su destino. Igual Bolivar fue un ser confundido entre sus sueños.
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