A las altas autoridades de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños
Sus excelencias:
Nuestras repúblicas se han de ligar de tal modo que no
parezcan naciones separadas sino hermanas, unidas por los vínculos que nos han
estrechado en los siglos pasados, cuando luchamos contra la tiranía colonial, buscando
abrazar una misma libertad, aunque con leyes diferentes y gobiernos diversos,
pues cada pueblo es libre a su modo, y disfruta su soberanía, según la voluntad
de su conciencia.
Me alegra
que estén reunidos en una asamblea con representantes de cada Estado, que nos debe
servir de consejo en los grandes conflictos, de punto de contacto en los
peligros comunes, de fiel intérprete en los tratados públicos cuando ocurran
dificultades, y de conciliador, en fin, de nuestras diferencias.
Las enemistades entre las naciones nacen del deseo de
preponderancia y no del sistema de gobierno. Podemos convivir como hermanos aún
teniendo formas de gobierno diferentes. Pero sólo la unión nos hará fuertes,
libres e invencibles.
Ligadas
mutuamente todas las repúblicas que combatimos el colonialismo, por el pacto
implícito y virtual de la identidad de causa, principios e intereses, parece
que nuestra conducta debe ser uniforme y una misma. Una sola debe ser la Patria
de todos los latinoamericanos, ya que en todo vemos una perfecta unidad.
Pero una nueva tiranía se cierne sobre nuestros
pueblos, pretendiendo convertirnos si acaso en siervos propios para el
trabajo y simples consumidores.
El afán
de lucro y propiedad no pueden imponerse. Yo antepongo siempre la comunidad a
los individuos. Me reafirmo en los conceptos de mis maestros Rodríguez y Bello:
debemos ser originales y radicales, en el sentido que nuestras ideas y soluciones
han de beber los jugos de la tierra donde soñamos y construimos un mundo nuevo.
¡No copiar los códigos de Washington! No me gustan porque se parecen a los del
presidente de los regatones y mercachifles norteamericanos. Aborrezco a esa
canalla de tal modo, que no quisiera que se dijera que los latinoamericanos y
caribeños hacemos las cosas como ellos.
Nosotros
peleamos contra el monopolio y el despotismo, por la libertad del comercio
universal y los derechos del mundo. No creo que los americanos del norte deban
estar interfiriendo en nuestros asuntos. ¡Jamás seré de la opinión que los
convidemos a nuestros arreglos indoamericanos!
Debemos
emular a las potencias en todo lo referente a nuestra seguridad política y
defensa. La diferencia no debe ser otra que la relativa a los principios de
justicia social. En los imperialismos todo se hace por la tiranía, acá por la
libertad, la que ciertamente nos constituye enormemente superiores a tales imperios.
Por ejemplo: ellos sostienen a los capitales monopólicos y hegemonías; nosotros
sostenemos a los pueblos, a las repúblicas; ellos quieren la dependencia,
nosotros la independencia. Por consiguiente, para elevarnos a la altura
correspondiente y capaz de sostener la lucha, no podemos menos que adoptar
medidas audaces y unitarias. La opresión está reunida en masa bajo un sólo
estandarte, y si la libertad de nuestras naciones soberanas se dispersa, no podremos
vencer.
Yo
llamo a esto el equilibrio del universo, y debe entrar en los cálculos de la CELAC.
Es menester que la fuerza de nuestras naciones sea capaz de resistir con suceso
las agresiones que pueda intentar la ambición imperialista; y este coloso de
poder que somos, que debe oponerse a aquel otro coloso, no puede formarse sino
de la reunión de toda la América Meridional bajo un cuerpo de unión integral,
para que un solo proyecto pueda usar nuestros grandes recursos en el propósito
estratégico de la felicidad de los pueblos y resistir las tentativas coercitivas
exteriores, en tanto que interiormente, multiplicándose la mutua cooperación de
todos, nos elevará a una cumbre de poder y prosperidad.
Hace mucho
tiempo advertí que los Estados Unidos parecían destinados por la providencia a
plagar Nuestra América de miserias en nombre de la libertad. ¡Falaces
liberticidas! No hay más libertad legítima sino cuando ésta se dirige a honrar
la humanidad y a perfeccionarle su suerte. Todo lo demás es de pura ilusión, y
quizás de una ilusión perniciosa.
Los estadounidenses,
por ser extranjeros en este territorio, tienen el carácter de contrarios para
nosotros. Yo recomiendo a ustedes tener la mayor vigilancia sobre estos norteamericanos
que frecuentan algunos de nuestros países: son capaces de vender sus destinos
por un dólar. Jamás conducta ha sido más infame que la de los norteamericanos
con nosotros: ya ven decidida la suerte de las cosas y con promesas y ofertas,
siempre falsas, nos quieren lisonjear para intimar y hacernos entrar en sus
intereses…no nos dejemos alucinar con apariencias vanas; sepamos bien lo que
debemos hacer y lo que debemos parecer.
Creer que
acercándose a los Estados Unidos para aparentar “amistad” con el vecino
poderoso salvará a algún país de sus garras, será como la fiesta de las ovejas cuando
el león desee comerse a sus indefensos “amigos”. Hablo de la conducta de los
Estados Unidos del Norte con respecto a los independientes del Sur, y de las
rigurosas medidas promulgadas con el objeto de impedir toda especie de auxilio
que pudiéramos procurarnos. Ya que por su ambición y prepotencia la América del
Norte nos ha vejado tanto, exijamos con unidad y firmeza que cesen sus
humillaciones y fratricidios.
Respecto
de mi patria chica, mi amada Venezuela, permítanme recordar la solemne Declaración
de Independencia que hiciera el Congreso de la República aquel glorioso 5 de
julio de 1811: “A pesar de nuestras protestas, de nuestra moderación, de
nuestra generosidad, y de la inviolabilidad de nuestros principios… se nos
bloquea, se nos hostiliza, se nos envían agentes a amotinarnos unos contra
otros, y se procura desacreditarnos entre las naciones… para oprimirnos… Sin hacer el menor aprecio de nuestras razones, sin presentarlas
al imparcial juicio del mundo, y sin otros jueces que nuestros enemigos, se nos
condena a una dolorosa incomunicación con nuestros hermanos; y para añadir el
desprecio a la calumnia se nos nombran apoderados, contra nuestra expresa
voluntad, para que en sus Cortes dispongan arbitrariamente de nuestros
intereses bajo el influjo y la fuerza de nuestros enemigos.”
Esta situación
oprobiosa la han repetido los supremacistas actuales con saña y alevosía contra
mi pueblo, haciendo mucho daño, pero nunca lograrán doblegarnos.
Es
nuestra ambición ofrecer a todos los pueblos una segunda patria, pero erguida,
no abrumada de cadenas. Vendrán los de otras naciones a recoger los dulces
frutos de la virtud, del saber, de la industria: no vendrán a arrancar los de
la fuerza. Venezuela es un refugio generoso para todas las personas de todas
las geografías; con nuestro sacrificio ayudamos a liberar un continente. No dejaremos
que ningún regatón nos ofenda, y por nuestro honor, estamos dispuestos a seguir
luchando contra los imperialismos que osan insistir en ofendernos.
Reitero
a Ustedes, augurándoles muchos éxitos en esta Magna Cumbre, mi Proclama a la
División Urdaneta en Pamplona el 12 de noviembre de 1814: ¡Para nosotros la
Patria es América!
Simón Bolívar,
ciudadano y Libertador.
Yldefonso
Finol
Maracaibo,
8 de abril de 2025
Las palabras sin los pasos es una palabra muerta y el pueblo nos dice Avancemos.
ResponderEliminarMuy buen documento. Saludos, maestro Finol.
ResponderEliminarSalud compa. Gracias.
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