sábado, 28 de marzo de 2020


Kjarkas: la perfección imperdonable
Es cierto, las armonías más complejas y afinadas de la música seguro se encontrarán en las hechuras medievales de los clásicos europeos. Les admiramos. Aprendemos sus partituras. Amamos mucho de esa música vendida como culta, pretendidamente universal. No le escamoteamos ni una semicorchea.
Pero si nos fajamos a discernir sobre los gustos, las empatías sonoras, rítmicas, telúricas, vibrantes, de la creación musical de los pueblos del planeta conocido como Tierra, donde habitamos, padecemos, realizamos, nacemos y nos multiplicamos, entonces, sin lugar a dudas, encontraremos unas músicas muy superiores a las acartonadas golondrinas enjauladas en esos planos incoloros e hipergeométricos llamados pentagramas.
II
Las edades del arte amasaron el mundo con infinitesimales vibraciones shamánicas. Los aires infinitos del cosmos se amamantaban de verdes amaneceres y polícromos extravíos. Se iban las tardes entre los tejidos de llamas y alpacas, con el carbón en las pieles recientes que madres alfareras moldeaban para una vida insospechada que prometía plenitud. Ni la estruendosa arremetida de los invasores calló el silbido eterno que cantaron los bosques con manantiales abruptos y frondas en ristre al cenit que las aclamaba.
Abya Yala –al decir guna- es una extensión que se mece de las alturas incásicas a las honduras marañónicas…orinoquenses…y de allí al mar arahuaco…que llamaron Caribe los ignorantes invasores.
III
La Inquisición de los invasores les truncó los sueños, pero su idioma de muertes no nos anuló como esperaban los demonios. Mutaron las presencias, las ancestralidades oprimidas. Calló algo del pasado. Algo dentro de nosotros dejó de sonar en el aire infinito de la libertad. ¡Ay llamita, ay quena huaino, ay bombo y charanguito!
Alturas del Tahuantinsuyo vieron diezmadas sus infinidades. Voces del viento salitroso se quedaron pétreas en el espejismo de la inmensidad. Entre las hojitas de la coca y los éteres del “karikari” (Palo Santo) se fueron amasando las humitas y los llapingachos que probó Bolívar en las cabalgaduras por el empinado sendero al Potosí.
IV
Kjarkas. Síntesis de mis historias cercenadas. Desiderátum del quehacer creativo de mis pueblos andinos. Rapsodas que besan al cosmos celeste con ráfagas de sus níveas inspiraciones.
La música del mundo venera la rama que rozó el viento, cuando un puñado de duendes brotó del junco cochabambino que los parió.

Yldefonso Finol
Venezuela

  
 


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