Kjarkas:
la perfección imperdonable
Es cierto, las armonías más complejas y afinadas de la
música seguro se encontrarán en las hechuras medievales de los clásicos
europeos. Les admiramos. Aprendemos sus partituras. Amamos mucho de esa música
vendida como culta, pretendidamente universal. No le escamoteamos ni una
semicorchea.
Pero si nos fajamos a discernir sobre los gustos, las
empatías sonoras, rítmicas, telúricas, vibrantes, de la creación musical de los
pueblos del planeta conocido como Tierra, donde habitamos, padecemos,
realizamos, nacemos y nos multiplicamos, entonces, sin lugar a dudas,
encontraremos unas músicas muy superiores a las acartonadas golondrinas
enjauladas en esos planos incoloros e hipergeométricos llamados pentagramas.
II
Las edades del arte amasaron el mundo con
infinitesimales vibraciones shamánicas. Los aires infinitos del cosmos se
amamantaban de verdes amaneceres y polícromos extravíos. Se iban las tardes
entre los tejidos de llamas y alpacas, con el carbón en las pieles recientes
que madres alfareras moldeaban para una vida insospechada que prometía
plenitud. Ni la estruendosa arremetida de los invasores calló el silbido eterno
que cantaron los bosques con manantiales abruptos y frondas en ristre al cenit que
las aclamaba.
Abya Yala –al decir guna- es una extensión que se mece
de las alturas incásicas a las honduras marañónicas…orinoquenses…y de allí al
mar arahuaco…que llamaron Caribe los ignorantes invasores.
III
La Inquisición de los invasores les truncó los sueños,
pero su idioma de muertes no nos anuló como esperaban los demonios. Mutaron las
presencias, las ancestralidades oprimidas. Calló algo del pasado. Algo dentro
de nosotros dejó de sonar en el aire infinito de la libertad. ¡Ay llamita, ay
quena huaino, ay bombo y charanguito!
Alturas del Tahuantinsuyo vieron diezmadas sus
infinidades. Voces del viento salitroso se quedaron pétreas en el espejismo de
la inmensidad. Entre las hojitas de la coca y los éteres del “karikari” (Palo
Santo) se fueron amasando las humitas y los llapingachos que probó Bolívar en
las cabalgaduras por el empinado sendero al Potosí.
IV
Kjarkas. Síntesis de mis historias cercenadas. Desiderátum
del quehacer creativo de mis pueblos andinos. Rapsodas que besan al cosmos
celeste con ráfagas de sus níveas inspiraciones.
La música del mundo venera la rama que rozó el viento,
cuando un puñado de duendes brotó del junco cochabambino que los parió.
Yldefonso
Finol
Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario