Venezuela:
experimentos de mitología imperialista (en tiempos de pandemia)
I
Odeón es un sarao. Un lugar para la bohemia. Para el
canto. Ciertamente sería un nombre raro para una acción terrorista. Desconcierta
a cualquiera. Como canto de sirena. Gedeón en cambio parece perfecto para la
incursión de una fuerza que procura mostrarse más fuerte de lo que realmente
es, porque además su autor se cree un “guerrero fuerte”, que presume la audacia
de atacar por la noche y crear tal confusión entre su enemigo, que podría poner
a esos contrarios a pelear entre ellos. Odiseo es otra cosa.
Odisea del Desierto llamaron los estadounidenses la
intervención militar contra Libia para derrocar a Muamar el Gadafi y destruir
el Estado nación sólido, estable y justo, que costó a ese pueblo medio siglo
construir. Odiseo llamaron también (los gringos segurito) a la trama de
falsedades montadas para asesinar al líder de las FARC Alfonso Cano mientras
éste se movilizaba en pro de viabilizar caminos a la paz en Colombia.
Odiseo en la mitología griega representa el campeón
del engaño, el estratega del Caballo de Troya, aquel que sólo teme –como dice
Francisco Amín- perder a uno de sus hombres. Por eso EEUU y la OTAN no combaten
cuerpo a cuerpo. Optaron por bombardear. Prefieren poner a pelear a otros, a
los que considera desechables, como a los afros y “latinos”, antes que a sus
rubios muchachos. Luego privilegian echar a la arena a los esclavos, si, como
Roma a los gladiadores. Para eso el neoliberalismo recomienda las “contratistas”
militares, privatizar la guerra, “tercerear” la soldadesca.
Pero, perdón, que estos no son ni soldados ni nada,
estos mercenarios a lo sumo alcanzarán en sus miserables existencias el grado
de piratas decadentes.
II
Los Estados Unidos han experimentado
con Venezuela todas las formas de intervención desarrolladas en su ya dilatada –y
caduca- trayectoria injerencista. Repasemos lo dicho en 2006 en nuestro libro
La Falacia Imperialista de los Derechos Humanos (Colección Alfredo Maneiro.
Ministerio del Poder Popular para la Cultura)
- Intervención militar directa. Sería
la “opción” blandida por Dolnald Trump -y aún no aplicada- para poner a Guaidó
de “presidente”; aunque solapadamente la intentaron en diciembre de 1999 cuando
el deslave trágico de La Guaira so pretexto de “ayuda humanitaria”, y luego lo
adobaron de revuelta militar criolla en abril de 2002. El patrón prefiere usar
los mandaderos.
- Acciones Encubiertas. “Con este término se designa al conjunto de actividades
clandestinas que el gobierno de los Estados Unidos, a través de la Agencia
Central de Inteligencia, sus agregados militares y consejeros políticos, así
como otros funcionarios diplomáticos o ejecutivos empresariales, realiza con
propósitos de espionaje y contraespionaje”. Estas han sido permanentes.
- Incursión con ejército
mercenario. En esta categoría entran acciones como la proyectada desde la finca
Daktari en 2004 y ésta reciente de La Guaira.
- Cerco diplomático. “Esta forma de intervención con guante de seda,
puede perseguir el aislamiento internacional de un gobierno molesto a
los intereses de Estados Unidos o el simple chantaje para obligarle a ceder en
un asunto particular”. Para el caso venezolano se activó esta forma de
intervención con mucha intensidad a través de la OEA y el Cartel de Lima.
- Boicot económico. En pleno empeño
por destruir el Proyecto Bolivariano, los delincuentes imperialistas (en una
primera fase) han sido implacables en atacar la moneda nacional y el
abastecimiento para provocar la más inverosímil hiperinflación y macro-devaluación
sostenidas, pasando en esta etapa al bloqueo de cuentas, apropiación de
activos, y aplicación de chantajes económicos violatorios del derecho
internacional en todas sus variantes.
-
Fomento del militarismo. La instalación de bases
militares, ejecución de maniobras y ejercicios belicistas en zonas vecinas son
prácticas imperialistas clásicas que buscan amedrentar los pueblos insumisos y
coaccionar gobiernos que se dejen. “Para el imperio industrial militar de los
Estados Unidos es vital tener un mercado activo en la región donde colocar sus
impresionantes excedentes, en gran medida constituido por chatarra tecnológica
que es vendida con más o menos facilidades de pago según el grado de compromiso
que el gobierno de turno tenga con Washington”.
- Campañas de opinión. En nuestro
caso hemos caracterizado esta modalidad como “linchamiento moral de la
venezolanidad” dirigido a destruir no sólo la imagen política del Gobierno de
Venezuela, sino incluso a desmoralizar al gentilicio venezolano con miras a
minar la estima, sembrar el desarraigo como precondición del exterminio del Estado
Nación. Imposición anímica del “caos constructivo” que tan claramente han
explicado los historiadores Luís Prieto y Juan Romero.
- Mediación por ONG. Proliferaron
múltiples organizaciones fantasmas en las dos décadas de Gobierno Bolivariano que
se apoderaron cual plagiarios espirituales el concepto de “sociedad civil”. Se trata
de un entramado de agentes encubiertos y opositores acomodados que acceden a financiamientos
externos, generalmente venidos de la USAID y la NED, y en otra escala de los
parapetos socialdemócratas, liberales y democristianos de Europa. Puro
mercenarismo encopetado, con cara de “yo no fui”, manipuladores compulsivos de
términos como “democracia” y “derechos humanos”.
III
Recapitulemos la diversidad de
doctrinas de guerra que EEUU lleva a cabo contra la República Bolivariana de
Venezuela, siguiendo la clasificación propuesta por el Mayor General de
Ejército Nacional Bolivariano Pascualino Angiolillo Fernández:
- Teoría de la Inteligencia
Estratégica para la Política Exterior Norteamericana, atribuida a Sherman Kent
y Robert Kohane, consistente en el despliegue de la inteligencia estratégica “para
la obtención veraz y oportuna de datos” que soporten la estrategia exterior
imperialista.
- Teoría de los Estados villanos
o forajidos, con patrañas muy gringas como “ejes del mal” y otros pretextos
para cazar incautos.
- Teoría de la Legítima
Defensa, que justifica “Guerras Preventivas”, muy al estilo colonial, ante
potenciales “amenazas”. Bajo esta óptica surgen hipótesis absurdas del tipo: “Gadafi
planea bombardear objetivos civiles, entonces bombardeemos antes nosotros”. Algo
así como “asesinarte” para evitar que “te mueras”.
- Teoría de la “Causa Justa”,
se argumenta que el estado objetivo ha realizado acciones que van en contra de
los intereses de los ciudadanos norteamericanos, por tanto la acción
guerrerista está justificada. Todas estas últimas son variantes de los Estados
Forajidos y con nuevas aproximaciones como la siguiente.
- Teoría de la Responsabilidad
de Proteger, “para justificar intervenciones militares bajo la bandera de ayuda
humanitaria”. Esta “vocación” le viene a los yanquis de su “destino
manifiesto” y su rol de “gendarme global”.
- Teoría del Poder Duro, Suave
e Inteligente de Joseph Nye. Para decirlo en criollo: es la combinación del
garrote y la zanahoria, según la ocasión (para no aludir el refrán que usa un
excelente programa de televisión).
- La Teoría del Caos
Constructivo. Desarrollada por el influyente teórico de la geopolítica
Zbigniew Brzezinsky. Consiste en introducir “variables perturbadoras” en la
aparente normalidad del país para desarticular la cotidianidad, sobre todo en
los ámbitos socioeconómicos, institucionales y psicosociales. El caos (recuerden
la serie Superagente 86) disloca al sistema para hacerlo vulnerable y bajo el
espejismo del “cambio” tomar el “control”.
- El Estado fallido. Ubiquémonos
en el manual del “Golpe Suave” o de las mal llamadas “revoluciones de colores”
de Gene Sharp.
- La Teoría de los Nenúfares. Manipulación
de catástrofes naturales para invadir “humanitariamente”. Ya citábamos el
amague de 1999 en la tragedia lluviosa de La Guaira. Pero anotemos la llegada
de miles de tropas gringas a Haití tras el terrible terremoto.
- La Guerras Híbridas. Son combinaciones
de algunas de las variantes anteriores.
Permítanme agregar un nuevo
género no previsto por las clasificaciones revisadas: la Guerra Mutante. Entendemos
por Guerra Mutante la cualidad camaleónica del conflicto que una potencia o
coalición imperialista desata contra un país soberano donde se lleva a cabo un
modelo sociopolítico contradictor de sus intereses hegemónicos, y que tiene la
particularidad de combinar todas las formas de intervención con diferentes
graduaciones según las circunstancias específicas de la coyuntura y de la
correlación de fuerzas internacionales, tanto en el plano diplomático como
militar.
Esta modalidad es la
aplicada por Estados Unidos y la Unión Europea contra Venezuela.
IV
Decía al comienzo de este
artículo que estos desquiciados mercenarios que se han prestado al juego monroísta
(y santanderista) de derrocar el Gobierno Bolivariano, a lo sumo pueden aspirar
ser calificados como piratas decadentes. Es así. Pero aún la asociación de
corsarios “Hermandad de la Costa” que pululaba en la isla La Tortuga durante el
siglo XVII y acechaba toda existencia “normal” en los mares caribeños, tenía
unos códigos bravíos y se arriesgaba al punto de simbolizarse sin un ojo ni una
pierna.
Aquellos bucaneros que
inspiraron leyendas marinas como miedos terrenales, que sacaron canciones de
almas tan enternecidas como la de Joan Manuel Serrat, que le provocaron mil
noches de lectura a Luís Britto y regalaron un antológico personaje a Johnny
Depp, eran cualitativamente superiores de espíritu a los pitiyanquis rabiosos
que se lanzan cual lobos desfigurados contra su propia gente.
Jean Dei Nau “El Olonés”,
Francois Granmont, Henry Morgan, Enrique Gerald, entre otras alimañas,
saqueaban a los españoles enemigos de sus países de origen (Francia, Inglaterra,
Holanda) y el botín lo compartían con la tripulación según rígidas normas jerárquicas
que siempre preveían la alícuota del reino al que tributaban en el corso.
Estos bribones de utilería
(Guaidó el primero y más bellaco) saquean al país del cual tienen nacionalidad,
le sirven a un imperio extranjero, carecen de la más mínima lealtad con sus
acólitos, y se roban el botín para su avaro y exclusivo beneficio, dejando hambrientos
e indefensos, tirados en la primera playa que consigan desierta, a los
bucaneros anónimos.
Son peores que aquellos
piratas de bandera negra y cadavérica. No merecen la honra de un cadalso, ni un
contrincante viril y digno, ni una mediocre crónica de sucesos.
Les dejo sí, sobre la mesa, la
posibilidad adivinada por el poeta León De Greiff en el Relato de Sergio
Stepansky, para sumarse voluntariamente a la inmerecida necrópolis de los
nadie: “cambio mi vida por lámparas viejas, o por su plato de lentejas...o por
dos huequecillos minúsculos -en las sienes- por donde se me fugue, en grises
podres, la hartura, todo el fastidio, todo el horror que almaceno en mis odres”.
Yldefonso Finol
Historiador Bolivariano
Cronista de Maracaibo
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