domingo, 3 de mayo de 2020


Venezuela: experimentos de mitología imperialista (en tiempos de pandemia)
I
Odeón es un sarao. Un lugar para la bohemia. Para el canto. Ciertamente sería un nombre raro para una acción terrorista. Desconcierta a cualquiera. Como canto de sirena. Gedeón en cambio parece perfecto para la incursión de una fuerza que procura mostrarse más fuerte de lo que realmente es, porque además su autor se cree un “guerrero fuerte”, que presume la audacia de atacar por la noche y crear tal confusión entre su enemigo, que podría poner a esos contrarios a pelear entre ellos. Odiseo es otra cosa.
Odisea del Desierto llamaron los estadounidenses la intervención militar contra Libia para derrocar a Muamar el Gadafi y destruir el Estado nación sólido, estable y justo, que costó a ese pueblo medio siglo construir. Odiseo llamaron también (los gringos segurito) a la trama de falsedades montadas para asesinar al líder de las FARC Alfonso Cano mientras éste se movilizaba en pro de viabilizar caminos a la paz en Colombia.
Odiseo en la mitología griega representa el campeón del engaño, el estratega del Caballo de Troya, aquel que sólo teme –como dice Francisco Amín- perder a uno de sus hombres. Por eso EEUU y la OTAN no combaten cuerpo a cuerpo. Optaron por bombardear. Prefieren poner a pelear a otros, a los que considera desechables, como a los afros y “latinos”, antes que a sus rubios muchachos. Luego privilegian echar a la arena a los esclavos, si, como Roma a los gladiadores. Para eso el neoliberalismo recomienda las “contratistas” militares, privatizar la guerra, “tercerear” la soldadesca.
Pero, perdón, que estos no son ni soldados ni nada, estos mercenarios a lo sumo alcanzarán en sus miserables existencias el grado de piratas decadentes.
II
Los Estados Unidos han experimentado con Venezuela todas las formas de intervención desarrolladas en su ya dilatada –y caduca- trayectoria injerencista. Repasemos lo dicho en 2006 en nuestro libro La Falacia Imperialista de los Derechos Humanos (Colección Alfredo Maneiro. Ministerio del Poder Popular para la Cultura)
-       Intervención militar directa. Sería la “opción” blandida por Dolnald Trump -y aún no aplicada- para poner a Guaidó de “presidente”; aunque solapadamente la intentaron en diciembre de 1999 cuando el deslave trágico de La Guaira so pretexto de “ayuda humanitaria”, y luego lo adobaron de revuelta militar criolla en abril de 2002. El patrón prefiere usar los mandaderos.
-       Acciones Encubiertas. “Con este término se designa al conjunto de actividades clandestinas que el gobierno de los Estados Unidos, a través de la Agencia Central de Inteligencia, sus agregados militares y consejeros políticos, así como otros funcionarios diplomáticos o ejecutivos empresariales, realiza con propósitos de espionaje y contraespionaje”. Estas han sido permanentes.
-       Incursión con ejército mercenario. En esta categoría entran acciones como la proyectada desde la finca Daktari en 2004 y ésta reciente de La Guaira.
-       Cerco diplomático. “Esta forma de intervención con guante de seda, puede perseguir el aislamiento internacional de un gobierno molesto a los intereses de Estados Unidos o el simple chantaje para obligarle a ceder en un asunto particular”. Para el caso venezolano se activó esta forma de intervención con mucha intensidad a través de la OEA y el Cartel de Lima.
-       Boicot económico. En pleno empeño por destruir el Proyecto Bolivariano, los delincuentes imperialistas (en una primera fase) han sido implacables en atacar la moneda nacional y el abastecimiento para provocar la más inverosímil hiperinflación y macro-devaluación sostenidas, pasando en esta etapa al bloqueo de cuentas, apropiación de activos, y aplicación de chantajes económicos violatorios del derecho internacional en todas sus variantes.
-       Fomento del militarismo. La instalación de bases militares, ejecución de maniobras y ejercicios belicistas en zonas vecinas son prácticas imperialistas clásicas que buscan amedrentar los pueblos insumisos y coaccionar gobiernos que se dejen. “Para el imperio industrial militar de los Estados Unidos es vital tener un mercado activo en la región donde colocar sus impresionantes excedentes, en gran medida constituido por chatarra tecnológica que es vendida con más o menos facilidades de pago según el grado de compromiso que el gobierno de turno tenga con Washington”.
-       Campañas de opinión. En nuestro caso hemos caracterizado esta modalidad como “linchamiento moral de la venezolanidad” dirigido a destruir no sólo la imagen política del Gobierno de Venezuela, sino incluso a desmoralizar al gentilicio venezolano con miras a minar la estima, sembrar el desarraigo como precondición del exterminio del Estado Nación. Imposición anímica del “caos constructivo” que tan claramente han explicado los historiadores Luís Prieto y Juan Romero.
-       Mediación por ONG. Proliferaron múltiples organizaciones fantasmas en las dos décadas de Gobierno Bolivariano que se apoderaron cual plagiarios espirituales el concepto de “sociedad civil”. Se trata de un entramado de agentes encubiertos y opositores acomodados que acceden a financiamientos externos, generalmente venidos de la USAID y la NED, y en otra escala de los parapetos socialdemócratas, liberales y democristianos de Europa. Puro mercenarismo encopetado, con cara de “yo no fui”, manipuladores compulsivos de términos como “democracia” y “derechos humanos”.
III
Recapitulemos la diversidad de doctrinas de guerra que EEUU lleva a cabo contra la República Bolivariana de Venezuela, siguiendo la clasificación propuesta por el Mayor General de Ejército Nacional Bolivariano Pascualino Angiolillo Fernández:
-       Teoría de la Inteligencia Estratégica para la Política Exterior Norteamericana, atribuida a Sherman Kent y Robert Kohane, consistente en el despliegue de la inteligencia estratégica “para la obtención veraz y oportuna de datos” que soporten la estrategia exterior imperialista. 
-       Teoría de los Estados villanos o forajidos, con patrañas muy gringas como “ejes del mal” y otros pretextos para cazar incautos. 
-       Teoría de la Legítima Defensa, que justifica “Guerras Preventivas”, muy al estilo colonial, ante potenciales “amenazas”. Bajo esta óptica surgen hipótesis absurdas del tipo: “Gadafi planea bombardear objetivos civiles, entonces bombardeemos antes nosotros”. Algo así como “asesinarte” para evitar que “te mueras”.
-       Teoría de la “Causa Justa”, se argumenta que el estado objetivo ha realizado acciones que van en contra de los intereses de los ciudadanos norteamericanos, por tanto la acción guerrerista está justificada. Todas estas últimas son variantes de los Estados Forajidos y con nuevas aproximaciones como la siguiente. 
-       Teoría de la Responsabilidad de Proteger, “para justificar intervenciones militares bajo la bandera de ayuda humanitaria”. Esta “vocación” le viene a los yanquis de su “destino manifiesto” y su rol de “gendarme global”.
-       Teoría del Poder Duro, Suave e Inteligente de Joseph Nye. Para decirlo en criollo: es la combinación del garrote y la zanahoria, según la ocasión (para no aludir el refrán que usa un excelente programa de televisión).
-       La Teoría del Caos Constructivo.  Desarrollada por el influyente teórico de la geopolítica Zbigniew Brzezinsky. Consiste en introducir “variables perturbadoras” en la aparente normalidad del país para desarticular la cotidianidad, sobre todo en los ámbitos socioeconómicos, institucionales y psicosociales. El caos (recuerden la serie Superagente 86) disloca al sistema para hacerlo vulnerable y bajo el espejismo del “cambio” tomar el “control”.
-       El Estado fallido. Ubiquémonos en el manual del “Golpe Suave” o de las mal llamadas “revoluciones de colores” de Gene Sharp.
-       La Teoría de los Nenúfares. Manipulación de catástrofes naturales para invadir “humanitariamente”. Ya citábamos el amague de 1999 en la tragedia lluviosa de La Guaira. Pero anotemos la llegada de miles de tropas gringas a Haití tras el terrible terremoto.
-       La Guerras Híbridas. Son combinaciones de algunas de las variantes anteriores.
Permítanme agregar un nuevo género no previsto por las clasificaciones revisadas: la Guerra Mutante. Entendemos por Guerra Mutante la cualidad camaleónica del conflicto que una potencia o coalición imperialista desata contra un país soberano donde se lleva a cabo un modelo sociopolítico contradictor de sus intereses hegemónicos, y que tiene la particularidad de combinar todas las formas de intervención con diferentes graduaciones según las circunstancias específicas de la coyuntura y de la correlación de fuerzas internacionales, tanto en el plano diplomático como militar.
Esta modalidad es la aplicada por Estados Unidos y la Unión Europea contra Venezuela.
IV
Decía al comienzo de este artículo que estos desquiciados mercenarios que se han prestado al juego monroísta (y santanderista) de derrocar el Gobierno Bolivariano, a lo sumo pueden aspirar ser calificados como piratas decadentes. Es así. Pero aún la asociación de corsarios “Hermandad de la Costa” que pululaba en la isla La Tortuga durante el siglo XVII y acechaba toda existencia “normal” en los mares caribeños, tenía unos códigos bravíos y se arriesgaba al punto de simbolizarse sin un ojo ni una pierna.
Aquellos bucaneros que inspiraron leyendas marinas como miedos terrenales, que sacaron canciones de almas tan enternecidas como la de Joan Manuel Serrat, que le provocaron mil noches de lectura a Luís Britto y regalaron un antológico personaje a Johnny Depp, eran cualitativamente superiores de espíritu a los pitiyanquis rabiosos que se lanzan cual lobos desfigurados contra su propia gente.
Jean Dei Nau “El Olonés”, Francois Granmont, Henry Morgan, Enrique Gerald, entre otras alimañas, saqueaban a los españoles enemigos de sus países de origen (Francia, Inglaterra, Holanda) y el botín lo compartían con la tripulación según rígidas normas jerárquicas que siempre preveían la alícuota del reino al que tributaban en el corso.
Estos bribones de utilería (Guaidó el primero y más bellaco) saquean al país del cual tienen nacionalidad, le sirven a un imperio extranjero, carecen de la más mínima lealtad con sus acólitos, y se roban el botín para su avaro y exclusivo beneficio, dejando hambrientos e indefensos, tirados en la primera playa que consigan desierta, a los bucaneros anónimos.
Son peores que aquellos piratas de bandera negra y cadavérica. No merecen la honra de un cadalso, ni un contrincante viril y digno, ni una mediocre crónica de sucesos.
Les dejo sí, sobre la mesa, la posibilidad adivinada por el poeta León De Greiff en el Relato de Sergio Stepansky, para sumarse voluntariamente a la inmerecida necrópolis de los nadie: “cambio mi vida por lámparas viejas, o por su plato de lentejas...o por dos huequecillos minúsculos -en las sienes- por donde se me fugue, en grises podres, la hartura, todo el fastidio, todo el horror que almaceno en mis odres”.

Yldefonso Finol
Historiador Bolivariano
Cronista de Maracaibo




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