Elecciones
legislativas: una agenda por la soberanía y la paz de Venezuela
Introito
Dos reflexiones
esenciales
-
Aunque
en Venezuela el voto no es obligatorio sino un derecho que se ejerce en forma
voluntaria, hay que decir sin embargo, que la abstención coercitiva intentada
por el sector fascista de la oposición, provocando situaciones irregulares atentatorias
del orden público, constituye un delito, puesto que le niega el libre desempeño
democrático a la mayoría que desea ejercerlo; más aún, si en esa táctica
desestabilizadora, estos factores incurren en la promoción de la intervención
extranjera en nuestros asuntos soberanos.
-
El debate
ideológico en el seno de las fuerzas patrióticas es bienvenido, nunca lo
debemos evadir ni estigmatizar, no obstante, consideramos que no es el mejor
momento para atizarlo en medio de la actual coyuntura electoral, por dos
razones: a) porque adquiere un indeseable tufo electorero, aunque no sea esa su
motivación; b) porque se entra en el lenguaje descalificador dándole armas al
enemigo que no diferenciará entre unos y otros al momento de destruirnos.
I
Valoración
histórica
La inminente realización de elecciones legislativas es
un logro político de gran significación para la legitimidad democrática y el
reconocimiento internacional de la institucionalidad republicana de Venezuela. Realizar
estos comicios es un triunfo frente al imperialismo y sus lacayos que apostaron
a derrocar en “seis meses” al gobierno constitucional, y se jugaron casi todas
las cartas conspirativas causando grandes sufrimientos a nuestro pueblo y
violaciones inaceptables a nuestra soberanía.
La convocatoria obedece al mandato constitucional de
renovar el Poder Legislativo cada cinco años, y tienen como paso previo la
designación del nuevo CNE como máxima autoridad electoral del país, al que
corresponde organizar el proceso comicial en todas sus fases.
Se producen estas votaciones en medio de dos problemáticas
particularidades: la guerra mutante que ejecuta Estados Unidos contra Venezuela,
y la pandemia del Covid-19. Son circunstancias especiales que ameritan sumo
cuidado con los aspectos tácticos y operativos, sin descuidar la visión
estratégica. La fuerza patriótica tiene un reto enorme al acudir a la contienda
sin descuidar el más importante frente de masas: el Gobierno.
El acostumbrado despliegue militar en fase previa y
post electoral será un importante disuasivo para cualquier aventura fraguada
por el enemigo. La división de la oposición en tendencias aparentemente
irreconciliables en el corto plazo es una ventaja política para nuestra causa. La
organización de los factores patrióticos refuerza esa ventaja como garantía de
movilización y cuidado del voto. Pero no debemos incurrir en actitudes
triunfalistas y muy por el contrario, deberíamos realizar el máximo esfuerzo
para que cada patriota sea un voto efectivo. Una alta abstención no es
conveniente a los fines estratégicos de esta jornada. El sufragio esta vez se
nos presenta como acto de fe por la defensa de la Patria.
La coyuntura no dejará tiempo para debates internos sobre
concepciones ideológicas y estilos partidistas, menos para aspectos críticos
del proceso, lucirían inoportunos por decir lo menos. Tampoco queda espacio
para participación y protagonismo de la militancia de base, siendo preciso
aplicar métodos selectivos por la dirección a muy alto nivel. Aunque no es lo deseable,
estamos obligados a la confianza y la unidad. Esto es irreductible.
Se nos presenta el tremendo reto de reconocer, en
medio de la campaña electoral, el surgimiento de divergencias entre
destacamentos del campo revolucionario; ahora bien, indistintamente de la altisonancia
de la discusión, ella no debe traducirse en un debilitamiento de nuestra opción
de triunfo, al contrario, la diversidad de candidaturas debería servir al
surgimiento de alternativas capaces de encauzar militancias inconformes. Se invocaría
la máxima dialéctica “unidad en la diversidad”: coincidentes en lo estratégico,
divergentes en lo táctico. Pero respetándonos como compatriotas.
Desde la Doctrina Bolivariana esta característica frecuente
en la izquierda tiene su antídoto en la consigna “Unidad, unidad, unidad, debe
ser nuestra divisa”.
II
El entorno
hostil
El enemigo externo no está en condiciones para
atacarnos de frente y con todo. Lo seguirá haciendo a través de medidas
coercitivas y mercenarios, para lo que cuenta con el narcofascismo colombiano y
demás cipayos, que no debemos subestimar por su maligna capacidad de hacer
daño.
Un grupo de altos funcionarios del aparato de guerra
de Estados Unidos acaba de visitar Colombia para hablar con el gobierno de ese
país sobre Venezuela. El asesor de seguridad nacional Robert O’Brien, el jefe del
Comando Sur, almirante Craig Faller, el asesor especial de Donald Trump para el
Hemisferio Occidental, Mauricio Claver-Carone, acompañados por el embajador
Philip Goldberg, integraron la comitiva. Buscan lavarse las caras con una
caricatura del desastroso Plan Colombia.
El escenario del cónclave tuvo de fondo tres telones: el
proceso eleccionario para presidente gringo en noviembre, muy enredado para la
aspiración reeleccionista de Trump; la derrota del plan de instaurar un
supuesto “gobierno interino” con la inminente renovación de la Asamblea
Nacional de Venezuela, y el naufragio del cuestionado gobierno anfitrión, con
su jefe político enjuiciado, y abrumados por las crecientes evidencias de su
criminal fuente de poder: narcotráfico y paramilitarismo.
La confrontación internacional por imponer la
hegemonía imperialista se tiñe de peligrosa demagogia en medio de la
desesperación de Donald Trump por mantenerse en la Casa Blanca. Así lo vemos
amenazante contra China y Rusia, coqueteando con Israel, agresivo con Irán; arrogante,
pragmático y oportunista en América Latina y el Caribe. La Unión Europea,
disminuida por la salida del Reino Unido, se hace eco de la patraña contra
Venezuela, mientras ocupa militarmente Líbano tras la trágica explosión en
Beirut, y mueve tropas en Polonia y Lituania cerca de la frontera de
Bielorrusia, donde desconocen la reciente elección favorable al presidente Alexander
Lukashenko.
Ya no cabe duda que la estrategia geopolítica en
Oriente Medio es la destrucción de los Estados para reinar en el caos,
apoderándose de los recursos naturales de los pueblos a través de mecanismos
criminales que remedan con sofisticados mecanismos la piratería del siglo XVII.
Para el caso venezolano, se incorporan como elementos
conflictivos, el añejo asunto de nuestra Guayana Esequiva y las múltiples problemáticas
generadas en la extensa frontera con Colombia, a través de la cual juegan a
embarrarnos en el narcotráfico mientras se llevan el combustible, lanzan
incursiones mercenarias y permean el Covid19.
Si el uribismo, entendido como fase superior del
santanderismo, credo y adicción de los sectores más atrasados de Colombia, acorralados
moralmente como están, se atreve a desatar una agresión armada contra Venezuela
por instrucciones de Estados Unidos, las fuerzas bolivarianas en cualquier
lugar donde se hallen deben actuar contundentemente sobre los intereses
oligárquicos-imperialistas y puntos neurálgicos del enemigo.
La humanidad debe saber que nos enfrentamos a
criminales atroces, mismos que en días recientes han cometido masacres contra
pueblos indígenas y jóvenes indefensos, que han asesinado setecientos líderes
populares durante el gobierno de Duque, que hicieron trizas los acuerdos y
diálogos de paz, que son los mayores productores de cocaína del mundo, que
encubren a militares violadores de niñas indígenas y ofrecen impunidad a tropas
gringas culpables de trata de personas y agresiones sexuales a mujeres, que han
impuesto un gobierno ilegítimo con dineros de las drogas.
Venezuela sabrá responder por la dignidad bolivariana.
Deben recordar que aquí se libró hace 521 años el primer combate de resistencia
a la invasión colonialista en agosto de 1499 y se dio el primer grito de
Independencia de este continente, y aquí nació El Libertador Simón Bolívar a
quien los imperios de antes y de hoy no han podido derrotar.
III
Agenda
de prioridades de la nueva diputación
El perfil del liderazgo requerido para la función
parlamentaria en estas circunstancias nacionales, tiene que combinar varias
condiciones, entre las que podemos mencionar: lealtad absoluta con la soberanía
e independencia de la patria; compromiso histórico con la clase trabajadora, la
ética bolivariana, la liberación nacional y el socialismo; adecuada formación política-ideológica
y nivel cultural suficiente para enfrentar los grandes debates de ideas y
proyectos que requiere el país; experiencia en luchas populares y escenarios
políticos.
La agenda del Poder Legislativo pasa por consolidar
una mayoría patriótica que asuma con carácter prioritario y punto de honor:
-
La defensa
de la soberanía nacional frente a la injerencia imperialista, en el sentido que
la primera garantía de todos los derechos humanos de nuestro pueblo es tener una
Patria independiente.
-
La consolidación
de una política internacional de solidaridad popular que contribuya al sostenimiento
de la paz regional y el Equilibrio del Universo, como bienes intangibles
superiores, sin los cuales, no será posible la construcción de una mejor
humanidad.
-
Abrir
cauce a un amplio diálogo nacional-popular por la Patria Buena, con la profundización
efectiva del carácter participativo y protagónico de la democracia venezolana. Generar
consensos para contribuir a la gobernabilidad y definición de políticas
públicas de empoderamiento ciudadano, ante el agotamiento del modelo
asistencialista-paternalista castrador de la autogestión del poder popular.
-
Impulsar
la recuperación de la economía nacional con un enfoque productivo y solidario. Debemos
debatir asuntos trascendentes para la República: reafirmación de la propiedad y
administración de los activos nacionales (quién decide sobre los ingresos
petroleros y quién controla su destino). El modelo aplicado deja en muy pocas
manos el manejo de la mercancía de que depende todo el país. Por eso un puñado
de corruptos pueden hacer lo que les venga en gana con total impunidad, desmantelar
PDVSA y empresas eléctricas o mantener fuera del país inversiones gigantescas
como CITGO sin generar ni empleos ni desarrollo endógeno, ni valor agregado
nacional. Un negocio que nunca debió hacerse y que ya hecho, no debió mantenerse
en el marco de una revolución bolivariana. El resultado a la vista de lapa y
cachicamo.
-
Revisar
el modelo según el cual tenemos una fuerte burocracia fiscal, pero débil o
inexistente para defender los derechos de usuarios y consumidores.
-
Urgente
discutir con el país una política criminal que ponga freno a la corrupción. Activación
del poder moral bolivariano a través de mecanismos de control fiscal ciudadano.
-
Urgencia
legislativa para elaborar un programa de recuperación gradual del nivel
adquisitivo del salario y demás garantías sociales del pueblo trabajador
Más allá de la pandemia, las elecciones y –en medio de-
las amenazas imperialistas, ha de llegar el momento de abrir un debate serio
sobre la caracterización del Estado y la concepción de la economía en la
Revolución Bolivariana. Nadie crea que será fácil. Son asuntos fundamentales
sin los cuales la revolución parece andar a tientas entre penumbras.
Permítanme terminar parafraseando a León Felipe:
porque no es lo que importa llegar primero y a prisa, sino llegar con todos y a
tiempo.
Yldefonso Finol
Economista e
historiador bolivariano
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