FIDEL
Para cualquier
latinoamericano contemporáneo Fidel es simplemente otro más de la familia.
Cuántas veces hemos tenido que oír algo acerca de él. Hablar de él. Leer algún
texto suyo o sobre él. Verlo en pantalla. Sin duda es una imagen absolutamente
familiar. Lo reconoce gente de todas las edades. Algunos no lo quieren, y
parece normal que así sea después de casi cinco décadas de campaña en su
contra. Lo curioso es que la mayoría lo aprecia.
El dos de diciembre de 1956
mi mamá tenía 17 años. Cuando yo cumplí los 15, el 9 de noviembre de 1974,
siendo un precoz militante de la causa revolucionaria, ella me contó que en sus
días de estudiante de bachillerato comercial, recolectaba monedas en un pote
para enviárselas a los barbudos de la Sierra Maestra. Antes nunca le escuché
hablar sobre alguna participación suya en asuntos de la política. Luego me
acompañó en la militancia clandestina en el PRV.
Difícilmente se consiga una
persona de la contemporaneidad con tanta historia en su haber como Fidel. Del
Moncada al Socialismo del Siglo XXI, pasando por el Desembarco del Granma, la
formación del Ejército Rebelde, la derrota de Batista y el establecimiento del
nuevo gobierno, la unificación de los partidos y movimientos, la pérdida
prematura de Camilo, la invasión imperialista por bahía de Cochinos, la
declaración del Estado Socialista, la Crisis de los Misiles, la partida del
Che, la solidaridad con África y los movimientos revolucionarios de América
Latina y El Caribe, el proceso de rectificación de errores, el caso Ochoa, la
caída de la URSS, la reafirmación del proyecto socialista, el período especial,
la era Reagan-Tatcher, la globalización y el eterno bloqueo, cientos de
ciclones y huracanes y todos los atentados hechos por la CIA para
desaparecerlo, más la permanente campaña de difamación brutal hecha contra
hombre alguno sobre la Tierra. Ese es Fidel: la verdadera historia de la
dignidad.
El pueblo cubano, tan
patriótico y humanitario como es, parió de su seno al estadista más brillante
del siglo XX y del XXI. Si la Madre Teresa de Calcuta dijo que ese hombre por
donde pasaba irradiaba bondad y nuestro Julio Cortázar afirmó que sin la
Revolución Cubana los latinoamericanos no tendríamos derecho ni a abrir la
boca, nosotros no dudamos en sumarnos a la multitud que actualmente clama por
la salud de Fidel y por la Soberanía de Cuba, porque lo que le pase a Fidel y a
Cuba es un asunto de familia para cualquier indoamericano que se precie de tener
dignidad.
Celebro la profunda amistad
que ha cosechado Chávez con Fidel. Hermosa relación por el bien de los pueblos.
Sé que los frutos apenas comienzan a asomarse, pero la fortaleza de esa alianza
revolucionaria se extiende en el tiempo y seguirá dando aliento a las luchas y
esperanzas de la gente buena.
La sola posibilidad de la
desaparición física de Fidel partió al mundo en dos bandos, uno minoritario y
vergonzante que salió a celebrar, y otro mayoritario que, en medio del pesar
saca fuerzas para reflexionar sobre los destinos de la humanidad y la necesidad
de ratificar nuestro compromiso con la construcción de un mundo mejor y una
sociedad verdaderamente justa.
Porque Fidel fallecerá
cualquier día, ojalá, aún lejano; lo que no desaparecerá nunca de nuestras
vidas y nuestra historia, es ese ejemplo enorme e invencible de decoro y
dignidad mayúscula, de fervor revolucionario y tenacidad, de solidaridad y
sacrificio, de patriotismo y humanitarismo martianos que Fidel ha sembrado por
todo el planeta y en todos los corazones.
3
Al difunto Jorge Mas Canosa
se le empequeñeció el dedo índice de tanto golpearlo contra la mesa al momento
de predecir, año tras año, la muerte de Fidel. “Este año si cae Fidel”, le
decía a los crédulos afiliados de la Fundación Cubano Americana que él presidía
y que ha sido la autora de muchas agresiones contra la isla, algunas
evidentemente terroristas.
Una cosa realmente extraña
en torno a los detractores de Fidel, es que a éste lo acusan de barbaridades
que aquéllos si han protagonizado. Por ejemplo, a Fidel lo acusaron por varias
décadas de fomentar el terrorismo en América Latina, y quienes ejercieron en
verdad, de manera cruel y despiadada esa práctica deleznable, fueron sus
eternos enemigos Luís Posada Carriles y Orlando Bosh, agentes del Gobierno de
los Estados Unidos, que en 1976 hicieron explotar el avión de Cubana de
Aviación que llevaba a jóvenes deportistas del equipo de esgrima.
¿No fueron, acaso, los más
furiosos anticomunistas quienes impusieron el terrorismo de Estado a los
pueblos del Cono Sur, con sangrientos Golpes de Estado y consiguientes
dictaduras, hasta llegar a instaurar una transnacional del terror como fue la
llamada Operación Cóndor que persiguió, torturó y asesinó a gente de izquierda
en todo el continente?
Es la lógica fascista de la
mentira repetida la que han querido imponer.
¿Qué no predijeron que
sucedería tras la caída de la Unión Soviética? Se equivocaron porque no
entienden ni entenderán la determinación histórica de un pueblo decidido a
construir su destino sin tutelas imperialistas. Y es allí donde radica la
mágica fortaleza y claridad de un liderazgo como el de Fidel, en que se apoya
en la claridad y fortaleza de todo un pueblo unido y heroico.
Por eso hemos escuchado
otra vez tantas babosadas de los ignorantes habladores de paja que colman la
radio y televisión de este país. Vergüenza ajena me dio oír a un locutor
entrevistando a uno de esos “internacionalistas” que han proliferado como el
cadillo bobo, donde ambos se festejaban en la especulación de que Fidel estaba
muerto. Cuidado y les pase lo que a Mas Canosa, que lleva diez años enterrado y
Fidel allí, campante y triunfante.
No se han dado cuenta que
en Cuba existe una vanguardia organizada que gobierna en equipo bajo
directrices que son el resultado del debate de todo el pueblo. No se han dado
cuenta que hay todo un pueblo gobernando y construyendo en forma conciente las
bases de una sociedad futura, más justa, igualitaria, ecológica y humanista. El
socialismo, que es lo que nos mueve a ser mejores cada día.
Estos anticomunistas de
pacotilla se imaginaron una hecatombe en Cuba al anunciarse la salida de Fidel
del Gobierno. Creyeron siempre que eso sólo ocurriría por el deceso del líder.
Se imaginaron la isla disolviéndose en el mar como una pastilla efervescente.
Se volvieron a equivocar. Ni Cuba se deshace ni se acaba la Revolución. Hoy
menos que nunca.
Fidel, desde su lecho de
merecido reposo, con la paz espiritual que da el deber cumplido y la
satisfacción personal de saberse amado y admirado por todos los pueblos del
mundo, especialmente por los nuestroamericanos, asume su nueva situación de
adulto mayor con limitaciones de salud para ejercer las difíciles funciones
públicas de un Jefe de Estado. Así de sencillo. Es la actitud lógica de un revolucionario
que sabe perfectamente que más allá del ser individual está la historia. Y la
historia por venir está llena de las enseñanzas de Fidel. Es lo que no
entienden ni aceptan los escasos de humanidad, los pobres de espíritu que han
soñado, ilusamente, con la muerte de un inmortal.
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