miércoles, 7 de octubre de 2020

 


El Che bolivariano

Dicen los versos –irrefutables- de Neruda, que Bolívar le respondió: “Despierto cada cien años, cuando despierta el Pueblo”; dicha respuesta parece dirigida a responder la pregunta de Galeano: “¿Por qué será que el Che tiene esta peligrosa costumbre de seguir naciendo?”

Poco se ha estudiado la relación de estas dos figuras universales: Simón Bolívar y Ernesto Guevara; pero entre El Libertador y El Che hay una multiplicidad de conexiones que no se limitan a la gesta heroica, llegan incluso al carácter, la personalidad, y las aportaciones al surgimiento de un ser humano integral, elevado, altruista.

Sostengo la tesis de que la Doctrina Bolivariana se compone de tres partes fundamentales: el antiimperialismo, la igualdad social y el modelo sociopolítico del buen gobierno y la ciudadanía republicana. Es a partir de las coincidencias con este pensamiento que nos atrevemos a descubrir un Che bolivariano.

Analizando críticamente el enunciado leninista de que “sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario”, Guevara plantea: “Convendría decir que la teoría revolucionaria, como expresión de una verdad social, está por encima de cualquier enunciado; es decir, que la revolución puede hacerse si se interpreta correctamente la realidad histórica y se utilizan correctamente las fuerzas que intervienen en ella, aun sin conocer la teoría”. (Notas para el estudio de la ideología de la Revolución Cubana, Che Guevara, Verde Olivo 8 de octubre de 1960. Obras Escogidas, tomo II, pag 92)

Este apunte guevariano cae perfecto para rebatir a quienes en forma mezquina le han pretendido negar al pensamiento bolivariano su condición de Doctrina. El Che insiste que los actores de la vanguardia revolucionaria “no eran exactamente teóricos, pero tampoco ignorantes de los grandes fenómenos sociales y los enunciados de las leyes que los rigen. Esto hizo que, sobre la base de algunos conocimientos teóricos y el profundo conocimiento de la realidad, se pudiera ir creando una teoría revolucionaria”. (Ibidem)

En el caso específico de El Libertador, con una valoración histórica desde la perspectiva patriótica, El Che refuta al mismísimo Carlos Marx: “A Marx, como pensador, como investigador de las doctrinas sociales y del sistema capitalista que le tocó vivir, puede, evidentemente, objetársele ciertas incorrecciones. Nosotros, los latinoamericanos, podemos, por ejemplo, no estar de acuerdo con su interpretación de Bolívar” (Idem 93)    

Antiimperialismo, igualdad social y “nuevo republicano” u “hombre nuevo”, son los hilos de la continuidad de Bolívar en el Che, que anudaron revolucionarios como José Martí y Sandino, Mariategui y Carlos Aponte, enlazando con fibras ancestrales las luchas de nuestros pueblos.

Tratemos de establecer algunas características comunes en estos dos trotamundos de la igualdad.

En primer lugar, el deseo existencial de abordar el espacio geográfico, más allá de las limitaciones físicas o de recursos, y los obstáculos naturales. Ambos, con su eterna juventud, no vacilaron en lanzarse por caminos insospechados para sus contemporáneos; espíritus tan inmensos no podían dejarse atrapar por la pequeñez de su comarca natal. Bolívar atraviesa el Atlántico, navega el Caribe, rema el Magdalena, nada en su Orinoco, sumando 58.440 kilómetros sobre las olas. Guevara -con su amigo Alberto Granado- remonta desde el Austro, balsea la Amazonía y, con su nuevo amigo Fidel, supera asma y náusea en un Granma sobresaltado.

El Libertador camina media Europa y cabalga allende las nieves del Ande enhiesto, hasta recorrer 64.990 kilómetros en tierra. El Che, que fue de Argentina a México para encontrar su destino, pasó después por África como ráfaga luminosa, para volver al sur a sembrarse en las raíces argentadas: las selvas bolivianas, cuya plata dio nombre a su nacionalidad. Para estos dos superhombres, la Tierra es sólo una esfera donde sus pasos juegan a las ansias de saber y construir lo imaginable.    

En segundo lugar, se asumen como humanos de cualquier lugar donde puedan ser útiles; donde luchar significa ir fundando una mejor humanidad. Esto es el internacionalismo, una práctica virtuosa que nuestros dos héroes ejercieron con intensidad durante todas sus vidas.  

En tercer lugar, son personalidades aferradas a los principios, las convicciones, el honor, la palabra. Un Simón Bolívar con apenas 22 años, jura el 15 de agosto de 1805: “¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”. Un Ernesto Guevara de 25 años, escribe desde Costa Rica a su familia el 10 de diciembre de 1953: “He jurado…no descansar hasta ver aniquilados estos pulpos capitalistas”. El Libertador y El Che comparten una común militancia por la ética. “Sabiduría, rectitud y prudencia”, clamaba Bolívar en Angostura. “Nosotros, socialistas, somos más libres porque somos más plenos; somos más plenos por ser más libres”, concluye el Che en su famoso artículo El Socialismo y el Hombre en Cuba. Y Bolívar le comenta con el eco de sus verdades recónditas: “el ejercicio de la justicia, es el ejercicio de la libertad”. Son implacables contra la corrupción, amantes de la educación en valores, promotores de las artes y la ciencia como vehículos para la grandeza; ambos creen en esa extraña posibilidad de socialmente cultivar una persona humana superior. Y ellos mismos se esforzaron en serlo, lográndolo con creces. El Che, en aquella carta hermosa por demás, asegura: “me perfeccionaré y lograré lo que me falta para ser un revolucionario auténtico”. Bolívar, desde Pativilca, en 1824, escribe a su tocayo el maestro Rodríguez: “Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me señaló”.  

Cuarta coincidencia: la esperanza en el futuro, apuesta por el optimismo a pesar de la adversidad. No se trata de un optimismo iluso, que se confía a la suerte o a dogmas idealistas, sino basado en las convicciones científicas, la perseverancia de principios y la confianza en la causa emancipadora. “La luciente fe en el porvenir socialista”, diría El Che; mientras Bolívar sentencia: “Tengamos una conducta recta y dejemos al tiempo hacer prodigios”.

Quinto, son guerreros irreductibles por la verdad. Partiendo del liderazgo en la acción y el verbo, desarrollan un pensamiento liberador que reflexiona profundamente sobre su época y el tiempo por venir. Ubicados –cada uno- en el ideario más avanzado de su tiempo y consagrados a la función desalienadora de sus luchas (al decir de Pablo Guadarrama), Bolívar y El Che coinciden en un combate frontal contra los prejuicios heredados de las sociedades explotadoras y las actitudes que el predominio de los mismos siembran en el ánimo patéticamente conservador de los pueblos sojuzgados. Tanto en La Carta de Jamaica como en su célebre Discurso de Angostura, El Libertador blande el látigo de la conciencia sobre eso que él llama “la opinión”, refiriéndose a las ideas dominantes que favorecen la continuidad del estatus quo. Esa alienación graficada como “el hábito de la obediencia”, constituye un “apego forzado por el imperio de la dominación”. Ante esa “realidad”, es que Bolívar esgrime, situándose en el ojo del huracán, en el mero centro de la contradicción fundamental de su tiempo: “El velo se ha rasgado, ya hemos visto la luz, y se nos quiere volver a las tinieblas; se han roto las cadenas; ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos”.

Por su parte, el Che lo actualiza al mediodía del siglo XX: “Las taras del pasado se trasladan al presente en la conciencia individual y hay que hacer un trabajo continuo para erradicarlas…La nueva sociedad en formación tiene que competir muy duramente con el pasado. Esto se hace sentir no sólo en la conciencia individual, en la que pesan los residuos de una educación sistemáticamente orientada al aislamiento del individuo, sino también por el carácter mismo de este periodo de transición con persistencia en las relaciones mercantiles”. (El Socialismo y el Hombre en Cuba, Obras Escogidas 371).

También ambos están conscientes que la verdadera independencia, es mucho más que la soberanía política de la nación. Bolívar lo dice así: “Me ruborizo al decirlo: la independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás” (Bogotá, Mensaje al Congreso Constituyente de la República, 20/01/1830); y el Che de esta manera: “Pero todos estos conceptos de soberanía política, de soberanía nacional, son ficticios si al lado de ellos no está la independencia económica”. (Marzo 1960, conferencia televisiva sobre Soberanía Política e Independencia Económica)

Pero hay muchas otras semejanzas: lealtad a la amistad y al amor, camaradería fraterna con los compañeros de causa, desapego al bienestar material, consagración a la gloria de la lucha, apasionados estudiosos, pedagogos en el discurso, arriesgados hasta lo indecible.

Nos cuenta del Che su entrañable amigo y destacado cronista, Orlando Borrego: “Su historial guerrillero está lleno de hechos heroicos llevados a cabo por él hasta el día en que fue asesinado. Ese momento culminante de su vida combativa vuelve a dejarnos para la historia el referente cumbre de su valentía personal”. (Che, recuerdos en ráfaga; Orlando Borrego 2014, pag 11)

El caso de Bolívar es radical, llegando a pelear en 472 batallas, de las cuales 79 se consideran grandes en la ciencia militar, y estuvo en riesgo de morir en 25 de ellas. Vayamos concluyendo con Germán Sánchez: “De la vorágine histórica de los ’60 nació el Che, y también el mito-Che. Las huellas de esa vorágine están en el Che y en ella dejó plasmadas las suyas. Él fue, desde aquellas singulares realidades sociales, un vislumbrador y un modelo de futuro. De ahí su misteriosa presencia. Y por ello no será asombroso que nuevas generaciones lo vuelvan a redescubrir, pues muchas de las más profundas frustraciones y aspiraciones del mundo en que surgió Che siguen vigentes. Él fue un curador del Hombre y será trascendente, mientras el género humano no supere sus enfermedades seculares. Y después, recibirá siempre el tributo por sus excepcionales aportes”. (Los enigmas del Che, Germán Sánchez Otero 1997, pag 15)

Martí piensa igual sobre El Libertador: “Lo que Bolívar no hizo, está todavía por hacer en América”.

Una última coincidencia: ambos están más vigentes que nunca, y son ejemplo a seguir.

 

Yldefonso Finol

Economista e Historiador Bolivariano

Cronista de Maracaibo

1 comentario:

  1. La coincidencia entre el Libertador y el Che es una muestra más de lo que se dice la identidad nuestramericana. Esta parte del orbe tiene una característica que lo hace especial, desde donde tiene todo el potencial para ser el equilibrio universal de un mundo más justo.

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