El Che bolivariano
Dicen los versos –irrefutables- de Neruda, que
Bolívar le respondió: “Despierto cada cien años, cuando despierta el Pueblo”;
dicha respuesta parece dirigida a responder la pregunta de Galeano: “¿Por qué
será que el Che tiene esta peligrosa costumbre de seguir naciendo?”
Poco se ha estudiado la relación de estas dos
figuras universales: Simón Bolívar y Ernesto Guevara; pero entre El Libertador
y El Che hay una multiplicidad de conexiones que no se limitan a la gesta
heroica, llegan incluso al carácter, la personalidad, y las aportaciones al surgimiento
de un ser humano integral, elevado, altruista.
Sostengo la tesis de que la Doctrina Bolivariana se
compone de tres partes fundamentales: el antiimperialismo, la igualdad social y
el modelo sociopolítico del buen gobierno y la ciudadanía republicana. Es a
partir de las coincidencias con este pensamiento que nos atrevemos a descubrir
un Che bolivariano.
Analizando críticamente el enunciado leninista de
que “sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario”, Guevara
plantea: “Convendría decir que la teoría revolucionaria, como expresión de una
verdad social, está por encima de cualquier enunciado; es decir, que la
revolución puede hacerse si se interpreta correctamente la realidad histórica y
se utilizan correctamente las fuerzas que intervienen en ella, aun sin conocer
la teoría”. (Notas para el estudio de la ideología de la Revolución Cubana, Che
Guevara, Verde Olivo 8 de octubre de 1960. Obras Escogidas, tomo II, pag 92)
Este apunte guevariano cae perfecto para rebatir a
quienes en forma mezquina le han pretendido negar al pensamiento bolivariano su
condición de Doctrina. El Che insiste que los actores de la vanguardia
revolucionaria “no eran exactamente teóricos, pero tampoco ignorantes de los
grandes fenómenos sociales y los enunciados de las leyes que los rigen. Esto
hizo que, sobre la base de algunos conocimientos teóricos y el profundo
conocimiento de la realidad, se pudiera ir creando una teoría revolucionaria”.
(Ibidem)
En el caso específico de El Libertador, con una
valoración histórica desde la perspectiva patriótica, El Che refuta al
mismísimo Carlos Marx: “A Marx, como pensador, como investigador de las
doctrinas sociales y del sistema capitalista que le tocó vivir, puede,
evidentemente, objetársele ciertas incorrecciones. Nosotros, los latinoamericanos,
podemos, por ejemplo, no estar de acuerdo con su interpretación de Bolívar”
(Idem 93)
Antiimperialismo, igualdad social y “nuevo
republicano” u “hombre nuevo”, son los hilos de la continuidad de Bolívar en el
Che, que anudaron revolucionarios como José Martí y Sandino, Mariategui y
Carlos Aponte, enlazando con fibras ancestrales las luchas de nuestros pueblos.
Tratemos de establecer algunas características comunes
en estos dos trotamundos de la igualdad.
En primer lugar, el deseo existencial de abordar el
espacio geográfico, más allá de las limitaciones físicas o de recursos, y los
obstáculos naturales. Ambos, con su eterna juventud, no vacilaron en lanzarse
por caminos insospechados para sus contemporáneos; espíritus tan inmensos no
podían dejarse atrapar por la pequeñez de su comarca natal. Bolívar atraviesa
el Atlántico, navega el Caribe, rema el Magdalena, nada en su Orinoco, sumando
58.440 kilómetros sobre las olas. Guevara -con su amigo Alberto Granado- remonta
desde el Austro, balsea la Amazonía y, con su nuevo amigo Fidel, supera asma y
náusea en un Granma sobresaltado.
El Libertador camina media Europa y cabalga allende
las nieves del Ande enhiesto, hasta recorrer 64.990 kilómetros en tierra. El
Che, que fue de Argentina a México para encontrar su destino, pasó después por
África como ráfaga luminosa, para volver al sur a sembrarse en las raíces
argentadas: las selvas bolivianas, cuya plata dio nombre a su nacionalidad.
Para estos dos superhombres, la Tierra es sólo una esfera donde sus pasos juegan
a las ansias de saber y construir lo imaginable.
En segundo lugar, se asumen como humanos de
cualquier lugar donde puedan ser útiles; donde luchar significa ir fundando una
mejor humanidad. Esto es el internacionalismo, una práctica virtuosa que
nuestros dos héroes ejercieron con intensidad durante todas sus vidas.
En tercer lugar, son personalidades aferradas a los
principios, las convicciones, el honor, la palabra. Un Simón Bolívar con apenas
22 años, jura el 15 de agosto de 1805: “¡Juro delante de usted; juro por el
Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria,
que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las
cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”. Un Ernesto Guevara de 25
años, escribe desde Costa Rica a su familia el 10 de diciembre de 1953: “He
jurado…no descansar hasta ver aniquilados estos pulpos capitalistas”. El
Libertador y El Che comparten una común militancia por la ética. “Sabiduría,
rectitud y prudencia”, clamaba Bolívar en Angostura. “Nosotros, socialistas,
somos más libres porque somos más plenos; somos más plenos por ser más libres”,
concluye el Che en su famoso artículo El Socialismo y el Hombre en Cuba. Y
Bolívar le comenta con el eco de sus verdades recónditas: “el ejercicio de la
justicia, es el ejercicio de la libertad”. Son implacables contra la
corrupción, amantes de la educación en valores, promotores de las artes y la
ciencia como vehículos para la grandeza; ambos creen en esa extraña posibilidad
de socialmente cultivar una persona humana superior. Y ellos mismos se
esforzaron en serlo, lográndolo con creces. El Che, en aquella carta hermosa
por demás, asegura: “me perfeccionaré y lograré lo que me falta para ser un
revolucionario auténtico”. Bolívar, desde Pativilca, en 1824, escribe a su
tocayo el maestro Rodríguez: “Usted formó mi corazón para la libertad, para la
justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que usted
me señaló”.
Cuarta coincidencia: la esperanza en el futuro,
apuesta por el optimismo a pesar de la adversidad. No se trata de un optimismo
iluso, que se confía a la suerte o a dogmas idealistas, sino basado en las convicciones
científicas, la perseverancia de principios y la confianza en la causa
emancipadora. “La luciente fe en el porvenir socialista”, diría El Che;
mientras Bolívar sentencia: “Tengamos una conducta recta y dejemos al tiempo
hacer prodigios”.
Quinto, son guerreros irreductibles por la verdad. Partiendo
del liderazgo en la acción y el verbo, desarrollan un pensamiento liberador que
reflexiona profundamente sobre su época y el tiempo por venir. Ubicados –cada
uno- en el ideario más avanzado de su tiempo y consagrados a la función
desalienadora de sus luchas (al decir de Pablo Guadarrama), Bolívar y El Che
coinciden en un combate frontal contra los prejuicios heredados de las
sociedades explotadoras y las actitudes que el predominio de los mismos
siembran en el ánimo patéticamente conservador de los pueblos sojuzgados. Tanto
en La Carta de Jamaica como en su célebre Discurso de Angostura, El Libertador
blande el látigo de la conciencia sobre eso que él llama “la opinión”,
refiriéndose a las ideas dominantes que favorecen la continuidad del estatus
quo. Esa alienación graficada como “el hábito de la obediencia”, constituye un
“apego forzado por el imperio de la dominación”. Ante esa “realidad”, es que
Bolívar esgrime, situándose en el ojo del huracán, en el mero centro de la
contradicción fundamental de su tiempo: “El velo se ha rasgado, ya hemos visto la
luz, y se nos quiere volver a las tinieblas; se han roto las cadenas; ya hemos
sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos”.
Por su parte, el Che lo actualiza al mediodía del
siglo XX: “Las taras del pasado se trasladan al presente en la conciencia
individual y hay que hacer un trabajo continuo para erradicarlas…La nueva
sociedad en formación tiene que competir muy duramente con el pasado. Esto se
hace sentir no sólo en la conciencia individual, en la que pesan los residuos
de una educación sistemáticamente orientada al aislamiento del individuo, sino
también por el carácter mismo de este periodo de transición con persistencia en
las relaciones mercantiles”. (El Socialismo y el Hombre en Cuba, Obras
Escogidas 371).
También ambos están conscientes que la verdadera
independencia, es mucho más que la soberanía política de la nación. Bolívar lo
dice así: “Me ruborizo al decirlo: la independencia es el único bien que hemos
adquirido a costa de los demás” (Bogotá, Mensaje al Congreso Constituyente de
la República, 20/01/1830); y el Che de esta manera: “Pero todos estos conceptos
de soberanía política, de soberanía nacional, son ficticios si al lado de ellos
no está la independencia económica”. (Marzo 1960, conferencia televisiva sobre
Soberanía Política e Independencia Económica)
Pero hay muchas otras semejanzas: lealtad a la
amistad y al amor, camaradería fraterna con los compañeros de causa, desapego
al bienestar material, consagración a la gloria de la lucha, apasionados
estudiosos, pedagogos en el discurso, arriesgados hasta lo indecible.
Nos cuenta del Che su entrañable amigo y destacado
cronista, Orlando Borrego: “Su historial guerrillero está lleno de hechos
heroicos llevados a cabo por él hasta el día en que fue asesinado. Ese momento
culminante de su vida combativa vuelve a dejarnos para la historia el referente
cumbre de su valentía personal”. (Che, recuerdos en ráfaga; Orlando Borrego
2014, pag 11)
El caso de Bolívar es radical, llegando a pelear en
472 batallas, de las cuales 79 se consideran grandes en la ciencia militar, y
estuvo en riesgo de morir en 25 de ellas. Vayamos concluyendo con Germán
Sánchez: “De la vorágine histórica de los ’60 nació el Che, y también el
mito-Che. Las huellas de esa vorágine están en el Che y en ella dejó plasmadas
las suyas. Él fue, desde aquellas singulares realidades sociales, un
vislumbrador y un modelo de futuro. De ahí su misteriosa presencia. Y por ello
no será asombroso que nuevas generaciones lo vuelvan a redescubrir, pues muchas
de las más profundas frustraciones y aspiraciones del mundo en que surgió Che
siguen vigentes. Él fue un curador del Hombre y será trascendente, mientras el
género humano no supere sus enfermedades seculares. Y después, recibirá siempre
el tributo por sus excepcionales aportes”. (Los enigmas del Che, Germán Sánchez
Otero 1997, pag 15)
Martí piensa igual sobre El Libertador: “Lo que
Bolívar no hizo, está todavía por hacer en América”.
Una última coincidencia: ambos están más vigentes
que nunca, y son ejemplo a seguir.
Yldefonso Finol
Economista e
Historiador Bolivariano
Cronista de
Maracaibo
La coincidencia entre el Libertador y el Che es una muestra más de lo que se dice la identidad nuestramericana. Esta parte del orbe tiene una característica que lo hace especial, desde donde tiene todo el potencial para ser el equilibrio universal de un mundo más justo.
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