La Batalla
de Cúcuta del 28 de febrero de 1813
Al amanecer
del 28 de febrero de 1813, Simón Bolívar inicia la marcha con su pequeño
ejército que trae desde Cartagena, más los destacamentos que vinieron de
refuerzos desde Pamplona, comandados por Manuel del Castillo y Rada, que se le
habían unido treinta y seis horas antes.
Atravesaron
el río Zulia rumbo a la ciudad de Cúcuta, donde se habían congregado las fuerzas
españolas bajo la jefatura del general Ramón Correa, que nos doblaban en número
y equipamiento.
Sólo la
preclara estrategia bolivariana hizo posible la hazaña. Vencidos y desbaratados
los españoles, se dieron a la huida, como acostumbraban ante la valentía y
audacia de las huestes patriotas. Es que los jefes del ejército imperial
siempre subestimaron a los nuestros. Los trataban como a inferiores por el sólo
hecho de ser criollos y por no tener la preparación militar formal que se
obtenía en las academias y estructuras castrenses hispanas y europeas. Los consideraban
montoneras, si acaso guerrillas desordenadas y torpes. Muy caro les costó esa
falsa apreciación del contrario.
Bolívar había
llegado a finales de 1812 a Cartagena, luego de la caída de la Primera
República de Venezuela. El 15 de diciembre publicó su primer Manifiesto
internacional, con un balance crudo de la fallida experiencia venezolana, y un
llamado al pueblo neogranadino a no cometer los mismos errores. Su llamado tuvo
hondo eco entre la militancia independentista.
En dos
meses, con veintinueve años de edad y un pequeño apoyo de las fuerzas de
Cartagena, liberó todos los pueblos en la ruta del Magdalena al valle de
Cúcuta. Sumadas las frescas fuerzas de Cundinamarca venidas de Pamplona, entre
quienes está el maracaibero Rafael Urdaneta, Simón Bolívar triunfa en Cúcuta
tras tres horas de combates. Al mediodía la plaza es suya, y sólo desea avanzar
rápidamente sobre Venezuela para liberarla del terror al que la sometieron los
españoles por atreverse a ser la primera en levantarse contra el Imperio
Hispano.
Así lo
consumó con la ayuda determinante de Rafael Urdaneta y sus compañeros Ricaurte,
París, Girardot, D’Elhuyar, y por sobre las incomprensiones e intrigas de
Castillo y Santander.
Allí en
Cúcuta, hace 208 años, se consumó una victoria militar muy importante,
abriéndose un camino hacia mayores conquistas revolucionarias. Pero también se
forjaron crudas enseñanzas para nuestra historia:
-
La
unidad de la fuerza patriota es la única garantía de la victoria.
-
La
contradicción fundamental independencia o colonia, zanja nítidamente las
posiciones de cada actor histórico: o se está con la Patria o se está contra
Ella.
-
La
concentración en esa lucha contra el enemigo principal, no debe cegarnos de
identificar los enemigos internos, arribistas, oportunistas, intrigantes, que simularán
estar en nuestro bando, pero que tarde o temprano traicionarán cuando convenga
a sus apetencias personales y a los intereses de clase con que se identifican.
En la
Batalla de Cúcuta estuvo presente ese par antagónico en lo político-ideológico
y lo ético: Rafael Urdaneta, símbolo indiscutible de la lealtad, la honestidad
y el patriotismo bolivariano inclaudicable; y Francisco de Paula Santander, el
entreguismo pro-imperialista, la corrupción y la traición.
Yldefonso Finol
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