Felicitación
muy especial al CLEZ, a su Presidenta Ángela Fernández y su vicepresidente, y a
toda la legislatura, por la aprobación de la Ley para la Promoción Educativa y Comunicacional de la Gaita
La defensa
de la Gaita es la defensa del Zulia y de nuestra cultura popular
La gaita es hechura raigal del pueblo en sus luchas y
alegrías. Es indígena, afro y mestiza. Es canto y danza insurgente. Es poesía
sublime y protesta airada.
No pertenece a las cúpulas religiosas o políticas. La gaita
nació en el lamento del añú originario que tiene en el arein el impulso vital
por la creación musical y poética. Nació del sudor de la africanidad traída a
la fuerza que se sembró en nuestros genes con sus tambores y armonías. Nació también
del criollo hispanizado que en la mezcla de artes aportó las guitarrillas y los
cantes hondos venidos del Al Andaluz.
Cuando la sociedad colonial sólo permitía en sus
rituales a los señores opresores y el latín y los cantos gregorianos dominaban
las ceremonias; en las orillas palafiteras, los plantíos, talleres y barracones,
fue cuajando esa expresión ancestral que nos da personalidad colectiva: nuestra
gaita maracaibera, zuliana, venezolana.
Un Pueblo es un grupo humano con rasgos específicos. A
la familia la define lo consanguíneo, al Pueblo lo cultural. Un Pueblo es una
familia cultural. Uno pertenece. Se siente y es parte de un colectivo. Uno
asume la identidad del grupo. Se agrega a él. Se congrega en sus valoraciones y
sentires. A pesar de las particularidades individuales, de la diversidad y
contradicciones de lo social.
El Pueblo hace
No se trata de un asunto de sangre. Eso quedó claro.
Porque si alguna región del país se mezcló con todas las sangres del universo
fue ésta; región receptora de las más disímiles inmigraciones durante siglos ya
de amalgamarnos. Se trata sí, de razones y emociones que nos hacen compartir un
gentilicio. Códigos propios originales, marcas idiomáticas, estigmas, incluso,
que nos dibujan.
Desde hace tiempo vengo hablando de la preexistencia
de una Región del Lago de Maracaibo, en todos los sentidos. Nuestros
historiadores han visualizado ese proceso sociohistórico. Pero somos,
indudablemente, una región natural. La creación quiso que así fuera. Esa masa
inmensa de agua en medio del pecho no puede ser sólo un adorno. Es,
fundamentalmente, una razón para ser. Un vientre moldeador. Un orfebre de
espíritus.
El Lago, delimitado por las serranías que lo
circundan, con sus planicies orgánicas, ese Lago tan cacareado y traicionado
por todos nosotros, es nuestra génesis como Pueblo. Él mismo con sus cientos de
arterias de aguas dulces, constituye una región económica desde tiempos
ancestrales.
La cultura que es el desborde del alma y la mente de
todo aquello con que la creación nos tienta a ser humanos, nos hace Pueblo,
diverso y único. Definitivamente único.
No se conoce sobre la tierra, por ejemplo, tanta
música, tanta canción, hecha para una virgen.
He allí la unidad motora del ser colectivo. La voz de
la piel. El arranque de la madera y los cueros. Los elementales elementos de la
posesión de las neuronas. La música, el arte más animal, más corpóreo, más
humano. Por ella somos Pueblo. Por el encuentro de la danza ritualista de las
maracas con el palpitar de la flora y la fauna hechas tambor entre la seducción
del marullo y el tormento de las cadenas invasoras. La gaita es insurrección
por atropellos históricos pendientes. Ella sola es un llamado de justicia. La
gaita anda por los rincones entre las telarañas, los escombros, las sombras que
en nada pueden con el sol. Ella es el sol. La patria chica zuliana,
Hay un Pueblo zuliano, ese que vive pegado a esta
agua, cerros y planicies. Pegado de espíritu. El que cuando el año empieza a
desvanecerse, conjura el nacimiento de lo nuevo con sonidos afectos. Música,
única y exclusiva. Regional para lo universal.
La gaita es la creación artística más perfecta del
pueblo zuliano. En sus notas orilleras y contagioso ritmo nos hacemos cultura,
original y única.
La gaita es nuestro mayor tesoro espiritual, ella
amalgama nuestras raíces ancestrales con la melódica andaluza y la percusión
africana. Es el sincretismo poético-musical que emerge de la paradoja
invasión-resistencia; es la hija mestiza del proceso histórico que nos trajo a
esta mixtura multiétnica que somos.
Tenemos razones para sentir orgullo profundo por el
gentilicio que creó la gaita, como debemos amar fraternalmente a quienes riegan
y cultivan con su arte nuestra insignia musical en el mundo.
La gaita es nuestro lenguaje almático; a través de
ella ponemos todos los sentidos en función de un mensaje placentero al cuerpo y
al espíritu. Por eso debemos proteger a esta criatura sagrada como a la
existencia misma. Sin ella ya no seríamos pueblo.
Protegerla significa apartarla de la mediocridad y aportar a su desarrollo
integral, conservándola, enseñándola y difundiéndola. Nuestras escuelas, liceos
y universidades deben establecer cátedras gaiteras para que las nuevas
generaciones aprendan la ejecución y la historia de nuestro género musical por
excelencia.
Las instituciones y medios de comunicación deben
comprometerse con esta tarea patria y darle espacio privilegiado todo el año al
talento de hoy y de siempre.
Deben multiplicarse los certámenes de calidad gaitera,
premiando moral y materialmente a los cultores en todas sus expresiones, sean
compositores, intérpretes, instrumentistas o promotores. Festivales para (y
con) el pueblo. No para la farándula y la elite.
Un área de sensible importancia es la fabricación de instrumentos. Sin lutieres
gaiteros no habría gaita. La fabricación de instrumentos como la elaboración de
artesanías con motivos gaiteros deben ser industrias protegidas por el pueblo y
las instituciones. Cada vez que perdemos un José Ramón Hernández o un Eliseo
Ordóñez muere una parte vital de nuestra cultura. Pensar que aún no les ha sido
reconocido su inmensurable aporte.
Hay que valorar como joyas vivientes a las nuevas generaciones de lutieres,
compositores y gaiteros en general, así como a quienes cultivan nuestros otros
géneros como el bambuco playero, la danza, la contradanza y el vals zuliano.
Ya basta de ofender nuestra cultura pagando millonadas
en dólares a artistas foráneos mientras regatean limosnas a los nuestros. Como
grey digna y orgullosa tenemos que rechazar estos atropellos que esconden
extraños intereses.
Nos resteamos con la gaita, madre, hija y hermana de
nuestras penas y alegrías.
La gaita es nuestra vida. Paguémosle con respeto y entrega amorosa.
Yldefonso
Finol
Movimiento
de intelectuales bolivarianos
7 de
julio de 2021
Cómo filigranas sonoras son las cuentas del rosario de identidades que suman a la gaita
ResponderEliminarGracias Yldefonso por tus valoraciones del "ser" Gaita.