Bloque Histórico y Hegemonía Bolivariana: relatoría con Simón Bolívar, Antonio Gramsci y Nicolás Maduro
Yldefonso
Finol
I
Bloque
Histórico
Comencemos
por ubicar la categoría en las profundas reflexiones del revolucionario
italiano Antonio Gramsci, formulador de enriquecedores aportes al pensamiento
emancipatorio de perspectiva marxista, con singular originalidad. Gramsci
(1891-1937) conoció al fascismo desde su gestación, lo desentrañó en su esencia
opresora capitalista, lo combatió en las calles y en las ideas, y por ello fue encarcelado,
sometido a bestiales tratos que lo llevaron a la muerte. Su obra fundamental
-prolija a pesar de los rudos barrotes del encierro y las torturas- se intitula
Cuadernos de la Cárcel, como para que se perpetúe en ella, una vida entregada a
la causa de la liberación y la igualdad.
En un
párrafo del Cuaderno 4 (son 33 en total), Gramsci afirma que, cuando «la
relación entre intelectuales y pueblo-masa, entre dirigentes y dirigidos, entre
gobernante y gobernados está dada por adhesión orgánica en la que el
sentimiento pasión se vuelve comprensión y por tanto saber (no mecánicamente,
sino en forma viva)», solo entonces se crea una relación real de representación
y «se realiza la vida de conjunto que es la única fuerza social» y se crea,
entonces, el «“bloque histórico”».
También
nos dice Gramsci que, en el bloque histórico: «las fuerzas materiales son el
contenido y las ideologías la forma, distinción de forma y contenido meramente didáctica,
porque las fuerzas materiales no serían concebibles históricamente sin forma y
las ideologías serían caprichos individuales sin las fuerzas materiales» (Cuaderno
7)
Para
Gramsci -como marxista- el humano es ser social por esencia, ese mismo que hace
la historia a la vez que es producto de ella. Lo humano existe y se desenvuelve
en el par dialéctico naturaleza-sociedad, y más específicamente, en realidades
histórico-concretas determinadas por la base material (infraestructura) y una
superestructura que abarca el universo sentipensante y su expresión política en
el conjunto de instituciones (Estado); de allí que lo humano «debe concebirse
como un bloque histórico de elementos puramente individuales y subjetivos y de
elementos de masa y objetivos o materiales con los cuales el individuo se halla
en relación activa» (Cuaderno 10)
El
Estado resulta en “la síntesis coerción-consenso y la síntesis
hegemonía-dominación que caracterizan el ejercicio del poder político.” El Estado
capitalista es -por lógica de clase- el complejo aparato organizado para
sostener el poder de la burguesía contra la masa de todo el pueblo trabajador.
Gramsci
comparte la máxima de que “los filósofos no han hecho más que interpretar de
diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo” (Marx,
Tesis sobre Feuerbach), pero mira más allá y expone que toda persona es un
filósofo, y que el pensar liberador debe llevar al surgimiento de una masa
consciente, donde la cultura, en su más amplia acepción, juega un factor
fundamental: sentimiento-pasión-saber y acción crean el momento de la hegemonía
y del consenso como «forma necesaria del bloque histórico concreto» (Cuaderno
10)
II
Hegemonía
Seguimos
con Gramsci, quien considera que la sociedad requiere una reorganización de la
hegemonía cultural (también llamada “hegemonía político-cultural”, “político-intelectual”,
“intelectual, moral y política”), lo cual pasa por la formación y ampliación de
la clase dirigente, así como la necesidad de establecer relaciones más estrechas
y confiables entre los grupos dirigentes y la masa popular-nacional.
Gramsci
vio hace un siglo que la lucha por la apropiación del conocimiento estaba en la
médula de las aspiraciones humanas de emancipación socioeconómica y cultural,
por eso «la filosofía de la praxis concibe la realidad de las relaciones
humanas de conocimiento como elemento de “hegemonía” política». (El Libertador
Bolívar llegó -por otras premisas- a conclusiones similares un siglo antes de
Gramsci).
Gramsci,
sin embargo, -como suele suceder con aportaciones sociohistóricas desde una
actitud innovadora- maneja acepciones variadas de la categoría Hegemonía, vista
en estricto sentido como la conjunción de dos condiciones: dirección más
dominio; afirma que: «una clase es dominante de dos maneras, esto es,
“dirigente” y “dominante”. Es dirigente de las clases aliadas, es dominante de
las clases adversarias. Por ello una clase ya antes de subir al poder puede ser
“dirigente” (y debe serlo): cuando está en el poder se vuelve dominante, pero
sigue siendo también “dirigente”».
He allí
uno de los retos más exigentes y complejos del proceso venezolano: así como el
pueblo trabajador debe ser “filósofo”, “intelectual”, dueño del conocimiento,
así también debe convertirse en dirigente (de su propio destino) y dominante
(sobre los añejos poderes fácticos), es decir, en poder real.
En la
construcción de la nueva sociedad democrática, la hegemonía surge de una
combinación de la fuerza y del consenso, entendidos en el marco de alcanzar las
mayorías electorales en instancias gubernamentales y parlamentarias, por
ejemplo, y de los debates necesarios para legitimar las acciones de Estado;
cuando estas condiciones son severamente cuestionadas por las contradicciones
políticas, se genera la «crisis orgánica», que puede convertirse en «crisis de
hegemonía» (Cuaderno 13)
Gramsci
enseña que el terreno sobre el que se desarrolla la «lucha por la hegemonía»
es el de la sociedad civil, donde el asunto de la llamada “opinión pública”,
«está estrechamente vinculado con la hegemonía política, o sea que es el punto
de contacto entre la “sociedad civil” y la “sociedad política”, entre el
consenso y la fuerza».
El Estado
se constituye de la sociedad civil más la sociedad política, y tiene su campo
de realización primario en lo nacional: «Ciertamente el desarrollo va hacia el
internacionalismo, pero el punto de partida es “nacional”. El concepto de
hegemonía es aquel en el que se anudan las exigencias de carácter nacional».
III
Bolívar
En la
Doctrina Bolivariana, esa que es pensamiento revolucionario por excelencia de
Venezuela y sustento constitucional de la República (Art. 1° CRBV), hay un acervo
filosófico político necesario, pertinente y vigente sobre la temática en
cuestión. No se trata de andar recitando frases “célebres” como versículos dogmáticos
(“pétreos e inmutables”), sino de revalorizar esos “jugos de la tierra” que son
la fuente de conocimiento e interpretación de la raíz histórica de nuestro
proceso de liberación.
Partamos
de definir la Hegemonía Bolivariana como una combinación equilibrada de la
fuerza política organizada y del consenso en torno a las ideas fundamentales
del proyecto de sociedad y país que proponemos en la Constitución de 1999.
Entendida así, la hegemonía no es el dominio por la fuerza (lo que han
intentado reimponer nuestros enemigos), sino el convencimiento colectivo de
llevar la sociedad por una dirección aceptada por las mayorías.
El Libertador
concebía desde 1815 la relevancia estratégica de la unidad, y se adelantó a
advertir que la fuerza política del pueblo debe contener con carácter vital un
componente ideológico (fuerza moral-inteligencia): “Seguramente la unión es la
que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración. Sin embargo,
nuestra división no es extraña, porque tal es el distintivo de las guerras
civiles formadas generalmente entre dos partidos: conservadores y
reformadores. Los primeros son, por lo común, más numerosos, porque el
imperio de la costumbre produce el efecto de la obediencia a las potestades
establecidas; los últimos son siempre menos numerosos, aunque más vehementes e
ilustrados. De este modo la masa física se equilibra con la fuerza moral, y la
contienda se prolonga siendo sus resultados muy inciertos. Por fortuna, entre
nosotros, la masa ha seguido a la inteligencia.”
Bolívar
ha madurado convicciones que trascienden lo intuitivo, lo militar, lo meramente
“razonable”, al concluir que: “lo que puede ponernos en actitud de expulsar a
los españoles y de fundar un gobierno libre: es la unión, ciertamente;
más esta unión no nos vendrá por prodigios divinos, sino por efectos sensibles
y esfuerzos bien dirigidos.” (“sentimiento-pasión-saber” y vanguardia)
El
esfuerzo comunicacional de Bolívar busca contagiar de ideas al colectivo,
haciendo surgir una nueva opinión pública. Solo el poder transformador de la
educación haría posible el sostenimiento de las repúblicas independizadas, y en
ello, la información como la edición, jugaban un papel trascendental. La
educación eleva el saber y este incide directamente en la trasformación de la
realidad. La ética eleva el espíritu humano a la cualidad de ciudadanos dignos
de una república. La prosperidad nacional se afinca en “las dos grandes
palancas de la industria: el trabajo y el saber”.
Más,
sigue pendiente la tarea de consolidar el “espíritu nacional”, ese que apenas
germinaba en plena Guerra de Independencia, donde se peleaba “contra el
monopolio y el despotismo, por la libertad del comercio universal y los
derechos del mundo”. Un país (el bolivariano) hecho para ser agente del mundo
pluripolar y multicéntrico, tras la búsqueda del Equilibrio del Universo, la
igualdad establecida y practicada, y la suprema felicidad social.
Nos ha
tocado ser continuidad de aquella original utopía, conscientes que todo plan debe
prever la “acción de los contrarios”, y que “sólo el pueblo (que puede)
salva al pueblo”: “El gobierno que, en medio de tantas catástrofes y aislado
entre tantos escollos… se hallará en el futuro protegido no sólo de una fuerza
efectiva, sino sostenido de la primera de todas las fuerzas, que es la opinión
pública. La consideración popular… será el más firme escudo del Gobierno”.
Bolívar
no cesará en ningún instante en procurar la unidad revolucionaria. El Bloque
Histórico como síntesis de las condiciones materiales de existencia y su
reflejo en el campo de las ideas, lo lleva a concebir la más clara estrategia
de lucha de su tiempo, por lo que alcanzó la jefatura suprema de la vanguardia
de las fuerzas del cambio y condujo aquellas fuerzas a la victoria sobre el
imperio más poderoso de la tierra: “La opresión está reunida en masa bajo un
solo estandarte, y si la libertad se dispersa no puede haber combate”.
Aunque
aquella gesta tenía como enemigo principal al colonialismo español, siendo la
contradicción fundamental Repúblicas Independientes vs Imperio Monárquico, el
Proyecto Bolivariano no soslayaba las reivindicaciones de los sectores más
oprimidos (abolición de la esclavitud, repartición de tierras, decretos a favor
de pueblos indígenas, derechos laborales, acceso popular a la educación, las
artes y la ciencia, entre otras), y la necesidad de avanzar a un modelo
societario de sólidas bases progresistas (entendidas como construcciones del
pensamiento más avanzado de su tiempo).
Entonces
no debe confundirse “Bloque Histórico” con una alianza de clases sociales, pese
a que ésta no sea descartable (incluso puede ser de hecho necesaria) en las
condiciones de las luchas actuales por la liberación nacional frente al
imperialismo.
El Libertador
dejó uno de sus tantos preciados bienes en el testamento político compartido al
general Rafael Urdaneta en carta del 18 de abril de 1830, veinte días antes de
irse de Bogotá y cuando ya se desvanecía su vida física (“primera vida”, diría
a Valdés Vivó).
Un
Bolívar reanimado, con el súbito impulso que lo poseía en momentos de
enfermedad o congoja, como aquel ¡Triunfar! con que respondió en Pativilca a Joaquín
Mosquera que lo veía con cara de asombro por su quebrantado cuerpo; pues asimismo
le hablaba a Urdaneta sobre la imperiosa necesidad de reorganizar una
vanguardia adecuada a las circunstancias, caracterizadas por el “mal estado” de
la República por los abusos permitidos a “los contrarios”: “estamos resueltos a
tomar un partido que salve la Patria formando una reunión de todos los hombres
más influyentes que, de acuerdo con el gobierno, hagan lo que se determine”.
Tal ha
sido la convocatoria del Presidente Nicolás Maduro, por suerte, en condiciones políticas
-y físicas- mucho más favorables para el Proyecto Bolivariano que las de aquel
1830.
IV
Por el
camino de las 7T
Modernizar
la economía: un nuevo modelo exportador productivo, transformación completa del
modelo económico productivo, tal como está diseñado en la Constitución. La cuestión
económica no puede atarse a visiones ortodoxas, entender el contexto mundial
capitalista y conseguir las vías de inserción en el mercado internacional,
desde el fortalecimiento nacional, es un imperativo de la realidad, siempre
priorizando los intereses del pueblo venezolano y nuestra soberanía, pero
siendo exitosos, porque sucumbir ante los enemigos es lo que no podemos
permitir en ningún momento.
Sólo así
tendremos patria para seguir construyendo la segunda transformación: Independencia
plena, la cual consiste en “actualizar y expandir la doctrina bolivariana en
sus dimensiones política, científica, cultural, educativa y tecnológica”: he aquí
lo medular de la hegemonía deseable.
La
Gesta Independentista no alcanzó, sin embargo a provocar rupturas epistémicas
(a pesar de algunas importantes señales innovadoras), mucho menos
civilizatorias, con el sistema instaurado por tres siglos de invasión,
colonización y evangelización; la sociedad colonial, incluida la parte rebelde
que insurgió contra el yugo político y económico que ella imponía, domesticó de
tal manera el espíritu, la cultura, el saber, el pensar, el decir, las
creencias, la idiosincrasia, que las repúblicas no avistaron siquiera la
necesidad de un cambio de paradigma.
Los
intereses de las clases económicamente dominantes, los llamados mantuanos,
terratenientes, comerciantes, más un sector militar mutado en caudillos
megalómanos, conformaron la oligarquía que habría de usurpar la emancipación
nacional lograda por todo el pueblo, que vio truncadas sus aspiraciones de
justicia social. Decía el Libertador Simón Bolívar al final de su vida, otra
frase doliente que permite resumir aquella historia en cinco palabras: «hemos
arado en el mar».
Contra
todas las maldades de nuestros enemigos, debemos sostener (3T) la “paz,
seguridad e integridad territorial: perfeccionar el modelo de convivencia
ciudadana, garantía de justicia (ahora más accesible con la Justicia de Paz),
goce de los Derechos Humanos y salvaguarda de integridad territorial.
Transformación
Social, entendido como el reforzamiento del modelo humanista del Proyecto
Bolivariano.
La Política:
fundamentada en la democracia directa y la ética republicana.
La Ecología:
elemento fundamental del Plan de la Patria impulsado por el Comandante Hugo
Chávez, más vigente que nunca ante las crudas evidencias de destrucción
ambiental que padece la existencia a nivel universal.
La Geopolítica:
que tiene como prioridad principista la consolidación de la unidad fraterna
latinoamericana, pero que no obvia la realidad de intereses imperialistas y
oligárquicos que hoy obstaculizan su realización; Venezuela se erige como protagonista
de relaciones estratégicas con potencias emergentes en la orientación del
concepto bolivariano del Equilibrio del Universo.
La
guerra sistémica de este tiempo se libra fundamentalmente en el plano de lo
simbólico. Ya se habla de una geopolítica de la mente. La velocidad vertiginosa
de las tecnologías comunicacionales, junto a las estrategias de hegemonía de
los actores protagónicos del mercado mundial, reducen a la nada el espacio de
vida para la reflexión y retrospección de nuestras existencias. Dejar fluir sin
discusión los mitos impuestos por el colonialismo, allana el camino a los
neocolonialismos del diseño opresor imperialista. Los pueblos que no sean
capaces de asirse a sus ancestralidades libertarias, no podrán construir un
pensamiento emancipatorio colectivo, y serán presas fáciles del invasor -por
veces imperceptible- que insiste en esclavizarnos.
Cuando
el Libertador Simón Bolívar dijo: «la Independencia es el único bien que hemos
adquirido a costa de todo lo demás» (Mensaje al Congreso Constituyente de
Colombia. Bogotá, 20 de enero de 1830), estaba plasmando su balance más certero
del proceso que tras dos décadas de guerra y experimentación política, sólo nos
había heredado el derecho a autogobernarnos, con todas las falencias por falta
de experticia en el manejo de la administración pública, desacuerdos en el tipo
de gobierno, caudillismos, localismos rayanos en la xenofobia, y otras
debilidades estructurales como secuelas de tres siglos de colonialismo
castrante.
V
La Hegemonía
del Consenso
En este sentido, rescatamos como parte importantísima del
mensaje a trasmitir a los pueblos -comenzando por casa- y las acciones a
emprender, los cinco consensos definidos sabiamente por el Presidente de la
República, Nicolás Maduro Moros:
-
Primer consenso: el que ha surgido en relación
a la economía nacional, como es la construcción de un nuevo modelo económico,
productivo, diversificado, incluyente, con vocación exportadora, pero que
satisfaga las necesidades nacionales, afincado en los 18 motores que nos van
guiando en la construcción armoniosa de ese nuevo modelo no dependiente del
petróleo, ni de ningún centro hegemónico externo.
-
Segundo consenso: la consolidación de la paz;
hemos logrado la paz social, la paz política, la paz militar, la paz nacional,
la paz regional, una paz profunda porque ha sido lograda, ha sido construida la
armonía nacional, un conjunto de valores que garantizan la paz basada en el
amor, la solidaridad, respeto por lo diverso, y la convivencia.
-
Un tercer consenso: la condena casi unánime de
las “sanciones” criminales, inmorales e ilegales que se han aplicado contra
nuestro país; cerca del 90% de la ciudadanía rechaza estas medidas unilaterales
coercitivas de carácter criminal contra nuestra población y nuestra
economía.
-
El cuarto consenso: es la recuperación del
estado de bienestar social, la recuperación de los derechos sociales perdidos,
como heridas provocadas por las “sanciones” y la guerra económica; sabemos que
será difícil reconstruir el estado de bienestar que alcanzamos en la primera
década de este siglo, pero ese es el propósito de todos nuestros esfuerzos.
-
El quinto consenso: que Venezuela debe
recuperar sus derechos históricos, jurídicos, territoriales y marítimos sobre
la Guayana Esequiba y toda su proyección; esta causa justa se ha posicionado en
el escenario nacional con fortaleza y con prioridad.
Conclusiones/Proposiciones
“Lo
peor no es un ejército invasor sino una mente colonizada”. (Juan Germán Roscio)
Los agentes
del capital monopólico transnacional han asumido, a través del dominio de la
tecnología, la imposición del esquema de antivalores para la sumisión de los
pueblos, que permita el hegemonismo imperialista, la recolonización de las
naciones dependientes (reinstalación de la colonialidad del poder
racial, patriarcal, eurocéntrico), y la esclavización espiritual del talento
humano a nivel global.
En lo
ideológico, la lucha emancipadora nos exige rescatar la idea de emancipación
mental, y el concepto de lo radical planteados por Andrés Bello.
Como nunca
antes, la educación pública, entendida como un proceso colectivo de creación y aprendizajes,
que avanza sobre rieles éticos-comunicacionales-culturales (Poder Moral), tiene
que ser la plataforma más poderosa para vencer en el combate de ideas, venida a
guerra cognitiva en la era de la cibernética.
¿Dejaremos
la formación de nuestra infancia y juventudes en manos de monstruos como Elon
Musk?
El Objetivo
Fundamental de este momento histórico debe ser construir la hegemonía
bolivariana, dicho en palabras gramscianas: “…construir un bloque
intelectual-moral que haga posible un progreso intelectual de masas y no sólo
para pocos intelectuales”.
Para lograrlo
es necesario un Plan de Descolonización de la Conciencia Nacional.
Este
Plan es una necesidad urgente para desmontar las bases coloniales de la
alienación general de las masas, que nos hace vulnerables a la recolonización
imperialista en marcha. El Plan no está hecho, hay que construirlo en un debate
participativo y protagónico, sobre las líneas ideológicas fundamentales de la
Revolución Bolivariana. Pero su formulación y -sobre todo- su aplicación,
dependen de la voluntad política del liderazgo.
El
Plan de Descolonización de la Educación es transversal a la gestión de gobierno
y la acción política de todos los factores revolucionarios, con énfasis en lo
comunicacional y cultural. No es un manual de historia, aunque implica una
revisión profunda de la enseñanza de la historia. No se restringe al ámbito de
esta disciplina. Es algo mucho más complejo, esencial, profundo: es
revolucionar la ciudadanía a partir de una reinterpretación del ser social colectivo
como producto de una historia, una épica, una estirpe libertadora, que -a su
vez- se asume como protagonista de la historia actual.
Es una
operación societaria, envolvente, radical. Estamos proponiendo una acción
revolucionaria bien diseñada, sustentada científicamente y con proyección a la
existencia futura de la Patria.
¿Qué
aspectos incluye esta revolución paradigmática (educativa-ideológica)?
-
La Doctrina Bolivariana como pensamiento
nacional revolucionario por excelencia y el bolivarianismo como su expresión
política orgánica
-
Proceso descolonizador y resignificación de las
categorías historiográficas que transversalizan el predominio del culto a lo
colonial
-
Revalorización de la ancestralidad cosmogónica:
la ecuación del socialismo originario del buen vivir y el bien común
-
Revalorización de la venezolanidad a partir del
mito fundante del Árbol de las Tres Raíces, la Épica Originaria e
Independentista, el Bolivarianismo del Tercer Milenio
-
Reinvención de una nueva Conciencia Nacional (“espíritu
nacional”) basada en los valores del bolivarianismo contenidos en la CRBV y el
pensamiento revolucionario venezolano-indoamericano de los siglos XIX, XX y
XXI: independencia, soberanía, empoderamiento popular del conocimiento
científico y la creación artística, economía productiva diversificada,
ecologismo profundo, igualdad establecida y practicada, convivencia
democrática, seguridad social, estabilidad, unidad en la diversidad, horizonte
de potenciación y liberación nacional, construcción sólida del Socialismo del
Siglo XXI, visión de los Derechos Humanos como utopía de la dignidad
colectiva y reforzamiento sentipensante de la venezolanidad.
Para
que este Plan sea posible y tenga un impacto determinante en el cambio
paradigmático de la sociedad venezolana, logrando establecer la hegemonía
bolivariana, debe iniciarse de inmediato al más alto nivel decisor.
Yldefonso
Finol
Maracaibo,
14 de noviembre de 2024