El
Discurso de Angostura: genialidad filosófica y modelo sociopolítico bolivariano
Hace doscientos un años, el 15 de febrero de 1819,
Simón Bolívar pronuncia su discurso inaugural del Congreso de la República de
Venezuela, convocado con cualidad constituyente en la ciudad de Angostura. Es el
momento de consolidación de su liderazgo nacional, su primer gobierno, desde el
cual proyecta y ejecuta la liberación del continente que aún sigue en manos del
Imperio Español; comenzando por la Nueva Granada, para refundirla junto a
Venezuela en la nueva República de Colombia que nacerá ese mismo año de su
verbo y su espada, precisamente allí, a orillas del Orinoco.
Este tiempo le exige al Libertador adoptar definiciones
claras de su proyecto político. Llegó la hora de inventar una nueva forma de
organización social y –en consecuencia- una nueva forma de gobierno: “Una
reforma que nunca se ha realizado”, diría el maestro Rodríguez.
El Discurso de Angostura puede considerarse la
síntesis del ideario político de Simón Bolívar, quien, a los 35 años, es la
encarnación del proyecto más avanzado ideológicamente dentro del movimiento
emancipador latinoamericano. Decimos con Rumazo González que “trocado de
guerrero a estadista”, con la convocatoria al Congreso cual depositario de la
soberanía, el Libertador despeja todas las dudas sobre su autoridad frente a la
República y al Ejército: ahora tiene un mando relegitimado.
En Angostura Bolívar se explaya en esas grandes
preocupaciones políticas que han sido inquebrantables en su lucha, más allá de
las penurias propias de la guerra en esa década tortuosa: “que más cuesta
mantener el equilibrio de la libertad, que soportar el peso de la tiranía”.
Algunas de esas preocupaciones fundamentales podemos
enunciarlas de la siguiente manera:
-
Definir
y obtener las fuentes de origen y los soportes de la legitimidad del poder
-
Establecer
el mejor modelo organizativo del gobierno republicano: “escoger la naturaleza y
la forma de Gobierno que vais a adoptar para la felicidad del Pueblo; si no
acertáis, repito, la esclavitud será el término de nuestra transformación”.
-
La
preservación de la soberanía nacional en conjunción con la genuina expresión de
la voluntad popular: Estado independiente y formas de democracia
-
Gestar
instituciones que garanticen el destino soberano y justo de la Patria
-
Necesidad
vital de promover las virtudes ciudadanas en la sociedad y el gobierno:
“sabiduría, rectitud, prudencia”.
-
Doctrina
y estrategia militar: convicción de que mientras existan ejércitos enemigos en
el territorio continental, la prioridad es servir en el campo de las armas, ya
que sólo la derrota total del enemigo haría viable la independencia.
-
La
libertad anhelada requiere de la democracia que es totalmente desconocida en
las colonias españolas y buena parte del mundo: pasar del poder de un rey
“soberano”, a la soberanía popular, es la difícil ecuación a resolver.
-
Descifrar
el concepto de Democracia para adecuarlo con sentido de éxito y permanencia a
nuestra realidad particular: “Sólo la Democracia, en mi concepto, es
susceptible de una absoluta libertad; pero, ¿cuál es el Gobierno Democrático
que ha reunido a un tiempo, poder, prosperidad, y permanencia?
La falta de experiencia y formación en el oficio de gobernar
era una de las más complicadas debilidades del proyecto que se iniciaba con la
Independencia, y esto a Bolívar lo mortificaba sobremanera. Se trataba nada más
que de crear un nuevo sistema, un nuevo poder, para el ejercicio del cual no
estaban totalmente maduras las condiciones subjetivas de la población. Sobre la
paradoja de pertenecer a un país al que no se puede autogobernar, y la
dificultad de asumirlo sin tener la preparación adecuada para dicha tarea,
expone al foro parlamentario: “Por el contrario la América, todo lo recibía de
España que realmente la había privado del goce y ejercicio de la tiranía
activa; no permitiéndonos sus funciones en nuestros asuntos domésticos y
administración interior. Esta abnegación nos había puesto en la imposibilidad
de conocer el curso de los negocios públicos: tampoco gozábamos de la
consideración personal que inspira el brillo del poder a los ojos de la
multitud, y que es de tanta importancia en las grandes revoluciones. Lo diré de
una vez, estábamos abstraídos, ausentes del universo en cuanto era relativo a
la ciencia del Gobierno”.
II
Podemos hablar de que Bolívar vive una especie de
“angustia democrática”: sabe que es necesario inventar una nueva forma de
gobierno, pero a la vez le atormenta que el deseo y aún la voluntad no bastan,
porque las costumbres pesan en el alma política del pueblo, y el carácter
nacional no se ha forjado aún, ni menos liberado de los tres siglos de
colonialismo ideológico, para la tarea sin precedentes que tienen por delante:
“El hábito de la dominación, los hace insensibles a los encantos del honor y de
la prosperidad nacional; y miran con indolencia la gloria de vivir en el
movimiento de la libertad, bajo la tutela de leyes dictadas por su propia
voluntad. Los fastos del universo proclaman esta espantosa verdad”.
Profunda reflexión desde la filosofía política, la
sociología y –por qué no- la antropología, que le hacen ver entre las tinieblas
las verdades más recónditas de aquella realidad colonial, atrasada y
retrógrada: “Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el
vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es
hija de las tinieblas; un Pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia
destrucción: la ambición, la intriga, abusan de la credibilidad y de la
inexperiencia, de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o
civil: adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia
por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia”.
“Crueles reflexiones” en las que se pone de
manifiesto, a la luz de la experiencia histórica, “que las grandes naciones han
sido mandadas por aristocracias o monarquías”, pero aun así se restea con la
democracia, un concepto que para su época era vago, difuso, y que estaba apenas
iniciándose la discusión de sus contenidos contemporáneos.
En su discurso, escrito en minutos arrancados a la
intensa labor de Jefe Supremo, a veces en idas y venidas por el Orinoco en
cumplimiento de estratégicas operaciones militares, El Libertador no es
indiferente a los males que gobiernos opresores causan a otros pueblos del
mundo, y esa realidad internacional que él no cesa de vigilar y estudiar, lo
reafirma con más fuerza en la línea de exigirle a la revolución los mayores
esfuerzos para inventar y ejercer el mejor gobierno que sea posible: “casi toda
la Tierra ha sido, y aun es, víctima de sus gobiernos. Observaréis muchos
sistemas de manejar hombres, mas todos para oprimirlos…horror de tan chocante
espectáculo”.
¿Cuál es ese gobierno que él desea para nuestra
Patria? Porque Bolívar no es de los que se conforman con criticar al sistema
injusto como simple acto de rebeldía o denuncia; en su disertación, ofrece las
pautas doctrinarias del gobierno deseado, esa imagen objetivo por alcanzar que
justifica todos los sacrificios ofrendados al sueño de libertad: “el sistema de
Gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad posible,
mayor suma de seguridad social, y mayor suma de estabilidad política”.
Esta definición del Gobierno ideal alcanza tal nivel
de perfección, que dudo se haya producido de entonces para acá, una aportación
más acabada.
Y, ¿cuál es el elemento clave que marca la diferencia
entre los “sistemas de manejar hombres… para oprimirlos” y éste nuevo que el
Libertador Presidente propone ante la representación nacional? Respondamos sin
vacilar: la igualdad. Escuchemos su voz metálica pronunciada con vehemencia:
“Mi opinión es, legisladores, que el principio fundamental de nuestro sistema,
depende inmediata y exclusivamente de la igualdad establecida y practicada en
Venezuela”.
Bolívar sabe con Rousseau que “los hombres nacen todos
con derechos iguales a los bienes de la sociedad”, y, en sintonía con el
pensamiento progresista de su tiempo, señala que tal principio igualitario, “está
sancionado por la pluralidad de los sabios”.
Pluralidad de sabios que él había estudiado muy a
fondo, o que supo de sus ideas a través del maestro Simón Rodríguez, quien
durante la travesía europea que hicieron juntos en 1805, seguro le conversó del
acervo revolucionario francés, de las logias del sansimonismo a las que
asistía, y de un tal Graco Babeuf, líder de la llamada “Conspiración de los
Iguales”, guillotinado el 8 de agosto de 1787, quien pregonaba por entonces que
“la naturaleza nos ha dotado de un derecho igual para el disfrute de todos los
bienes, el fin de la sociedad es defender esa igualdad atacada frecuentemente
por el fuerte y el malo, y así aumentar de forma colectiva los disfrutes
comunes”
Bolívar es un militante de la igualdad política y
social. No cae en extremismos ni se frena en la resignación. Entiende que la
condición humana se debate entre la predeterminación de la naturaleza y la
dialéctica del devenir social. En base a su visión de la construcción
societaria, propugna las herramientas culturales que viabilizan el camino hacia
la igualdad: “Si el principio de la igualdad política es generalmente
reconocido, no lo es menos el de la desigualdad física y moral. La naturaleza
hace a los hombres desiguales, en genio, temperamento, fuerzas y caracteres.
Las leyes corrigen esta diferencia porque colocan al individuo en la sociedad
para que la educación, la industria, las artes, los servicios, las virtudes, le
den una igualdad ficticia, propiamente llamada política y social”.
Su idea es clara: “Principio fundamental de nuestro
sistema: la igualdad establecida y practicada”. Para ir en busca de esa
igualdad, se requiere aplicar la doctrina del Buen Gobierno: “aquel que produce
mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social, y mayor suma
de estabilidad política”; porque como el aire “necesitamos de la igualdad para
refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de los hombres, las opiniones
políticas, y las costumbres públicas”.
III
Analizando el contenido del Discurso de Angostura, y
comparándolo con los tres documentos anteriores más representativos del
pensamiento bolivariano, a saber, los Manifiestos de Cartagena (1812) y
Carúpano (1814), y su Carta de Jamaica (1815), encontramos que El Libertador se
reitera en una metodología científica de abordaje teórico que presenta los
siguientes rasgos comunes:
-
Perspectiva
histórica: ejercicio de memoria de los procesos de luchas vividas y sus enseñanzas.
-
Consideración
de la realidad internacional, la geopolítica mundial, como elemento esencial a
la formación de una cultura política general, que permita el entendimiento
concienzudo de las fuerzas actuantes y los intereses que pueden influir en la
estrategia revolucionaria.
-
Marco
teórico filosófico: Bolívar conoce la multiplicidad de autores influyentes y
tendencias ideológicas de su época, así como los clásicos de la literatura
filosófica, política y militar.
-
A
estos tres aspectos metodológicos comunes en la obra de Bolívar, debemos
agregar la permanente observación del espacio geográfico como terreno de las
realizaciones concretas, y el análisis estadístico como instrumento de
sistematización y comprensión formal de los fenómenos sociales. Todo esto
constituye lo que he denominado el método científico de Simón Bolívar, en mi
libro La Doctrina Bolivariana. Esencia y vigencia. (Inédito)
Partiendo de esa visión científica de la realidad es
que propone romper el estado de cosas opresor que la Colonia impuso en nuestro
continente y dar el salto histórico hacia la nueva sociedad que debe surgir de
la victoria independentista; en tal sentido, proclama que Venezuela,
constituida en República Democrática, “proscribió la Monarquía, las
distinciones, la nobleza, los fueros, los privilegios: declaró los derechos del
hombre, la libertad de obrar, de pensar, de hablar y de escribir”.
Este abordaje científico de la situación histórica
concreta, es el mismo que reclama la originalidad de las propuestas
programáticas contenidas en el proyecto revolucionario: “¿No dice el espíritu
de las leyes que éstas deben ser propias para el Pueblo que se hacen? “¡He aquí
el código que debíamos consultar, y no el de Washington!!!”
Esa necesaria originalidad de las iniciativas
liberadoras en una sociedad hasta entonces sometida al oscurantista régimen
colonial, que Simón Rodríguez resumió magistralmente en la máxima “inventamos o
erramos”, es válida igualmente para el modelo de gobierno a implementar, asunto
que tanto ocupó las reflexiones del Libertador: “No olvidando jamás que la
excelencia de un Gobierno no consiste en su teórica, en su forma, ni en su
mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al carácter de la nación
para quien se instituye”. Ese gobierno soñado por el Creador de Colombia, tiene
que ser “eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral, que
encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un Gobierno que haga reinar la
inocencia, la humanidad y la paz. Un Gobierno que haga triunfar bajo el imperio
de leyes inexorables, la igualdad y la libertad”.
IV
Construir ciudadanía, de la que se declara felizmente
uno más, exige definir e implementar políticas de Estado conducentes a la
siembra de valores y virtudes en una población que de seguir sujeta al arbitrio
de las costumbres dominantes que la hundían en la ignorancia y la sumisión,
nunca estaría en capacidad de autodeterminarse y ser gestora de la nueva
civilización. Clama en armónica oratoria al modesto salón, para que su voz
impregne a través de la etérea humedad la piel de la población que escucha tras
los ventanales, “renovemos en el mundo la idea de un Pueblo que no se contenta
con ser libre y fuerte, sino que quiere ser virtuoso”. Increpa a los delegados
presentes, con la convicción que brota desde su alma magisterial: “La educación
popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y
luces son los polos de una República, moral y luces son nuestras primeras
necesidades”.
Nada de lo soñado y arduamente luchado, que apenas
comenzaba a tomar cuerpo en ese espacio de utopías concretas que fue su primer
Gobierno en Angostura, sería sostenible sin la ética republicana, antídoto insustituible
contra ese enemigo mortal de toda revolución que es la corrupción: “demos a
nuestra República una cuarta potestad cuyo dominio sea la infancia y el corazón
de los hombres, el espíritu público, las buenas costumbres y la moral
republicana. Constituyamos este Areópago para que vele sobre la educación de
los niños, sobre la instrucción nacional; para que purifique lo que se haya
corrompido en la República; que acuse la ingratitud, el egoísmo, la frialdad
del amor a la patria, el ocio, la negligencia de los Ciudadanos: que juzgue de
los principios de corrupción, de los ejemplos perniciosos…”.
Bolívar cree en esa necesidad de regar la patria con
los valores morales que fortalecen el espíritu nacional y convierten a cada
patriota en una atalaya de su dignidad individual, blindando la seguridad del
bien colectivo. Su visión de futuro, el país por él anhelado, se refleja en el
largo plazo como una sociedad poderosa en virtudes, libre de esclavitudes y
servilismos, amante del saber y del trabajo como vías de la verdadera
independencia.
Coincidimos con Alfonso Rumazo, al afirmar que: “Cuando
se estudia el pensamiento y la obra de los demás libertadores de América, se
encuentra que Bolívar aparece como un pensador solitario, aislado; ninguno se
le acerca en ilustración, fijeza de conceptos, altura de ideales y poder
penetrante de captación de las normas de gobierno, de las de la sociología, la
moral o las lecciones de la filosofía y la historia”.
“Tuvo el Libertador un concepto lato de revolución”
(Brito Figueroa), porque para él ésta comprendía no sólo conquistar la
autonomía política respecto a la metrópoli colonial, sino también “la
independencia económica, social, jurídica, histórica y hasta espiritual de los
pueblos de América”.
Soy convencido de la existencia de una Doctrina
Bolivariana que con sorprendente vigencia nos llama a continuar aquella gesta
inconclusa. Preocupa -y molesta- la superficialidad con que se trata este tema
fundamental para nuestra existencia. Repetir frases hechas en esas ceremonias
vacías y rutinarias llamadas “efemérides”, sin comprometernos en el estudio
profundo y sistemático del Pensamiento Bolivariano, es incurrir en un error
chocante, reflejo por demás de un ambiente político mediocre, característico del
que instauraron tras su fallecimiento los enemigos de Bolívar.
¡Honor y Gloria Eterna al Proyecto Bolivariano de
Angostura!
Yldefonso Finol
Historiador bolivariano
Cronista de
Maracaibo
No hay comentarios:
Publicar un comentario