La Carta de Jamaica: un
encuentro con Bolívar en el Siglo XXI
Recién
había cumplido Bolívar sus 32 años cuando se hallaba en Kingston exiliado por
evitar una guerra civil contra los saboteadores de la campaña para liberar la
franja caribeña que va desde Santa Marta hasta Maracaibo. Acababa de librar
exitosamente la contienda con quienes mantenían insubordinada la provincia de
Cundinamarca, uno de los tantos servicios que prestó por entonces a la Nueva
Granada.
Siempre
muy inquieto –por naturaleza- y centrado en concebir su retorno a Tierra Firme
para continuar su gesta libertaria, en Jamaica desarrolla una intensa actividad
teórica y propagandística. Escribe a diario artículos, correspondencias, planes
militares, todo ello orientado a conseguir apoyos para traer una fuerza a
Venezuela que, estableciéndose en un territorio liberado, fuera capaz de ir
desalojando al ejército español que la copaba por entonces.
Ese
hombre joven aún pero ciertamente algo desgarbado, rico de cuna pero sin un
centavo para mantenerse, golpeado por los dolores del amor perdido y los
empellones de la política, pero con el espíritu elevado y fuerte; ese Bolívar
que ya ha peleado en dos docenas de batallas y ha sorteado dos intentos de
asesinarlo a traición, que ha visto perderse dos veces la natal República de
Venezuela y enredarse por pugnas de sus entrañas la libertad de la Nueva
Granada; ese Bolívar con sudado camisón, bigotes y patillas sin afeitar, melena
crecidita y hamaca por lecho, es el que redacta en la noche del 6 de septiembre
de 1815 la Carta de Jamaica.
Siempre
en actitud esperanzadora y predictiva. Didáctico en la explicación, denso en el
análisis, culto en la redacción. Así es su discurso. Este hombre parece
elevarse a una altura epistémica, dotado de mirada telescópica para descubrir
los escenarios en el ancho teatro de operaciones históricas, y de la lectura
microscópica cuando se trata de escudriñar la esencia de los acontecimientos
que determinan la compleja situación del continente.
En
la Carta he detectado –empalmándola con los Manifiestos de Cartagena y
Carúpano, y con el Discurso de Angostura- la aplicación de una metodología
científica en la construcción del argumento: en primer lugar se desarrolla un
formidable esfuerzo de memoria histórica; en segundo lugar, subyace en el
acervo del autor, el conocimiento previo de las teorías científicas y
filosóficas más influyentes de su tiempo; en tercer lugar, se expone una visión
panorámica de la realidad internacional y sus conexiones con el propósito
revolucionario que lo mueve; y en cuarto lugar, no se desdeña el componente
matemático-estadístico en las definiciones de diagnóstico y soportes de la
argumentación. Tal es el método científico usado por El Libertador en toda su
obra, y muy especialmente, en su famosa epístola jamaiquina.
Repasemos
algunos de los sorprendentes anuncios que hace Simón Bolívar en este texto tan
representativo de su genio:
-
Se nos revela como un
convencido lascasiano, aunque no era de extrañar que Bolívar ya hubiese leído la
obra del polémico dominico, si partimos del hecho que fue un lector voraz de
todas las literaturas de su tiempo y las anteriores. Tampoco debería creerse
que su maestro Rodríguez hubiere obviado la voluminosa crónica que Bartolomé de
las Casas dejó como testimonio vivo de las aberraciones humanas cometidas por
la invasión europea en Abya Yala. Y además de conocerle, Bolívar también desea
reconocerle el aporte que Las Casas hizo a la humanidad, fundando una ciudad
con su nombre: que el deseo de hacer justicia es en Bolívar una filosofía de
vida.
-
Asoma por primera vez su
interés en el tema indígena, a los que califica como legítimos propietarios de
esta tierra americana. Aunque se nota que no ha tenido un contacto directo con
esa parte de la población –hecho que ocurrirá a posteriori- El Libertador sabe
que su lucha histórica por la igualdad tendrá que reivindicar tarde o temprano
a las primeras víctimas del coloniaje europeo. Destaca el trato traicionero y
criminal que los invasores dieron en particular a los líderes de las naciones
indígenas del continente, mancillando sus dignidades para humillar al colectivo
que les veneraba.
-
También aparece reseñada su
versión original de Colombia como nuevo Estado que surgirá de la fusión de
Venezuela y la Nueva Granada, con capital en un punto equidistante y con cómoda
salida al mar como Maracaibo. Esta idea varió luego por las exigencias de la
elite granadina y por las ventajas en la estrategia de independizar regiones
más al sur, para lo que Bogotá ofrecía facilidades geográficas. Cuánto pudo
influir esta decisión en la futura disolución de la Colombia original y en la
caída del proyecto bolivariano, es un asunto que sólo los poderosos azares
podrían explicar, aunque no se exceptúa de antemano el deseo de analizarlo desde
la óptica de la especulación dialéctica de la historia.
-
El Libertador entra, sin
embargo, en el movedizo terreno de imaginar el futuro político de las naciones
americanas; esa permanente preocupación que lo acompañó hasta sus últimos días
por la necesaria unidad frente a las complejidades de las aspiraciones locales
y los intereses particulares, corporativos o regionales. La diatriba entre los
modelos republicano y monárquico, y entre la forma de gobierno centralizada y
el federalismo. Las limitaciones que la falta de experiencia en cuestiones de
gobierno imponían a una generación que se había revelado contra una estructura
de poder con trescientos años de solidez indiscutible. El reto de ser
originales hasta en las instituciones que debíamos darnos como pueblos
nacientes, va acompañado de la angustia democrática por darle estabilidad al
gobierno sin dejarse arrastrar por las tentaciones del absolutismo y la
monarquía, sin descartar ni la condición electoral como fuente de legitimidad ni
la posibilidad del carácter vitalicio del jefe del ejecutivo, que en ningún
caso sería hereditario. Aquí queda plasmada esa otra parte fundamental de la
Doctrina Bolivariana, conformada por el trípode República, Democracia y Buen
Gobierno.
-
Haciendo gala de su profundo
conocimiento de la realidad continental y del manejo adecuado de la
estadística, Bolívar realiza un viaje por la coyuntura política de cada uno de
los países latinoamericanos, del estado de su lucha por la independencia y de
su población, singularizando las potenciales capacidades para emerger del
dominio español con éxito. Allí se ponen de manifiesto otras de las
herramientas claves del método bolivariano, cuales son: el análisis situacional
y la estadística.
-
Visto el grandioso campo de
batalla desde México a la Patagonia, sin dejar por fuera de esa patria grande
las islas de Cuba y Puerto Rico, Bolívar expone con nítida convicción la
imposibilidad de que España pueda sostener su imperio en Nuestra América, ni
siquiera el sistema económico que había configurado sobre bases ficticias de
privilegios para sí y exclusión para el resto. Reclama, eso sí, que tanto la
Europa que se supone liberal y defensora del libre comercio, como los Estados
Unidos, hayan permanecido indiferentes al sacrificio de los patriotas
meridionales.
-
Bolívar evalúa la realidad
presente desde las sapiencias acumuladas por la inmensa humanidad que va desde
China y Persia a los confines de Europa y América. Caracteriza con cualificada
pericia sociológica que “los americanos, en el sistema español” que estaba “en
vigor”, no ocupaban “otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para
el trabajo, y cuando más, el de simples consumidores”. Esta discriminación
además de odiosa, constituía un freno insalvable para el progreso de nuestras
naciones, toda vez que la metrópoli, se reservaba para sí toda actividad
generadora de beneficios económicos y fiscales, aun las que no era capaz de
llevar a cabo. Tal fue la causa de fondo del movimiento independentista
continental.
-
Discute la pertinencia de los
distintos modelos de gobierno, la perfectibilidad de sistemas que pudieran no
ser adaptables a la cosmovisión criolla americana; pugna por moderar las
apetencias democráticas exageradas que pueden conducir naciones recién
organizadas a desórdenes que las hagan inviables, y reflexiona sobre cuestiones
tan detallistas como la magnitud de la injerencia del sector militar en los
asuntos de gobierno y la dimensión territorial de las repúblicas. Concluye que
esas repúblicas deben ser grandes en virtudes y ciudadanía, más que en riquezas
materiales y poderes fácticos.
-
Reveló también la esencial
contradicción dialéctica entre reformadores y conservadores, como la
confrontación de la que surgen los sistemas políticos, que serán justos y
liberadores si la correlación de fuerzas favorece a los primeros, o retrógrados
y opresores si se imponen los segundos. Esa ha sido la ley fundamental de la
política hasta nuestros días.
-
Predijo la realización del
Congreso de Panamá y la construcción en ese lugar del canal que comunicaría,
uniendo los dos océanos, a todos los continentes.
La
Carta de Jamaica representa la consagración de Bolívar como escritor,
sociólogo, arqueólogo forense de nuestra historia raigal y arquitecto de la sociedad
por construir. No fructificó su clamor para que las naciones ilustradas de
Europa y “nuestros hermanos del Norte” nos auspiciasen con su protección y
ayuda. Pero –paradójicamente- vino a conseguir esos auxilios salvadores en una
pequeña república de humildes afrodescendientes que le esperaban en el
vecindario caribeño para darle la mano solidaria que lo subió de manera
definitiva a la nave de la victoria y la gloria universal.
Yldefonso Finol
Militante
Bolivariano/Cronista de Maracaibo
Hoy
6 de Septiembre de 2019
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