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Ninguna “fundación”
El postergado debate sobre “La infundada Fundación de Maracaibo” (y de todas las
ciudades de Venezuela y Nuestra América).
En
el barrio lacustre Santa Rosa -de donde viene el nombre original de Maracaibo-
hay una plaza conmemorativa de Américo Vespucio. En otro lugar maravilloso de
la costa, ubicada en un alto con una vista privilegiada al lago, algo
perturbada por moles de concreto, está la plaza Alonso de Ojeda, nombre del
primer invasor de la región, quien además tiene parroquias y ciudades
homónimas.
El
colonialismo espiritual-cultural sigue campante; su predominio se reproduce
cotidianamente ante la perplejidad de una burocracia “revolucionaria” más
extraviada que el gentilicio fanfarrón de la zulianidad.
La
educación formal no ha dejado de contaminar al estudiantado de ayer y hoy con
los pétreos mitos alienantes que niegan la preexistencia de culturas
originarias, otorgando el rol histórico de “descubridores” y “fundadores” a
quienes realmente fueron invasores y destructores de una parte de la humanidad.
He
insistido en solitario y en forma “necia” ante el foro social (si acaso
acompañado a 900 kilómetros por Luís Brito y Vladimir Acosta), que los pueblos
que pierden la conexión con su ancestralidad son presas fáciles de intereses
foráneos y no alcanzan definir su destino como colectivo con derechos y
propósitos comunes. Muy al contrario, sobre ellos se lanzan con todo su aparataje
tecnológico-comunicacional los imperialismos porque los saben susceptibles de
recolonizar; de manera que quienes abrazamos esta lucha fundamental de
liberación, tenemos que enfrentarnos nada menos que a los dos poderes
culturales más portentosos de toda la historia: el colonialismo y el
neocolonialismo.
Cuando
no hemos ni siquiera logrado que la autodenominada militancia revolucionaria se
deslastre de la visión colonialista, ya tenemos encima el posicionamiento de
realidades ideológicas que aceleran el desarraigo nacional de millones de
venezolanos no sólo transculturizados, sino, peor aún, convertidos en los más
crueles propagandistas en contra de su propio país. El extranjerismo inducido
por promesas de confort y superación personal, basadas en la doctrina
individualista del neoliberalismo, produce una ruptura existencial en el
sentido de pertenencia a un colectivo al que se considera inferior. Los sesgos
clasistas no quedan por fuera. Esa masa de mano de obra especializada se
desclasa y vive el sueño de sentirse miembro de un estrato social superior: la
clase media, funesta creación de las sociologías pro-capitalistas para
debilitar la fuerza transformadora de la clase trabajadora.
Dividirnos
entre “trabajo manual” y “trabajo intelectual” ha resultado una formidable
trampa ideológica para el capitalismo. Como si todo trabajo no fuese la
conjunción de destrezas adquiridas que son internalizadas en el intelecto,
donde se combinan la idea o representación simbólica de la cosa proyectada, y
la ejecución fáctica a través de la aplicación de una fuerza de trabajo sobre
la materia a transformar en bien de uso y/o de cambio. Pero el trabajador
“intelectual” o “mano de obra especializada”, con una remuneración teóricamente
mejor que la del “obrero”, asciende a “clase media” y por ende, deja de ser
“trabajador”.
Me
distraje en esta disquisición sociológica adrede para explicitar que las
construcciones ideológicas dominantes son un sistema concatenado
históricamente, cuya función primordial es mantener y reproducir la explotación
de los pueblos para garantizar la máxima ganancia del capital y su hegemonía
universal. No está desligada la fraseología colonialista (que yo llamo el
Glosario de la Autoflagelación Colonialista) de las categorías justificadoras del
predominio imperialista; la mentalidad colonizada es la base sobre la que se
erige el pensamiento neoliberal recolonizador. Son las imágenes del
expresidente Kuczynski del Perú autocalificándose “perrito que mueve la colita”
al amo yanqui, o Piñera de Chile metiendo la bandera de su país como un mínimo
cuadrito de la gringa, o el bellaco Iván Duque agradeciendo a los “padre
fundadores” de Estados Unidos por la independencia de Colombia.
Son
estos operadores políticos de la burguesía dependiente quienes proponen la
flexibilización de las relaciones laborales como fachada del despojo de
conquistas de la clase trabajadora, son los mismos que lamen la bota extranjera
mientras mandar a apalear a los luchadores sociales, sobre todo si son indios,
afros y mestizos.
II
El
debate sobre la fecha de la “fundación de Maracaibo” tiene más de un siglo de
vigencia. Por este asunto polémico libraron un duelo en 1929 dos venezolanos
ilustres: Carlos Medina Chirinos y Mario Briceño Iragorry, el primero en pose
de portaestandarte germano y el segundo actuando como gladiador de la
hispanidad.
Anualmente
la ciudadanía maracaibera y del país, es sometida a un extravagante festín aniversario.
Millones de bolívares o miles de dólares malgastan en templetes vacíos que
festejan la llegada de los conquistadores; pero, extrañamente, nada se dice de
quienes estuvieron aquí desde tiempos inmemoriales y les tocó padecer aquella
guerra invasora que degeneró en genocidio.
La
perspectiva revolucionaria de la Historia que debería estar presente en un
diálogo nacional permanente con nuestro pueblo, no ha entrado en la agenda
burocrática con sincero criterio descolonizador; si ello hubiese sucedido como
es deseable, la educación en todos sus niveles, incluido el discurso en los
medios de comunicación oficiales, hubieran cambiado esa visión eurocéntrica que
aún persiste, para hacer justicia a los originarios habitantes y legítimos
dueños de este país.
Eso
que la derecha ideológica llama “fundación”, fue realmente el inicio del
etnocidio más atroz cometido en la historia humana. En el caso de Maracaibo, la
llegada de los Belsares y posteriores invasores, significó la introducción de
la esclavitud y el consecuente exterminio de naciones indígenas enteras como
los caquetíos, o la casi desaparición del pueblo añú, auténtico soberano del
Lago Maracaibo, cada vez más invisible y mudo por no haberse implementado
políticas públicas específicas que revirtieran su muerte cultural.
Esto
es lo que celebran quienes, desde la ignorancia estructural, excusable en
algunos casos, pero inexcusable en aquellos que asumen la convicción pro
colonialista con sus ribetes racistas, eurocéntricos, patriarcales, hegemonistas
del pensamiento único, aquel que impuso el invasor y que, basado en burdas
leyendas colonialistas, pretenden que los aceptemos como dogmas incuestionables
y eternos.
Ni “descubiertos”, ni “fundados”. La lucha continúa.
La verdadera independencia sigue siendo una utopía.
Yldefonso Finol
Cronista de Maracaibo
P.
D. Va con este pronunciamiento mi libro (autogestionario para variar) LA INFUNDADA “FUNDACIÓN” DE MARACAIBO.
Enigmas y falacias. 2015.
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