sábado, 5 de septiembre de 2020

NINGUNA "FUNDACIÓN"

 

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Ninguna “fundación”

El postergado debate sobre “La infundada Fundación de Maracaibo” (y de todas las ciudades de Venezuela y Nuestra América).

En el barrio lacustre Santa Rosa -de donde viene el nombre original de Maracaibo- hay una plaza conmemorativa de Américo Vespucio. En otro lugar maravilloso de la costa, ubicada en un alto con una vista privilegiada al lago, algo perturbada por moles de concreto, está la plaza Alonso de Ojeda, nombre del primer invasor de la región, quien además tiene parroquias y ciudades homónimas.

El colonialismo espiritual-cultural sigue campante; su predominio se reproduce cotidianamente ante la perplejidad de una burocracia “revolucionaria” más extraviada que el gentilicio fanfarrón de la zulianidad.

La educación formal no ha dejado de contaminar al estudiantado de ayer y hoy con los pétreos mitos alienantes que niegan la preexistencia de culturas originarias, otorgando el rol histórico de “descubridores” y “fundadores” a quienes realmente fueron invasores y destructores de una parte de la humanidad.

He insistido en solitario y en forma “necia” ante el foro social (si acaso acompañado a 900 kilómetros por Luís Brito y Vladimir Acosta), que los pueblos que pierden la conexión con su ancestralidad son presas fáciles de intereses foráneos y no alcanzan definir su destino como colectivo con derechos y propósitos comunes. Muy al contrario, sobre ellos se lanzan con todo su aparataje tecnológico-comunicacional los imperialismos porque los saben susceptibles de recolonizar; de manera que quienes abrazamos esta lucha fundamental de liberación, tenemos que enfrentarnos nada menos que a los dos poderes culturales más portentosos de toda la historia: el colonialismo y el neocolonialismo.

Cuando no hemos ni siquiera logrado que la autodenominada militancia revolucionaria se deslastre de la visión colonialista, ya tenemos encima el posicionamiento de realidades ideológicas que aceleran el desarraigo nacional de millones de venezolanos no sólo transculturizados, sino, peor aún, convertidos en los más crueles propagandistas en contra de su propio país. El extranjerismo inducido por promesas de confort y superación personal, basadas en la doctrina individualista del neoliberalismo, produce una ruptura existencial en el sentido de pertenencia a un colectivo al que se considera inferior. Los sesgos clasistas no quedan por fuera. Esa masa de mano de obra especializada se desclasa y vive el sueño de sentirse miembro de un estrato social superior: la clase media, funesta creación de las sociologías pro-capitalistas para debilitar la fuerza transformadora de la clase trabajadora.

Dividirnos entre “trabajo manual” y “trabajo intelectual” ha resultado una formidable trampa ideológica para el capitalismo. Como si todo trabajo no fuese la conjunción de destrezas adquiridas que son internalizadas en el intelecto, donde se combinan la idea o representación simbólica de la cosa proyectada, y la ejecución fáctica a través de la aplicación de una fuerza de trabajo sobre la materia a transformar en bien de uso y/o de cambio. Pero el trabajador “intelectual” o “mano de obra especializada”, con una remuneración teóricamente mejor que la del “obrero”, asciende a “clase media” y por ende, deja de ser “trabajador”.

Me distraje en esta disquisición sociológica adrede para explicitar que las construcciones ideológicas dominantes son un sistema concatenado históricamente, cuya función primordial es mantener y reproducir la explotación de los pueblos para garantizar la máxima ganancia del capital y su hegemonía universal. No está desligada la fraseología colonialista (que yo llamo el Glosario de la Autoflagelación Colonialista) de las categorías justificadoras del predominio imperialista; la mentalidad colonizada es la base sobre la que se erige el pensamiento neoliberal recolonizador. Son las imágenes del expresidente Kuczynski del Perú autocalificándose “perrito que mueve la colita” al amo yanqui, o Piñera de Chile metiendo la bandera de su país como un mínimo cuadrito de la gringa, o el bellaco Iván Duque agradeciendo a los “padre fundadores” de Estados Unidos por la independencia de Colombia.

Son estos operadores políticos de la burguesía dependiente quienes proponen la flexibilización de las relaciones laborales como fachada del despojo de conquistas de la clase trabajadora, son los mismos que lamen la bota extranjera mientras mandar a apalear a los luchadores sociales, sobre todo si son indios, afros y mestizos.

II

El debate sobre la fecha de la “fundación de Maracaibo” tiene más de un siglo de vigencia. Por este asunto polémico libraron un duelo en 1929 dos venezolanos ilustres: Carlos Medina Chirinos y Mario Briceño Iragorry, el primero en pose de portaestandarte germano y el segundo actuando como gladiador de la hispanidad.

Anualmente la ciudadanía maracaibera y del país, es sometida a un extravagante festín aniversario. Millones de bolívares o miles de dólares malgastan en templetes vacíos que festejan la llegada de los conquistadores; pero, extrañamente, nada se dice de quienes estuvieron aquí desde tiempos inmemoriales y les tocó padecer aquella guerra invasora que degeneró en genocidio.

La perspectiva revolucionaria de la Historia que debería estar presente en un diálogo nacional permanente con nuestro pueblo, no ha entrado en la agenda burocrática con sincero criterio descolonizador; si ello hubiese sucedido como es deseable, la educación en todos sus niveles, incluido el discurso en los medios de comunicación oficiales, hubieran cambiado esa visión eurocéntrica que aún persiste, para hacer justicia a los originarios habitantes y legítimos dueños de este país.

Eso que la derecha ideológica llama “fundación”, fue realmente el inicio del etnocidio más atroz cometido en la historia humana. En el caso de Maracaibo, la llegada de los Belsares y posteriores invasores, significó la introducción de la esclavitud y el consecuente exterminio de naciones indígenas enteras como los caquetíos, o la casi desaparición del pueblo añú, auténtico soberano del Lago Maracaibo, cada vez más invisible y mudo por no haberse implementado políticas públicas específicas que revirtieran su muerte cultural.

Esto es lo que celebran quienes, desde la ignorancia estructural, excusable en algunos casos, pero inexcusable en aquellos que asumen la convicción pro colonialista con sus ribetes racistas, eurocéntricos, patriarcales, hegemonistas del pensamiento único, aquel que impuso el invasor y que, basado en burdas leyendas colonialistas, pretenden que los aceptemos como dogmas incuestionables y eternos.

Ni “descubiertos”, ni “fundados”. La lucha continúa. La verdadera independencia sigue siendo una utopía.

 

Yldefonso Finol

Cronista de Maracaibo

P. D. Va con este pronunciamiento mi libro (autogestionario para variar) LA INFUNDADA “FUNDACIÓN” DE MARACAIBO. Enigmas y falacias. 2015.

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