Sobre un
“Informe” de los Derechos Humanos en Venezuela 2020
Introito
Curiosas coincidencias de una semana septembrina: publicación
del “informe” elaborado por un grupo técnico sobre Derechos Humanos en
Venezuela y la espuria lista de Trump sobre países narcotraficantes, en
momentos que Colombia alcanza récord en producción de cocaína y el gobierno
uribista ejecuta masacres y represión atroz contra su pueblo. Para colmo, Trump
“certifica” al mayor proveedor del mayor mercado consumidor de drogas del
mundo, y Pompeo rodea a Venezuela en una visita guerrerista y nada diplomática
a los tres países fronterizos que servirían de plataforma a la “Operación
Tenaza”. Las encuestas fastidian a Trump que ahora descubrió una veta de oro en
el voto derechista venezolano (pero) en USA.
I
Los Derechos Humanos ya no son sólo la lista de derechos
reconocidos por las Naciones Unidas en su Declaración del 10 de diciembre de
1948; también la conciencia colectiva ha venido nutriendo este concepto con las
exigencias específicas por la necesidad de una vida digna. Se trata,
fundamentalmente, de un concepto histórico, como propone el maestro Norberto
Bobbio, cuando afirma que “nacen gradualmente, no todos de una vez y para
siempre, en determinadas circunstancias, caracterizadas por luchas por la
defensa de nuevas libertades contra viejos poderes” [1].
Bobbio identifica dos direcciones en las que el poder,
es decir el Estado, debe actuar ante el reclamo de libertades y derechos por
parte del ciudadano: una abstencionista y otra intervencionista. Lo explica
así: “Nacen cuando deben o pueden nacer ... cuando el aumento del poder del
hombre sobre el hombre, que acompaña inevitablemente al progreso técnico, es
decir, al progreso de la capacidad del hombre de dominar la naturaleza y a los
demás, crea nuevas amenazas a la libertad del individuo o bien descubre nuevos
remedios a su indigencia: amenazas que se desactivan con exigencias de límites
al poder; remedios que se facilitan con la exigencia de intervenciones
protectoras del mismo poder. A las primeras corresponden los derechos de
libertad o una abstención del Estado, a los segundos, los derechos sociales o
un actuar positivo del Estado” [2].
Pero el balance de los derechos humanos, no es igual para
todas las regiones del mundo ni es el mismo en las diferentes etapas vividas
desde la Declaración de 1948. Por tierras americanas, en los Estados Unidos,
todavía los afrodescendientes son brutalmente reprimidos por tener el atrevimiento
de aspirar a que se cumpla el artículo primero de la Declaración. Y qué decir
de nuestra América Latina. Chile por ejemplo, pasó de haber sido un país de
leyes y derechos desde un siglo antes de la Declaración, a ser un Estado de
crimen y terror en tiempos de la Declaración. “Esta República contaba con la
existencia de la primera mutual obrera del continente (1847), una constitución
política que contó, atípicamente a lo ya tradicional en la región, con más de
un siglo de vida (Constitución de Portales, 1830), una de las primeras
implantaciones del sufragio universal de América Latina (1844); una enseñanza
progresista y eficiente y auténticamente implantada; estatización, desde hace
más de treinta años, de áreas económicas vitales; existencia de partidos
políticos de todo tipo y fuertes sindicatos obreros” [3].
Pero el intento de ese país de dar un salto cualitativo,
en libertad y en democracia, fue truncado de forma violenta por quienes en el
mundo se jactan de representar la cultura de los derechos humanos. Es lo que he
denominado “la falacia imperialista de los Derechos Humanos”. También bajo la
era de la Declaración, Francia, país sede de su firma, y luego Estados Unidos,
perpetraron sus horribles matanzas en el sudeste asiático, en pos de llevar por
el mundo la civilización occidental, es decir, llevarse al bolsillo del capital
transnacional los recursos naturales de esos países.
De esta manera, las grandes potencias imperiales, se
encargaron de convertir los treinta artículos de la Declaración Universal, en
un extenso cementerio de buenas intenciones. Cuando muchos ciudadanos de esos
países desarrollados, alcanzaron aceptables niveles de vida, con amplios
sistemas de seguridad social y salarios dignos, las grandes mayorías del mal
llamado Tercer Mundo, quedaban relegados a sobrevivir en la más
absoluta pobreza, sin servicios básicos de sanidad y educación, y en
condiciones laborales, las más de las veces, humillantes. Dicho en palabras del
Director General de la UNESCO a la fecha de la firma, Jaime Torres Bodet:
“Mientras la mayor parte del género humano viva en el hambre y la injusticia,
para morir en la miseria y la ignorancia, el documento que ha sido adoptado en
Paris continuará presentándose ante nosotros como un objetivo aún lejano” [4].
Porque, como nos advierte Haro Tecglen: “Estamos, una vez
más, ante los peligros de la institucionalización de un impulso. Es algo que se
repite frecuentemente en la historia: cuando las capas dominantes de una
sociedad dada llegan a verse desbordadas por la fuerza de un impulso popular y
son impotentes para luchar abiertamente contra él, lo asumen y lo adoptan y, al
mismo tiempo, lo transforman y lo convierten en un instrumento propio que se va
haciendo cada vez más ajeno al propósito que inspiró su crecimiento” [5].
Asumimos los derechos humanos, como la utopía por la dignidad
colectiva. Utopía irrenunciable que va aparejada a la lucha por la igualdad. Las
Declaraciones, Convenciones, Constituciones y Leyes contentivas del reconocimiento
de estos Derechos, son el resultado de la lucha de los pueblos por las
libertades y la igualdad, y su realización concreta, lo será también por el
empuje efectivo de esas luchas. Las conquistas alcanzadas en materia de
derechos humanos en diferentes etapas y geografías, no son inamovibles; al
contrario, pueden avanzar profundizándose y extendiéndose, o retroceder
peligrosamente haciendo reversible su implantación. No es la diversidad
cultural propia de la humanidad, la que condiciona un relativismo frente a la
universalidad de los derechos humanos; el obstáculo cierto a su universal
ejercicio, son las profundas diferencias socioeconómicas que como brechas
insalvables, predominan en el actual sistema internacional.
II
La “falacia imperialista de los Derechos Humanos” se hace
tan palpable con la actitud de Estados Unidos y sus socios europeos y lacayos
suramericanos hacia Venezuela, que bien deberían las academias utilizar este
ejemplo para discutir la vigencia y pertinencia del sistema de Naciones Unidas
en esta materia fundamental. Un solo país, con obsesión paranoide de hegemonía,
declara a otro, vecino, pacífico y amigable, como una “amenaza inusual y
extraordinaria”, sometiéndolo a un sinfín de medidas coercitivas unilaterales (“sanciones”)
que causan graves daños a la población en general y al funcionamiento de la
economía y las instituciones en particular, colocándonos en el límite del
estado de necesidad colectivo.
La utilización muy malsana y manipuladora de instancias
informales como ONGs y “expertos internacionales”, es una constante en las
mamparas estructuradas por el aparato injerencista de Estados Unidos para
desacreditar gobiernos no sumisos a sus designios, llegando al extremo de
promover golpes de Estado y toda clase de conspiraciones basadas en las
actuaciones de esas herramientas ilegítimas. Basta revisar el financiamiento de
tales “expertos” y ONGs para saber quién es el amo. Esta mala praxis debilita
el Sistema de Naciones Unidas, al que el agónico gobierno de Trump le ha
declarado la guerra.
Ya la Cancillería y el Ministerio Público desmontaron con
lujo de detalles el mamotreto de “informe” elaborado por mercenarios del
tecleo, corta y pega, y presentado con bombos y platillos por la derecha
mediática mundial. Pero debe saber la comunidad internacional, no la elitista
de dos letras: EEUU-UE; sino la verdadera, la que incluye a todos los alfabetos
de todas las naciones, desde el árabe al cirílico y del mandarín al devanagari,
que en Venezuela existe un amplio y dinámico movimiento ciudadano por los
Derechos Humanos. Muchas de las actuaciones de los organismos del Estado
encargadas de la vigilancia y sanción de las violaciones a las libertades y
garantías, se activan a partir de la acción preventiva y las denuncias de la
comunidad, que es el primer actor en rechazar prácticas abusivas de los cuerpos
de seguridad y la burocracia.
Este protagonismo popular fue el que enfrentó al grupo
policial que cometió asesinatos contra dos jóvenes comunicadores alternativos
en la petrolera ciudad de Cabimas del estado Zulia. La movilización fue
inmediata, sin dar margen de impunidad, encarados los responsables con
valentía, porque hay un pueblo que se sabe dueño del Derecho, más allá de la
conducta impropia de parcialidades o individualidades dentro del poder estatal.
Los asesinos están procesados. Y no hizo falta ninguna falsa mediación por ONG
facturada en Washington.
III
En materia de Derechos Humanos hay cuatro verdades que
son bandera de los pueblos que luchamos por una mejor humanidad, plena de
igualdad, libertades y justicia:
-
Ante la
acechanza permanente del imperialismo, el primer y más importante Derecho
Humano de la contemporaneidad es el derecho a tener Patria. Sin la existencia
del Estado Nacional, reinará el caos y la intromisión extranjera será la peor y
más cruel violación masiva de todos los derechos. La soberanía y la
autodeterminación de los pueblos es el terreno donde debe fructificar una
sociedad respetuosa de la vida y la dignidad de las personas.
-
El ejercicio
pleno, la universalidad, preeminencia, indivisibilidad e imprescriptibilidad de
los Derechos Humanos, no serán posibles en sociedades serviles a intereses del
capital transnacional y las armas del imperialismo; sólo los pueblos libres
pueden acceder en condiciones dignas a su emancipación económica, social y cultural.
-
Como ser
social por excelencia, la humanidad sólo alcanzará la utopía de los Derechos
Humanos cuando las condiciones colectivas de existencia garanticen nuevas
relaciones, en una sociedad que haga del trabajo solidario y la educación
liberadora sus pilares fundamentales.
-
No parece
ser el modelo estadounidense, supremacista, racista, discriminador,
guerrerista, arrogante, embrutecedor, y el de sus lacayos masacradores
uribistas, fanáticos bolsonaristas, arrastrados golpistas bolivianos y
traidores morenistas ecuatorianos, el que corresponda a la Declaración de 1948.
La Venezuela Bolivariana se reserva el derecho a definir y sostener su propio
modelo establecido en la insuperable Constitución de 1999.
Para concluir, hacemos un llamado respetuoso al
Secretario General de la ONU, señor Antonio Guterres, a quien conocimos durante
su magnífica gestión al frente de ACNUR, hombre de gran talante democrático,
culto y justo, a resarcir de inmediato a la República Bolivariana de Venezuela,
ordenando enmendar la grave afrenta que se nos ha causado con la publicación de
tan vil documento, carente de toda validez institucional, pero que está siendo
utilizado como inaceptable propaganda antivenezolana.
Yldefonso Finol
Economista e Historiador. DEA de la Universidad de
Salamanca en Historia Contemporánea de los Derechos Humanos. Experto en Derecho
Internacional de los Refugiados y Apatridia. Ex presidente de la Comisión
Nacional para los Refugiados. Delegado al Comité Ejecutivo del ACNUR 2010-2016.
Garante por Venezuela en la Mesa de Diálogos ELN-Gobierno de Colombia.
Ante el inminente fracaso por la utilización falseada del supuesto cartel de los soles y el narcotráfico como políticas de la Revolución Bolivariana, acuden a esta burda herramienta igualmente desprestigiada y destruida por ellos de derechos humanos, pero deben recordar los pueblos dignos que la soberanía he independencia no la regalan, ni permiten los poderes hegemónicos sin la clara conciencia de los pueblos dispuestos a luchar por alcanzarla, con la ONU o sin ella Venezuela tiene metas claras en su destino Bolivariano!
ResponderEliminarAnte el inminente fracaso por la utilización falseada del supuesto cartel de los soles y el narcotráfico como políticas de la Revolución Bolivariana, acuden a esta burda herramienta igualmente desprestigiada y destruida por ellos de derechos humanos, pero deben recordar los pueblos dignos que la soberanía he independencia no la regalan, ni permiten los poderes hegemónicos sin la clara conciencia de los pueblos dispuestos a luchar por alcanzarla, con la ONU o sin ella Venezuela tiene metas claras en su destino Bolivariano!
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