Pronunciamiento
del Cronista de Maracaibo
Argumentación Fundamental
para derogar el
oprobioso “Escudo de Maracaibo”
Sumario
El actual “escudo de Maracaibo” es una afrenta a la
dignidad patriótica del gentilicio venezolano, zuliano y maracaibero, por ser símbolo
colonialista del Imperio genocida que diezmó la población originaria, imponiendo,
a través de la guerra injusta, desigual y sorpresiva, prácticas atroces como la
esclavitud, la trata de personas, el racismo, el saqueo y el sojuzgamiento de
nuestras naciones.
Exordio
La importancia de los símbolos en los procesos
colonizadores -y por ende en las luchas de liberación-, no es un asunto
marginal; tan significativo es el plano de lo simbólico, que hoy, al asumir el
Alcalde y el Concejo Municipal de Maracaibo la tarea de sustituir un viejo
escudo de la época colonial, la derecha ideológica ha reaccionado con furia de
fiera herida lanzando todo tipo de descalificaciones y maledicencias, sin otros
argumentos que no sean las gastadas letanías del culto a la colonialidad y sus
vergonzosas reverencias a la supremacía eurocéntrica, patriarcal e
imperialista.
Por supuesto que se trata de una batalla, y no la
vamos a eludir. La lucha por esclarecer el espacio de la memoria histórica que
es esencial a la emancipación de los pueblos, tiene que vencer poderosos
obstáculos que van desde el estudio tenaz de las teorías y procesos históricos
concretos para la mejor comprensión del devenir social y sus espiritualidades,
hasta la confrontación con los sectores reaccionarios que pugnarán por sostener
el estatus quo colonial en el plano cultural y en las subjetividades
existenciales.
Revertir la versión de la Historia impuesta por los
invasores europeos, con todos sus mitos alienantes y su glosario de autoflagelación
colonialista, reiterada durante la República dependiente en la educación formal
y los ritos oficiales, no es cosa de amasar un par de arepas. Autocríticamente
debo decir que durante estos veinte años no se hizo esa labor. Se perdió un
tiempo precioso y la educación anduvo dando bandazos bajo el chantaje de
costumbres embrutecedoras. Es cierto que se han gritado consignas acuñando
fraseologías de moda, sobre todo si por venir de “pensadores” foráneos, producen
la sensación de “caché” intelectual; pero sin plena conciencia del cambio de
paradigma, porque sencillamente se ignora la tesis revolucionaria de la
Historia que desentierra verdades negadas.
La confrontación con la derecha ideológica pro
imperialista, que llora como viuda del colonialismo nuestro atrevimiento de
cuestionar su “pensamiento único”, será una lucha cruenta, porque nada es más
difícil que liberar la subjetividad de quienes se aferran a su esclavitud
espiritual. La ignorancia es una poderosa fuerza negativa, tan fuerte como es
el hábito de sometimiento a los dogmas impuestos por la invasión europea. Las
mentes colonizadas –hay que decirlo- son mayoría, y sólo se liberarán por la
educación bien concebida, la cultura compartida y la comunicación oportuna e
inteligente de la Verdad Histórica. Quienes salen en furibunda defensa de un
símbolo extraño que exalta el poder de un imperio extranjero al que se le debe
obediencia y subordinación, son los mismos que creen que fuimos “descubiertos”
por Colón y Alonso de Ojeda, “fundados” por Alfinger, y “civilizados” por los
invasores españoles.
Para estas mentes “súbditas”, Venezuela debería seguir
siendo una Capitanía General, y Maracaibo, la “noble y leal” provincia
realista, dominada por los cañones y falacias del imperialismo decadente. La
historia que nos enseñaron por siglos impuso el culto por lo colonial.
Conceptos como “descubrimiento”, “fundación”, “precolombino”, “día de la raza”,
entre otros, inundaron el universo sentipensante de generaciones que
sucumbieron mansamente a la ideología del poder eurocéntrico y anglosajón.
Colonialismo e imperialismo son eslabones de la misma cadena que impide la
liberación definitiva de nuestros pueblos.
En este marco se produce el actual debate abierto en
Maracaibo por el cambio de Escudo, un encontronazo simbólico en plena guerra
mutante de la derecha internacional contra el Proyecto Bolivariano en
Venezuela.
Las categorías históricas impuestas por el “vencedor”,
que luego fueron repetidas por el criollo alienado, se generalizaron a través
del sistema educativo y el discurso oficial. La sociedad burguesa dependiente
de los centros imperialistas, tiene como paradigma los valores mercantilistas
de un capitalismo espiritualmente decadente, pero que no se suicida y, muy al
contrario, se aferra a la posibilidad de hegemonía eterna. El racismo es sólo
la secuela dialéctica de la explotación del trabajo y el complejo de
superioridad de la “raza blanca”, falaz concepto que tanto daño ha causado a la
humanidad.
Mitos alienantes como el “descubrimiento”, encubren la
negación de la condición humana de los habitantes originarios del continente
americano, hecho que se explica por el interés colonial de apoderarse de sus
territorios y riquezas, en calidad de primer “poblador”. Este elemento es clave
en el proceder invasor, ya que la primera posesión es fuente fundamental del
derecho privado hispano.
Lo común ha sido pregonar el “descubrimiento” de todo
lo originario de Abya Yala, a partir de la mirada del europeo. Como si en estas
tierras y aguas no viviesen, desde tiempos inmemoriales, seres humanos
constituidos en sociedades de diverso grado de desarrollo económico y cultural,
igual que en cualquier otra parte del mundo.
La repetición durante siglos de falsas “fundaciones” y
“descubrimientos”, con sus representaciones mitológicas, se metieron de tal
manera en las conciencias, que hasta sectores “cultos” de las academias y las
ciencias, van rumiándolas mecánicamente sin plantearse si quiera
cuestionamientos elementales que lucen obvios.
Argumentos
políticos y culturales
Es un ardid acusar esta iniciativa como antiespañola. No
estamos renegando de los aportes de esa cultura a la formación del mestizaje
que compone nuestro ser nacional. No estamos
negándonos a hablar el castellano ni a tocar la guitarra. Estamos derogando
un símbolo de carácter político-militar que es antagónico a los principios de
nuestra gesta republicana y a la autodeterminación que hoy defendemos con
las uñas frente a los nuevos imperialismos.
Son evidentes los elementos colonialistas, eurocéntricos
y opresores en el “escudo” de Maracaibo:
-
El
“escudo” es emblema de las fuerzas enemigas de nuestra ancestralidad.
Representa la iconografía bélica europea triunfante sobre la resistencia añú en
el Lago Maracaibo; en la Historia Patria este “escudo” fue estandarte de los
gobernantes coloniales contra quienes se libró la Guerra de Independencia.
-
Este “escudo”
otorgado por el rey Felipe IV mediante Real Cédula del 20 de junio de 1634, junto
al primer mapa-plano elaborado por fray Juan de Esquivel el 19 de julio de
1639, confirman la tesis que he sostenido en mis investigaciones sobre “la
Infundada fundación de Maracaibo” por Ambrosio Alfinger en 1529.
-
El “escudo”,
odiosa e inexplicablemente en uso, es el premio de la monarquía al triunfo de
las armas invasoras, alcanzada con la captura de Nigale en junio de 1607 por el
hijo de Alonso Pacheco (invasor español que huyó derrotado por los añú en la
Primera Batalla Naval del Lago en noviembre de 1573), el Capitán Juan Pacheco
Maldonado; fue a partir de ese acto bélico, que España se apoderó de nuestra
patria lacustre, tras 108 años de resistencia desde la llegada de los primeros
invasores el 24 de agosto de 1499.
-
En el “escudo”,
el barco entre las columnas representa la definitiva posesión del Lago Maracaibo
por el Imperio Hispano. La inscripción “muy noble y leal” es una injuria a la República,
al sentimiento Patrio, al honor de la ciudadanía, y gravísima ofensa contra la
sangre derramada por las huestes patriotas que dieron su vida en las Batallas
de Sinamaica, Salina Rica, Juana de Ávila, Río Manglar, Los Puertos de
Altagracia, La Villa de Perijá, y la gloriosa Batalla de Maracaibo con su
magnífico combate naval del 24 de julio de 1823.
-
Se
sigue rindiendo pleitesía a los asesinos de los Caciques Tomaengüola,
Telinogaste, “Camiseto”, “Matagüelo” y Nigale, que al frente del pueblo añú de Paraute,
Toa, Zapara, Maracaibo, Moján, Misoa, resistieron la embestida del poderoso
Imperio.
-
Se enarbola
el “escudo” de los torturadores de las martirizadas heroínas Ana María Campos y
Domitila Flores.
-
El muy
ofensivo título de “noble y leal” presente en el actual “escudo”, fue otorgado
el 21 de marzo de 1813 por España en “reconocimiento” de que la provincia no se
plegó al movimiento independentista iniciado en 1810-1811; parece toda una
cínica provocación que haya individuos reivindicando alguna virtud perdida en
esa frase grotesca por obsoleta y vacua, que es sin duda una bofetada a los Libertadores que combatieron y
derrotaron la bota extranjera: esos entrañables y leales amigos que fueron Simón
Bolívar y Rafael Urdaneta.
En verdad no sé con qué argumentos se atreverán las
viudas del colonialismo a defender esa bazofia de “escudo”; cambiarlo es apenas
un acto de justicia tardío. No se trata de una medida arbitraria ni negadora de
los elementos culturales heredados, quienes esto arguyen, pretenden imponer una
coerción dogmática de la creatividad popular de la grey maracaibera, al querer
impedir que se genere una simbología acorde con la idiosincrasia libertaria e
igualitaria del colectivo maracaibero/zuliano/venezolano; chantajean a la
ciudadanía con la falacia de que ese “escudo” es un patrimonio cultural de
arraigo popular, cuando se trata –todo lo contrario- de una marca opresiva con
énfasis en el poderío militar del imperio y la supremacía de la única casta
social con plenos derechos, los llamados blancos peninsulares, que la Colonia
impuso para segregar a las personas por su color de piel, por su origen
humilde, incluso discriminando a los mantuanos, esos criollos españoles que no
tenían la “suerte” de haber nacido en España.
Es sencillamente descabellado pretender la perpetuidad
de unos símbolos coloniales que recuerdan un pasado oprobioso. La reacción
virulenta de la derecha ideológica está esencialmente ligada a su arremetida
antibolivariana a nivel local e internacional, por eso es nuestro deber,
derrotarla con argumentos contundentes e irrebatibles, los cuales hay que compartir
respetuosamente con nuestro pueblo, para que más nunca se repitan situaciones
tan absurdas como ésta de enmascarar los agravios a nuestra propia épica, con
camuflaje de proxenetas versallescos.
Inconstitucionalidad
de los símbolos coloniales
Este “escudo” es abiertamente inconstitucional. Toda su
concepción y sus inscripciones son negadores del legado constitucional de la
República. Su vigencia quedó derogada desde 1819, cuando el fundador
Constituyente en Angostura proclamó: “Nos el Pueblo de Venezuela, por la gracia
de Dios y por la Leyes de la Naturaleza, independiente, libre, soberano,
queriendo conservar estos dones inestimables, felizmente recobrados por
nuestro valor y constancia en resistir a la tiranía, y deseando promover
nuestra felicidad particular, y contribuir activamente a la del género humano,
decretamos y establecemos la siguiente Constitución Política, formada por
nuestros Representantes, Diputados al efecto por las Provincias de nuestro
territorio que se han libertado ya del despotismo Español”.
En primer lugar debemos rescatar y subrayar el Artículo
7º de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que establece
la supremacía constitucional como norma fundante de la República y la
obligatoriedad de su acatamiento para toda la ciudadanía y las instituciones.
Dice: “La Constitución es la norma suprema y el fundamento del ordenamiento
jurídico. Todas las personas y los órganos que ejercen el Poder Público están
sujetos a esta Constitución”.
Por tanto, la primera fuente de legalidad de cualquier
instrumento de valor jurídico en este país es la Constitución, primera en el
mundo con un aval popular refrendario cercano al 80% de la votación nacional.
Tanto las ordenanzas como quienes las legislan, están bajo mandato expreso de
la Carta Magna, cuyos principios y disposiciones rigen con prelación su
legitimidad y vigencia.
Existen una serie de premisas principistas en el Preámbulo
constitucional, síntesis de autoría colectiva de toda la Nación, que nos
ofrecen el perfil de los contenidos esenciales de la Patria, mismos que la
simbología colonialista del denominado “escudo de Maracaibo”, violan
flagrantemente:
-
“El Pueblo
de Venezuela, en ejercicio de sus poderes creadores”. No los de un dibujante de
la monarquía española o cualquier otra, cuyos trazos se nos quieren imponer
como sagrados y eternos.
-
“El
ejemplo histórico de nuestro Libertador Simón Bolívar”, cuya Doctrina tiene por
núcleo duro el anticolonialismo.
-
“El
heroísmo y sacrificio de nuestros antepasados aborígenes”, negado por esa “historia
oficial” pro colonial, racista, patriarcal, que inculcó en las masas el culto a
la dominación extranjera, justificando el genocidio de nuestros pueblos
originarios.
-
“Los
precursores y forjadores de una patria libre y soberana”, contra quienes se
blande irrespetuosamente un “escudo” del enemigo al que combatieron durante
tres lustros de Guerra Patria, estableciendo un nuevo orden geopolítico mundial
y suprimiendo el derecho colonial que algunos aún invocan.
-
“El
fin supremo de refundar la República para establecer una sociedad democrática,
participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural”; pero la derecha
ideológica no desea que lo multiétnico y pluricultural tenga acceso a la
democracia, menos a la participación y al protagonismo.
En el Capítulo X, De los deberes, en su Artículo 130º,
se establece que toda la ciudadanía de este país tiene el deber de:
-
“honrar
y defender a la patria, sus símbolos y valores culturales”…evidentemente los
símbolos de la Patria son aquellos que soberanamente nos hemos dado como
República, y no los impuestos por el oprobioso régimen colonial que subyugó a
nuestras naciones por tres siglos y ante el cual se levantaron en armas las
huestes patriotas de 1821 y 1823 en Maracaibo, cruelmente reprimidos por los
realistas, a los que hubo que responder con la guerra y la victoria que tanta sangre
costó.
-
“resguardar
y proteger la soberanía, la nacionalidad, la integridad territorial, la
autodeterminación y los intereses de la Nación”. El “escudo” en cuestión es
negador de todo el texto constitucional, al exaltar el dominio de un poder
extranjero y la imposibilidad de la provincia de sumarse a la insurrección
emancipadora de 1810-1811 por la exagerada presencia militar realista en
Maracaibo.
La condición anticolonial, antiimperialista e
igualitaria de Venezuela, quedó muy claramente definida en el Artículo 1º constitucional
de 1999, que establece: “La República Bolivariana de Venezuela es
irrevocablemente libre e independiente y fundamenta su patrimonio moral y sus
valores de libertad, igualdad, justicia y paz internacional en la doctrina de
Simón Bolívar, el Libertador. Son derechos irrenunciables de la Nación la
independencia…”.
¿Cómo se pueden mantener “vigentes” los símbolos
coloniales extranjeros que contradicen en lo más medular la existencia misma de
la República?
Los únicos símbolos válidos en este país son aquellos
que se acojan a los principios constitucionales, tal como quedó explícito en el
Artículo 8º de la Carta Magna, el cual no deja ranura por donde se pueda colar
un gazapo colonialista: “La bandera nacional con los colores amarillo, azul y
rojo; el himno nacional Gloria al bravo pueblo y el escudo de armas de la
República son los símbolos de la patria”.
Por ningún lado aparece en nuestra arquitectura
constitucional que un clavo de los Borbones ni un ladrillo de los Austrias,
formen parte de la iconografía soberana de la República.
¿Se preguntarán los defensores del “escudo” de
Francisco Tomás Morales y Ángel Laborde, por qué el Constituyente de 1999 elevó
a la categoría de símbolos patrios sólo a creaciones artísticas representativas
del Ejército Libertador, y no las que enarbolaron las fuerzas colonialistas?
Bolívar, Sucre, Urdaneta, Manrique, Padilla, Las Heras,
Delgado, Urribarrí, Andrade, no juraron otra bandera que la tricolor de
Miranda; ellos cantaron Gloria al Bravo Pueblo y portaron muy altivos los
estandartes de la República, que mártires como Girardot y Negro Primero no
arriaron ni cuando sus venerables cuerpos cayeron exánimes.
Si la CRBV no fue tan específica en derogar todo
vestigio de la simbología político-militar colonialista (lo que parece ser un
vacío a la luz de la realidad actual), sin embargo, el Artículo 21º en su
numeral 4, rechaza toda figura similar al deplorable inciso “muy noble y leal”,
al sentenciar que “no se reconocen títulos nobiliarios ni distinciones
hereditarias”. Indistintamente de que el rey en cuestión no tuviese cualidades
morales para distinguir a nadie de “noble y leal”, la petición que provocó el
otorgamiento real, vino de quienes en los inicios de la Gesta Independentista,
precisamente, se pusieron del lado de la opresión colonial.
Y digo más, ese “escudo” ni siquiera encajaba en el
modelo constitucional de 1961 vigente al momento de aprobarse la resurrección
de la momia heráldica, ya que aquella Constitución declaraba “el propósito de
mantener la independencia…respeto de las soberanías, la autodeterminación de
los pueblos…repudio de la guerra, de la conquista” ¡Y vaya que ese “escudo de
armas” es un símbolo de guerra y de conquista!
Por algo acuñé en alguno de mis artículos y discursos a
finales de los noventa, durante las luchas por la convocatoria a una Asamblea
Nacional Constituyente, que la Constitución nacida del Pacto de Punto Fijo se
había convertido en un “cementerio de buenas intenciones”.
Conociendo el contenido del Artículo 5º del anterior
esquema constitucional, relativo a los símbolos, los ediles de entonces debían
deducir que por extensión los símbolos de cualquier entidad político
territorial de la República debían concebirse a partir de la Independencia, y
que por ende, los emblemas coloniales quedaron derogados de hecho y de derecho
las primeras décadas del siglo XIX.
También debo expresar que los significados
contemporáneos de esa simbología colonial son contrarios a los principios y propósitos
de la Carta de Naciones Unidas y demás instrumentos internacionales reconocidos
por la República Bolivariana de Venezuela, como el Comité por la
Descolonización que se instauró desde 1961 y la Doctrina desarrollada por la
UNESCO en derechos culturales de los pueblos que luchan por la descolonización.
Ideas para
los nuevos símbolos
Por último, al reiterar el contenido de mi Carta
Abierta al Concejo Municipal del 16 de enero del año en curso, expresar mi
apoyo al llamado hecho por el ciudadano Alcalde el 8 de septiembre, y a la
sesión de Cámara del pasado viernes 11 de los corrientes, quiero aportar
algunas ideas para las pautas del nuevo Escudo y demás símbolos de la ciudad:
Un nuevo escudo de Maracaibo debería tomar en cuenta:
-
al
pueblo originario añú en la figura del Cacique Nigale,
-
la
gesta de Independencia en la figura de Rafael Urdaneta,
-
el
significado de Maracaibo que este Cronista descifró como TINAJA DEL SOL a
partir de la etimología del añún nukú, idioma original de la región lacustre,
-
el
paisaje acuático con sus manglares,
-
la
gaita como expresión más genuina de nuestra cultura popular,
-
las
fechas Noviembre de 1573 de la Primera Batalla Naval de Maracaibo y/o 23/06/1607
como referencias de la resistencia indígena; el 28/01/1821 por la adhesión a la
Independencia; el 24/10/1788 Natalicio de Urdaneta; o la del 24 de julio de
1823.
-
El
verso de Baralt que define a Maracaibo: “Tierra del Sol Amada”.
La convocatoria pública a participar del debate de
estos asuntos y a proponer posibles diseños va en consonancia con el espíritu
democrático y reivindicador de esta iniciativa ciudadana para rescatar la
verdadera memoria histórica del gentilicio maracaibero.
Yldefonso
Finol
Cronista
de Maracaibo
15 de
septiembre de 2020
AL RESCATE DE LA VERDADERA HISTORIA, NO LA QUE CUENTAN LOS VENCEDORES... FELICITACIONES CAMARADA, POR SU CAMPAÑA EN LA CONQUISTA DE LA VERDAD.
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