2022: El Ciclo Bicentenario de la Patria sigue…
El Ciclo Bicentenario de la Patria visualizado por
Hugo Chávez a comienzos del present6e siglo, no concluyó el 24 de junio de 2021
con el Bicentenario de la Batalla de Carabobo.
En el parte de guerra Bolívar afirma que aquella “espléndida
victoria” confirmó “el nacimiento político de la República”, y ello es
totalmente cierto, no queremos contradecir en ningún caso al Libertador; sí
planteamos debatir esa creación historiográfica que sembró en el subconsciente
del colectivo nacional la creencia de que ese día se terminó la guerra: “selló
nuestra Independencia” o “sello la Independencia de Venezuela”, se suele
repetir.
Sellar tiene implícito el finiquito de un suceso:
ponerle el sello a una carta o documento implica que está terminado y
confirmado. Por eso El Libertador –tan celoso sabedor de las intrincadas rutas
del idioma- no usó ese verbo, prefirió hablar de “nacimiento”, es decir,
comienzo.
Tan claro estaba de esa frágil gestación, que en su camino
de regreso desde el campo de Carabobo (luego de su breve visita a Caracas),
toda su preocupación estaba centrada en el movimiento de tropas para sitiar el
reducto fortificado de Puerto Cabello (tarea asignada a Páez fundamentalmente),
y el control de la región coriana donde se hacía sentir –a veces con
virulencia- la presencia realista como fuerza acechante, tan amenazadora de la
estabilidad alcanzada, que el mismo Bolívar quiso ir personalmente con dos mil
efectivos a ponerle coto al perturbador foco enemigo.
Hay una docena de cartas que demuestran esa (pre) ocupación,
emitidas durante el viaje desde Carora a Maracaibo, con zigzagueo hacia El Tocuyo
y Trujillo incluidos.
Simultáneamente, tocaba atender la situación de
Cartagena (con Montilla comandando la región costera neogranadina), el plan de
marchar sobre Panamá (asignado en un
primer momento a Urdaneta, pero que no hizo falta por la adhesión del istmo a
la República), y la estratégica Campaña del Sur, que implicaba terminar de
liberar desde Pasto hasta el Pacífico colombiano y avanzar sobre Quito, tal
como se fue ejecutando exitosamente los primeros meses de 1822 con las Batallas
de Bomboná (7 de abril) y Pichincha (24 de mayo).
En tierra venezolana, el enemigo se envalentona con su
nuevo Capitán General el sanguinario Francisco Tomás Morales, genocida
consagrado desde los tiempos del terrorífico Boves, a quien secundaba. Morales
logró en 1822 aquello que Bolívar quiso evitar con tanta insistencia entre
julio y agosto de 1821: la reconquista de Coro por los realistas.
Empoderado con Puerto Cabello y La Vela, por donde
recibían importantes apoyos desde Cuba y Puerto Rico, Morales se lanza con pasos
agigantados sobre la costa oriental del lago Maracaibo y monta su Cuartel
General en los Puertos de Altagracia. Desde allí diseña una estrategia
envolvente sobre la ciudad capital, que incluye dos ataques simultáneos el 24
de abril: uno por el río Manglar (actual Cañada Morillo, cercano a la sede los
poderes públicos), y por los bajos de La Hoyada (aproximadamente donde se
encuentra hoy la Plaza del Buen Maestro).
Para contener a los que invadieron por el noreste que
se habían atrincherado en el hato Juana de Ávila, el General De Clemente envió
al Batallón Maracaibo comandado por José Rafael de las Heras, héroe de origen
cubano que había hecho grandes méritos como auxiliar de Urdaneta en la toma de
Maracaibo del 28 de enero de 1821, siendo jefe del Batallón Tiradores, y en Carabobo,
siempre formando parte de la División de Urdaneta, donde El Libertador lo
premia con el honorífico elogio de “benemérito”.
Las Heras murió en ese combate de Juana de Ávila, por
una estrepitosa caída de su caballo en una trinchera que lo lanzó por los aires
a estrellar su cuerpo contra una enorme piedra colocada como defensa por el
enemigo. También cayeron heroicamente en esa dura refriega el capitán Silvestre
Ochoa y el teniente José María Guevara.
La tropa patriota, en vez de amilanarse por la pérdida
de sus jefes, dirigidos ahora por soldados experimentados como Manuel León, los
hermanos Carlos, Bruno y Fermín Mas y Rubí, otros como Paredes, cuyos nombres nadie
recuerda, lograron la victoria en el ensangrentado terreno, digno de todos los
homenajes.
El Intendente del Zulia, General Lino de Clemente, que
había salido a enfrentar el contingente que atracó por la Cañada del Manglar,
poniéndolo en fuga por la vieja vía a Perijá -donde dejaron rastros de sus
desmanes hasta ejecutar el saqueo de la Villa del Rosario- los alcanzó y obligó
a rendirse, enterados los realistas de la derrota sufrida en Juana de Ávila.
Ofreciéndoles una capitulación generosa, inspirada en
el espíritu de regularización de la guerra que ya era doctrina de las fuerzas
bolivarianas, los envió fuera del país.
Pero el mañoso Morales siguió con sus tretas enviando
la flota a su orden por la Guajira, simulando la intención de un ataque a
Maracaibo entrando por el Golfo de Venezuela. La realidad era que se echarían a
caminar desde Cojoro, y cuando las autoridades republicanas se percataron de la
presencia enemiga, ya éstos tenían sus primeras avanzadas en Sinamaica. Allí hubo
combates, y en el caño de los Monitos se repelió un piquete realista, y hubo
batalla en Puerto Guerrero a orillas del río Limón, que las crónicas de la
época aún llamaban Socuy o Sucuy; y siguieron los combates en el Moján, donde
los de Morales tomaron a la fuerza las canoas de los pobladores originarios, para
ir moviendo sus piezas de artillería hacia Maracaibo…hasta ponerse con ventaja
en la estratégica Salina Rica, allí mismito a la entrada norte de Maracaibo,
haciendo irreversible la toma de la ciudad por el vengativo español.
Por eso he insistido en la tesis que el Ciclo
Bicentenario de la Patria no terminó el 24 de junio de 2021. Mucha sangre
heroica tuvo que verterse aún en los suelos y aguas de la Patria para verse
liberada del yugo imperial español.
Esa sangre sagrada clama por justicia en la memoria
histórica de nuestro pueblo. Los nombres de la mujer heroína y mártir de la
revolución independentista que el genocida Morales hizo derramar con saña en
las personas de Mercedes Alaña, Domitila Flores, Ana María Campos. Estas efemérides
son de todo nuestro pueblo bolivariano, en recordación sentida de esos valientes
anónimos vilmente asesinados, como los oficiales Garcés, Loret, Ocando, Acosta,
pasados a cuchillo sin mediar ni honor ni ética militar.
La Patria sigue en deuda injustificada. ¡Que brille en
los colegios la épica incomparable del patriotismo venezolano! No es sólo el
evento protocolar, ni siquiera el merecidísimo monumento aún inexistente;
requerimos con urgencia la re-enseñanza de nuestra Historia; la revalorización
de nuestra ancestralidad, nuestras raíces existenciales.
La Historia está constituida por procesos. No es lo
episódico, lo anecdótico, lo espectacular de una acción, lo que se hace
historia. Tampoco se trata de la suma de hechos. Morales retomó Maracaibo y la
convirtió en sede de la Capitanía General, avanzó hasta Mérida y –habiendo reunido
un ejército de cuatro mil efectivos- casi se abalanza sobre el resto del Ande
colombiano, si no viene el General en Jefe Rafael Urdaneta –Comandante de
Cundinamarca- a frenarlo en Cúcuta. El español se repliega a Maracaibo
convertido en reducto de la decadente España imperial.
Las luchas continuaron hasta el 24 de julio de 1823
(Bicentenario a la vista…), cuando expulsamos -por fin- al último gobernador
extranjero de nuestra Patria “en la épica batalla de Manrique y Padilla” y todo
el pueblo pescador orillero y gaitero del Zulia (Por cierto, mismo pueblo que
enfrentó y dio de baja al primer gobernador enviado por el Imperio
Hispano-Germánico, el efímero Ambrosio Alfinger, abatido por una flecha del
pueblo barí en la región del Sur del Lago Maracaibo un maravilloso 31 de mayo
de 1533).
Seguimos de Bicentenarios: ¡alzados contra toda forma
de opresión imperialista!
Yldefonso Finol
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