MANUEL MANRIQUE: HÉROE DE LA PATRIA, JEFE
DE LA LIBERACIÓN DEL ZULIA EN TIEMPOS DE LA BATALLA NAVAL DEL LAGO MARACAIBO
Por Yldefonso Finol
Un
fondo grande de levedad y de indolencia en el carácter nacional y mucha dosis
de ingratitud, hizo que pasados los primeros instantes de alborozo, se
olvidaron los triunfos, los triunfadores y los monumentos. Acaso nuestros
hijos, más felices y virtuosos, satisfarán la deuda de la patria, honrando las
cenizas y la memoria de sus héroes. (Rafael María Baralt)
El 16
de junio de 1823 Manuel Manrique tomó Maracaibo y destruyó la defensa artillada
de los realistas en el puerto, además de vaciarles todos sus bastimentos. Ese día
comenzó a gestarse la victoria del 24 de julio siguiente en las aguas del Lago.
Manrique
es un Prócer de la Independencia que ha sido maltratado injustamente, marginado,
olvidado. Murió joven en Maracaibo poco tiempo después de la Batalla Naval,
siendo el Intendente y Comandante General del Departamento Zulia desde enero de
1823. El desdén vergonzoso de las elites ilustradas, la clase política y la
historiografía con este héroe nacional, rayan en una cínica forma de traición a
lo más puro de nuestra Gesta Emancipadora.
Manuel
Manrique comenzó su militancia revolucionaria a la precoz edad de 16 años,
durante los sucesos independentistas de 1810, y de inmediato se enfiló en el
ejército sirviendo bajo las órdenes del Brigadier Francisco Rodríguez del Toro.
Entre
1811 y 1812 luchó en las campañas al mando del Generalísimo Francisco de
Miranda, y al caer la República se replegó junto a otros combatientes a
continuar la lucha con tácticas de guerrilla en las extensas sabanas de aquella
Venezuela rural.
En
1813 acude presuroso a unirse a Simón Bolívar en plena Campaña Admirable;
combate en Bárbula, Trincheras y Araure; estuvo el 25 de mayo de 1814 en la
primera Batalla de Carabobo, y formó parte de la retirada estratégica que
dirigió Rafael Urdaneta hacia la Nueva Granada, cultivándose entre ambos jefes
patriotas perdurable admiración y amistad.
Reunidos
de nuevo con Bolívar, triunfan en la pacificación de Cundinamarca, y vive la
situación que llevó al Libertador a irse para Jamaica, por la insubordinación
de los jefes de Cartagena, que a fines de año (1815) cae en manos de las
fuerzas realistas de Morillo. Manrique se va a los Llanos.
Al
Casanare fueron a reagruparse los independentistas venezolanos y granadinos,
que luego se integrarían al ejército en Apure que comandaba José Antonio Páez.
Participa en las contiendas de El Yagual y Achaguas en octubre de 1816, y al
enterarse de la presencia de Bolívar en las costas orientales, solicita
autorización de sus superiores inmediatos para ir a unírsele al Libertador en
Barcelona.
Entra
en Guayana con Bolívar y el 20 de mayo de 1817, recién cumplidos sus 24 años,
es ascendido a Coronel (vivo y efectivo como se decía en la jerga castrense de
la época).
Habiendo
sido designado Jefe del Estado Mayor de la Provincia de Guayana en noviembre de
1817, marcha el año siguiente con la división del General José Tadeo Monagas a
la Campaña del Centro. En 1819 continúa destacándose, ahora como miembro del
Estado Mayor General en las Campañas de Apure y Nueva Granada. En la Campaña de
Carabobo en 1821 actúa como comandante de la Primera Brigada de la Guardia.
Triunfantes
las gloriosas armas de la patria, Manrique es enviado a dar combate a las
fuerzas realistas de José Pereira que tratan de atrincherarse en Carayaca, y el
11 de agosto lidera el sitio contra Puerto Cabello. Le nombraron diputado
suplente al Congreso de Colombia, sin poder asistir por sus tareas militares
que no cesaban ante la insistencia del enemigo de quebrantar la gloria
conquistada en Carabobo.
Es en
esa coyuntura que Manuel Manrique es designado para el cargo de Intendente y
Comandante General del Zulia el 29 de enero de 1823, departamento instituido en
1821 que abarcaba un amplio escenario con sede en Maracaibo, donde dirige las
operaciones contra el ejército realista de Francisco Tomás Morales, cuya frase
favorita para intimidar a los patriotas era: “El Lago de Maracaibo será el panteón
de la flota colombiana”.
Morales,
que venía resentido por los reveses infringidos a su estirpe, llega a Los
Puertos de Altagracia en abril de 1822. La herida prepotencia del hispano se
descarga en atrocidades contra la población criolla a la que aborrece.
Particular saña vierte el opresor contra la mujer maracaibera. Fusilan a
Domitila Flores como para anunciar el terror a que están dispuestos si el
pueblo sigue el empeño independentista. Luego somete al escarnio público, bajo
torturas cruelísimas, a la joven valiente Ana María Campos: que un altar
debería recordarle a las nuevas generaciones la heroicidad de la mujer zuliana
contra toda forma de opresión.
Manrique
-junto a las fuerzas de Montilla enviadas por el oeste- no sólo asedió a
Morales en tierra, obligándolo prácticamente a replegarse a Maracaibo y su
puerto, sino que en un alarde de versatilidad combativa, subió parte de sus
tropas a las naves republicanas, de manera que se garantizase la derrota
definitiva del enemigo en espectacular batalla acuática, que inmortalizó su
nombre y el de José Padilla. Lamentablemente este último tiró por la borda sus
logros entregándose a la insubordinación, el divisionismo y la traición, al
complotarse con los asesinos que intentaron el magnicidio contra Bolívar en
septiembre de 1828.
La
retoma de la plaza Maracaibo ocupada por los realistas, significó un intenso
operativo militar de gran movilidad, con el Lago como pista que vio cruzar de
un extremo a otro las embarcaciones de todos los tamaños con tropas de los
bandos en pugna. Manrique se mueve desde Moporo, Tomoporo y el cantón de
Gibraltar a Maracaibo; Morales de Maracaibo a Los Puertos de Altagracia, al
Moján y a la fortaleza de San Carlos; Padilla maniobra la flota según los
movimientos enemigos, de manera que los marullos son líneas de una inmensa
tabla de ajedrez.
El 16
de junio Manrique comanda una feroz batalla en tierra para recuperar la ciudad,
y ya el 19 debe replegarse a la otra orilla por la incursión de Morales con una
fuerza de 1.800 efectivos y poderosos pertrechos. Pero esa acción heroica dio
un golpe certero a la dotación militar enemiga, engrosando los recursos de que
carecían nuestros barcos.
Honor y
Gloria al Patriota Manuel Manrique.
Yldefonso
Finol
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