viernes, 10 de julio de 2020


Dejen “respirar” a Venezuela: ensañamiento “humanitario” para asfixiar al pueblo bolivariano
La imagen del afrodescendiente estadounidense George Floyd casi desnucado y al fin ahogado por el policía Derek Chauvin, me suena similar al ensañamiento con que el gobierno de Estados Unidos y sus satélites de la Unión Europea y el Cartel de Lima, han pretendido estrangular a la República Bolivariana de Venezuela.
Tal como actúa el covid-19, los agentes invasores han intentado solidificar un flujo de actos encaminados a asfixiar al país, aplicando un complejo menú de ataques:
-       Financiero: retención de oro y otros activos, congelamiento de cuentas internacionales, despojo de bienes, amenazas contra potenciales socios
-       Diplomático: persecución implacable en foros multilaterales e instancias del sistema interamericano y de Naciones Unidas
-       Terrorista: organización, entrenamiento y promoción de grupos mercenarios
-       Político: mantenimiento de una oposición extraterritorial encargada de gestionar todos los ataques desde el exterior con sus cómplices internos
-       Territorial: avanzada de Guyana como agente imperialista al servicio de Exxon Móvil, sucesivas provocaciones en la frontera con Colombia, y presencia en nuestras cercanías caribeñas de la flota de guerra gringa
-       Judicial:  activar la vía CIJ para el caso Esequibo en plena pandemia es sin duda el colmo de la agresión totalizante, junto a otros litigios donde Venezuela ha sido afectada en su derecho al debido proceso y sus intereses económicos
-       Biológico: evidente infiltración de personas contagiadas con el covid-19 por las fronteras, especialmente de Colombia
Por muchas generaciones se sabrá de los efectos de estas agresiones, y en cada ciudad de Venezuela debe erigirse un memorial que recuerde este tiempo aciago en que los imperialismos fácticos e informales intentaron doblegar nuestra voluntad para recolonizarnos y esclavizarnos.
II
La conducta extremadamente egoísta de un puñado de opositores, muchos de los cuales están residenciados en el exterior y poseen dobles nacionalidades por ser –en su mayoría- nietos o hijos de inmigrantes europeos, raya en el terrorismo político, toda vez que han sido los principales promotores de las agresiones ilegales (mal llamadas “sanciones”) contra nuestro pueblo. Esta elite con ambiciones patológicas por el poder, padece de un supremacismo racial, al considerarse “elegida” para dirigir al país, partiendo de la premisa racista y clasista de que el venezolano común, el criollo mestizo, zambo o indígena, la clase trabajadora y campesina, no son aptos para gobernar. Esa es la verdad de fondo en el comportamiento de estos opositores que actúan contra nuestro país como si de invasores o colonizadores se tratara. Guaidó es para ellos un muñeco de trapo, una construcción de imagen fallida y atroz.
No deja de sorprendernos el cúmulo de malos deseos que esta gentuza pregona contra Venezuela: que caigan los precios petroleros es para ellos motivo de celebración; que ocurran accidentes en nuestra industria refinadora los entusiasma; que la hiperinflación devore con furia el salario es lo mejor para ellos; que nos quedemos sin gasolina ni electricidad es el menos nocivo de los maleficios invocados; todos los días rezan para que el coronavirus se desate en Venezuela y llegue a los niveles de Colombia, Chile o Perú.
Esta facción de pésimos individuos, delincuentes encopetados, se han robado las donaciones internacionales para fines “humanitarios”, más los aportes desestabilizadores que gringos y europeos les han entregado a manos llenas. Son cleptómanos arcaicos innatos. Tienen sangre de piratas. Los mismos que saqueaban nuestras ciudades-puertos en el siglo XVII, nos arrebataron el territorio Esequibo y recientemente se han apropiado de oro y empresas venezolanas.
III
Estas agresiones constituyen delitos de lesa humanidad. Han causado incalculables daños a la población, especialmente a los sectores socialmente más vulnerables que son los más beneficiados con las políticas públicas tendentes a mitigar la pobreza.
Ahora se prepara la batería pesada de la transnacional antibolivariana para desconocer el proceso eleccionario que legítimamente realizaremos en diciembre con base en la temporalidad y alternancia establecidas en la Constitución Nacional. Ningún poder extranjero tiene el más mínimo derecho a meter sus narices en nuestros asuntos.
El edificio constitucional que garantiza la vigencia de la Carta Magna, la perpetuidad de la República, la soberanía popular y la preeminencia de los Derechos Humanos, también prevé las vías para impedir el vacío institucional, teniendo siempre por dogmas irrenunciables la autodeterminación, la independencia e integridad territorial.
En ausencia del quorum obligatorio para que el Poder Legislativo designara el rectorado colegiado del Poder Electoral, entra en auxilio de la institucionalidad el Poder Judicial en su máxima instancia, supliendo el insalvable impedimento matemático del mecanismo parlamentario. Tenemos CNE. Y habrá elección de la representación popular a la Asamblea Nacional.
¿Dónde irá a parar la historieta del “gobierno transitorio” pretendidamente indefinido y renovable?
El imperialismo y sus tenebrosas marionetas cacarearán como gallinetas, y hasta pueda que intenten alguna locura en su desesperación por nuestro estoicismo republicano; pero lo que no lograrán nunca es quitarnos la dignidad bolivariana, esa fuerza irreductible que nos empuja a realizar proezas históricas como amasar arepas.
Yldefonso Finol
Economista e Historiador Bolivariano
Cronista de Maracaibo

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