Patria
Buenos días Patria. Mil bendiciones y bonanzas te deseo con todo mi
corazón que te ama infinitamente. Tomemos un café, ese ósculo mañanero que es
el verdadero despertador del espíritu nacional. Inhalemos hondo su aroma de
semillas aéreas tostadas al sol con leñas del tiempo. Definitivamente somos una
familia madrugadora. Nos gusta ver el amanecer con su música andariega de
oficios y escuelas. El mundo sabe que a esa hora temprana se amasan en
Venezuela las arepas del maíz del que nos hizo la Madre Tierra. Es que nos
alimentamos de la propia energía que nos dio a luz. Feliz día Matria. Exitosa
jornada tenga tu gente labradora y jornalera, el pueblo pescador, el
campesinado que nos alimenta con sus sudores, el magisterio que orienta nuestra
infancia y juventud; la sabiduría colme nuestras reflexiones y guíe las
decisiones que debemos asumir.
Te formaron de un mosaico tan especial que no quedó paisaje sin entrar
en la antología de bellezas con que te dotó la naturaleza. Un ropaje de hermosuras
guarda tu más grande tesoro: tu historia. Mucha sangre regando cada empeño por
doblegarnos, cada victoria de nuestra dignidad sobre los empellones. Éramos un
ecosistema de naciones originarias andando por sabanas, navegando ríos,
abriendo rutas en el mar, caminando montañas empinadas. Derrotaron a nuestras
ancestralidades los imperios extraños que impusieron modos y creencias. Nos quitaron
el nos. Se enseñorearon de lo común, y lo trocaron suyo, matando toda
hermandad. Se amalgamaron nuevas estirpes siempre subyugadas por la rancia
catadura de los dogmas opresores. Esclavizaron al otro, negaron al resto, con
cruces y coronas quisieron eternizar el falso privilegio del poder divino.
Entre los riachuelos chispeantes, en los asolados cañaverales, en las
estancias pastoriles, entre los talleres artesanales, con libros clandestinos,
con sueños irredentos, con visiones progresivas, con ansias de redención, con
rabia al señorío, con fastidio de cadenas, sin miedos a mitos caducos, sin
reverencias absurdas, sin aprehensiones al albedrío, sin el peso de la sumisión
en el alma: así nacimos para la libertad.
II
Patria amada:
Yo te llamo Patria como a todo lo que amo: con una bandera de sol te
calmo el frío y te beso; con una bandera de mar te abrazo y te protejo en mi
vientre; con una bandera de sangre me entrego sin restricciones.
Yo te llamo Patria y escondo tu nombre para que no te vean los peligros.
Y expongo mi pecho y carnes ante el dolor que te apunta y te adoro con mi amor
perseguido, en la irregularidad de las estrellas del océano, en la tempestad
que ardiendo deja plumas, hojas y arena regadas por toda la intimidad de tu
cuerpo hambriento. Como la soledad que duele dentro de la soledad. Te llamo
Patria para dejar constancia sembrada de mi muerte cuando me alejo.
III
Quienes te engendraron del abismo infinito, del vacío y la nada, quienes
desde el río anónimo y la infinitud del agua pródiga, del camino de arenas
innombrables, del silencio inasible y la perturbadora desmemoria que nos
carcomía las raíces…nos legaron una bandera para alzarla hacia los cielos, un
himno que cantamos como coros huracanados, una primavera que perfuma los aires
con cacaos irrepetibles y frutales multicolores.
Esta Patria de selvas es un manantial de lumbreras de la palabra. La poesía
brota espontánea como el mene que fluye de tus entrañas sagradas. La canción va
a los balcones por amor y al campo de batalla por amor también. Nuestros héroes
fueron poetas con armas amantes de justicia. Su inspiración contagió de
libertad a media humanidad. Llegó la pluma enamorada de Bolívar al vértice del
infinito, delirando de gloria frente al macizo de los Incas, cuando la espada
de Sucre emergió filosa desde el Caribe mar entonando galerones por el
nacimiento de un mundo emancipado.
El mundo que soñaron entre valses del Orinoco y que a paso de joropo
fueron tejiendo pueblo a pueblo hasta el Potosí. Esa Venezuela fue liberando
patrias tres siglos secuestradas, con tropas de alpargatas, que volvieron pobres
a sus conucos a criar más sueños.
IV
Patria Mía: desde que supe del duelo prematuro de tu aliento no he hecho
otra cosa que cavar con mis dedos la honda historia de los gusanos, dar muerte
con mis labios a la conquista, matar a fuerza de arrullos las torturas, destruir
con mi entrega las murallas, las sórdidas paredes que limitan mi llegada a tu
sonrisa.
V
Llueven
por mi país cielos de historia. Mi país es un manantial de gestas que cantan
los caídos. Todas las aves insurgentes hacen la luz de fuegos ancestrales. Un
corazón azul es el sol entre las mieles. Derramándose generosa la tinaja del
alba nos hidrata. Llegó un tiempo para los caminos que nacieron del paso de
Bolívar. Por eso mi país es ahora más ancho que el océano.
Llueven
por mi país chispazos de alegría. La humilde mujer que lavaba ropa ajena se ha
operado de la vista en quirófano de lujo. Cuando le quitaron la venda de los
ojos se alfabetizó y se hizo socialista. Esa lluvia no ha parado de cantar
redenciones. Ni la espada de Bolívar se cansa de germinar. Llueven por mi país
celos de historia. Mi país es un ojo de agua inmenso con alas que iluminan. Hay
centauros y sirenas cantando en los caminos. Maíz jugoso de justicia que vive
en la utopía. Y la hermandad brotando en flores de mi pecho.
VI
Te
acechan los engendros del pasado que ya derrotamos cientos de veces. Viejos imperios
piráticos pretenden arrancarnos la paz a dentelladas. Ambicionan nuestra fiesta
de abrazos. Envidian nuestras alegrías. Saqueadores de siempre se ensañan
contra nuestras esperanzas. La traición nos persigue sin piedad. No demos
tregua al que se humilla ante el invasor. No descuidemos ni la sombra de los
andantes. Ningún maleficio rozará tu piel acorazada de besos juveniles. Ninguna
maledicencia silenciará la ópera de gaitas y sones que ensaya sin cesar el
ejército que con cuatros y maracas vence las bestias.
VII
Patria
Es
un sentir profundo que conmueve intuiciones y recuerdos, cimientos
inmensurables de nuestro ser. Se vive íntimamente, en la médula y el alma,
aunque refleja nuestra pertenencia a un colectivo sin el que no nos explicamos
la existencia. El sentimiento puede parecer difuso, pero adquiere nitidez en
simbologías que retratan nuestra vida en un segundo. La Patria es un acumulado
de amor en un espacio-tiempo. Es la quintaescencia sentipensante del alma que
se desborda de emoción en nuestra finita existencia, en la certidumbre de que
en esa galaxia afectiva viviremos eternamente.
VIII
Buenas
noches Patria adorada. Estaré en vigilia por tu salud y libertad. Al amanecer
te daré de nuevo mi amor y mis buenos augurios por los siglos de grandeza que
te esperan.
Yldefonso Finol
Maracaibo,
5 de julio de 2020
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