viernes, 3 de julio de 2020


Rafael María Baralt: una pasión existencial por el idioma, las ideas, y la historia
A 210 años de su Natalicio (03-07-2020)

Hablar de Baralt en la cotidianidad maracaibera es mantener vivo un mito que nos define como gente amante de las letras. En la versificación popular, cantada en gaitas y algún que otro género musical relegado, la palabra Baralt rima con frases hechas al estilo “lago de cristal”. Quizás algunas generaciones anteriores supieron más del rapsoda que cual deidad de las musas aludimos con el sonoro apellido: Baralt. En la ciudad natal, una escultura y una plaza siempre soñando rehacerse lo recuerdan. Pocas voces autorizadas disciernen sobre su obra. El teatro principal espera verlo asistir a la puesta en escena de su apoteósico retorno al debate de ideas, el placer de la poesía y la hechura de la historia. 
Como persona brillante, por su inteligencia y erudición, fue ocupado en tareas extraordinarias, por las que se le pagó mal, como suele suceder en nuestras inestables páginas públicas. También por sobresalir al montón, las envidias no ahorraron dardos contra su víctima notable.
Habiendo escrito la primera Historia de Venezuela (una vez constituida en república), y ayudado al Coronel Agustín Codazzi en la redacción y estilo de la Geografía, los personajes que colmaban la política nacional no le depararon felicitación, sino subrepticios reproches; no dejó de expresarse la impronta del antibolivarianismo que no le perdonó haber reivindicado al Libertador como indiscutible líder de la gesta independentista. Y hasta los hubo que se resintieron por no verse ensalzados en una Historia que no cede a chantajes, y se muestra franca de cara a la Patria como única protagonista a exaltar.
Sigue sus servicios patrióticos sustanciando el expediente sobre la delimitación con la Guayana inglesa, y una vez más los burócratas truncan los esfuerzos altruistas por conservar sus comodidades y privilegios en detrimento del interés nacional.
De ese tiempo comienza su estancia sevillana –y luego madrileña- que arrancará a Baralt de nuestras orillas para adentrarlo en la vida española de mitad del siglo XIX.


Siendo maracaibero de nacimiento (03-07-1810), la trashumancia familiar lo llevó muy pequeño a Santo Domingo, de donde era nativa su madre, para volver a Maracaibo cuando contaba 11 años. Vive los días de la independencia regional que desencadena las hostilidades que revientan en la Batalla de Carabobo, así como la incursión de Morales imponiendo el terror, hasta ser derrotado en julio de 1823 por las fuerzas de Manrique y Padilla. El torbellino de la guerra patria motiva al jovenzuelo a ingresar al oficio de las armas.
Pero el afán de conocimientos y el gusto por el estudio van encaminando las vocaciones al puerto de los saberes. Viaja con su tío Luís Baralt a Bogotá, donde cursa latinidad y filosofía, obteniendo título de bachiller. Regresa a Venezuela incorporado a las funciones de Estado que le son encomendadas como militar y como intelectual. Obtiene el grado de agrimensor en simultáneo con un espacio propio entre las tertulias culturales de Caracas, donde comienzan a admirar –y temer- la pluma del zuliano.
Más conocido por su poesía, que en el orgullo regionalista se limita a un par de versos, sin embargo Baralt teorizó con alto nivel sobre temas de hondo significado filosófico. La guerra, la legitimidad del poder, el progreso, el socialismo, la democracia, fueron tratados en sus escritos con nutrida polémica, como aportes a la filosofía política hispanoamericana.
El autor de la célebre frase “tierra del sol amada”, el hacedor de la primera Historia de Venezuela, el reivindicador de Bolívar, el mismo que en 1853 ocupó un sillón en la Real Academia de la Lengua Española, es el Rafael María Baralt que define al socialismo como “la protesta que hacen la libertad política y la igualdad social contra las instituciones y las leyes que ponen obstáculos al ejercicio de la una y al establecimiento de la otra”.
Muy interesante definición que nos remite a dos valores fundamentales de la sociedad democrática, cuales son, la libertad política y la igualdad social, valores muy característicos del pensamiento bolivariano.
Asumiendo la dialéctica como método de interpretación social, Baralt se pregunta “¿cuándo es que no ha protestado la sociedad contra sí misma? ¿Cuándo ha dejado de destruir sus propias creaciones?, para responder que “el progreso no es más que una serie de destrucciones” para dar paso, por encima de la ruinas de la vieja sociedad, a las nuevas utopías.
Ya en 1849, imbuido de los movimientos sociales franceses y los conflictos políticos internos de España, Baralt afirma que “Los hechos sociales son, pues, otras tantas tesis y antítesis que buscan la armonía de una síntesis; y ésta consiste, no en un término medio, en un eclecticismo arbitrario, impalpable, imposible; sino en un tercer principio, en una ley que, sin incluir los contrarios, los ponga de acuerdo absorbiéndolos, por decirlo así, a uno y a otro en una fórmula compleja y absoluta”.
Sorprendente formación dialéctica en la aventura ideológica del letrado maracaibero, quien llegó a predecir que el socialismo “conforme al estado peculiar y a la civilización de cada país, toma formas y caracteres diferentes, sin dejar por eso de ser homogéneo y consecuente”; idea luego expuesta a comienzos del siglo XX por el peruano José Carlos Mariategui, cuando dijo que el socialismo no era “calco ni copia, sino creación heroica”.
Pero su discurso antecesor del Socialismo del Siglo XXI, quedó confirmado al exponer premonitoriamente, que el socialismo “modificará muy en breve la naturaleza de la democracia, completando su sistema y abriendo a su expectativa nuevos horizontes”. Concepto éste que forma parte esencial del nuevo socialismo, definido por nosotros como la verdadera democracia.
Baralt contrapuso la idea del socialismo con lo que él llamaba la “economía política”, concepto que resumía las condiciones objetivas de la producción capitalista establecida. Su visión progresista se interesó en el socialismo como vehículo de libertades e igualdad, sin llegar a enfilarse en el marxismo que apenas salía del cascarón.
Digamos para conmemorar al Baralt nacido en Maracaibo, historiador y servidor público de su Venezuela, pero con una vida de trotamundos que entregó por pedazos a su otra patria Dominicana, y a la España que hizo suya con pasión, donde subió al cenit y estuvo a punto de caerse por las intrigas que lo acecharon; que la mejor forma de homenajearlo es conocerlo. Seguro lo amaríamos más que a la plaza y al teatro que llevan su nombre.

Yldefonso Finol
Historiador bolivariano/Cronista de Maracaibo


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