miércoles, 2 de diciembre de 2020

EL 6D

 

Un domingo decembrino de amor por Venezuela

Diciembre en Venezuela tiene una acostumbrada connotación festiva, por la tradición popular navideña, la manía idiosincrásica de celebrar por lo alto el fin de año y la recepción del nuevo, y porque la gaita zuliana decretó hace casi un siglo que tuviésemos el alma más parrandera de toda la bolita del mundo.

También los diciembres venezolanos guardan fechas –variables unas y otras fijas- de un altísimo significado político: es el mes de conmemorar la muerte del Libertador Simón Bolívar; se han realizado casi todas las elecciones presidenciales y legislativas desde 1958; y se inauguró en 1999, en una inédita y masiva consulta ciudadana, el pacto social revolucionario regido por la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

Esta Carta Magna arriba a sus veintiún años con varios records sorprendentes:

-       Ha sido la única en nuestra historia aprobada por el pueblo en referéndum, con un porcentaje de apoyo superior al 70% del registro electoral de entonces.

-       Ha sido la Constitución más difundida, estudiada y comprendida por pueblo alguno, al punto de convertirse en objeto de uso cotidiano por el sujeto histórico que se la ha dado, siendo ella misma sujeto de transformación de la sociedad; una imbricación tal del texto y su autor colectivo no se había conocido antes.

-       Ninguna Constitución ha concitado los ataques más virulentos de la derecha criolla y los imperialismos, al punto de haberla “derogado” por un golpe de Estado a dos años y cuatro meses de su vigencia; manteniéndola en jaque permanente con acciones desestabilizadoras, mercenarias, terroristas, y “anulándola” con un insólito acto legislativo (“Estatuto”) que burló toda la doctrina constitucional desde los tiempos del neandertal y usurpó (ficticiamente) toda la institucionalidad democrática acumulada por la humanidad.

Para doblegar al pueblo bolivariano se han confabulado unos “venezolanos de cartón”, con cédula venezolana, pero sin células venezolanas; tipos de apellidos (y pasaportes) europeos y gringos, sin arraigo afectivo con lo venezolano, que sólo ven en el país un botín para sus bolsillos. Estos cleptómanos arcaicos congénitos, con historiales familiares usureros y saqueadores, le han hecho un daño horrible a nuestro pueblo, apoyados en la fuerza del imperialismo yanqui y sus secuaces en la UE y la OEA. ¡Cuánta saña hincada como ponzoña aún en medio de una pandemia tenebrosa!

Las presiones extranjeras contra Venezuela, las invasiones mercenarias, el bloqueo y robo de nuestros activos en el exterior, son rechazadas contundentemente por la población, seamos chavistas, independientes u opositores. Todas las tendencias están conscientes de las tremendas dificultades que padecemos; se varía en señalar la cuota de culpa del gobierno, de la oposición fascista y de las “sanciones”, pero hay consenso que la paz, la democracia, la soberanía y la sana convivencia son los canales de la autopista que ha de llevarnos a recuperar los niveles de justicia social que alcanzamos los primeros tres lustros del siglo XXI, y enrumbar nuestra nación hacia un nuevo modelo de economía productiva, ecológica y solidaria.  

Por eso cuando el próximo domingo 6 de diciembre de 2020 me levante a colar el cafecito y hacer las arepas, entre los aromas hogareños más queridos, me reafirmaré en el amor por mi Patria, en las convicciones bolivarianas cada día más necesarias, en la veneración por nuestra sagrada ancestralidad, en la esperanza de una mejor humanidad. Tendré unos minutos para recordar mártires, héroes y heroínas de las luchas por la igualdad.

Al instante de ejercer el derecho al voto para elegir la nueva Asamblea Nacional como está plasmado en la Constitución Bolivariana, en plenitud de la soberanía nacional, la legalidad y la legitimidad democrática, estaremos dedicando un domingo de amor por Venezuela.

Y besaremos tiernamente el futuro que –como un sol- comenzará al día siguiente con esta máxima del Libertador: “El gran poder existe en la fuerza irresistible del amor”.

Yldefonso Finol

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