Paisano caraqueño: te extiendo mi abrazo desesperado como el náufrago a la sensación de vida.
A tu inmensidad me aferro como el marino al horizonte de puertos fantasmas.
Preguntarte por tempestades sé que me tapiará de nuevas ansias de saber.
Unos campos de sangre alfombran la ruta del retorno.
General invicto: sólo la causa humana te apartó del lecho divino donde Manuela te abrazó al paraíso de sus batallas, esas -únicas- en las que siempre venciste rindiéndote
Patriota Camarada: deseo leer tus sueños en la borra del café, aprender de tu inocencia cuando la jauría de traidores te martirizó.
Yo te sigo desde mis tiempos ancestrales, soy un soldado anónimo que alza su lanza a los picos andinos como rayo del Inti.
Voy en el humo del tabaco jamaiquino que te inspiró aquella Carta, y antes fuí Manifiestos de derrotas fertilizantes.
Nunca una espada cortó tantas cadenas, ni ejército cosechó la gloria sin mancharse en el fango de la avaricia.
Por tus luchas brotaron libros entre los pobres, y luces para los ciegos.
Te odiaron y temieron los imperios, los viejos que derrumbaste, los engendros cobardes que te acecharon.
Tu nombre resuena en la orquesta del tiempo como rara sinfonía que nunca cesa.
Tu rostro inspira honores en todos los idiomas.
Canta a tu gesta la poesía universal, porque de sólo nombrarte el mundo entiende tu fértil inmortalidad.
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