La Libertadora de Silverio Añez: contradanza zuliana en honor a Simón Bolívar
Introito
El 13 de diciembre de 1826 Simón Bolívar viajó en bote
por el río Zulia hacia el puerto La Horqueta, donde la noche del 14 debía tomar
el vapor de ruedas Steamboat, que lo
llevaría sobre el río Escalante desde el sur del lago hasta la ciudad de Maracaibo.
Seguro la húmeda clorofila que se respiraba en la espesa flora y el cantar
polifónico del fauno plural, dieron obertura a la contemplación de un paisaje
que al verse atrapado en la opacidad, descarga mágicas pinceladas de luz desde la
oquedad convexa.
El 16 llega Bolívar a Maracaibo. Dos ambientes
disímiles marcan sus visitas a esta ciudad en un lustro: de la euforia por
triunfo en Carabobo, al problemático año 1826, en cuyas postrimerías, se desata
el torbellino que dará al traste con su Proyecto y su vida. El Libertador celebró
en la jubilosa ciudad lacustre cuando partió a liberar el sur de Colombia,
Ecuador, Perú y Bolivia; y ahora entra por ella a Venezuela viniendo del Perú
para atender la crisis política generada por Páez y Santander. De la apoteosis
de 1821 a las tensiones de 1826. Mientras él estaba gestando glorias
inmensurables en Bomboná, Junín, Ayacucho; Maracaibo fue azotada por los restos
del ejército realista dirigido por el sanguinario Francisco Tomás Morales, y
tras expulsar definitivamente al último opresor extranjero, un gobierno
paecista se fue incubando en el resentimiento contra la arrogancia centralista ejercida
desde Bogotá por un vil vicepresidente.
En aquella capital le habían ofrecido pomposos
agasajos al Libertador. La Gaceta de Colombia del 26 de noviembre de ese año
reseñaba que “el gobierno le dio un lucido convite en el palacio el día 14 en
que hizo su entrada, y al siguiente día otro en la quinta de Su Excelencia. En
la noche del 17 el director de la música militar Antonio de Velasco le dio un
famoso concierto, en el cual por primera vez se tocó la ópera de Tancredi para
música instrumental. El día 21 le dio un magnífico convite el coronel Campbell
encargado de negocios de Su majestad Británica. El día 22 otro no menos
magnífico el Sr. Francisco Montoya. El día 23 por la mañana un espléndido
almuerzo el señor Segismundo Leidersdorf, y por la noche un hermoso baile el
mismo encargado de negocios de S. M. B. El 24 un elegante y espléndido convite
los señores Juan Manuel y Manuel Antonio Arrublas. Ayer 25 salió el Libertador
de esta capital y debe comer y dormir en la hacienda del Excmo. Sr.
vicepresidente, donde sabemos se ha preparado un lucido recibimiento. Hoy debe
recibirle en su hacienda de Boita el Sr. Luis Montoya y allí pernoctará”.
Mucho sarao y más hipocresía, si apuntamos que los nombres
destacados en la crónica periodística corresponden a connotados negociantes
testaferros del vicepresidente, saqueadores del erario colombiano, que en
adelante en vez de lujosos festines serían los encargados de urdir traiciones y
asesinatos, y que en algún último baile de máscaras en 1828 montaron la danza
de los asesinos enmascarados, que oportunamente se las aguó la “aguafiestas” de
Manuelita Sáenz.
I
En la Maracaibo prenavideña de 1826, Bolívar es la
calma que un liderazgo telúrico amado por el pueblo, brinda para sosiego de una
sociedad que parecía sucumbir al llamado de las provocaciones. La fuerza moral
elevada a la máxima potencia que atrae al bien expeliendo el éter del respeto. La
ciudadanía se volcó al puerto a recibirlo y se aglomeró frente a la Casa Fuerte
que sirvió de hospedaje al ilustrísimo visitante.
Vivas, aplausos y hurras se mezclaban con las
declamaciones de décimas y sonetos, hasta que sonaba una gaita y todos los
presentes se unían en un coro afinado y bullicioso que animó al Libertador a
asomarse en varias oportunidades a compartir la algarabía popular. Pese a las
complicadas circunstancias que provocaron este viaje intempestivo, la ocasión de
agasajar al líder más importante de la historia continental, hijo de esta
patria, no podía dejarse pasar sin hacer el más sentido homenaje. Incluso quienes
habían tomado partido por la opción paecista, ante la magna presencia, prefirieron
sumarse al protocolo o -si acaso- marginarse para no deslucir.
Entre los más entusiastas que acudieron emocionados a
celebrar con El Libertador, estuvo Silverio Añez, el mohanense que puso a
bailar a Bolívar una contradanza hecha en su honor, que además de clarinetista,
compositor y director de orquesta, era médico. Así podemos leerlo en el célebre
Diccionario General del Zulia, de nuestros amigos historiadores Luís Guillermo
Hernández (muy estimado y fecundo erudito zuliano, ya fallecido) y su compañero
de labores, Jesús Ángel Parra (a quien deseamos larga vida y salud), que nos
ofrece una breve reseña, informando que el maestro Silverio Añez nació en El
Moján hacia 1775, que fue médico de profesión y músico, autor de esta obra que
nos ocupa La Libertadora, aceptando como fecha de su creación el año 1819, por
haber sido compuesta para conmemorar la entrada triunfal de Bolívar a Bogotá, y
posteriormente tocada por la orquesta que el autor dirigió en esa noche
decembrina de 1826 para El Libertador en la Casa Fuerte de Maracaibo, donde el
homenajeado la bailó varias veces con doña Casimira Flores, esposa del General
Juan Nepomuceno Santana, Comandante de la Guarnición Militar de la provincia.
Merece destacar que el General Rafael Urdaneta en ese
momento ocupa la Comandancia General del Departamento Zulia, y encabeza las
atenciones y diligencias militares que implica la llegada de su amigo el
Presidente de Colombia.
Una de las primeras lecturas para acercarse a esta
efemérides, nos la ofrece Manuel Matos Romero en su libro de 1968 “Historia de
la Música en el Zulia”, donde muy brevemente anota sobre Silverio Añez el
siguiente párrafo: “Vástago de una familia pródiga en verdaderos artistas, fue
organizador de una orquesta criolla en Maracaibo por los años de 1820 y es
autor de una hermosa contradanza intitulada La Libertadora que dedicó al
Libertador Simón Bolívar, cuando en 1826 estuvo de paso en Maracaibo el Padre
de la Patria, procedente de Bogotá. Esta contradanza fue bailada por el
Libertador en una fiesta que le fue ofrecida en la Casa Fuerte o Casa de la
Moneda, situada en la calle Urdaneta en el cruce con la calle Bolívar”.
Matos Romero destaca en su ensayo un dato digno de
subrayar: “esta pieza musical típicamente maracaibera fue rescatada del olvido
en el que estaba, debido al Dr. Jesús Enrique Lossada, siendo Rector de la
Universidad del Zulia, en 1947, y la hizo representar en el Auditórium de dicha
Alma Mater por el conjunto artístico y orfeónico de dicha Universidad, que
dirigían en ese entonces los maestros españoles Juan B. Badía y Emilio
Moratal”.
Tenía que ser Lossada.
II
En la actual República de Colombia, algunos cronistas
y musicólogos mantienen la versión según la cual el 10 de agosto de 1819, una
pieza musical en ritmo de contradanza, titulada La Libertadora, fue
interpretada por primera vez durante el apoteósico recibimiento en Santa Fe de
Bogotá al Presidente Simón Bolívar y su glorioso Ejército Libertador, tras
completar la liberación de la Nueva Granada en la Batalla de Boyacá el día 7 de
ese mes; y hasta hay quienes afirman que esta obra fue considerada el Himno
Nacional de la Gran Colombia. En la búsqueda de documentación para este
artículo no encontramos fuentes formales que certificaran esta creencia de
algunos autores, que también mencionan la obra La Vencedora, pieza que sonó en los
combates del Pantano de Vargas y el Puente de Boyacá.
Sin embargo, dos misterios quedaron tejidos en torno a
la contradanza La Libertadora: primero, que la opinión neogranadina aún se
debate entre considerar esta composición de autor desconocido o reconocer al
venezolano Silverio Añez como su creador; y, dos, que confirmada por nuestros
historiadores la autoría original del tema en la persona del clarinetista
Silverio Añez, saltan inquietantes las preguntas: ¿cómo llegó esa partitura
hecha por un nativo de la población del Moján, en las orillas noroccidentales
del estuario maracaibero, a la Bogotá de 1819? ¿Se hallaba el autor entre
quienes celebraban ese diez de agosto en Bogotá la incorporación efectiva de la
Nueva Granada a la Colombia fundada por Bolívar en Angostura del Orinoco? Siendo
que a Silverio Añez se le señala ser médico de profesión, ¿será que cursó sus
estudios en aquella ciudad que desde inicios del siglo XIX tuvo su embrión de
facultad de medicina?
Adolfo Romero Luengo en su libro “Bolívar en el Zulia,
Enfoque de una época”, en nota de pie de página se cuestiona sobre este asunto
de las fechas de creación de La Libertadora: “…en cuanto a la contradanza La
Libertadora, sí fue compuesta, como se ha dicho, en el año 1819, y sí para 1820
el Maestro Añez organizaba su orquesta ¿no es factible pensar que la hubiese
estrenado en 1821, con Bolívar en Maracaibo para entonces? ¿O, la fecha cierta
de su composición, es la de 1826? Son interrogantes obligadas, en virtud de no
haberse tenido a mano la fuente original”.
Ocando Yamarte, se aventura a afirmar, no sabemos con
qué basamento, que La Libertadora fue escrita en 1826 con motivo del paso de El
Libertador por Maracaibo. Pero esta conjetura se tropieza con las versiones
anteriores que ubican la obra en los días victoriosos de 1819-1821, lo que le
da más justificación a la creación de una obra festiva, intensa y apologista,
con intención de animar bailes; y con el hecho irrebatible que esta visita del
Libertador en 1826 no fue informada con antelación al común de la gente porque
la misma implicaba riesgos bélicos y de seguridad del Jefe del Estado, en el maremágnum
de complicaciones al que venía de tan lejos a atender. Son las razones que hacen
improbable la versión del sacerdote Ocando Yamarte.
Silverio Añez creó su propia Orquesta Criolla entre
1820-1821, y se cree que es la primera agrupación instrumental de Venezuela. Debo
lamentar el desamor que en general existe entre nuestra clase dirigente para
con la Historia y nuestros valores humanos. Resulta ofensivo que no se haya
hecho un seguimiento y registro de estos hermosos aportes artísticos de
nuestros creadores ancestrales, mientras se rinde pleitesía a productos
decadentes de factura extranjera. Este Cronista ha tratado en vano que se
instaure oficialmente un acto recordatorio de esta sinigual aportación musical
y de las especiales circunstancias que la inspiraron.
III
Incontrastable es el hecho de que la música tuvo su
espacio protagónico en las luchas de nuestro pueblo por su Independencia. En su
trabajo “La música en el proceso emancipador”, María Antonia Palacios, afirma
que la primera canción patriótica de la que se tiene noticia es “Caraqueños,
otra época empieza”, con letra atribuida al escritor de la gramática americana
Andrés Bello, y la música a Cayetano Carreño, hermano de Simón Rodríguez, el
maestro de Bolívar. Nuestro propio Himno Nacional es un canto popular que
resonaba retador en la Caracas revolucionaria que gritó ¡Independencia! al nacer
la segunda década del mil ochocientos.
En la actual República de
Colombia, entre músicos que tratan de mantener estas manifestaciones, La Libertadora es considerada una significativa composición en
ritmo de contradanza, ejecutada para el recibimiento triunfal en Santa Fe de Bogotá el 10 de agosto de 1819 del
Ejército Libertador, comandado por Simón Bolívar. Diversas publicaciones coinciden en que “esta
canción se alternó con La Vencedora en los festejos por la recién obtenida Independencia, que duraron 15 días y en los bailes ofrecidos en
el Palacio de
San Carlos”. En fechas
contemporáneas se destacan los arreglos musicales y las transcripciones de
partituras para piano que fueron realizadas por el maestro Oriol Rangel en 1955.
Bolívar –como buen venezolano- es un amante de la
música y bailarín afamado. Por doquier lleva partituras de sus obras
predilectas. Bailó como un trompo en los salones parisienses con su prima
Fanny. Bailando se enamoró con Manuela en Quito, y hasta bailó con el General
José Asunción Silva, cuando el racismo de la aristocracia altoperuana en Potosí
le negaba al meritorio oficial mestizo la complacencia de una pareja. La anécdota
de Bolívar en medio del ataviado salón pidiendo a viva voz a su compañero de
armas que le concediera bailar un vals, es un tesoro de solidaridad y
testimonio del igualitarismo que caracterizó a la vanguardia venezolana que
liberó medio continente. Tal actitud desprejuiciada les valió a los nuestros la
mirada desdeñosa de las oligarquías que por entonces aspiraban beneficiarse de
la sangre derramada por valientes y humildes soldados revolucionarios. También del
baile en ocasión del encuentro entre Bolívar y San Martín en Guayaquil, quedaron plasmadas
opiniones cargadas de intriga antivenezolana por algún señorito supremacista del
séquito del Libertador rioplatense.
IV
Mi valoración personal de La Libertadora puedo
resumirla así: Introito marcial y romántico; un aire solemne abre giros
armoniosos hacia la poética exaltación del heroísmo y la gloria. Baile
primaveral que anuncia esperanzas de un mundo nuevo, con chispazos de Vivaldi y
Mozart…que de seguro el autor imaginó en sus trotes a caballo por los plantíos
frutales y floridos en su ruta playera a la ciudad maracaibera. Hay algo de marchas
rusas y acordeones napolitanos en los menores de esta contradanza que
envidiaron los exquisitos salones londinenses…El autor y su paisaje nativo nos
invitan a despertares luminosos por la generosidad solar, sobre ese espejo de
agua que es la esencia del impulso natural del pueblo originario del Lago
Maracaibo a la creación poética-musical, deleitando el camino del hombre estudioso,
soñador y sensible.
Quiero en este punto compartir lo contenido en la Revista
de la Asociación de Amigos de la Música Zuliana, número 1, abril 2010, sobre La
Libertadora.
Dice así: “La segunda visita del Libertador Simón
Bolívar a Maracaibo fue en diciembre de 1826, en esta ocasión se le ofreció una
recepción en la Casa Fuerte o Casa de la Moneda situada en la esquina de las
calles que después se llamaron Urdaneta (avenida 5) y Bolívar (calle 97). Esa
noche bailó la contradanza “La Libertadora” que, según la tradición, había sido
compuesta en su honor, después de la batalla victoriosa de Boyacá en 1819. Y
conforme con las mismas fuentes, su autor fue el médico, músico y compositor
Silverio Añez, ejecutante del clarinete, quien había nacido a finales del siglo
XVIII en el pequeño poblado El Moján (actual San Rafael de El Moján). El grupo
musical que ejecutó la referida contradanza estuvo dirigido por su señalado
autor, Dr. Silverio Añez. Se ha comentado que el Libertador se sintió complacido
y entusiasmado por la belleza de su melodía, la que disfrutó bailando con la
señora Casimira Flores de Santana, esposa del general Juan Nepomuceno Santana,
Comandante de la Guarnición de la entonces Provincia de Maracaibo”.
En la revista AMUZ número 2, encontramos esta otra
nota: “En la Batalla de Boyacá (7 de Agosto de 1819), nuestras tropas tenían
una pequeña banda cuyo director era el neogranadino José María Cansino, y la
carga decisiva se efectuó al son de una contradanza bastante conocida entonces,
la que después se designó con el título de La Vencedora, por haberse ejecutado
en tan señalada ocasión. Días más tarde cuando Bolívar entró a Bogotá, le
dedicaron otra contradanza llamada La Libertadora, que también se ejecutó en
varias batallas, porque era su favorita” (Revista El Farol. No. 237 -1971.
Concierto de Música Histórica Venezolana. José Antonio Calcaño. Caracas: Creole
Petroleum Corporation)”.
En una entrevista con el musicólogo José Peñín, se le
consultó: ¿Es verdad que a nuestro Libertador Simón Bolívar, le gustaba el
baile y qué tipo de música prefería?” A lo que el experto respondió: “Si. Fue
un experto en bailar el vals vapor, música muy de moda para ese momento.
Precisamente los ejércitos bolivarianos fueron los grandes difusores de este
género por la cordillera andina bajo la denominación de pasillo, o pasito, por
la morisqueta o pasito corto que hacían los bailarines sobre el segundo tiempo
del compás”.
Juan Francisco Sans, en su interesante ensayo “Baile y
poder en la Colombia de Bolívar”, publicado en Ensayos. Historia y teoría del
Arte (Número 22, 2012), al referirse a la contradanza, expone: “De todos estos
antiguos bailes de la nobleza, solo la contradanza sobrevivirá hasta bien
entrado el siglo XX. Esto puede deberse quizá a su versatilidad para adaptarse
a los nuevos gustos. De hecho, la última figura de la contradanza, el cedazo,
solía hacerse valsada. De las mutaciones de la contradanza se origina en
América la danza, cuya base rítmica de tango o habanera la hace característica.
La paulatina toma del poder por las nuevas élites en los regímenes liberales
que surgen en los primeros años del siglo XIX viene precedida de la instalación
de nuevos gustos y formas de ver el mundo, donde la apropiación y control del
ruido se convierten en símbolos del poder político. La transformación del
exclusivo salón aristocrático en un salón burgués mucho más democratizado y
popular, integrado por miembros de las clases emergentes, en la que se verifica
un notable cambio en el carácter y naturaleza de la música y la coreografía asociadas
a estos espacios, van de la mano con las transformaciones sociales del periodo”.
Un testimonio de primera mano que dejó escrito la
estadounidense Jeanette Hart, quien bailó en diversas ocasiones con Bolívar, da
cuenta de la destreza del caraqueño que se deleitaba bailando mientras
derrotaba al ejército más poderoso del planeta: “Cuando bailaba con el general
Bolívar pude notar que solamente los pies de un bailarín por naturaleza podían
llevarme a través de aquellos intricados pasos y figuras de aquellas danzas
exóticas y poco familiares para mí; la última pieza que tocó la banda y que
bailamos los dos, fue un vals; la multitud cesó de bailar dejándonos el centro
del salón a nosotros solos y colocándose alrededor para vernos bailar… La
armonía de nuestros movimientos era tan bella, que ninguna otra pareja hubiese
podido competir. El general se movía como si los acordes de aquel vals emanaran
de su propio cuerpo, era algo como una disposición heredada”.
Hart usa la palabra “exóticas” para referirse a la contradanza
y al vals a la venezolana.
Daniel Florencio O’Leary, confirma en varios pasajes
de sus voluminosas memorias, que Bolívar “hacía mucho ejercicio; después de una
jornada que bastaría para rendir al hombre más robusto, le he visto trabajar
cinco o seis horas, o bailar otras tantas, con aquella pasión que tenía por el
baile”.
Por todo lo antes dicho, no tenemos duda que, en medio
de los tormentos políticos que comenzaban a encapotar los cielos de la patria,
nuestro Libertador bailó sabroso a lo zuliano la magnífica contradanza que un
paisano mojanero, virtuoso y patriótico, le compuso en su honor.
Su ánimo, que al llegar jalado por las turbulencias,
lo colocaba al borde de la disposición última de la guerra civil, fue suavizado
por el amor del pueblo cantor y danzante, que en cada humilde hogar de
bahareque y techo de enea, lo arropó con calurosa veneración. Un poco de esa
hospitalidad sincera y mucho de sus magnánimos atributos espirituales, quedaron
plasmadas en proclamas de infinita fraternidad.
Al zarpar del puerto de buchones y yaguasas, piraguas
y cayucos, chistes y abrazos, el inquieto, creativo y benévolo Libertador, al
cruzar el lago rumbo a Altagracia, estuvo pendiente de esa isla llana cercana a
la costa oriental, donde Rafael Urdaneta le había comentado que podían
establecer un hospital para atender a los enfermos de lepra.
Que estos dos amigos tan altruistas, sólo pensaban en hacer
el bien a los desvalidos y en la felicidad de la Patria.
En su honor, y con la venia del Maestro Silverio Añez,
permítanme presentarles el poema que he escrito para que sirva de letra a la excelsa
contradanza La Libertadora.
La
Libertadora
Deslumbrante lucidez eximia
Que hizo la mágica arcilla alquimia
Con el rutilante sol caribe
Que su universo con orgullo exhibe
Sorprendente cuece la victoria
En refulgentes brasas de la gloria
Que la multitud clama con gozo
Libertador en su cenit glorioso.
Bolívar en sus andanzas
Creó luces y esperanzas
Tiró el cetro decadente
Por la Patria siempre independiente
Tras su paso de genio inmortal
Van los pueblos en marcha triunfal
A la lidia del invasor
Doblega Bolívar El Libertador.
Salió raudo de Angostura
Por la anegada llanura
Pasó los Andes erguidos
Los realistas cayeron vencidos
Liberada fue en Boyacá
La simiente colombiana
La espada venezolana
Llegó vestida de gloria a Bogotá.
Yldefonso
Finol
Economista
e historiador.
Cronista
de Maracaibo.
16-12-2020
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